jueves, 31 de diciembre de 2009

Esa triste ilusión de la navidad en estas honduras



No he encontrado en esta vida mayor soledad que ver un árbol tirado al azar con luces artificiales e hipócritamente colgadas como muertos en medio de este golpe de Estado.
He caminado esta mañana buscando una verdad que me diga que hay algo más importante que esta orgia mercantil de extorsionar a los pobres con villancicos fabricados por los mass- media e impuestas por los buitres mercachifles de esa mentira que es la publicidad instantánea, esos mismo que días atrás nos vendieron esa basura disfrazada de prodigio occidental llamada democracia; la misma bisutería envuelta en oropeles brillantes adornan las calles de Tegucigalpa, con sus maniquíes desnudos de los pies, con esa mirada petrificada en el plástico, olor de la miseria que ilumina vitrinas y centros comerciales abarrotados de gentes tristes que se refugian en la paz inventada por los cristianos del Opus Dei, entre canticos navideños para decirle a Dios, “mira viejo, acá pudo más la burguesía del imperio que el comunismo maldito de los ilusos”.
Así es nuestra navidad, ésta en especial, porque pobres ya éramos hace 20 siglos de navidades, pero ahora somos pobres y fracasados.
En las casas de los pobres no habrá una mesa servida con vinos y quesos, con caviar y las doce uvas de la suerte, ni manzanas rojas exportadas para el hartazgo de los ricos, en las casas de los pobres de estas honduras hay resistencia hasta en los abrazos, en las sonrisas y en ese árbol que no se puso, en ese nacimiento con pesebre y santitos de barro que aguarda en una caja de cartón, porque acá no hay navidad, acá las luces se apagaron en junio y los juguetes se esfumaron de la alegría de nuestros hijos, para sentarnos de frente al futuro y ver por la ventana del mundo todo lo que se perdió y decir que no bastaba la lucha ni la esperanza, porque nada está perdido, si vemos al hijo de frente y le decimos que la navidad solo es una manera de estar más cerca de la revolución de las esperanzas y mas lejos de esa utopía que nos venden envuelta en papel periódico, y que la lucha no cesa, aunque no haya comida y vinos, que eso es para los burgueses que celebran el nacimiento de Cristo, custodiado de policías con m-16 en mano para que no se acerquen ni María ni José, porque el niño Dios es propiedad privada de los capitalistas que sentados en la mesa se hartan del manjar de la república, mientras eructan en el inglés pacifista de la obamanía de gorilandia.

Allan McDonald

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