lunes, 7 de marzo de 2011
Juventud divino tesoro?
Vivimos en un momento en el cuál mucho se habla en Uruguay del crecimiento como país, de la apertura al mundo, de le necesidad de ser competitivos, de lo importante que es desarrollar el país, del progreso
Los grandes medios de comunicación se hacen eco de los viajes promisorios de los políticos en la búsqueda de los nuevos salvadores de nuestro futuro, los inversores.
Vivimos en el país del plan Ceibal, de los coches 0 kilómetro, del turismo internacional, de los megaproyectos que abrirán fuentes de trabajo; Pero la contra cara de las anteriores maravillas son : la baja de imputabilidad para los delitos cometidos por niños y jóvenes, la construcción de nuevas cárceles, el alto índice de suicidios, la corrupción, el narcotráfico,la indigencia,la deserción escolar y la creciente militarización de la sociedad.
¿Porque, ¿como? Un proceso sin duda, pero cuanto hay en todo esto de un modelo económico y cultural que trasciende los partidos políticos en los distintos gobiernos?
Es en este punto que nos vamos a detener para mostrar algunas cosas de las tantas que se pasan en nuestro cotidiano y que constituyen los elementos más crudos de una realidad que ya no soporta maquillajes.
Recordemos que en Uruguay tenemos un gobierno de los que se da a llamar “progresista” de izquierda pero que gobierna dentro de los parámetros del sistema capitalista neoliberal y que culturalmente trasmite el valor de la competencia para salir adelante tanto en lo personal, como a nivel de la sociedad toda.
Hay cifras que han trascendido y que nos muestran una imagen de nuestro país que a muchos les hace torcer la cara por el miedo a lo que las mismas nos envían como reflejo, sobre quienes somos en realidad como sociedad, que futuro o no futuro estamos construyendo.
Vamos a citar algunas cifras: el 30 % de los jóvenes que repiten en el ciclo básico de los estudios secundarios abandona el liceo.
Los niveles de reprobación en Ciclo Básico vienen registrando un constante ascenso. El programa Estrategia Nacional para la Infancia y Adolescencia (ENIA) del Mides verificó en 2008 que tres de cada 10 repetidores no regresan al sistema.
Según un estudio efectuado en el marco de ese programa, que recibe financiamiento de la onU, los estudiantes que fracasan en 1° de liceo forman parte del 98% que viene de culminar exitosamente sexto año de escuela. Por otra parte, establece que tres de cada10 alumnos que repiten en Ciclo Básico no se inscriben al año siguiente para estudiar.
Según la Encuesta de Hogares del Instituto Nacional de Estadística (INE), sólo el 71,8 % de la población urbana logra completar el Ciclo Básico y en Bachillerato apenas el 38,5 % logra egresar; lo que ubica a Uruguay muy por debajo del promedio general de América Latina. De hecho, sólo el 30% de los que comienzan el Segundo Ciclo en los liceos públicos lo terminan.
Todos estos datos nos están hablando de una cruda realidad, la misma requiera una profunda reflexión; no en sus razones técnicas si no en sus causa estructurales que la misma tiene.
Estos son las escalones que van colocando cada vez más jóvenes dentro de la categoría de marginados, es decir; de excluidos del sistema.
Ahora veamos un poco más de cerca algunos ejemplos bien concretos de esta exclusión planificada desde el estado.
Un joven menor de edad digamos de unos 16 años, sin contención familiar, sin alfabetización, manifiesta su interés por incluirse de alguna forma en algún plan de estudios: ahí se enfrenta a una serie absurda de escollos que de entrada lo van a mantener en su situación de exclusión.
En general hay que sortear entrevistas con asistentes sociales y sicólogos para ver si el caso es de recibo en la institución. Para citar por Ej. el programa Aulas Comunitarias, el mismo solo recibe jóvenes que ya estén mínimamente escolarizados esto quiere decir que para el caso que estamos viendo, no hay posibilidad de inscribirlo.
Nos vamos con este joven a un Centro Juvenil en donde se ofrecen cosas como actividades de recreación y una maestra; pero esta maestra es solo para aquellos que ya están insertos en alguna institución formal de enseñanza, digamos es solo para poder contener y ayudar a aquellos que están en riesgo de deserción.
En el caso del joven a cual lo vamos acompañando en sus gestiones necesite de una asistencia sicológica y o psiquiátrica, en la Costa de Oro por Ej. Las clínicas están desbordadas y no es posible ser atendido debidamente y de todas formas en caso de lograrlo como son muchos en espera, las entrevistas no tienen mayor asiduidad que dos veces al mes.
Pudimos saber que en un Centro Juvenil de la Costa de Oro una sicóloga tiene que atender tres lugares diferentes al mismo tiempo, uno de ellos en Montevideo.
¿Que nos resta hacer con este joven? Recurrir a terapeutas privados, pero por falta de recursos económicos ello no es posible.
Esta es la realidad que tenemos hoy en Uruguay; los jóvenes desertores son el sobrante de la sociedad.
Cual es el mensaje que se les está enviando?
Bien podría resumirse en: “esto es lo que hay valor y si te salís de la norma ya sabes palo y cárcel”.
Cuanto dinero se destinará a la construcción de nuevas cárceles, cuanto a la enseñanza?
Pero todavía queremos mostrar algo de lo que sucede por Ej. en los centros de formación UTU, para los que no conocen, son centros de formación en oficios.
Seguimos en la Costa de Oro, zona situada a unos 25 kilómetros de la capital de Montevideo.
Tomemos para ejemplificar el curso de cocina básica; cuando los cursos comienzan el número de inscriptos es de 40 alumnos, al terminar el año no superan los 15 alumnos.
Resulta bastante evidente detectar las causas; primero los alumnos deben llevar todos los utensilios, más uniforme, sin lo cual no pueden asistir a los cursos.
Pero también deben aportar los elementos para realizar las recetas: aceite de oliva en ciertos casos, carnes y manteca
Ahora bien como pueden cumplir los jóvenes con estos requisitos cuando en sus propios hogares muchas veces no hay para comer?
Tenemos entonces deserción; así estamos en Uruguay viviendo una sociedad a dos velocidades; los que tienen y entonces algo pueden y los que no tienen, a ellos, que les resta por hacer?
Algo resulta cada vez más evidente y es que en cierto momento tocará que los movimientos sociales se plateen la tarea de no confiar la educación de sus jóvenes a las instituciones y sentar las bases para la construcción de una educación popular auto organizada por los de abajo.
También corresponde decir que hay gente preocupada por estos temas y que ya se están sentando las bases teóricas y prácticas para una construcción que pueda transformarse en una cantera de los cambios profundos que necesita nuestra sociedad.
Sandra Petrovich Gómez
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario