Cuando se habla del 68 hay que hablar primero de la guerra norteamericana contra el pueblo del Vietnam que apenas si acababa de expulsar al colonialismo francés. Antes de las grandes huelgas que conmovieron parte de Europa y del mundo, tuvieron lugar grandes “movidas” auspiciadas desde de la “nueva izquierda” (los partidos comunistas estaban por la “paz en el Vietnam”, pero no se movilizaban), por el encuentro entre las juventud estudiantil, y las nuevas generaciones obreras. En lugares como Alemania, Francia, Gran Bretaña o Italia, el Vietnam fue un referente de primera magnitud. Como lo fue en América Latina…
Cierto es que los “reparos” a la actuación de los dirigentes vietnamitas fueron muy menores, al menos en relación a los problemas que ha planteado el grupo dirigente palestino. Desde luego, el comunismo militante representado por Ho Chin Minch era –con todos los peros que se quisieran por sus oscuras conexiones estalinistas-, mucho más atractivo que lo que representó Arafat. Desde el otro lado, no había ninguna excusa para el imperialismo norteamericano, aunque este era jaleado desde la prensa adicta al régimen, pero también desde la “liberal” como la que se decía representar La Vanguardia de Barcelona cuyo cronista del Vietnam era un tal Padilla, un enfervorizado partidario del empleo del armamento atómico sobre Vietnam del Norte…
En las últimas décadas, Israel ha podido vestirse con el ropaje del “Holocausto”, sin duda la historia más trágica y estremecedora de la contrarrevolución en el siglo XX…
Lo paradójico ha sido que ese vestido ha sido asimilado por una izquierda institucional que es como la otra mano de la derecha, discretamente instalada en las instituciones, incapaz de movilizar por las cuestiones más elementales, ni tan siquiera por algo tan clamoroso como el “Guernica” de Gaza, y de ahí también que El Temps puede hacer gala de las mejores relaciones con las autoridades sionistas…
El “raholismo” mediático está lleno de complicidades. Su papel de portavoz casi oficialista de la diplomacia sionista –un papel bastante compartido- se expresaba tanto en La Vanguardia como en El País, y lo que era mucho más singular, desde una revista de izquierda catalanista de tradición y abolengo como El Temps, situada entre ERC e IC-EV con aperturas nacionalistas más amplias, la única además dentro del monopolio conservador.
Déjenme que entre de nuevo en una noticia que, por su fuerte carácter simbólico, no merece pasar al olvido. Se trata de la acusación de “judeofobia que en su día se hizo contra el trabajo…”Els republicans i les republicanes en els camps de concentració nazis. Testimonis i recursos didáctics per a l'ensenyament secundari, escrito por Joan Pagès junto con Montserrat Casas, ambos profesores de DCS de la UAB, libro –insisto- que recopila didácticamente los testimonios republicanos en los campos de exterminio, y que por la gracia de “lobby” sionista ha acabado en los sótanos perdidos del Ayuntamiento barcelonés.
Pero quizás lo más simbólico de todo fuese en esta trama, la ausencia de unas cuantas voces con ganas de defender la causa de los republicanos sacrificados por la infame acusación, la misma que se ofrece a diestro y siniestro contra todas las voce que crítica el terrorismo del Estado sionista que representa muchas cosas, pero ninguna de ellas son los judíos exterminados por el nazi-fascismo…
Hemos hablado del “lobby sionista”, que no está solamente ubicado en el área convergente. Tiene sus poderosas ramificaciones con ERC y con el PSC, y de ahí que su principal órgano de expresión, La Vanguardia, aprovechara que el Pisuerga pasa por Valladolid para entrevistar (17-1-09) a uno de sus “barones”, José Zaragoza, secretario de organización, primero para explicar que la "sociovergencia" es posible, pero también para que los periodistas dejaran claro que "Usted no estuvo en la manifestación del sábado bajo el lema "Paremos la masacre en Gaza. Boicot a Israel", a lo que el Señor Zaragoza respondió: “En este tema comparto las posiciones de Joan B. Cullá (defensor de las tesis israelitas). A Cullá le amenazan por lo que dice: Lo sé es, inaceptable". La verdad es que no sé de qué amenazan al Sr. Cullá, un antiguo militante del PSUC ahora convertido en un historiador conservador, más anticomunista que cualquier otra cosa. Zaragoza viene a decir que apoya el “derecho” de Israel a defenderse, lo que es lo mismo que afirmar que apoya el terrorismo de Estado y su total impunidad. El señor Zaragoza se tendría que preocupar de Cullá sí este señor fuera un mero palestino de Gaza.
Leyendo estas cosas, uno se pregunta, ¿pero es que no hay dentro de la intelligentzia catalana nadie que hable por las víctimas? Pues para que no, que no la hay, es más que las plumas que escriben en El Temps no parece diferenciarse de la señora Rahola, y la muestra la tuvimos el 3 de febrero con un articulo (Memòria personal de l´exili) la escritora Marta Pessarrodona, con un “curriculum” cultural de primera como “Poetessa i crítica literària”, autora de una vasta producción literaria que no he tenido tiempo de cultivar, y de la que únicamente guardo en casa un Homenatge a Walter Benjamin (1988), amén de sus biografías de mujeres radicales y emblemáticas, estoy hablando concretamente de Montserrat Roig: un retrat, Maria Aurèlia Capmany: un retrat i Frederica Montseny: un retrat. Trazos que en mi pequeña configuración, me hacía relacionarla con posiciones políticas y sociales avanzadas, aunque la verdad es que dicha memoria data de los setenta, y que luego mis atenciones han pasado por otros lugares.
El tiempo ha sido infame con Marta. Pongo su nombre en el Google, y aparece una entrevista de Marta sobre Doris Lessing, y me encuentro de súbito con unas notas sobre el “comunismo” en la que responde que no se podía decir que fuese comunista porque había denunciado a Stalin en 1962. Deliro cuando además leo que esto entonces no lo hacía casi nadie. Debo de venir de otro planeta, primero porque las denuncias de stalin y desde el estalinismo se dieron ya “en el huevo”, y la Marta debe haber oído hablar en familia de un tal Andreu Nin aunque solamente fuese porque tuvo un efímero y tórrido romance con Mercè Rodoreda, o porque influyó en la evolución de Joan Sales al que, según contaba su viuda en El Temps, informó sobre lo que se estaba convirtiendo la URSS. Y en consecuencia debería saber que ser comunista implica ser antiestalinista al igual que ser cristiano significa ser antifranquista, o ser liberal ser antibush…Al menos en el buen sentido de las palabras.
Joan Benach evocaba el paralelismo entre la genocidio nazi y la ocupación franquista de Barcelona es el 26 de enero, un día antes del día del Holocausto. La entiendo cuando habla de aquel tiempo en el que temía que no se le viera demasiado la estrella de David. Es cierto que no hace tanto tiempo que era tan tabú hablar del franquismo como del genocidio nazi. Ciertamente, bajo el franquismo la judeofobia formaba parte de las tradicionales que se tanto se exaltaban. En mi infancia, sentí muchas veces la expresión “judiada” como equivalente a una canallada sucia, la empleaba mi santa abuelita que no sabía lo que significaba. Nosotros jugábamos a la cántara, un divertimento infantil que encerraba a las víctimas en un círculo en el suelo, y los que quedaban dentro tenían que escapar a los salivazos de los quedaban fuera. Cuando el salivazo le alcanzaba, entonces los de fuera le “chuleaban”: ¡judío, judío, judío¡.
El antisemitismo era una seña de identidad de las tradiciones del régimen, y quizás alguien lo pueda comprobar leyendo la biografía que un joven Pedro Laín Entralgo dedicó a Marcelino Menéndez Pelayo y que estaba en la magnifica colección Austral. No he tenido ocasión de repasar su contenido, pero recuerdo que en sus páginas se exaltaba al ilustre conservador (al final parece que dejó bastante de serlo), al látigo de los heterodoxos, porque ya él había planteado algunas de las ideas que estaban haciendo grande Alemania…
Esta lectura coincidió con mi descubrimiento del holocausto a través del cine, concretamente de dos películas emblemáticas, El diario de Ana Frank, y El juicio de Nüremberg, que aquí se tituló ambiguamente ¿Vencedores o vencidos?. Películas que me dejaron clavados en el asiento, y que me llevaron a la lectura de dos obras sobre la cuestión, de las primeras que llegaron a nuestras librerías: Treblinka, de Jean-François Steiner, y sobre todo, La indagación, de Peter Weiss. En 1966, este sentimiento me llevó a dirigir (sin apenas experiencia teatral) dos capítulos de Terror y miseria en el III Reich, de Brecht, que habían sido editadas por la revista Primer Acto. No fue hasta por entonces que el régimen aflojó un poco la censura, y se pudieron ver películas antinazis, no sin censura. Si echamos un vistazo a algunas producciones cinematográficas “nacional-católicas” como Alba de América, se podrá comprobar el antisemitismo dominante. Marta no olvida aquellas “carracas” con que “picaban en los bancos eclesiásticos, mientras nos predicaban que los judíos eran malísimos, porque habían crucificado a Cristo. La explicación no incluía que Cristo era también judío, claro está”.
Pero sí bien es verdad que lo que contaba Marta va a misa, como lo es que la derecha española se manifestó como negacionista (recuerdo un debate televisivo con ocasión del pase de la serie Holocausto, y la intervención del insigne representante de la “España nacional” Vizcaíno Casas), un discurso que, ¡oh sorpresa¡ ha cambiado radicalmente como ha cambiado el de la Francia antiDreyfus, y ahí están Le Pen y Aznar, admirando el Estado de Israel. Marta pasa por encima de este cambio como sobra ascuas, y sin mayores análisis desemboca en la “judeofobia occidental que padecemos actualmente”, una judeofobia sobre la que no ofrece ninguna precisión, pero que, obviamente, no puede ser la de los gobiernos, de Estados Unidos o de la Unión Europea. No puede referirse a Bush, Berlusconi, Sarkozy o Aznar. Solamente puede referirse a los que se manifiestan contra el “Guernica” de Gaza.
Como una profesional de la política cualquiera, la ilustre biógrafa de Montserrat Roig y Federica Montseny, dice lamentar “el gran número de muertos palestinos en Gaza”, pero indica que los muertos israelitas han sido “silenciados”, lo que me recuerda aquel periodista de la Vanguardia que hablando sobre los muertos de la guerra del Vietnam se había olvidado…de los vietnamitas. Lo mismo es uno que mil. Mark Twain escribió en una ocasión, “Malditos judíos, son tan canallas como nosotros”, y esa es la clave de la cuestión. Hablar de los asesinos de Cristo, o incluso del Holocausto para legitimar el Estado sionista erigido sobre la expulsión de los “fariseos”, me parece obsceno. Primero, porque el Holocausto fue una coproducción europea con el consentimiento del Vaticano y la abierta complicidad de las democracias imperiales. Segundo, porque los palestinos no pusieron ni un grano de arena en su ejecución. Tercero, porque haber sido victima (los que lo fueron, una minoría exigua en la población del actual Israel), no le da derecho a apoderarse de tierras ajenas, y menos a practicar el genocidio.
Marta decía entonces que Israel es un “Estado que hace tres años que soporta ataques que, seguramente, no elevaría ninguno de los nuestros, por decirlo así”. Olvida que los ataques palestinos son una bagatela comparado con la política de gran potencia en la zona, y olvida que ninguno de nuestros Estados se ha compuesto en base a la ocupación. Nadie imagina que os ocupantes de la Alemania derrotada se hubieran quedado y hubieran echado a los alemanes hacia tierras baldías…Efectivamente, estos judíos pueden ser tan canallas como nosotros.
Hay aquí una siniestra confusión. Se olvidan, quieren olvidar que sí en Palestina hay una “estrella de David” es la llevan hoy los palestinos. La de los sionistas es la barra de estrellas del Imperio norteamericano y europeo.
Debemos de luchar por Palestina como antes hicimos en solidaridad con el Vietnam, y para ello es de suma importancia desnudar el discurso sionista, y denunciar a sus cómplices.
Pepe Gutiérrez-Álvarez
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