domingo, 13 de octubre de 2019
Las disyuntivas de la insurrección ecuatoriana
El FMI o las masas trabajadoras
El día sábado, la Conaie (Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador) aceptó por primera vez en un comunicado la posibilidad de desarrollar un diálogo con el gobierno de Lenín Moreno, a los efectos de derogar o “revisar” el decreto ajustador que provocó una suba monumental en los combustibles. Uno de sus referentes exigió que ese diálogo sea público y televisado y pidió que la ONU, Amnistía Internacional y la Iglesia se sumen a esa negociación. Hasta ahora, la organización indígena venía condicionando todo diálogo a la anulación previa del decreto y la renuncia de dos ministros involucrados en la represión, que ya se cobró al menos cuatro muertos, cientos de heridos y más de mil detenidos. Mientras la Conaie realizaba el anuncio, se producían movilizaciones y choques en algunos barrios de Quito, de las que el grupo indígena se deslindó, atribuyéndolas al partido del ex presidente Rafael Correa (El Comercio, 12/10).
El comunicado de la Conaie es muy importante porque hasta aquí dicha organización ha sido el motor fundamental de la rebelión. Por el momento, los índigenas permanecen en Quito, instalados en facultades y en la casa de la cultura. Allí, una masiva asamblea había resuelto días antes la radicalización de las medidas de fuerza, hasta quebrar el paquete de ajuste, que habrá que ver en qué quedan a la luz del posible diálogo. Esas medidas incluían “cerrar las llaves de los pozos petroleros” (ídem, 11/10).
Es importante señalar que Lenín Moreno plantea el diálogo como una maniobra para tratar de desactivar el levantamiento popular. Todo esto mientras no se priva de continuar la represión, al punto que el sábado anunció el toque de queda para Quito.
El miércoles pasado había tenido lugar una extraordinaria movilización de la Conaie en la capital ecuatoriana y un paro general convocado por el Frente Unitario de Trabajadores, que nuclea a las centrales sindicales. Los estudiantes agrupados en la FEUE (Federación de Estudiantes Universitarios de Ecuador) se unieron reclamando un aumento del presupuesto universitario. El viernes, los índigenas volvieron a protestar frente a la Asamblea Nacional.
Lenín Moreno ha recibido el respaldo del FMI, de Estados Unidos y de algunos gobiernos latinoamericanos, entre ellos el argentino. Y conserva por ahora el respaldo mayoritario de las Fuerzas Armadas. Pero nada de esto le ha alcanzado para detener las protestas. En algunos sitios, inclusive, los oficiales se han plegado a los manifestantes.
El aumento en los combustibles de Lenín Moreno es parte de un acuerdo con el FMI, que otorgó un préstamo al país con la condición de un ajuste fiscal y una reforma laboral y jubilatoria. Por esta vía, buscan descargar sobre las masas ecuatorianas el peso de la crisis. La revaluación del dólar, en una economía dolarizada, combinada con la caída del precio del petróleo (que llegó a cotizar a 100 dólares entre 2012 y 2014), han atizado esa crisis.
Los partidos de la derecha (socialcristianos y CREO) han respaldado la represión y el estado de sitio. El Movimiento Revolución Ciudadana, de Rafael Correa, impulsa elecciones adelantadas, buscando una vía de normalización política que tenga al ex presidente como protagonista. Recordemos que, bajo su gobierno, Correa reprimió duramente al movimiento indígena y quitó la personería gremial al sindicato de maestros. E impulsó luego la candidatura del propio Lenín Moreno.
Un límite de la rebelión es que, a contramano del clamor popular, la Conaie no plantea la salida del gobierno, sólo el retiro del paquete de ajuste y del FMI.
En el caso de la izquierda, el PCMLE (Partido Comunista Marxista Leninista de Ecuador) esgrime un planteo de impugnación al poder y al opositor ‘correismo’ (“Ni Lenín Moreno ni Correa”), pero sin acompañarlo de un planteo de poder que marque un norte estratégico a la rebelión obrera-campesina-indígena (ver En Marcha N° 1876, 8/10).
El movimiento Pachakutik, brazo político de la Conaie, acompañó inicialmente el gobierno de Correa y la reforma constitucional de 2008 que estableció a Ecuador como estado “plurinacional”. Pero pasó luego a la oposición y estuvo fuertemente enfrentado con el mandatario, apoyando la candidatura centroizquierdista del general “Paco” Moncayo en las últimas elecciones. Luego, incluso, algunos de sus referentes apoyaron al banquero Guillermo Lasso en el ballotage en nombre de la lucha contra el correísmo.
Es importante la necesidad de un congreso obrero y campesino para impulsar y organizar la huelga general, imponer la derogación del paquetazo fondomonetarista y los reclamos de las masas y abrir paso a una salida política de los trabajadores y explotados ecuatorianos. Asimismo, la formación de comités de huelga fabriles, campesinos, estudiantiles, zonales, para hacer efectiva y extender la huelga general. Y la realización de un trabajo de agitación sobre las tropas para que se pasen del lado del pueblo en lucha. Un congreso obrero-indigena-campesino de las masas en lucha es el que debe discutir cómo superar las maniobras de Moreno -vía del ‘dialogo’ y/o la represión- y desarrollar a fondo la lucha.
La lucha por una Asamblea Constituyente soberana que anule los acuerdos con el FMI y tome medidas de fondo sólo podrá ser convocada por un gobierno representativo de las masas en lucha que destituya al golpe de Moreno y a sus posibles continuadores.
La rebelión ecuatoriana ha galvanizado a las masas explotadas del continente: FMI o el pueblo trabajador.
Gustavo Montenegro
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