jueves, 29 de mayo de 2025

La disolución del PKK, un golpe a la lucha de las masas de Medio Oriente


Acerca del anuncio del Partido de los Trabajadores del Kurdistán 

 El PKK anunció su desarme y disolución El dirigente máximo del Partido de Trabajadores del Kurdistán (PKK), Abdullah Öcalan, preso en las cárceles turcas desde 1999, proclamó, en una carta el pasado febrero, la disolución del PKK y el desarme de la organización militar del partido. Luego, el XII Congreso del PKK, reunido del 5 al 7 de mayo, confirmó estas resoluciones, bajo el lema de que “no se trata de un fin sino de un nuevo comienzo”. 
 La noticia, que sacudió los medios políticos, implica el fin de la lucha armada y de la guerrilla kurda que opera desde hace cuatro décadas en cuatro países -Turquía, Siria, Irán, Irak- y cuya represión ha costado 40.000 muertos y desplazamientos multitudinarios de la población. 
 Los motivos de la decisión que han sido publicados, son de tipo general pero no dejan de señalar un curso estratégico: “el colapso del socialismo real en la década de 1990, la desintegración de la política de negación de las identidades étnicas en el país, los avances en la libertad de expresión, que llevaron al PKK a un estado de insignificancia” afirma Öcalan en la carta leída por la delegación del partido DEM (antiguo HDP), la organización política pro kurda en Turquía.
 ¿“Avances en la libertad de expresión”? ”¿Desintegración de la política de negación de las identidades étnicas?” ¿En la Turquía de Erdogan, que ha perseguido e intervenido los distritos donde electoralmente ganaban representantes de las comunidades kurdas? Es insostenible. 
 En cambio, llama la atención que no se levante ninguna de las banderas históricas del pueblo kurdo como la autonomía, el reconocimiento oficial de su lengua, la libertad de los presos políticos. Tampoco se hace mención al proceso y destino de la administración autónoma del Este de Siria en Rojava (zona administrada por los kurdos en la frontera con Turquía, con fuertes vasos comunicantes con el PKK), ni la lucha que los kurdos de Kobane (también en Siria) llevaron adelante contra el Estado Islámico. Líderes de las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS), actuantes en dichas regiones, han declarado que el proceso de desarme del PKK no los involucra y se orientan a integrarse al nuevo gobierno sirio. “Si este proceso tiene éxito –dijeron- tendrá un impacto positivo para nosotros y Turquía ya no tendrá ningún pretexto para atacar nuestra región". Históricamente, las cosas suceden al revés: por lo pronto la camarilla del gobierno sirio ha planteado que no negociará con ningún grupo con armas en mano. Sirva esto para ver las ramificaciones geopolíticas de las decisiones del PKK. 
 Aún con la incertidumbre existente sobre el curso de las negociaciones que estarían en curso, queda claro que la disolución y desarme del PKK aparece como una rendición incondicional al gobierno de Erdogan y sus aliados derechistas. Entre ellos el partido de ultraderecha MHP, socio del gobierno del presidente Erdogan desde 2015, que fue quien tomó la iniciativa de negociar con Öcalan sobre la base de esas condiciones. 
 Öcalan, por su lado, ha teorizado sobre el agotamiento de la etapa de lucha armada y la necesidad de un “proceso de paz” que permita la coexistencia del pueblo kurdo en una Turquía “democrática”. Depositando expectativas en los partidos del régimen, la Asamblea Nacional y en el propio Erdogan. Fuerte viraje derechista de una corriente que supo reivindicarse marxista-leninista y hoy plantea una asimilación “democrático” – liberal a la República autoritaria de Erdogan. En enero de este año, el gobierno turco intervino la comuna de Akdeniz, una ciudad de 255 mil habitantes, donde había triunfado, meses antes un representante kurdo. El DEM (pro kurdo) llamó a levantarse contra esta decisión. Ahora: ¿la situación cambió?
 La decisión de Öcalan introduce una gran confusión y se convierte en un golpe a la lucha del pueblo de Turquía que se está movilizando en las calles por millones contra el curso despótico del gobierno que encarcela masivamente a activistas y opositores y destituye y proscribe funcionarios electos y candidatos de la oposición, a lo que se suma un fuerte incremento de la ofensiva militar del ejército turco en las regiones kurdas. 
 Erdogan ha planteado sobre la decisión del PKK, que es un paso en la lucha por terminar con el “terrorismo”, que la disolución y el desarme debe extenderse a todos los grupos vinculados, en el norte de Siria y núcleos en Europa y que los servicios de inteligencia turcos controlarán el proceso del desarme. Cuando este culmine se pasaría a la “etapa política”: ninguna concesión, un apriete propio de un Bonaparte represor. 
 Este proceso de diálogo “pacificador” no es el primero. En 2013, Öcalan estuvo dispuesto a pedir al PKK que se desarmara. Para Erdogan fue un intento de colonizar el Kurdistán por "medios diplomáticos" y liquidar la resistencia. Versiones afirman que el objetivo principal actual de Erdogan es obtener el apoyo kurdo para una nueva constitución que le permita, en sus términos, permanecer en el poder más allá de 2028, cuando termina su mandato. Esto sería una traición y capitulación abierta. La lucha del pueblo kurdo, para triunfar, debe estar unida a la que realice el pueblo trabajador turco. Y viceversa: no habrá libertades democráticas en Turquía, sin que cese la represión sobre los kurdos. Un 20% de la población turca es de origen kurdo. 
 Todo está por verse. No parece que Erdogan, que se viene afirmando entre los liderazgos de Medio Oriente, esté dispuesto a conceder a sus enemigos históricos. La iniciativa del “diálogo pacificador” partió de la ultraderecha del MHP que ya en 2024 propuso la liberación de Öcalan si el PKK deponía las armas. Versiones indican que los anuncios no han caído bien en la base del PKK y sectores populares. Hay que ver la respuesta en los combatientes del PKK y mantener la más absoluta independencia política de esta maniobra y los partidos que la impulsan.

 Sergio Villamil

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