Santiago Alba Rico es escritor, guionista y traductor, así como una voz destacada dentro del campo del pensamiento crítico. Entre sus numerosos ensayos de antropología, filosofía y política, podemos encontrar "Dejar de pensar", "Las reglas del caos", “Vendrá la realidad y nos encontrará dormidos” y “Leer con niños”. Colabora desde hace años con Rebelión y con otros medios de comunicación alternativos. Santiago nos ofrece en esta entrevista su visión sobre el papel de Cuba en los procesos de transformación social que se están dando en Latinoamérica y en el mundo entero.
Hace poco escribías: “Nos empeñamos en salvar a Cuba comparando datos estadísticos y económicos, olvidando que de lo que se trata es de la elección entre los que en un lado bombardean países, derriten los cascos polares y confunden Faluya con un parque temático y los que, al otro lado, en lugares como Cuba, salvan niños, curan extranjeros y confunde los propios sufrimientos con los de los otros pueblos de la Tierra”. ¿Por qué es tan difícil hacer público lo que parece tan evidente?
A mí me disgusta tener que hablar bien de Cuba. Imaginemos que tuviese que insistir una y otra vez que la nieve es blanca debido a la existencia de gente muy poderosa que dice que la nieve es negra. Mi insistencia en que la nieve es blanca, algo evidente, debilita la blancura de la nieve. Así que a veces me da rabia tener que insistir en la blancura de Cuba, que debería sostenerse por sí misma. Pero es cierto que frente a esa conspiración mediática muy bien tramada y respaldada por las grandes potencias económicas y militares no hay más remedio que insistir en la blancura de la nieve.
Y la respuesta al por qué es tan difícil hacer público lo que parece tan evidente la daba precisamente Fidel en las últimas páginas del libro de Ignacio Ramonet “Fidel Castro: biografía a dos voces”. Cuando le preguntan porqué se ataca tanto a Cuba, Fidel se limita a enumerar todas las conquistas de la Revolución cubana en los últimos 45 años.
Creo que esa es la respuesta, porque en Cuba hay muchas cosas que van muy bien. Cuanto mejor vayan las cosas más se verá agredida, más medios se dispondrán para debilitarla. Así, uno de los indicios de que las cosas van bien en Cuba es el interés demostrado por los EEUU, con todos sus colaboracionistas del resto del mundo, por derribar la Revolución.
Decías recientemente que “Cuba nunca ha sido más fuerte y libre que ahora”. ¿Qué querías decir con esto?
Durante mucho tiempo Cuba ha sido algo así como un rompeolas frente al capitalismo. Se sostenía ahí, rocosa pero aislada. Algunos izquierdistas que habían apoyado la revolución habían empezado a recular, a llamar la atención sobre los límites y defectos de Cuba, e incluso insistían en que el proyecto revolucionario cubano era algo de otra época, que había quedado obsoleto y anticuado, venido abajo con la caída de la Unión Soviética y que resistía como un espectro póstumo del comunismo internacional. Creo que ahora decir eso es insostenible, algo que preocupa a los enemigos de la Revolución.
Hoy descubrimos que Cuba siempre estuvo en la vanguardia política, muy por delante del resto del mundo, encontrándose actualmente en la vanguardia de todos los procesos de cambio y emancipación de América Latina. Hoy se demuestra que mientras todos creían que era un proyecto caduco, en realidad estaba aguantando para demostrar que es la vanguardia revolucionaria de un mundo que corre el peligro de desaparecer. Sin Cuba todos estos procesos serían imposibles; cualquiera que conozca la revolución bolivariana sabe hasta qué punto esta sería insostenible sin la base teórica, doctrinal, política y técnica de Cuba.
Por ello, ya no es solo un rompeolas que choca contra el capitalismo sino que al mismo tiempo es la plataforma a partir de la cual se puede empezar a pensar en la salvación del planeta mismo y en la posibilidad de establecer un nuevo contrato social que asegure el bienestar de sus habitantes, la libertad y la democracia que tanto nos falta aquí.
¿Qué es lo que hoy más te anima a apoyar a la Revolución cubana? ¿Y qué es lo que te genera más dudas?
Cuanto más contemplo el resto del mundo más me gusta Cuba. Vivimos en un mundo en el cual la privatización, la mercantilización de todo lo existente, lo que incluye desde el genoma humano hasta el color azul, pone en peligro evidente la supervivencia de la humanidad. Un mundo en el que minorías violentas organizadas, mafias como Halliburton, Monsanto o Bayer, están penetrando, erosionando y destruyendo el tejido social de una mayoría favorable a la paz y a la justicia, pero que se encuentra desorganizada.
Como bien decía un sociólogo fascista en los años 20: ”las minorías organizadas siempre dominarán a las mayorías desorganizadas”. Esto es lo que vemos en el mundo, el modelo de la mafia está tan generalizado que es muy difícil distinguir un campo de concentración de un parque temático, un grupo mafioso asesino de una multinacional. La voracidad del capitalismo es en estos momentos absolutamente insaciable, en su camino está derribando todos los frenos legales y morales; por esto, cuando pienso en mis niños viviendo en un mundo tan inseguro como este, no puedo de dejar de pensar en Cuba con enorme alivio. Pero, al mismo tiempo diría que cuanto más la conozco más me siento autorizado para defenderla; hay cosas que no van bien, pero incluso éstas ponen de manifiesto una lógica diferente a la que encontramos en un mundo capitalista, y estoy dispuesto a defender las cosas que van mal en la medida en que responden a una lógica distinta.
En este sentido veamos por ejemplo el tema de la vivienda: en Cuba hay un clarísimo problema de la vivienda. Todo el mundo tiene garantizada su casa pero no hay tantas como serían necesarias para que todos tuviesen su propio domicilio. Es así que pueden estar conviviendo tres generaciones en una misma casa, siendo difícil que una pareja que se acaba de casar reciba una vivienda. Lo mismo pasa en el Estado español; la mayor parte de los jóvenes tienen enormes dificultades para abandonar el domicilio familiar. Se casan o se emparejan cada vez más tarde, no pueden pensar en tener hijos; porque el problema de vivienda es tremendo, pero aquí sobran casas. En el caso de Cuba hay escasez de un bien, por lo que se trata de conseguir frenar, corregir, eliminar esa escasez para que todo el mundo tenga una casa. Por contra solamente en la Comunidad de Madrid hay un millón de viviendas vacías, y en el estado español son muchos millones. Por lo tanto, siempre preferiré una lógica en la que se trata sencillamente de corregir un problema que es material: si faltan casas hay que construir nuevas y luego repartirlas.
Si hablamos por ejemplo de la corrupción, problema denunciado por el propio Fidel, nos encontramos con lo mismo; el problema de la corrupción va amenazando los propios fundamentos de la Revolución, siendo un problema puramente moral, y por tanto corregible. En cambio, en el capitalismo la corrupción es estructural. Con la nueva lógica del capitalismo no hay posibilidad de decisión moral ni política, limitando la participación cada 4 años, en el que las personas son rehenes de las grandes multinacionales, la posibilidad de la decisión política y de democracia está cercenada y anulada estructuralmente. Sin embargo, en Cuba, siempre existe la posibilidad de tomar una decisión política. De esta forma observamos que incluso allí donde hay problemas comunes las lógicas son tan distintas que yo diría que hay que defender Cuba incluso por las cosas que van mal.
¿Crees que es un momento esperanzador para el pensamiento crítico y para la izquierda en el mundo?
Sí. Lo primero que hay que decir es algo que debe inducirnos a la modestia, a la humildad en Europa y en el occidente capitalista en general, y nos cuesta aceptarlo porque nuestra percepción y pensamiento sigue lastrado de espontaneidades eurocéntricas y etnocéntricas muy claras. Para no caer en estos dos riesgos: el querer seguir dando lecciones a los demás y el acabar pasándose al enemigo, tenemos que aceptar que en estos momentos la corriente de la Historia no pasa por Europa. Creo que actualmente hay dos focos de interés planetario caracterizados por cosas muy distintas: en uno se está jugando la supervivencia de la humanidad: Próximo Oriente, con tres países ocupados, con la amenaza contra Irán, con la presencia de Israel, que tiene uno de los ejércitos más poderosos del mundo y armamento nuclear, etc. Y luego hay otra zona del mundo dónde se está jugando el destino político de la humanidad: América Latina. Si uno dirige los ojos hacia ella después de haberlos dirigido hacia el Próximo Oriente siente un cierto alivio.
Lo que está ocurriendo en América Latina tiene pocos precedentes, en estos momentos se conjuga la recuperación de tradiciones, que habían quedado muy desprestigiadas, olvidadas o silenciadas, con elementos nuevos que todavía están por definir, como el Socialismo del siglo XXI, la democracia participativa, etc. Mientras que en Europa ha habido un claro retroceso, sobre todo después de las grandes manifestaciones contra la guerra del año 2003. Por ello América Latina es en este momento un claro motivo de esperanza.
El presidente de Venezuela, Hugo Chávez, suele repetir la famosa frase de Mao Tse Tung, según la cual “el imperialismo es un tigre de papel”. ¿Estás de acuerdo?
No estoy de acuerdo si lo interpretamos solamente como un eslogan vitamínico, destinado a despertar y a soliviantar a los pueblos. No creo que sea un tigre de papel, es un tigre con uñas muy poderosas y muy afiladas, lo que puede hacerlo aún más peligroso. Lo que sí creo es que hay toda una serie de indicios muy claros de debilitamiento, de decadencia del imperio estadounidense, y la prueba es el propio proyecto bolivariano en Venezuela. Si aún no ha corrido la misma suerte que otros en la década de los 50, los 60 o los 70 en América Latina, siendo el caso de Allende el más claro, se debe también a que en estos momentos se enfrenta a un imperio estadounidense debilitado que no puede cubrir tantos frentes, cuya economía es muy frágil y que depende cada vez más del petróleo, entre otros del venezolano. Por todo ello es uno de esos momentos en que se pueden producir grietas aprovechables para los movimientos de emancipación.
Los intelectuales tienen un papel determinado en toda sociedad. ¿Cuál es la diferencia de papel de los intelectuales en una sociedad como la cubana y en una sociedad capitalista?
Primero hay que decir que en el imaginario capitalista occidental los intelectuales han sido siempre buenos personajes, particularmente comprometidos desde la izquierda. Pero creo que eso es una pura ilusión muy funcional a los procedimientos de reproducción propagandística del capitalismo. Los intelectuales han sido colaboracionistas con el poder de una manera u otra, directa o indirectamente, asalariados de aquellos que podían pagarles. Salvo excepciones tan notorias que nos sirven de ejemplo, desde Zola hasta Sartre, la mayor parte de los intelectuales han claudicado. Lo que Chomsky llama con dolor y amargura “la claudicación de los intelectuales europeos”, sobre todo a partir de mayo del 68, tiene mucho que ver con todos estos mecanismos de penetración del mercado en la vida pública, de manera que hoy los intelectuales tienen que disputarse el prestigio y la autoridad que acompaña a toda intervención en la vida publica a través de la palabra.
Todo eso hace que el papel de los intelectuales europeos en términos de compromiso político sea cada vez más triste. Visto así no es una casualidad que los así llamados disidentes en Cuba sean todos escritores. Bueno, muchos de ellos no lo son y además no son buenos, pero en cualquier caso lo que sí demuestra esto es que la formación cultural del cubano medio casi no tiene más limites que la cubanidad misma, siendo muy superior a la del europeo medio. La labor de un intelectual en Cuba está inscrita desde el principio en un contexto social y no en un mercado, por lo que su prestigio y su autoridad deriva de su propio talento, de su propia capacidad para expresarse y de su propio compromiso con el destino de un proyecto que considera inalienablemente suyo.
Participas en algunos medios de comunicación alternativos, como Rebelión. ¿Cómo ves el panorama actual de estos medios?
La creciente influencia de los medios alternativos tiene mucho que ver con la crisis estructural de los medios tradicionales. En estos momentos existe claramente lo que Ramonet llama una inseguridad informativa creciente, que es lo que yo suelo llamar la erosión del marco de credibilidad. Cada vez más un creciente número de ciudadanos con un mínimo de conciencia observa a los medios de comunicación tradicionales, a los políticos, así como a las instituciones capitalistas con una distancia escéptica creciente.
Todo esto ha hecho que la mirada de mucha gente se vuelva hacia la posibilidad que ofrece Internet. Naturalmente hay que andarse con mucho cuidado porque es una selva de información y muchas veces de fuente sospechosa. No me cabe la menor duda de la importancia que han tenido los medios de información alternativa, primero en suministrar una información que desmiente, contrasta y analiza la información que configura habitualmente la conciencia del receptor de medios tradicionales; y por otro lado, porque permiten crear contactos globales.
Es decir, de la misma manera que la globalización de las mafias entraña una creciente complicidad entre los oligopolios que dominan el planeta, esta herramienta proporciona también la posibilidad de articular movimientos globales anticapitalistas que no podemos despreciar. Ha habido, sobre todo después del 11 de septiembre, una creciente influencia de los medios alternativos; estos han sabido generar mucho ruido, depurando un horizonte borroso de tal manera que los lectores ya han aprendido a valorar las fuentes.
Creo que en estos momentos es un instrumento imprescindible en la vida de sus usuarios y también dentro de la propia izquierda. En este sentido el tiempo de Internet es un tiempo más bien real, de simultaneidad, lo que puede convertirse en un peligro ya que impide los análisis a largo plazo y las sistematizaciones. El riesgo es que al final acabemos como los rumiantes, evacuando inmediatamente todo lo que comemos sin ser capaces de elaborar y de sistematizar esa información.
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