jueves, 29 de octubre de 2015

1905, la antesala de la revolución de Octubre




Desde fines del S. XIX el Imperio ruso era una tierra de contrastes. Con una población mayoritariamente campesina y con un régimen autocrático y reaccionario, representado en la figura del Zar, vio despertar una joven clase obrera – producto del creciente desarrollo industrial- en Moscú, Petesburgo y otras ciudades que comenzaban a desentumecer sus músculos al calor de sucesivos movimientos huelguísticos. Así los trabajadores rusos llegaron a enero de 1905 con cierto grado de organización. El año había comenzado con una huelga de los trabajadores de la fábrica Putílov que velozmente se extendió al resto de los trabajadores de Petersburgo.
El domingo 9 de enero cerca de 200.000 trabajadores se movilizaron para pedirle al Zar Nicolás II mayores libertades públicas. Como respuesta el gobierno desató una feroz represión sobre la multitud de obreros y obreras en la que hubo cientos de muertos y heridos. Conocido como “el domingo sangriento” fue el primer acto del emergente proceso revolucionario abierto. Como cuenta León Trotsky “la matanza de enero tuvo influencia especialmente notable y profunda sobre el proletariado de toda Rusia. De un extremo a otro del país corrió una oleada grandiosa de huelgas que estremecieron el cuerpo de la nación […], la huelga se extendió a 122 ciudades y localidades, a varias minas del Donetz y a diez compañías de ferrocarriles. Las masas proletarias fueron removidas hasta sus cimientos. El movimiento arrasó a un millón de almas” (Ver 1905, León Trotsky). Estos hechos fueron el preámbulo de lo que serán los tres meses más concentrados de la revolución de 1905: octubre, noviembre y diciembre. Ya a fines de septiembre se produjo una importante huelga de tipográficos a la que se sumaron los metalúrgicos, los trabajadores del correo, del telégrafo y del ferrocarril, paralizando los medios de transporte y de comunicación.
La clase obrera - con los metalúrgicos a la cabeza - exigía el fin de la autocracia, la separación de la Iglesia y el Estado, la amnistía para los luchadores presos y la convocatoria a una Asamblea Constituyente. Era una huelga general política que, como decía Lenin, se convertiría en el instrumento para desorganizar al enemigo.

El primer soviet

Al calor de esta huelga general política se desarrolló el primer soviet (Consejo) de Diputados Obreros que se reunió por primera vez el 13 de octubre en la ciudad de Petersburgo y se convirtió en el centro dirigente de la actividad huelguística. Su representación se constituía en base a las unidades de producción que eran el nexo principal que existía entre las masas proletarias, se elegía un delegado cada quinientos obreros y su mandato era revocable. Muy pronto se desarrollaría otro soviet en Moscú y, más tarde, organismos similares en otras ciudades. Las universidades jugaron un papel relevante: había autonomía universitaria, entonces los obreros participaban en asambleas comunes con los estudiantes donde discutían cómo organizarse y qué acciones llevar adelante.
El Soviet puso en práctica la libertad de prensa, organizó patrullas para la protección de los ciudadanos; se apoderó de los ferrocarriles e intentó establecer de hecho la jornada de ocho horas enfrentándose al Lock out patronal. De esta manera no sólo se mostraba como la organización más adecuada para la clase obrera en su lucha independiente contra la burguesía y la autocracia, sino que demostraba su potencialidad como organismo de poder obrero, como base para un nuevo tipo de Estado. Acorralado, el Zar editó el 17 de octubre (el 30 de nuestro calendario) un Manifiesto donde consagraba la legalidad para las organizaciones políticas y la libertad de los derechos individuales, prometía una Constitución y la convocatoria a elecciones. Trotsky, que fue primero vicepresidente y luego presidente del Soviet de Petersburgo (luego conocido como Soviet de Petrogrado), en un discurso del día siguiente dijo que “no es más que una hoja de papel.
¡Aquí está delante de vosotros y mirad: hago con ella un guiñapo! Nos la ha dado hoy, nos la quitaría mañana para hacerla pedazos, como yo desgarro en este momento, ante vuestras miradas, este papelucho de libertad” (discurso del 18 de octubre de 1905). Aunque sólo eran promesas, simbolizaban el retroceso de la autocracia frente al movimiento obrero que logró en unos pocos días más de lo que la temerosa burguesía liberal había logrado durante años de oposición servil. La huelga de octubre demostró la hegemonía proletaria en la revolución burguesa mientras la represión de la mano del Ejército y de los cosacos se aceleró cercando Petesburgo y arrestando a los miembros del soviet, entre ellos, Trotsky. El soviet de Moscú llamó a una huelga general intentando transformarla en una insurrección pero la ausencia de una alianza con el campesinado y la imposibilidad de hacerse de las armas para enfrentar al Ejército llevo a su derrota en diciembre de 1905 tras largas semanas de intensa lucha.
El proletariado replegó sus fuerzas. La huelga general polí- tica había planteado la cuestión de qué clase detentaba el poder, pero no la había resuelto. Para avanzar no sólo era necesario sobrepasar la legalidad instituida y pasar al enfrentamiento físico, sino que había que organizar conscientemente la insurrección. Una de las lecciones fundamentales que dejó esta importante experiencia fue la necesidad indispensable de que la clase obrera cuente con un partido revolucionario con la suficiente organización, experiencia, e influencia para lograr el triunfo a través de una estrategia para la toma del poder. 1905 fue el prólogo, el ensayo general, el desenlace tendría lugar años más tarde en la gran Revolución Rusa de octubre de 1917 en la que el partido se transformó en un elemento insustituible para preparar la revolución triunfante.

La izquierda Diario

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