lunes, 4 de marzo de 2019

Una militante comunista en Ravensbrück




Mujeres prisioneras del campo de concentración de Ravensbrüc

La literatura memorial sobre el universo concentracionario nazi es inmensa y se declina en numerosos idiomas. También en los nuestros. Por desgracia, así como en España se han traducido ejemplos, particularmente desde el francés, no me consta que muchos testimonios españoles hayan sido vertidos a otros. Haberlos, haylos. He tenido el honor de prologar algunos rescatados de la oscuridad por la escritora catalana Montserrat Llor Serra y publicados en CRITICA. Abundan más los de los hombres que los de las mujeres y entre estos últimos menos todavía los que combinan recuerdos de la resistencia en Francia con los de los campos nazis. De aquí que la editorial Renacimiento sevillana merezca un agradecimiento especial por haber dado a la luz, en castellano, hace años las memorias de Mercedes Núñez Targa. Una militante comunista que combatió en la Résistance francesa, que fue deportada al campo de mujeres de Ravensbrück y que regresó para contarlo.
Debo el conocimiento de esta versión al hijo de Mercedes, Pablo Iglesias Núñez, que la tradujo con Ana Bonet Solé del original catalán, El carretó dels gossos (La carretilla de los perros), aparecida en Edicions 62 y que la reeditó en 2005. Su hijo le cambió el título por uno más expresivo: Destinada al crematorio con el subtítulo De Argelès a Ravensbrück: las vivencias de una resistente republicana española, aparecida en 2011. A esta edición se le añadió un prólogo del conocido escritor y filólogo gallego Xesús Alonso Montero, presidente de la Real Academia Galega hasta principios de 2017 y militante comunista en su época. En él se resume la vida accidentada de la autora, que falleció en Vigo (donde tiene dedicada una calle) en 1986. Su primer relato, Cárcel de Ventas, publicada en París en 1967, se tradujo al catalán y al gallego. Renacimiento la ha publicado en castellano en 2017. Confieso no haber leído esta obra primera. La segunda parte de sus memorias muestra, en todo caso, a una escritora de estilo simple y efectivo. Con garra. Es un bonito recuerdo de la conferencia que el 18 de julio pasado di en el centro cultural de Goián, cerca de A Guarda. Hasta estas vacaciones de Navidad no había tenido tiempo de leerlo.
En comparación con los grandes campos de exterminio nazis, Ravensbrück fue “simplemente” de concentración y se destinó, principalmente, a albergar mujeres, procedentes de todos los países sobre los cuales los nazis echaron sus miradas ávidas. No debe creerse, sin embargo, que fuese un campo de secundaria importancia. Figura en lugar prominente en la mejor historia que conozco de los campos nazis (la de Nikolaus Wachsmann, publicada por CRITICA y ya en tercera edición). En ella puede seguirse la infame trayectoria de Ravensbrück desde sus comienzos, en 1os primeros meses de 1939, hasta su final. Tras la ocupación de Polonia en aquel año más del 70 por ciento de las internas eran polacas, lo que hizo que en el campo se extendiera la idea de si Hitler no habría decidido también exterminar, aparte de los judíos, a los polacos. Realmente los trató como a perros inmundos, de aquí tal vez el título original de estas memorias.
En su comienzo las condiciones de vida no eran mortales. Empeoraron después hasta llegar a la apoteosis catastrofista. En el campo estuvo detenida la conocida comunista alemana Margarethe Buber-Neumann, que llegó en agosto de 1940. Era una militante del KPD de gran prestigio a la que Stalin no le permitió que participara en el canje de prisioneros que él y Hitler autorizaron. Como para entonces Buber-Neumann ya había visto de cerca las condiciones del Gulag, en Karaganda, Ravensbrück le pareció mucho más tolerable. Recordaré que en 1980 fue condecorada con la Gran Cruz del Mérito de la República Federal de Alemania, la más alta distinción de su país. Está por ver que algo similar se haya hecho en España con algún deportado de después de la guerra civil, pero nunca es tarde para perder la esperanza, aunque fuese a título póstumo.
A medida que transcurrió la guerra, en Ravensbrück fueron deteriorándose las condiciones de vida e incluso de muerte de los internados. Sobre todo, a partir de 1942. Las “enseñanzas” de Auschwitz y campos similares en materia de asesinatos masivos y de “selecciones” para la muerte inmediata tras la llegada a ellos fueron expandiéndose por toda la red contaminándola “adecuadamente”. Mercedes Núñez llegó en el verano de 1944 a Ravensbrück en un período en el que el campo era una sombra de lo que había sido. Para peor.
La autora tenía tras de sí numerosas aventuras. Había caído prisionera después de la guerra al tratar de reconstituir el partido comunista en Galicia. Ingresó en la cárcel de Ventas, aunque salió de ella por un error administrativo, huyó a Francia, se adhirió a la Résistance, fue detenida por los franceses colaboracionistas y los alemanes cuando militaba en la 5ª Agrupación de Guerrilleros Españolas. En vez de mandarla al pelotón de fusilamiento de inmediato, su interrogador, un alsaciano que trabajaba para los nazis, sorprendido de su gallardía, la puso en el camino que la condujo a Ravensbrück después de pasar por dos campos en Francia y uno en Alemania. En su recorrido ya pudo observar que lo que se murmuraba de los nazis amenazaba con ser cierto. La realidad sobrepasó todo lo imaginado e imaginable.
A lo largo de sus memorias, de no más de 120 páginas, que se leen en poco más de dos horas, Mercedes Núñez trazó con vigor y realismo una multitud de retratos de los co-protagonistas de su relato, en la Résistance y en los campos, españoles, franceses, polacos, rusos, yugoslavos, alemanes nazis y no nazis. Añadió la descripción de los sistemas de degradación y humillación en el horror, la vida diaria, el temor a contraer algún tipo de enfermedad (casi inevitable) que condujera directamente al crematorio, las vejaciones diarias de las kapos, los esfuerzos para inutilizar obuses que en los talleres del campo las prisioneras más fuertes se veían obligadas a montar (pequeñas victorias en el balance general de la guerra pero cuán satisfactorias para quienes podían topar con el crematorio al intentarlas).
En Ravensbrück se vieron, como en otros campos, entremezclados el horror, el honor, la dignidad y la cobardía. En todo caso, la abyección. No sin cierto orgullo Núñez recuerda que las españolas solían despertar sentimientos de admiración en comparación con otras internas. Incluso entre los obreros alemanes que trabajaban con ellas en los talleres. Ciertamente no hubo muchas en el período que la narradora pasó en el campo. La mayor parte de los españoles “rojos” (tal era su apelación oficial) pasaron por decisión de Himmler a otros campos y, en especial, a Mauthausen. Pocos sobrevivieron.
Especialmente impresionantes son las descripciones que la autora hace de las kapos, es decir, de las vigilantes. Chocan un poco con la valoración de Wachsmann, para quien las guardianas de Ravensbrück retrocedían en términos de brutalidad con respecto a sus homónimos masculinos de las SS. Por lo que Núñez Targa vivió se trataba de prisioneras que colaboraban con el fin de obtener algunas migajas de “simpatía” por parte de los nazis y esto dependía de su disponibilidad para actuar con dureza, incluso extrema. Cierto es que Wachsmann hace su observación al principio de la vida del campo.
Tras haberse “empapado” de millares de impactantes escenas de humillación, miedo cerval y horror, destaca la significación del regreso a Francia en las circunstancias un tanto caóticas en que vivía el país vecino. Por suerte evitó que la pusieran en un convoy que probablemente la hubiese llevado a España. Se quedó en París y tuvo el placer de no recargar las acusaciones que pendían sobre el abyecto colaboracionista que la había puesto en la vía que conducía a los campos alemanes. El tipo remilgado, fino, elegante, pero no exento de ataques de una brutalidad que recuerda a las descripciones que han salido a la luz en los últimos años sobre las vejaciones y torturas que solían aplicar algunos especímenes notables de la Político-Social franquista, se había convertido en un auténtico guiñapo humano. Tampoco le sirvió de nada. Fue condenado en Carcassonne y fusilado en septiembre de 1945. Uno más de los traidores a Francia que tuvieron que responder de sus actos ante los tribunales de justicia en una de las jurisdicciones de excepción creadas el año anterior y de composición especial. Según informaciones francesas, tales tribunales condenaron a muerte a 767 personas (hubo más que se enfrentaron a otras dos jurisdicciones).
Mercedes Núñez Targa fue condecorada con la Legión de Honor, la Medalla Militar, la Cruz del Combatiente Voluntario de la Resistencia, la Medalla de la Deportación e Internamiento por hechos de Resistencia, la Cruz de Guerra y la Cruz del Combatiente. Del libro que comento no aparece nada que haga pensar que en la España postfranquista se le diera ningún trato especial.
Nunca es bueno olvidar. El historiador Nikolaus Wachsmann es alemán, asentado en Londres. Nació en 1971. Miembro de una generación que no tiene el menor inconveniente en revisar los imborrables crímenes alemanes. Ha tenido acceso a archivos múltiples donde han quedado registradas las vergüenzas de una generación anterior. ¿Hasta cuándo habrá que esperar para que el acceso libre a los archivos centrales de la represión franquista pueda hacerse en similares condiciones? Pregunto esto porque, según mis noticias, el anuncio hecho por la Sra. Ministra de Defensa, y publicitado a bombo y platillo, no ha pasado en realidad de una declaración de buenas intenciones. Ahora algún archivo me ha reconocido que no tiene funcionarios o empleados para dar abasto a todas las peticiones.

Ángel Viñas
angelvinas.es

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