Hace 80 años el folclore propio uruguayo casi no existía, la música argentina y brasileña dominaban ampliamente a la música uruguaya. Fue en Treinta y Tres, en un pequeño departamento del interior uruguayo de menos de 50 000 habitantes, donde se comenzó a tejer una historia para darle una identidad propia para la música de ese país.
Rubén Lena y Victor Lima, dos enormes escritores, le dieron letra propia a las clásicas zambas y milongas hablando de lo propio, de las modalidades y de las costumbres uruguayas de sus pueblos y de sus ríos, en particular el Olimar.
En Treinta y Tres Orientales, en la década del 50, se exilió durante un tiempo nada menos que Atahualpa Yupanqui, perseguido por el peronismo. Su estadía dejó una huella cultural en ese lugar y tambien una influencia ideológica. Allí empezó su carrera el Pepe y de allí nacieron Los Olimareños, que al calor de las letras de esos maestros se hicieron conocer y trascendieron a todo el Uruguay.
Esas letras de pueblo y costumbristas fueron adquiriendo compromisos sociales y políticos que fueron haciendo famosos a sus autores e intérpretes. En los sesenta, el Uruguay vivió fuertemente la influencia de los procesos de la revolución cubana. Las canciones de los Olimareños estaban impregnadas de esa búsqueda de ese “cambio social”. Su máxima expresión fue su canción “Cielo del 69”, una especie de proclama revolucionaria de esa época. Luego, los tiempos cambiaron y se vinieron los procesos contrarrevolucionarios que generarían dictaduras militares en todo el continente. Uruguay no fue la excepción.
Para Los Olimareños significó la prohibición de sus canciones y el exilio. El Pepe dejó a los luchadores y desposeídos canciones que han quedado en la historia de la música uruguaya para siempre.
Su canción ”Aleada” todavía hoy hace emocionar tanto a los a rudos militantes del exilio político como aquellos que se fueron por el exilio económico que tambien vivió ese país. En su derrotero por Europa y por México, el Pepe siguió cantando cosas maravillosas su “Solicitantes de tierra”, sobre la reforma agraria mexicana, una pagina de un realismo donde lo social y lo poético alcanzan su máxima expresión.
La vuelta a la democracia el “agiornamiento” de los Tupamaros a los nuevos tiempos de la llamada democracia cambió el escenario de la música uruguaya. Los Olimareños -ya hacia muchos años separados- tuvieron su regreso con gloria en el propio Estadio Centenario antes miles de espectadores, pero el Uruguay ya no era el mismo. Los antes perseguidos ahora dirigían el país y el Pepe luego siguió cantando solo, con un derrotero musical que recorrería ya otros tiempos políticos.
Sin dejar de brillar, comenzó a cantar ya “para la historia”. Su voz inconfundible hizo famosa “La Galponera”, una milonga sobre la guerra civil uruguaya de 1904 que cambió la fisonomía politica de ese país, dando lugar al nacimiento del Batllismo. Su canto al peón rebelde del campo uruguayo, reflejado en la versión del “Orejano”, de Serafín J García, un ensayista y novelista tambien de Treinta Tres Orientales, fue uno de sus mejores logros musicales.
El Pepe siguió reviviendo las historias de Lena y Lima y “cantándole a los de abajo”, hasta donde le dio la voz. Trascendió a todas las edades y se lleva el inmenso honor de que a “Don José”, con su voz y la letra de Rubén Lena, se canta en todas las escuelas del país, algo que solo se consigue cuando se penetra muy profundo en el cariño y el amor del pueblo.
Un cáncer se lo llevó y murió sin querer homenajes, haciendo honor a su propia canción que decía “sólo quiero que enmudezca mi guitarra en el país musical en que soñé”.
Raúl Castro, un creador de la música murguera uruguaya, en una canción famosa, decía que “el letrista no se olvide de la voz del Pepe Guerra”. Porque para el autor, cuando escribió aquella letra, la voz del Pepe era la voz de la rebeldía ante la dictadura, y no quería que esta se olvidase. No la olvidamos.
Juan Ferro
19/07/2024
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