viernes, 5 de diciembre de 2008

Un planteo fallido

A armarse conciudadanos: la cruzada contra la delincuencia que asola a nuestro Uruguay ha comenzado. Su adalid, el compañero Eleuterio Fernández Huidobro nos insta a la acción.
Sigamos sus sabios consejos: desempolvemos los viejos revólveres que todavía andan escondidos arriba de algún ropero y andemos con ellos a la cintura por nuestras peligrosas calles. Así nos sentiremos a salvo de tantos males que nos acechan.
Viva la autodefensa, uruguayos: no perdamos la oportunidad de tirar algún balazo si nos quieren robar la garrafa, o si descubrimos que nos quieren llevar la ropa de la azotea. Y si le pegamos en la cabeza mejor, porque esos son delincuentes que no tienen códigos y que atentan contra nuestra tranquila y “burocrática” manera de vivir.
Aplaudamos a los nuevos John Wayne que a “cohetazos limpios” se dispondrán a salvar a alguna pobre viejita de ser arrebatada en medio de alguna avenida cuando sale de cobrar (seguramente con mejor puntería que la del héroe del Far West).
Pidamos clemencia para las hordas enardecidas por la idea de la justicia por mano propia, esas que ejecutan linchamientos públicos que terminan con la vida de algún “rastrillo” que tiene a mal traer al barrio, (total, en el fondo, vamos a tener una lacra social menos).
Y si papá anda con la canana a la cintura, ¿por qué el nene no puede llevar un arma al liceo para darle una lección a algún compañero “plancha” que lo tiene a mal traer?
Ah, y nos olvidábamos, si alguien lleva la pistola en la guantera y le pega un tiro al inspector de tránsito que lo acaba de multar, o al conductor con el que acaba de chocar, tengamos presente que los buenos ciudadanos también pueden padecer un momento de locura.
Lamentablemente, algunos de estos hechos vienen siendo reiterada portada de la crónica roja de nuestros informativos televisivos de hoy día. Lástima que en estos casos los protagonistas sean los “ciudadanos comunes”, y no los mal vivientes que no respetan nada.
Es que, debemos reconocerlo, no solamente la delincuencia se ha vuelto mucho más agresiva. Mal que nos pese, en todos los estamentos de la sociedad uruguaya, también, ha crecido la violencia. Lo notamos en el tránsito, mientras hacemos la cola para completar algún trámite, en la puerta de un liceo, y hasta en una cancha de baby fútbol. Ni que hablar de la violencia doméstica que en los últimos años ha hecho eclosión con una furia impensable para los tiempos de la “siesta batllista”.
Nos guste o no, la violencia está a flor de piel de mucha más gente de la que creemos, y de la que señalamos con el dedo.
Hace años que la prédica casi insensata de los grandes medios, dando exagerado centralidad informativa a las noticias policiales, (cuánto más truculentas, sangrientas y sórdidas mejor), que muchas veces están rayando en el filo de la alarma pública, viene sentando las bases para este clima que caldea los ánimos de una gran cantidad de uruguayos, y que hace que muchos de ellos vean delincuentes al acecho hasta en su propia sombra.
Y la gente predispuesta en este estado de ánimo, armada e instigada a la autodefensa, como lo hace el compañero Eleuterio Fernández, puede terminar haciendo cualquier desastre.
Cabe aclarar, por las dudas, de que es cierto, de que somos conscientes de que existe un incremento en algunas modalidades de delitos contra las personas, como es el caso de las rapiñas y de los arrebatos. Pero esto no es nada nuevo, ha sido progresivamente así desde quince o más años a esta parte. Y desgraciadamente, muy poco va a cambiar en los próximos tiempos que vendrán.
También tenemos bien en claro el grado de saña y de peligrosidad con que actúa este tipo de delincuencia acicateada por el consumo de drogas.
Pero ni siquiera esto último justifica que un destacado Senador de la República, involucrando a su investidura parlamentaria (aunque estas opiniones las pueda haber vertido como periodista) lance este tipo de arengas que llaman a la desobediencia civil, al menos contra el Ministerio del Interior, y que exhortan no sólo a no devolver las armas, sino que a cargarlas y a tenerlas prontas para ser usadas. Esto nos parece de una irresponsabilidad absoluta porque, este tipo de discursos, no hacen más que “mandar al frente y con un escarbadientes” a mucha gente (aunque esté armada), gente que va a terminar pagando con su vida, o con la de otros inocentes, o con la cárcel, los sabios consejos del compañero Senador. Ejemplos de esto sobran en todo el mundo, y últimamente, aquí también.
Además, no podemos desconocer que estos planteos del compañero Senador, viniendo de quien vienen, por su prestigio y ascendiente, de hecho, significan una “legitimación” que va a llevar a que muchos ciudadanos honestos (sobre todo los enardecidos y los proclives a tanta prédica mediática acerca de la inseguridad) a ir más allá de la legítima defensa e ingresar en los calamitosos terrenos de asumir la ley por mano propia. Por lo tanto, a los desmanes de la delincuencia deberemos sumar, como ya está ocurriendo, los excesos de muchos ciudadanos que confunden autodefensa con licencia para disparar en cualquier circunstancia y contra cualquiera que le pueda parecer una amenaza. Y que esto sea de este modo impone costos sociales que terminan pagando los propios ciudadanos involucrados en estos hechos y sus familias, como también el resto de la sociedad que debe prescindir de ciudadanos útiles que quedan a la par de los delincuentes de los que intentaban “defenderse”.
Por último, aunque habría muchas otras aseveraciones que hace el compañero Huidobro en su artículo “Ya basta” con las que tendríamos que discrepar, no podemos dejar pasar por alto su opinión acerca de que el Uruguay se está encaminando a volverse un “Estado Fallido” como el Congo o como Haití por la acción de esta delincuencia sin códigos.
Nos parece una afirmación que además de injusta, carece de todo fundamento. Pero incluso, mas allá de ello, son concretamente este tipo de discursos los que logran minar el prestigio de ciertas Instituciones vitales para el funcionamiento del Estado y de la Democracia, como en este caso sucede con el Ministerio del Interior, y más que nada, consigue desacreditar la vigencia plena de la Ley.
Y esto definitivamente es lo más grave de todo. Porque cuando el ordenamiento jurídico no es respetado, cuando cualquiera se siente con el derecho de tomar la ley por su propia mano, ahí sí que realmente comenzamos a vivir dentro de un “Estado Fallido”.
Ahora, si no hemos entendido mal en estos más de treinta años de dura lucha, la Izquierda uruguaya ha llegado al Gobierno, entre otras cosas, para dignificar a las Instituciones y transformar al Estado para que sea mucho más fuerte y esté al servicio de las grandes mayorías, nunca para ser convertido en un “Estado Fallido”, de lo que por suerte, cada vez estamos más lejos.
Por todo lo anterior, entonces, y por muchas otras cosas que han quedado en el tintero, lo que sí nos parece que está completamente fallido, y de cabo a rabo, es su planteo, compañero Senador.

José Miguel García González
jomigarcia@hotmail.com
http://www.jomigarcia.blogcindario.com

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