viernes, 20 de junio de 2014

Haití. La guardia pretoriana




Hace exactamente diez años los primeros soldados de la Misión de Estabilización de las Naciones Unidas (Minustah) desembarcaban en Haití. Entre ellos un buen contingente de uruguayos, cercano al millar.
Llegaban, dijeron entonces, por seis meses. En octubre pasado el presidente José Mujica prometió que los soldaditos orientales se irían pronto, en tres meses, si la situación en Haití no mejoraba. La situación empeoró, pero allí están todavía los militares uruguayos. Moïse Jean Charles, uno de los líderes de la campaña que se lleva a cabo en Haití y en el exterior para lograr la partida inmediata de la Minustah, estuvo esta semana en Montevideo y charló con Brecha. No es la primera vez que el senador Moïse Jean Charles visita Montevideo. La primera fue en octubre pasado (véase Brecha, 4-X-13), ocasión en la que se reunió con José Mujica. “Ya entonces había venido aquí para presentar las pruebas de lo mal que la ocupación ejercida por la Minustah le ha resultado a mi país. Le di argumentos y hechos, y el presidente se mostró receptivo”, recordó este martes en entrevista con Brecha. Mujica afirmó en esa oportunidad que “si fuera por él” Uruguay ya no tendría tropas en la isla del Caribe. Prometió también que viajaría a Haití para “ver con sus propios ojos” la realidad del país y que consultaría los pasos a seguir con los otros socios en el Mercosur que allí tienen cascos azules, en especial con Brasil, que los comanda. El canciller Luis Almagro estuvo efectivamente en Puerto Príncipe. Y el canciller de Brasil, Luiz Alberto Figueiredo. Los dos coincidieron también en las Naciones Unidas, cuando el Consejo de Seguridad discutió la permanencia de los cascos azules en el país caribeño. En Haití, uno y otro se reunieron con Charles Martelly. El presidente haitiano, que llegó al poder en 2011 de manera más que dudosa –se ubicó tercero en la primera vuelta de unas elecciones repletas de irregularidades, y fue reconocido como ganador después de que la embajada de Estados Unidos, país del cual Martelly tiene la nacionalidad, emitiera un comunicado en el que destacaba “la evidencia” de su victoria–, se comprometió entonces a iniciar el proceso de convocatoria a nuevas elecciones y formar un consejo electoral que las organice. Si eso no se hace, advirtieron uruguayos y brasileños, nos retiraremos. Y se dieron un plazo de tres meses para ver la evolución del país.
Nada pasó: ni en Haití ni en el Mercosur. En Haití, Martelly siguió gobernando de la misma manera que antes, y pasando por encima de cualquier viso de legalidad; en el Mercosur, en tanto, no ha habido novedades en cuanto al retiro definitivo de las tropas. Uruguay ha sido el único país que las redujo (27 por ciento de sus 954 efectivos no fueron remplazados, según la cancillería), pero “está lejos de concretarse la promesa de Mujica de que si en tres meses no había una evolución positiva en Haití sus tropas se iban por completo. No sé por qué, si por las presiones que debe haber sufrido de parte del imperialismo estadounidense o por algún otro motivo, pero lo cierto es que capituló y no hizo lo que dijo que iba a hacer”, dice el legislador haitiano.

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El martes Jean Charles estuvo en la sede de la cancillería. Se reunió con el viceministro, Luis Porto, y con el director general de Asuntos Políticos, Ricardo González. “Porto fue muy claro: tiene plena conciencia de que las tropas de la Minustah son fuerzas de ocupación, y reconoció que en el origen de su presencia hay un reflejo neocolonial.” ¿Y por qué no se ordena su partida inmediata, entonces? “Porque dice que Uruguay está en Haití bajo mandato de las Naciones Unidas y que no puede actuar de manera unilateral, y también, como hace unos meses me dijo Mujica, que tiene que consultar a sus socios del Mercosur, por lo menos a Brasil. Nosotros le dijimos que el pueblo de Haití, que se supone sería el beneficiario de la presencia de la misión, no quiere esas tropas, como lo expresó varias veces su propio parlamento, y esa voluntad debería estar por encima de la de las Naciones Unidas. Concordó, pero insistió en que Uruguay no puede actuar solo.” González se habría preocupado por “el día después”, por qué pasaría en Haití una vez que las tropas internacionales se fueran. “Nada, le dije yo”, cuenta Jean Charles. ¿Resumen de la reunión? “Un avance en términos de reconocimiento de la situación.” Pero nada concreto.

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El senador de izquierda confía en que los contactos con sus pares hagan avanzar un poco más las cosas. “Los parlamentos son como un mosaico en el que están representadas varias sensibilidades, y están menos sujetos a presiones de las grandes potencias, de Estados Unidos o Europa, por ejemplo, que los gobiernos. Por lo menos en principio”, afirmó a Brecha. “Creo que los legisladores tienen escasa idea de lo que sucede en Haití y de lo que ha hecho –o no ha hecho– la Minustah. Muchos piensan sinceramente que la misión fue a ayudar y que sin ella los haitianos nos estaríamos matando entre nosotros. Les vamos a mostrar que no es así y los vamos a convencer.”
La resolución tomada esta semana por la Comisión de Asuntos Internacionales, Interregionales y de Planeamiento Estratégico del Parlasur –el parlamento del Mercosur, que tiene sede en Montevideo, en el ex Parque Hotel– lo dejó “muy conforme”. El lunes pasado esa comisión aprobó una propuesta presentada por el representante argentino Claudio Lozano para retirar de inmediato las tropas de los países del Mercosur de la Minustah. Se basó fundamentalmente en el “agravamiento del proceso de inestabilidad político-institucional, social y económico en Haití” y en la continuidad de los “abusos y violaciones a los derechos humanos cometidos contra la población civil” en ese país. En julio, el pleno del organismo deberá discutirla. Jean Charles piensa que el Parlasur tiene un papel interesante en el andamiaje político del Mercosur. “Si el Parlasur termina respaldando esta moción será una resolución importante de un organismo político importante de un bloque como el Mercosur, que reúne a países importantes. Será difícil ignorarla”, cree.
En los últimos tiempos “se han notado avances en la toma de conciencia de estos pueblos del sur” de América respecto a lo que sucede en Haití, dice el legislador. No tanto en Uruguay, pero sí en Argentina y Brasil, donde “entre los políticos, los parlamentarios, los sindicatos, existe más interés en saber qué pasa allá, por qué pensamos que la misión de la onu tiene que irse”. En Uruguay ese interés surgió antes que en sus vecinos: el tema fue más discutido, llegó a inspirar cuplés de murgas a partir de la decisión del ex diputado socialista Guillermo Chifflet de entregar su banca en desacuerdo con la decisión del Frente Amplio de votar el envío de tropas, lo hicieron suyo algunos grupos políticos, la Universidad, la central sindical. Pero cayó. Jean Charles lo sabe. Tiene esperanzas de que se revierta. “Uruguay es un país chico pero con gran peso diplomático”, piensa. En Montevideo se reunió con legisladores de todos los sectores, lo recibió la Comisión de Asuntos Internacionales del Frente Amplio. Dice que encontró buen ambiente, que tal vez haya novedades, buenas novedades, en el corto plazo.

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Pero los haitianos están solos. Les cuesta una enormidad combatir esa idea de que sin ayuda exterior “no pueden salir”. De que la extrema miseria los hace incompetentes para gobernarse. “¿De dónde viene esa manera de pensar? Si uno ve la historia de Haití se dará cuenta de que cuando nos manejamos solos nos fue mejor. Haití llegó a ser en su momento un país avanzado en materia de justicia social, el primero que abolió la esclavitud, y en el plano económico nos autoabastecíamos. Los dramas nos vinieron con las ocupaciones extranjeras, con el colonialismo, con los gobiernos serviles que instalaron las potencias imperiales, como la dinastía de los Duvalier. A cada intento que se hizo de manejarnos con independencia de esas potencias –Francia o Estados Unidos–, se produjeron golpes de Estado digitados desde fuera. Pasó con el golpe contra Jean Bertrand Aristide. Pasó con la imposición de Martelly bien recientemente, casi que designado desde la embajada de Estados Unidos. Las tropas de la Minustah son funcionales a ese orden, vigilan que funcione, son su garantía. Y es muy penoso que países sudamericanos, más aun con gobiernos progresistas, la integren, operen como una guardia pretoriana.” Moïse repite, casi palabra por palabra, lo que dijo en octubre, en su anterior entrevista con Brecha durante su primera estadía en Montevideo. “Es nuestra tarea. Hacer entender esto es fundamental para nosotros. Quienes se preguntan por el día después del retiro de las tropas de la onu tienen un reflejo paternalista, en el peor de los casos colonialista. Claro que necesitamos la solidaridad, pero la solidaridad bien entendida, entre iguales.”

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Lo que la oposición haitiana pide, repite también el legislador, es el retiro inmediato y sin condiciones de la Minustah. “Yo mismo presenté una resolución en ese sentido en el Senado. Fue votada por unanimidad. En plena sesión vino a hablar conmigo una delegación de las Naciones Unidas. Me dijeron que aceptaban, que se irían progresivamente desde 2015 a lo largo de un año, pero pusieron como condición que aceptáramos alguna de las cinco opciones que nos ofrecían: mantener una misión civil; mantener una misión civil más otra de policías internacionales; establecer una misión de paz con soldados extranjeros; establecer una misión de paz sin soldados extranjeros: y la última, radicar un pequeño grupo de soldados. Rechazamos las cinco. Les dijimos que queríamos un retiro inmediato. Que la misión ya había durado demasiado: diez años, cuando había llegado al país por seis meses. Y no había aportado nada bueno.”

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La propia realidad haitiana se repite respecto a lo que denunciaba Jean Charles en octubre. Agravándose. Entre las promesas que el presidente Martelly les hizo a Almagro y al canciller brasileño Figueiredo figuraba la formación de un consejo electoral. Se formó, pero con una composición insólita y sin respetar los procedimientos constitucionales. Uno de sus miembros es el actual abogado del ex dictador Jean Claude Duvalier, y otro la mujer de Michel François, un personaje implicado en el golpe de 1992 contra Aristide. Jean Charles denunciaba en octubre pasado que el país caminaba firme y rápidamente hacia una dictadura. Se ha ido afirmando ese camino. El Senado, de 30 miembros, debe ser renovado por tercios cada cierto tiempo. Como las elecciones no se realizaron y diez senadores llegaron al fin de su mandato, el cuerpo está funcionando ahora con sólo 20 integrantes. En enero próximo debería renovarse el segundo tercio. Es probable que tampoco entonces se hagan elecciones, por lo cual quedará con sólo diez. Y así hasta que se extinga. “Fueron los legisladores los que frenaron los planes del presidente de entregar en concesión a empresas trasnacionales la explotación de los recursos naturales del país, mineros y otros. Cuando ya no haya parlamento, Martelly se los entregará por decreto.”
El presidente reflotó a su vez la figura de los jefes de sección, creada bajo la dictadura de “Baby Doc” Duvalier. “Los nombra directamente el ministro de Justicia, a dedo, y son todopoderosos a escala local: hacen las veces de ministros, de intendentes, de diputados, tienen poder de autorizar o no una manifestación en sus localidades”, cuenta el senador.
Los arrestos ilegales, sin órdenes de detención y por personal de civil, son moneda corriente. El propio Jean Charles casi fue víctima de uno de ellos. Se salvó porque lo quisieron detener en medio de una manifestación. “Fue la gente la que me rescató”, dice. Son también comunes los asesinatos selectivos de referentes de organizaciones populares o militantes de derechos humanos. “Cada dos, tres meses, hay uno. Siempre bien elegido.”
Y qué decir de la situación económica y social, apunta Jean Charles. “Es terrible. Y no hemos llegado al fondo. Un solo ejemplo: el parlamento había establecido un aumento del salario mínimo, que es absolutamente miserable, de 250 gourdes por jornada de trabajo de 12 horas, unos siete dólares. El movimiento social pedía el doble, bastante lejos de los 1.500 en que se calcula lo básico para sobrevivir, pero el doble al fin. ¿Qué hizo Martelly? No sólo no lo subió, lo bajó a 225 gourdes, es decir cinco dólares, haciéndose eco del discurso de los empresarios, que exigen más productividad y sacrificios para salir de la crisis. Es todo este paquete –político, social, institucional, económico– el que están avalando con su presencia las tropas de las Naciones Unidas.”

El escándalo uruguayo

Nada tiene que ver este escándalo con violaciones a nativos, “excesos” en la represión y otras linduras por el estilo, de las que serían responsables integrantes vernáculos de las tropas de las Naciones Unidas. En éste la responsabilidad uruguaya no está en juego. Más bien lo contrario: Uruguay sería el “estafado”.
En 2013 el gobierno de José Mujica donó a Haití unos 3,5 millones de dólares. En principio el dinero debía ser usado para ayudar a las víctimas de la epidemia de cólera y del terremoto de 2010 que aún viven en carpas. Pero no fue ese el destino de los fondos. En realidad nadie sabe bien en qué fueron usados. Varios ministros fueron interpelados en los últimos meses en el parlamento haitiano para saber qué fue de la donación uruguaya. No aclararon nada. Lo que sí quedó claro fue que allí donde debía haber ido no fue. Ni a los enfermos de cólera –una enfermedad que, dicho sea de paso, había sido erradicada de Haití pero que fue reintroducida en el país por cascos azules de la Minustah– ni a los damnificados del terremoto les llegó una gourde.
A los parlamentarios interpelantes los ministros les dijeron que parte del dinero –la mitad, algo más de millón y medio de dólares– había ido a parar a un programa de “embellecimiento de un asentamiento”. Pero resulta que tiempo antes habían afirmado que ese programa había sido financiado con fondos provenientes de otra donación, de Petrocaribe, de la que tampoco se sabe el destino…
En todo caso, y por fuera del “escándalo uruguayo”, el programa de “embellecimiento” del asentamiento es un escándalo en sí mismo. “En Haití las inversiones principales se dan en el sector turístico. Están haciendo hoteles cinco estrellas a todo lujo para extranjeros, en un país que se cae a pedazos”, cuenta a Brecha Mónica Riet, integrante de la coordinadora uruguaya por el retiro de las tropas de la Minustah, que acaba de regresar de Puerto Príncipe. Uno de esos hoteles se está levantando en Petionville, un barrio pituco de la periferia de la capital situado justo enfrente de un asentamiento llamado La Jalousie, peligrosamente levantado sobre una colina (el riesgo de derrumbe en caso de terremoto es enorme) y poblado por miles de personas. La vista de esas casitas pobres molestaba a los propietarios del hotel. El gobierno ordenó pintarlas. Pintaron algo más de mil de ellas, de todos los colores. “Quedaron lindísimas. Por fuera, claro”, dice Riet. El programa se llamó “Jalousie en couleurs” (Jalousie en colores) y su divisa fue “La belleza contra la pobreza”. Los habitantes del asentamiento nunca fueron consultados. “Siguen viviendo tan mal como siempre, apilados y expuestos al peligro de un nuevo terremoto. Pero ahora pintaditos.”

Daniel Gatti
Brecha, Montevideo, 13-6-2014

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