jueves, 29 de abril de 2010

La dictadura en Honduras no ha terminado, la resistencia tampoco



El entramado mafioso en Honduras, que intentó disfrazar un golpe de Estado bajo el rótulo de sucesión constitucional, es un hoy un aceitado sistema represivo que asfixia la iniciativa y los sueños populares con censura de prensa, exilio y asesinatos selectivos. Sin embargo, el Frente Nacional de Resistencia Popular sigue su pelea por una Asamblea Constituyente que refunde al país. Y un documental que retrata estos hechos está a punto de estrenarse.
Los asesinatos de periodistas, luchadores sociales, militantes de la resistencia son un muestrario del férreo plan que se inició con el golpista Roberto Micheletti y hoy continúa con el presidente ilegal Porfirio Lobo.
Esta semana otro trabajador de la prensa ha sido asesinado. Se trata de Georgino Orellana, ejecutado de un disparo en la cabeza en la noche del 20 de abril en la ciudad norteña de San Pedro Sula, cuando salía de las instalaciones del Canal de Televisión de Honduras donde trabajaba.
Joseph Hernández, David Meza, Nahum Palacios, Bayardo Mairena y su asistente Manuel Juárez, y Luis Antonio Chevez son los nombres de los otros periodistas asesinados desde principios de marzo. A estos hechos se le suma el caso de José Alemán, que decidió exiliarse luego de que los sicarios que lo persiguieron por las calles de San Marcos Octopeque fallaran en su intento por darle muerte. Y un dato que grafica los niveles de impunidad es que las autoridades se declararon “incapaces de brindarle seguridad”.
La Federación Latinoamericana de Periodistas (Felap), a diferencia de la organización feudal que reúne a los empresarios del sector, la SIP, ha puesto en blanco sobre negro el peligro para las mujeres y hombres que son fieles a los mandatos morales de este oficio.
“Esto no había sucedido en América Latina desde que tenemos memoria, ni siquiera en Colombia, aún en los momentos más duros de violaciones a los derechos humanos por parte de los paramilitares”, dijo Teodoro Renteria, vicepresidente de la Felap.
Los relatos de miles de mujeres y hombres en Honduras, que se atrevieron a defender una salida propia a los problemas hondureños, derivaron en un golpe de Estado siniestro con asesinatos, detenciones ilegales, violaciones y exilio. Sus historias quedaron fuera de la maquinaria de los medios de comunicación oficial. Por eso, el deber de cada militante del campo popular, en el rincón del planeta que se encuentre, es seguir denunciando la dramática situación de un país que eligió resistir en pos de su sueño de país soberano, libre e independiente.
Hoy parte de esos pequeños (grandes) actos de resistencia y convicción no se han perdido en el océano de la desmemoria. Sus imágenes, que dejan el corazón en un puño, se podrán ver muy pronto en el sobrecogedor documental “Quién dijo miedo. Honduras de un Golpe” (http://quiendijomiedofilm.blogspot.com) de la hondureña Katia Lara.
Durante más de seis meses ella y su equipo filmaron, desde el mismo día del golpe minúscula, el 28 de junio de 2009, los trágicos acontecimientos que se sucedieron. Sufrieron persecución, robo de cámaras, huidas de domicilio, amenazas. Desde principio de año están en la Argentina terminando este registro filmográfico fundamental contra el olvido. Ya corrían grave peligro ellos y el material, por lo que optaron culminarlo en otra tierra.
“Quien dijo miedo. Honduras de un Golpe” dura 108 minutos y cada uno de esos minutos es un muestrario de las violaciones sistemáticas a los derechos humanos cometidas por la dictadura, pero también es la memoria de la heroica resistencia del pueblo hondureño, primero para que se restituya la democracia en ese país y segundo para que se implemente una Asamblea Constituyente que refunde a esa nación en las ideas y sueños de su héroe nacional Francisco Morazán.
El destituido presidente constitucional Manuel Zelaya marcó la trocha en donde no había camino y el Frente Nacional de Resistencia Popular lo abrió, sembrando y sembrando excepcionales ejemplos de lucha y perseverancia.
Y los hondureños buscaron como pocas veces antes forjar su destino. Como decía el líder panameño Omar Torrijos, “nuestros cementerios de lucha rebelde están llenos de panameños convertidos en una cruz porque peleaban por el derecho a que la patria decidiera por sí misma su propia norma de conducta, sin injerencias extrañas, por mantener el derecho de los pueblos a escoger libremente sus amigos o sus enemigos; porque nadie le regatee a ningún pueblo del mundo el derecho a la explotación y aprovechamiento de sus propios recursos; porque no se nos niegue el derecho a elegir nuestra propia forma de vida; porque no se nos presione cuando queremos trazar nuestra propia política internacional y el derecho inherente que tiene cada pueblo a poder comunicarse libremente con el pueblo que quiera. Que se respete el sagrado principio de que cada país debe estar en condiciones de elegir los esquemas que quiera, el método de gobierno que quiera, en búsqueda de su propio desarrollo. Que se nos deje, por favor, buscar la receta que cure nuestros propios males”.

Mariano Vázquez

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