sábado, 31 de agosto de 2019

La ejecución de Ethel y Julius Rosenberg




La pena de muerte como arma política

El 19 de junio [de 2019] se conmemoró el sexagésimo sexto aniversario de la ejecución de Julius y Ethel Rosenberg, una joven pareja judío-estadounidense de la ciudad de Nueva York, cuya supuesta culpabilidad como “espías atómicos” soviéticos nunca se ha demostrado, a pesar de las muchas mentiras, falsificaciones y otro tipo de engaños de la propaganda blanca, gris y negra arrojados contra ellos desde entonces. Quienes son partidarios del absolutismo moral creen que todo asesinato es inmoral, excepto en casos de legítima defensa justificada o quizá en casos de asesinatos por misericordia o suicidios asistidos médicamente (“eutanasia”). Esa es la razón por la que todas las naciones europeas han abolido la pena de muerte. Excepto en los antiguos países comunistas de la Europa del este, la tasa de crímenes violentos de Europa (incluida la tasa de asesinatos) no ha aumentado a consecuencia de esta drástica reforma legal (Rachels & Rachels 149-150).
La pena de muerte es especialmente controvertida e indefendible moralmente cuando se aplica a delitos que no son de sangre, como la deserción militar en tiempo de guerra o la “alta traición” (espionaje) en tiempo de paz. Un caso particularmente escandaloso de “alta traición” fue el de Ethel y Julius Rosenberg, a los que se acusó falsamente de ser “espías atómicos” de Moscú y fueron electrocutados el 19 de junio de 1953 por algo que el director del FBI J. Edgar Hoover calificó de forma grandilocuente de “crimen del siglo”. Muchos años después un eminente experto en derecho, formado en la Facultad de Derecho de Harvard, concluyó de forma inequívoca que “por muy controvertido que fuera, el caso Rosenberg también fue un enorme error judicial. Nadie puede estar orgulloso de lo que hizo la justicia estadounidense en el caso Rosenberg. Merece un lugar especial en la conciencia de nuestra sociedad” (Sharlitt 256).
Sin embargo, los fanáticos “patriotas”, que antaño condenaron injustamente y asesinaron a los Rosenberg, ahora quieren juzgar y condenar a muerte por “alta traición” a Edward Snowden , exempleado de la National Security Agency (NSA, Agencia de Seguridad Nacional) que denunció las prácticas ilegales de esta organización y ahora está fugitivo. Gracias a Snowden ahora sabemos que la NSA ha estado espiando a ciudadanos y ciudadanas estadounidenses, grabando y almacenando en secreto todas sus comunicaciones privadas. Otro posible objetivo futuro es Julian Assange , el famoso aunque controvertido director y fundador de Wikileaks, en caso de que este periodista australiano conocido por el Russiagate sea extraditado de Gran Bretaña y juzgado en Estados Unidos. Este artículo trata del abuso por parte del gobierno [estadounidense] de la pena de muerte como castigo y arma política casi legal, como ocurrió en el juicio injusto y la ejecución de los Rosenberg acusados de espiar en tiempo de paz, un acontecimiento que históricamente se conoce como “el punto culminante de la Era McCarthy” (Wexley xiii).

La Era McCarthy

En 1948 comenzó la era del macartismo, la tristemente célebre histeria de acoso al rojo del Estados Unidos de postguerra. El término “macartismo” proviene del nombre del entonces recién elegido senador republicano por Wisconsin, Joseph McCarthy . Como miembro de la Subcomisión Permanente de Investigaciones del Senado el senador McCarthy persiguió a las personas comunistas que supuestamente operaban dentro del gobierno demócrata del presidente Harry Truman, especialmente en el Departamento de Estado del general George C. Marshall, al que se culpó de haber “perdido a China” frente a los comunistas chinos de Mao Tze-Tung apoyados por los soviéticos en 1948-1949. Con la ayuda del Comité de Actividades Antiestadounidenses (HUAC, por sus siglas en inglés) del Congreso estadounidense Joe McCarthy quería demostrar que el gobierno Truman, que contaba con muchos partidarios del “New Deal” y algunos vestigios izquierdistas de la anterior presidencia de Franklin Delano Roosevelt (FDR), estaba plagado de “comunistas” que espiaban secretamente para Moscú. Hasta el propio gobierno Truman había establecido el Programa Federal de Fidelización de Empleados y varios grupos (como el Comité Estadounidense para la Libertad Cultural) con el fin de descubrir a las personas supuestamente comunistas que había en el gobierno y en los medios de comunicación (Carmichael 1-5, 41-46).
Lo que hizo especialmente célebre al senador McCarthy fue su activo papel en la persecución y encarcelamiento de miles de personas que eran verdaderamente comunistas estadounidenses o que eran sospechosas de serlo, incluidos casi 150 miembros destacados del Partido Comunista de Estados Unidos (CPUSA, por sus siglas en inglés), acusados de conspirar supuestamente para derrocar el sistema constitucional de Estados Unidos por medio una revolución violenta. Según la draconiana Ley Smith, cualquier persona estadounidense que fuera miembro del CPUSA podía ser procesada por traición y por ser espía soviético. Ni siquiera Hollywood se libró de esta caza de brujas anticomunista en todo el país ya que cientos de actores y actrices de cine, directores, guionistas, productores, compositores de música, publicistas e incluso tramoyistas fueron incluidos en una lista negra, despedidos de sus trabajos o, como los “antipáticos” Hollywood Ten [Diez de Hollywood], encarcelados por sus simpatías y filiaciones “comunistas” (Carmichael 46-47). Algunas personas famosas de la “Dream Factory”, como Charlie Chaplin y Bertolt Brecht, prefirieron marcharse al extranjero para no acabar en la cárcel.
El presidente Truman había asegurado reiteradamente al pueblo estadounidense que la URSS no podría conseguir un arma nuclear en los siguientes entre 10 y 20 años, de modo que cuando los rusos probaron una bomba atómica en agosto de 1949 se emprendió la búsqueda de traidores dentro del propio Estados Unidos y de espías atómicos que trabajaran para Moscú. El senador McCarthy y el igualmente infame ayudante del fiscal Roy Cohn, que fue asesor principal de la Subcomisión Permanente de Investigaciones del Senado, acusaron públicamente a muchos “comunistas” conocidos y desconocidos de espionaje atómico para la Unión Soviética. Uno de los acusados era el oscuro propietario de un pequeño taller en la ciudad de Nueva York llamado David Greenglass, que había sido un joven sargento destinado al Proyecto Manhattan en Los Álamos, Nuevo México, donde se desarrollaron las primeras bombas atómicas de Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial. Las acusaciones de Cohn contra él carecían de todo fundamento ya que no había “ni un solo testigo ni una sola prueba de que Greenglass hubiera cometido espionaje” (Wexley 113-114). Pero llevado por el pánico y temiendo por su vida, Greenglass implicó falsamente a su hermana Ethel y a su marido Julius (como lamentablemente reconoció muchos años después) presionado por los fiscales y para protegerse a sí mismo y especialmente a su querida esposa Ruth de posibles acusaciones criminales de espionaje atómico y alta traición (Roberts 479-484).
Basándose únicamente en el sospechoso testimonio de Greenglass los fiscales del gobierno detuvieron, encarcelaron y juzgaron a Julius y Ethel Rosenberg por robar secretos de la bomba atómica de Estados Unidos y pasarlos a Moscú. En una grave violación del código de conducta judicial Cohn, el fiscal del juicio Irving Saypol y el juez que presidía el tribunal Irving Kaufman se consultaron ilegalmente casi a diario y conspiraron en secreto con otros altos cargos del Departamento de Justicia, incluido el Fiscal General de Estados Unidos Herbert Brownell Jr., para socavar la defensa legal de la pareja acusada.
La acusación se inventó la mayoría de las pruebas contra los Rosenberg con la ayuda de David Greenglass, que se convirtió en testigo del gobierno a cambio de indulgencia por las supuestas actividades en el pasado como espías soviéticos tanto de él como de su esposa (Roberts 476-477). Un libro relativamente reciente de un destacado redactor del New York Times revela que Greenglass cometió perjurio al declarar en el tribunal contra los Rosenberg, lo que finalmente llevó a la condena y ejecución de su hermana y cuñado (Roberts 482-483). Y lo que es peor, “durante el juicio ni los Rosenberg ni su abogado defensor pudieron acceder a ninguna prueba documental que apoyara las afirmaciones del gobierno sobre Julius y Ethel” (Carmichael 109). Esta omisión deliberada convirtió el juicio en una farsa, que “violó además el derecho fundamental de los Rosenberg según la Cuarta Enmienda a conocer qué pruebas había contra ellos” (Carmichael 109).
Debido a las fuertes presiones políticas, especialmente por parte del presidente del Tribunal Supremo Fred Vinson, el Tribunal Supremo de Estados Unidos denegó la revisión de las condenas por espionaje de los Rosenberg y la suspensión de sus ejecuciones ordenada por el juez del Tribunal Supremo William O. Douglas con el fin de reabrir su controvertido caso (Sharlitt: 46-49, 80-81). Aunque era obvio que eran inocentes de la acusación de ser espías atómicos, los Rosenberg fueron ejecutados en la temible cárcel Sing Sing de Nueva York el 19 de junio de 1953 a pesar de las enormes protestas tanto en Estados Unidos como en el mundo y de las peticiones de clemencia. Sólo dos meses después un bombardero soviético lanzó la primera bomba de hidrógeno (termonuclear) operativa del mundo en una prueba en superficie, que demostró lo absurdo de la idea de que Moscú necesitara robar los secretos atómicos a Estados Unidos para producir sus propias armas nucleares. Un revelador libro recién publicado resume los sórdidos detalles legales del caso Rosenberg: “[…] Una pareja joven judío-estadounidense rehusó hacer la falsa confesión de haber cometido traición contra Estados Unidos. Debido a un idealismo fuera de lugar el marido había cometido un crimen respecto al cual la acusación no afirmaba que hubiera perjudicado a Estados Unidos. Para satisfacer una agenda política varios altos cargos, los fiscales, y el juez, que eran unos irresponsables y oportunistas, elevaron este crimen a la categoría de “traición”. Los Rosenberg no podían confesar un delito que no habían cometido y por el que los funcionarios de Justicia exigían cínicamente los nombres de los cómplices, los cuales también se iban a enfrentar a la amenaza de ser ejecutados por un delito no cometido. Habrían enviado a familiares y amigos a la muerte, habrían dejado huérfanos a sus hijos y los habría cargado en el futuro de una vergüenza inmerecida” (David & Emily Alman 377).
Desde entonces han salido a la luz muchas pruebas nuevas (algunas de las cuales habían sido suprimidas previamente por el gobierno o retenidas por la fiscalía) que confirman la inocencia de los Rosenberg. Actualmente se acepta mayoritariamente que Ethel Rosenberg nunca fue una espía soviética y que los fiscales lo sabían perfectamente. Esta mujer madre de dos hijos fue detenida y encarcelada y el FBI de J. Edgar Hoover la mantuvo como rehén para chantajear a su marido y hacer que confesara su supuesta culpabilidad y dijera los nombres de otros espías soviéticos. Aparte de muchos “testimonios de oídas”, ni la fiscalía ni el juez presentaron prueba alguna que “demostrara a existencia de una red de espionaje encabezada por Julius Rosenberg” alegando convenientemente que todas esas pruebas documentales “tenían que permanecer secretas por razones de seguridad nacional” (Carmichael 109).
Julius trató infructuosamente de defenderse insistiendo en que, aunque las acusaciones de espionaje fueran, en efecto, ciertas, el supuesto espionaje que había hecho durante la Segunda Guerra Mundial lo hizo a favor del entonces aliado soviético de Estados Unidos durante la guerra y no tenía absolutamente nada que ver con robar información sobre la bomba atómica. Pero el argumento del juez sentenciador (ridículo desde el punto de vista legal y de los hechos) de que los Rosenberg habían puesto la bomba atómica en las “ensangrentadas manos” del dictador soviético Joseph Stalin, lo que más tarde provocó la muerte de 54.000 soldados estadounidenses en la Guerra de Corea (1950-1953), tuvo éxito, al menos a ojos de la enfurecida opinión pública estadounidense y selló el destino de la pareja acusada.
Pero lo más trágico de todo este caso fabricado fue que los británicos ya habían detenido y encarcelado al científico nuclear alemán Klaus Fuchs, el cual había admitido haber enviado a Moscú información secreta acerca de la bomba atómica estadounidense mientras estuvo trabajando para el ultrasecreto Proyecto Manhattan en Los Álamos durante la Segunda Guerra Mundial. Obviamente, los macartistas de la caza de brujas necesitaban varios chivos expiatorios en su país a los que echar la culpa de que Stalin hubiera desarrollado un arsenal nuclear.
Si la pena de muerte por un “delito no de sangre”, como la alta traición en tiempo de paz (que en el caso de los Rosenberg el presidente Dwight Eisenhower se negó a conmutar por cadena perpetua) no hubiera estado en vigor en aquel momento, los Rosenberg habrían sido exonerados más tarde y puestos en libertad al ir disminuyendo gradualmente la histeria anticomunista. Esto es exactamente lo que ocurrió a los líderes convictos y encarcelados del Partido Comunista, todos los cuales fueron liberados uno tras otro por los tribunales: “A principios de 1958 los exdirigentes del Partido Comunista condenados en 1948 en virtud de la Ley Smith habían sido puestos en libertad; el Tribunal Supremo había anulado sus condenas” (Roberts 453).

Conclusión

El caso de Ethel y Julius Rosenberg es un ejemplo flagrante de la corrupción y politización del sistema judicial de Estados Unidos en el muy tenso ambiente de Guerra Fría de la década de 1950. A pesar tanto de su valentía y de su indomable voluntad de vivir como del fuerte apoyo público que recibieron en Estados Unidos y en el extranjero, los Rosenberg no sobrevivieron a las injusticias inconstitucionales que les infligieron unas autoridades judiciales llenas de prejuicios políticos y moralmente deshonestas, decididas a cumplir sus objetivos anticomunistas por todos los medios posibles, tanto legales como ilegales. El Departamento de Justicia había falsificado gran parte de las pruebas condenatorias contra los Rosenberg, mientras que los testigos clave en el juicio cambiaron reiteradamente sus testimonios tras haber sido adiestrados por los fiscales. Como escribió más tarde un experto analista de juicios sobre la condena y ejecución “injustificada” de los Rosenberg: "Dado el miedo al comunismo en el que estaba sumido Estados Unidos en la década de 1950, es dudoso que pudiera haber otro resultado. [...] Sus muertes siguen siendo una mancha en la sociedad estadounidense. [...] Cuando la paranoia se apodera de una nación las personas inocentes sufren con las culpables” (Moss 97).
Casos judiciales tristemente célebres como el de los Rosenberg siguen recordando ala opinión pública informada que la pena de muerte nunca está ni se debe considerar legalmente justificada o moralmente defendible, especialmente en casos no violentos como el espionaje en tiempo de paz, porque la pena capital hace prácticamente imposible revertir los errores judiciales del pasado al presentar nuevas pruebas o pruebas suprimidas previamente que exoneren a aquellas personas acusadas que han sido ejecutadas. En el caso de los Rosenberg la fiscalía y los tribunales se han negado obstinadamente hasta la fecha a reconocer la inocencia demostrada de los acusados y a anular sus condenas y penas de muerte injustas.

Rossen Vassilev Jr.
Global Research
Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos

Rossen Vassilev Jr. es estudiante de último año de periodismo en la Universidad Ohio de Athens, Ohio.

Bibliografía:

Alman, David, y Emily Alman, Exoneration: The Trial of Julius and Ethel Rosenberg and Morton Sobell, Seattle, WA, Green Elms Press, 2010.
Carmichael, Virginia, Framing History: The Rosenberg Story and the Cold War, Minneapolis and London, University of Minnesota Press, 1993.
Moss, Francis, The Rosenberg Espionage Case. (Famous Trials series), San Diego, CA, Lucent Books, 2000.
Rachels, James, y Stuart Rachels, The Elements of Moral Philosophy (octava edición), McGraw-Hill Education, 2015.
Roberts, Sam, The Brother: The Untold Story of Atomic Spy David Greenglass and How He Sent His Sister, Ethel Rosenberg, to the Electric Chair, Nueva York, Random House, 2001.
Sharlitt, Joseph H, Fatal Error: The Miscarriage of Justice that Sealed the Rosenbergs’ Fate, Nueva York, Charles Scribner’s Sons, 1989.
Wexley, John, The Judgment of Julius and Ethel Rosenberg, Nueva York, Ballantine Books, 1977.

Fuente: http://www.globalresearch.ca/death-penalty-political-weapon-execution-ethel-julius-rosenberg/5683539

viernes, 30 de agosto de 2019

¿Por qué debemos preservar el Amazonas?




Desde que se viralizó el famoso video en el 2018 donde el diputado Jair Bolsonaro, por entonces candidato a la presidencia, manifestaba que terminaría con la Reserva indígena Raposa Serra Do Sol y armaría a los terratenientes, quedó bien claro cuál sería su política respecto a los recursos naturales de Brasil.

En sólo siete meses, las motosierras y el fuego han sido los elementos principales con que Bolsonaro, ya desde el gobierno, armó a la clase capitalista terrateniente para resarcir todos los favores que le brindaron en su campaña.
Los incendios siempre tuvieron a la mano del hombre como una causa principal, siguen un patrón típico de la tala de bosques, a los largo de los bordes de las fronteras agrícolas; el proceso se comienza con la apertura de caminos, la deforestación de algunas especies de valor maderero y el fuego para limpiar las áreas ya deforestadas. Así, se van generando superficies que inmediatamente se cubren de pastizales y comienzan a aparecer los alambrados detentando propiedad, y con ellos la ganadería. No hay dudas de que el aumento indiscriminado de incendios está relacionado y asociado al aumento de deforestación para ganadería.
La falta total de prevención hace que esos incendios se propaguen a áreas que no se quería quemar. Por dicha razón ya se han propagado las llamas en varios estados brasileños y a partes de Bolivia y Perú. Estas prácticas son pan para hoy y hambre para mañana, pues esos suelos mantienen la fertilidad por la propia existencia de la cubierta arbórea; desnudos y con procesos productivos nunca tendrán larga vida. Por lo tanto, la amenaza de desertificación está siempre presente. Paralelamente comienzan los procesos de titularización y así los grandes “facendeiros” van incrementando su patrimonio en tierras. Por supuesto, siempre a costa de la represión y muerte de las comunidades indígenas, habitantes de esos sitios desde tiempos inmemoriales.
La situación actual refleja esta problemática. Si bien los primeros fuegos ya llevan más de 20 días, recién en los últimos se ha registrado un creciente aumento de la información sobre este flagelo.
Que éstos no son naturales lo confirma el hecho de que se han originado en sitios donde la temporada seca aún no llegó, y son provocados del mismo modo que ocurre con la gran mayoría de las casi 300.000 hs/año que se deforestan en nuestro país, sin que el gobierno haga nada. Esta situación se repite en Colombia, Bolivia y Perú, y se retroalimenta porque una vez que un bosque ha sido víctima de las llamas es más susceptible a que esto se repita.
El Amazonas, mayoritariamente perteneciente a Brasil, es la más extensa región de bosque tropical del planeta, llegando a siete millones de kilómetros cuadrados. Toda la flora de la selva tropical húmeda sudamericana está presente en la Selva Amazónica. Existen en ella innumerables especies de plantas todavía sin clasificar, miles de especies de aves, innumerables anfibios y millones de insectos.
Por tanto reviste una importancia enorme para la salud del planeta. El mote de “Pulmón del Planeta” que ostenta la Amazonia no es casualidad, ya que permite mantener equilibrados los ingresos y salidas de dióxido de carbono y de oxígeno. Pero sus funciones son muchas más: abastecimiento de agua potable (del cual depende la mayoría de las grandes ciudades de América del Sur), regulación de secas e inundaciones, producción del 20% del oxígeno mundial, captación de dióxido de carbono, regulación de la temperatura, albergue de infinidad de comunidades nativas, fuente de alimentos y de principios activos para medicinas, el control de la fertilidad de los suelos, entre otras.
Lo dicho muestra que la preservación de este pulmón es vital para no agravar la comprometida situación del cambio climático mundial, un fenómeno que tiene sus principales causales en los procesos de deforestación en todo el planeta -fundamentalmente en América del Sur, África Central y el Sudeste Asiático-, además de la quema de combustibles fósiles en los procesos industriales.
Brasil es el país que encabeza los ranking de deforestación a nivel mundial, pero también aportan lo suyo Colombia, Bolivia, Perú, Argentina y varios países de Centroamérica. En cuanto a superficies, Brasil es excluyente.

La causa de los incendios

El ministro de Medio Ambiente de Bolsonaro, Ricardo Salles, dijo el miércoles pasado que el avance de los incendios se debe "al tiempo seco, el viento y el calor”, ocultando cómo han estimulado a los hacendados y grandes terratenientes a destruir la selva con las llamas, para limpiar la superficie y volcarlas al uso ganadero o para la agricultura, como caña y palma aceitera para producción de biocombustibles.
Los incendios aumentaron un 80 % respecto del año pasado, con un incremento del 278% en julio y un 88% en junio. Entre enero y lo que va de agosto han habido 72.843 focos detectados por el Instituto Nacional de Pesquisas Espaciales (INPE), la cifra más alta desde que en 2013 comenzaron a divulgarse estos datos. Según este mismo organismo, desde que asumió Bolsonaro el aumento de la deforestación amazónica realizada en forma ilegal fue del 45%. En apoyo a esta política de destrucción de las áreas de la Amazonía, el gobierno emprendió otras acciones como desmantelar las oficinas y echar a los técnicos de organismos vinculados al control del accionar destructivo de madereros, terratenientes, mineras y petroleras, dejando sin subsidios a un gran número de ONG que bregaban por controlar este recurso. Además, aseguró que no habrá más demarcación de tierras indígenas y que pretende enviar un proyecto de ley para permitir la minería dentro de los territorios ancestrales.
El gobierno está repitiendo el mismo discurso que la dictadura brasileña utilizó en 1973, año del llamado “milagro económico”, para poblar la Amazonia llevando agricultores de la región de la frontera de Argentina y Uruguay hacia la selva para plantar soja y criar ganado.
El imperialismo europeo (Francia, Alemania) vocifera muy fuerte contra las medidas de Bolsonaro y critica su política. Pero esta es exactamente la misma política que los países imperialistas llevan adelante en todo el mundo. Más allá de que las principales empresas que operan en el Amazonas, tanto petroleras como mineras y agrícolas, pertenecen al capital financiero internacional. El Amazonas es una fuente inagotable de recursos minerales e hidrocarburíferos, además de las extensas superficies destinadas a la ganadería, soja y a la producción de energía hidroeléctrica. Las crecientes exportaciones cárnicas y de soja también pesan, y en ellas está presente el gran capital. El Amazonas se encuentra entre estos dos peligros -la nefasta política derechista de Bolsonaro, de un lado, y del otro el verso de Francia y el resto de los países europeos, que actúan en defensa de sus propias empresas-; y su defensa aparece ligada a una transformación social y productiva en manos de la clase obrera y los explotados.

Raúl Stevani

La Nueva Escuela




«Esta es la nueva escuela,
esta es la nueva casa,
casa y escuela nueva
como cuna de nueva raza».
La concepción educativa que revolucionó la enseñanza en Cuba de la mano de Fidel Castro.

jueves, 29 de agosto de 2019

Cumbre del G7, entre dos semanas negras




La cumbre se da en medio de un agravamiento de la crisis capitalista mundial

Todo fueron sonrisas y abrazos durante las jornadas de G7 en Biarritz. Esta vez no hubo tuits insultantes ni descalificaciones públicas, ni cruces subidos de tono entre los mandatarios como ocurrió en el cónclave anterior de Canadá. Trump guardó las formas.
Emmanuel Macron, en su calidad de huésped, recibió el elogio de la prensa francesa por la capacidad que había exhibido para actuar como piloto de tormentas y devolver a Francia -destacaron- un papel central de “mediador” y protagonismo en las relaciones internacionales. El presidente de Francia tuvo su día de gloria, lo cual, de todos modos, sirve apenas de consuelo cuando su gobierno viene a los tumbos, su popularidad en picada, acosado en todos los frentes, empezando por los "chalecos amarillos".
Uno de los logros que se pondera de la cumbre es que se salió con una declaración común, lo que revela cuán bajo ha caído la vara puesto que se termina considerando un éxito la firma de un texto, aunque el mismo no pasa de fórmulas vagas y anodinas, mientras la tensión aumenta.

Guerra comercial y monetaria

Por más puesta en escena que haya, la cumbre se da en medio de un agravamiento de la crisis capitalista mundial. El escenario internacional está surcado por una intensificación de la guerra comercial, a la que se ha agregado el condimento de la guerra monetaria, una desaceleración de las principales economías en el mundo, una recesión en puerta y estallidos en los países emergentes.
Biarritz deliberó en medio de un nuevo salto en el enfrentamiento entre Washington y Pekín. Antes del arribo a Francia, Trump venía de plantear que ordenaría el retiro de las corporaciones norteamericanas del gigante asiatico. Las incendiarias declaraciones del magnate habían llegado después de que Pekín anunciara nuevos aranceles del 5 y el 10% a productos estadounidenses por valor de 75.000 millones de dólares (67.500 millones de euros) y la aplicación de otros de hasta el 25% a los automóviles de Estados Unidos, a los que había dejado exentos previamente como muestra de buena voluntad. A su vez, la iniciativa de Pekín era la respuesta a la decisión de Washington de este agosto de aumentar el gravamen sobre cerca de 300.000 millones de dólares de sus compras a China.
Cuando transcurrían las deliberaciones de la cumbre, ambas partes optaron por bajar la tensión. Pero esto no pasa de una tregua que, por ahora, se circunscribe a las declaraciones públicas.
Entretanto, la crisis no se detiene. La moneda china, el yuan, ha respondido ante el horizonte de nuevos aranceles con un fuerte descenso y su cotización ha tocado su valor más bajo en once años frente al dólar, superando la barrera de los 7 yuanes. La guerra monetaria ha entrado definitivamente en escena lo cual abre un nuevo capítulo de la crisis con el ingreso a un ciclo ingobernable de devaluaciones competitivas, que aceleran la fractura y el freno de la economía internacional.
Si los europeos pretendían usar el espectro de la recesión global para persuadir a Trump de frenar la guerra comercial con China, el resultado es absolutamente desalentador.
Más bien el que sacó la principal tajada fue Washington. Sus socios occidentales no sólo se cuidaron esta vez de confrontar con Trump sino que, presionados por los nubarrones que asoman en la economía mundial y que están pegando de lleno en sus propias fronteras, buscaron poner paños fríos y ceder frente a los diferendos comerciales que tienen con la Casa Blanca.
Macron retrocedió en su proyecto de “tasa Google”, consistentente en imponer un impuesto a las tecnológicas que son, mayoritariamente, de origen norteamericano. Washington viene de lograr una mayor apertura del mercado interno japonés a los productos yanquis, así como la promesa de Angela Merkel, preocupada por las represalias arancelarias que pesan sobre los fabricantes alemanes (y la caída de las exportaciones de automóviles a Estados Unidos que ya se registran como resultado de la desaceleración económica internacional), de avanzar "lo más rápido posible" en cuanto a la conclusión de un acuerdo comercial entre la Unión Europea y los Estados Unidos.
Por encima de las diferencias que separan a Estados Unidos de sus socios occidentales, todos ellos no dejan de mirar con recelo a China y buscan acotar su creciente influencia económica y política en el plano internacional. No ha pasado desapercibida la presencia en la cumbre del primer ministro hindú, que no puede obviar el hecho de que India oficia como principal dique de contención de China en el continente asiático y en momentos en que se ha agudizado hasta el extremo el enfrentamiento entre la India y Pakistán -aliado de China en la región- por Cachemira.
La lista de invitados incluyó al gobierno de Australia, uno de los principales aliados de Washington en la región y que viene alentando un reforzamiento de las alianzas en el Pacífico contra el gigante asiático, del gobierno egipcio y sudafricano que, de acuerdo con ciertos analistas, apuntan a contrarrestar la injerencia china creciente en Africa, en lo que antes fue un coto colonial cerrado e indiscutido de Occidente.

Todos contra todos

En este contexto, en el que hay poco o nada para festejar, la prensa ha destacado un avance en lo que se refiere al conflicto con Irán. La sorpresa de la cumbre ha sido la visita y entrevista del ministro de Asuntos Exteriores de Irán con el presidente francés, quien habría sido el gestor de esta movida audaz. El caso iraní está muy lejos, sin embargo, de resolverse, ni siquiera puede hablarse realmente de una distensión. Trump manifestó su voluntad de reformular los términos de un acuerdo nuclear, del cual Washington se retiró. Lo cual debe ser tomado con pinzas más viniendo del magnate que viene dando volantazos permanentemente, en particular en la política exterior. “Nada está hecho, las cosas son eminentemente frágiles”, se apresuró a añadir Macron, prueba de la falta de garantías de las negociaciones concluidas en el marco de esta cumbre.
En medio de ese clima enrarecido no podían faltar los choques internos entre las potencias europeas. La cumbre estuvo surcada por las consecuencias del Brexit en momentos que el primer ministro británico Johnson amenaza con una salida no amigable en las negociaciones sobre el retiro de Gran Bretaña de la Unión Europea, desconociendo los 30.000 millones de euros que reclaman sus ex socios en concepto de resarcimiento por su retiro de la comunidad. Entretanto, Trump no deja de meter la cuchara ofreciendo la conclusión de un "gran acuerdo comercial" después del Brexit con Gran Bretaña.
Estados Unidos viene haciendo un trabajo implacable para oradar a la Unión Europea. Trump no se priva de utilizar a Rusia como cuña contra las naciones europeas. La cumbre de Biarritz fue nuevamente el escenario para un pedido norteamericano de reincorporar a Rusia al G7, del que fue excluida luego de la ocupación de Crimea. Si bien la propuesta no prosperó, volvió a notarse la falta de homogeneidad de las potencias europeas, muchas de las cuales defienden una reconciliación con el régimen de Putin. Del mismo modo, el abandono de Estados Unidos del acuerdo con Irán es un tiro por elevación contra Europa, desde el momento que las sanciones económicas que alienta Estados Unidos contra las empresas que mantengan vínculos económicos con la nación persa, afectan primordialmente las inversiones europeas cuyo volumen ha crecido aceleradamente a partir del pacto.
Como si no fuera suficiente, a los choques se le unió el estallido por los incendios en el Amazonas. Dicho episodio disparó la división existente, esta vez, entre los propios socios de la Unión Europea, en lo que se refiere al acuerdo de la Unión Europea-Mercosur. Macron planteó que Francia se negaría a firmar dicho acuerdo comercial por la supuesta negativa del presidente brasileño, Jair Bolsonaro, a tomar medidas contra los incendios en la selva amazónica. Pero la medida francesa provocó la oposición de Alemania porque se espera que sus compañías automotrices se beneficien del acuerdo que aún no ha sido ratificado por los parlamentos de la Unión Europea. Angela Merkel dijo que no concluir el acuerdo comercial "no era la respuesta adecuada a lo que está sucediendo en Brasil en este momento".

Perspectivas

El G7 se estableció en 1975 como un mecanismo para desarrollar la colaboración y cooperación económica internacional frente a lo que fue, hasta ese momento, la recesión más severa desde el año '29. Está a la vista que la posibilidad de coordinación no existe. Esto se constató también en Jackson Hole (Wyoming), donde los principales banqueros centrales mundiales se dieron cita y sesionaron en paralelo a Biarritz. Allí también se salió con sabor amargo, pues quedaron en evidencia las rivalidades crecientes entre los Estados y el ingreso a una fase más aguda de guerra monetaria. Al mismo tiempo que los asistentes reconocían que la perspectiva de una recesión era más cercana y anunciaban que muy posiblemente habría que apelar a más medidas de estímulo, aunque no eran muy optimistas sobre su eficacia.
Los resultados de ambas cumbres fueron recibidos con una segunda caída de las bolsas. Una segunda semana negra, que coincide con la que estamos atravesando en Argentina.
El panorama aquí expuesto revela el callejón sin salida de los planes devaluatorios que propone Alberto Fernández. Las tres devaluaciones últimas no repusieron la competitividad capitalista sino que acentuaron el descalabro económico. Con más razón ahora, que entramos en un escenario de guerra monetaria y en un ciclo de devaluaciones competitivas, en un marco en que asistimos a un salto de las tendencias recesivas y una intensificación de la guerra comercial.

Pablo Heller

El Amazonas y el fuego del capital




El enorme incendio forestal que está devorando al Amazonas se ha convertido en una crisis política para Bolsonaro, y tuvo un fuerte impacto internacional, al punto que ocupó un lugar central en la agenda del G7.
Durante los últimos días se sucedieron movilizaciones en distintos puntos del país. Una multitudinaria concentración se llevó a cabo en la famosa playa de Ipanema, en Río de Janeiro, que contó con la participación de figuras conocidas como Caetano Veloso que ayudaron a lograr una amplia difusión. Se marchó también en las ciudades de Belo Horizonte, Sao Paulo, y Porto Velho -capital del amazónico estado de Rondonia, de los más afectados por los incendios. También se registraron protestas en capitales europeas como Madrid, Londres, París, Ámsterdam y Berlín, en Colombia, Venezuela y hasta en la India, además de la realizada frente a la Embajada de Brasil en Buenos Aires.
A la consternación que generaron las imágenes satelitales de la devastación, se sumó la indignación que despertaron las respuestas del gobierno brasileño, que llegó a responsabilizar a las ONGs y grupos ambientalistas que actúan en el territorio, luego de alegar que todo se trataba de una operación contra su país. Por ese motivo, todas las pancartas apuntaron contra Bolsonaro, identificado como el principal responsable por declararse promotor de la explotación capitalista de la principal reserva forestal y de oxígeno en el mundo.
Se trata de un verdadero desastre ambiental y sobre todo social, que pareciera aún de lejana resolución. El sábado, el Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (INPE, por sus siglas en portugués) difundió que entre jueves y viernes identificaron alrededor de 900 nuevos focos de incendio en esa región. El daño es enorme: se calcula que desde mayo ya fueron destruidas 1.200.000 hectáreas de bosques. Un estudio del INPE de 2007 pronostica que si pereciera el 40% del bosque sería irrecuperable, porque la pérdida de humedad haría que gran parte del territorio restante no tenga suficiente lluvia para sobrevivir.

Nerón y el Capitán Motosierra, espada del gran capital

“Solía llamarme Capitán Motosierra, ahora soy Nerón incendiando el Amazonas. Pero si es la temporada de incendios”, había twiteado Bolsonaro en respuesta a quienes lo responsabilizaban por la situación. Sin embargo, su accionar quedó expuesto con la revelación de que los funcionarios de su gobierno habían recibido el 7 de agosto una denuncia de la oficina regional de Pará del Ministerio Público Federal sobre la convocatoria de los hacendados de ese distrito a realizar el “Día del Fuego” para el 10 de agosto, pero desestimaron intervenir para disuadirlos.
Esta condescendencia con los incendios provocados tiene detrás intereses muy potentes, sobre todo de los agronegocios. La organización Amazon Watch publicó una investigación titulada “Complicidad en la Destrucción” en la que da cuenta de los grandes grupos capitalistas que estimulan los desmontes. En abril de 2018, destaca el informe, grandes grupos sojeros y entre ellos los principales comerciantes de granos del mundo (Cargill, Bunge, Dreyfus) fueron descubiertos comprando 3.000 toneladas de soja y otros granos de fincas previamente embargadas por el Ibama (Instituto de Medio Ambiente y Recursos Naturales) por destruir vegetación nativa. Estos pulpos tienen un peso creciente en la economía carioca, como muestra el hecho de que desde 2010 el área plantada con soja en Brasil aumentó en un 45% (The Economist, 19/8).
Amazon Watch también recopila la acción desmontadora de distintas empresas de cría de ganado, que abastecen a los principales mataderos de Brasil, como JBS, Marfrig, Minerva. Señala además que otras empresas comercializan el cuero, un rubro que en un 80% produce para exportación. Los investigadores realizaron un seguimiento para demostrar cómo los sojeros y ganaderos en cuestión están financiados por los principales bancos y grupos de inversión del mundo (BlackRock, JP Morgan, Citigroup, HSBC, BNP Paribas), que llevan aportados un billón de dólares entre préstamos, suscripción e inversión de capital.
La exportación sojera y ganadera es la principal fuerza motora en el avance de la deforestación, y su producción llena los camiones que circulan por los miles de kilómetros de carreteras que surcan el Amazonas –con fuerte impacto ambiental-, cuya construcción cobró particular impulso desde la dictadura militar. El gobierno de Bolsonaro ha dado importante respaldo a los ruralistas al punto que acaba de aprobar una ley que permite la posesión de armas de fuego en propiedades rurales.
La tala ilegal y el cultivo creciente de caña de azúcar para la producción de biocombustibles están también dirigidos a la exportación hacia empresas de Bélgica, Holanda, Dinamarca, Francia, el Reino Unido, Canadá y los Estados Unidos –según el mencionado informe de Amazon Watch. Pero es la minería el otro rubro en el que el capital extranjero protagoniza la destrucción de la Amazonía; la canadiense Belo Sun está tratando de instalar la mina de oro a cielo abierto más grande de Brasil en el estado de Pará, y si bien su proyecto se había empantanado en 2017 por numerosa presentaciones judiciales, en marzo de este año el ministro de Minas y Energía, Bento Albuquerque, viajó a Canadá a un congreso minero para asegurar que el gobierno tiene la intención de legalizar la exploración minera en tierras indígenas. Por su parte Ricardo Salles, el ministro de Medio Ambiente, ha sido condenado en el pasado por favorecer a las empresas mineras cuando formó parte del gobierno de Geraldo Alckmin en San Pablo.

Aves de rapiña

Esta vinculación entre los desmontadores y el gran capital internacional es muy esclarecedora de los verdaderos intereses que se ocultan detrás de la demagogia ambientalista que exhiben por estos días varios gobiernos europeos, incluyendo la aprobación en la reunión del G7 de una ayuda económica de 22 millones de dólares para ayudar a controlar el fuego. Bolsonaro rechazó los fondos, poniendo como condición que sean administrados exclusivamente por su gobierno. Es que la cuestión amazónica se ha colado en las disputas comerciales que caracterizan al mercado mundial de nuestros días. Emmanuel Macron, el presidente francés, planteó la necesidad de discutir “si es posible definir un estado internacional para el Amazonas”, lo que implicaría un control directo del imperialismo sobre la región. Sumado a las amenazas de Donald Tusk (secretario de Comercio de la UE) de torpedear el acuerdo Mercosur – Unión Europea, y el pedido de Finlandia (en ejercicio de la presidencia rotativa de la UE) de analizar la posibilidad de prohibir la carne vacuna brasileña, constituyen una apretada para blindar los intereses de los pulpos europeos de agronegocios, principalmente galos, en detrimento de los productores sudamericanos. Bolsonaro recibió como contrapartida el apoyo de Trump desde su cuenta de Twiter, una contraprestación por sus servicios como peón de los intereses yanquis en la región.
El facho carioca intenta explotar esta situación para posar de defensor de los intereses nacionales contra la embestida de las potencias del viejo continente, en momentos en los que se difundieron encuestas que muestran una profunda caída de su imagen en la consideración popular (la desaprobación a su gobierno pasó de un 28,2% en febrero a un 53,7% seis meses después). El humor popular del estancamiento económico, en un país al borde de la recesión y que ha incrementado en 77% su déficit de cuenta corriente (El Cronista, 27/8).
Los trabajadores deben tomar nota de que se trata de una puja entre depredadores. Ninguna colaboración para extinguir el fuego o emprender una reforestación debe ser a costa de una subordinación a los intereses del imperialismo europeo, cuyas exportadoras y su banca están metidas hasta el cuello en la explotación de la Amazonia. Al mismo tiempo, más que nunca está planteado ganar las calles contra la política predatoria del gobierno derechista de Bolsonaro, que con la promesa de una expansión económica impulsa por un lado la devastación de las reservas naturales e indígenas –como socio menor del imperialismo yanqui en la guerra comercial- y por el otro un profundo ajuste contra las jubilaciones, la educación y el ataque a los derechos laborales.
La movilización internacional que hizo eje en el mandatario brasileño deben servirle la clase obrera carioca como punto de apoyo para golpear al gobierno, empezando por frenar el desastre que aqueja hoy al Amazonas, reclamando el control popular sobre los trabajos de control de incendios y reforestación, así como la formación de asambleas populares que agrupen a campesinos, indígenas y trabajadores de cada distrito para impedir que continúe el saqueo. La “Luta pela Amazonia” requiere de la intervención independiente de los trabajadores contra los capitalistas desmontadores.

Iván Hirsch

Argentina en default




El gobierno ha arrastrado al país a una cesación de pagos.

Macri terminó haciendo lo mismo que Cavallo, De la Rúa y todos los pagadores seriales de la deuda.
Este nuevo default es la confesión de que la deuda es impagable.
Confirma lo que siempre hemos alertado: los sacrificios y privaciones que venimos soportando no iban a evitar una nueva bancarrota.
El sistema financiero y los fondos públicos colocados parasitariamente al servicio del rescate del capital y la deuda usuraria fueron hundiendo la economía nacional y a los millones de argentinos que vivimos de nuestro trabajo.
Pretenden ahora, una vez más, que los platos rotos los paguemos los trabajadores y no sus responsables.
Macri y el FMI quieren que los Fernández dejen marcadas sus huellas digitales y se comprometan con las medidas que se preparan.
Los ganadores de las Paso, en cambio, aspiran a que sea el gobierno nacional y el Fondo los que asuman esa responsabilidad.
Lo que está en discusión no es el ajuste contra el pueblo, sino quién hace el “trabajo sucio”.
Discuten quién paga el costo político, pero acuerdan en que el costo social lo pague la masa laboriosa del país.
Alberto Fernández saludó que el dólar esté a 60 pesos, e incluso ha dado un guiño para que siga subiendo todo lo que haga falta.
Señaló, además, que honrará todos los compromisos de la deuda. No olvidemos que los K fueron también pagadores seriales bajo su
mandato.
La reestructuración de la deuda que se viene, como consecuencia del default, irá de la mano de una nueva confiscación de los salarios, las reformas laboral y jubilatoria.
Es necesario que le hagamos frente a esta ofensiva.
La pueblada en Chubut, la imponente movilización de los piqueteros que volvieron a ganar las calles y las acciones del sindicalismo combativo marcan el camino.
Más que nunca es necesario que la clase obrera intervenga en el escenario político.
Los trabajadores debemos ser protagonistas.

Prensa Obrera

miércoles, 28 de agosto de 2019

Escándalo: cómo se organizaron las criminales quemas en la Amazonia




Contratación de operadores de motosierra y motoqueros, creación de pistas de aterrizaje clandestinas y mucho más. Los hechos escandalosos que reveló la revista brasileña Globo Rural ocurridos el "Día del Fuego" en la Amazonia.

Así pasará a la historia el tristemente célebre 10 de agosto de este año, cuando comenzó un surto de incendio simultáneos encendidos en forma mancomunada por productores rurales de la región norte de Brasil, que consumieron miles de hectáreas del "pulmón del mundo".
Según la revista, la organización del "Día del Fuego" empezó en el grupo de Whatsapp "Jornal A Voz da Verdade" (Diario La Voz de la Verdad). El grupo fue creado por João Vgas el 17 de agosto de 2016 y tiene 246 participantes, entre productores rurales, expropiadores de tierras y comerciantes del municipio Novo Progreso, en la provincia de Pará.
De ellos, 70 aprobaron los planes del "Día del Fuego", y entonces crearon el grupo "Sertão" -referencia al nombre del establecimiento de Ricardo de Nadai, creador de este segundo grupo. Hasta el final de los preparativos, el grupo llegó a tener 80 participantes.
El objetivo principal del grupo era incendiar matas y tierras estatales, y hacer avanzar el fuego hacia la Floresta Nacional Jamanxim, una reserva de 1,3 millones de hectáreas. Su objetivo era alcanzar la Tierra del Medio, escenario de los mayores conflictos de tierras en Brasil. La revista Globo Rural relevó que al menos cuatro miembros de ese grupo ya fueron presos por crímenes ambientales.

La acción de los criminales

Antes de provocar el fuego, varias áreas fueron previamente desmatadas. Globo Rural entrevistó a un operador de motosierra que afirmó que "nadie se quedó sin tarea". Personas fueron traídas de otras regiones de la Amazonia e incluso del Nordeste para realizar la acción ilegal.
El procedimiento de este tipo de acción criminal es primero desmatar y después quemar. Esta acción predatoria de la naturaleza contó incluso con pistas de aterrizaje clandestinas para desembarcar gente para la destrucción de la floresta.
El 10 de agosto, motoqueros contratados por el grupo atizaron el fuego en los márgenes de la ruta BR-163. Todavía no se sabe si este grupo puede haberse organizado con otros grupos. Sin embargo, todos vieron el resultado: una nube de humo que cubrió el país, y hasta pudo ser vista desde satélites. La misma nube que cubrió San Pablo e hizo atardecer a las tres de la tarde.

El gobierno de Bolsonaro lo sabía

El 7 de agosto, tres días antes de esas quemas, el fiscal local Gustavo de Queiroz Zenaide avisó lo que estaba por ocurrir al gerente ejecutivo del Instituto brasileño del medio ambiente (Ibama) de la localidad de Santarém, Roberto Fernandes Abreu, a través de un oficio.
Este aviso vino a través de un documento oficial protocolado por el Ibama de Santarém el 8 de agosto. En él Gustavo escribe: "productores rurales planifican realizar una quema en al región del municipio de Novo Progresso el 10 de agosto de 2019 como forma de manifestación".
A pesar de todo esto, durante todo el período, el gobierno de Bolsonaro intentó negar la existencia de las quemas, siendo luego desmentido por las nubes de partículas y hollín que cerraron los cielos de San Pablo.
La política de Bolsonaro de deslegitimar los datos del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (INPE por sus siglas en portugués), o intervenir el Instituto Brasileño de Medio Ambiente (Ibama), no solo encubre sino defiende los intereses de estancieros, apropiadores de tierra y latifundistas. Él y sus ministros, defensores de que el calentamiento global no existe, en el fondo, por su verborragia irracional, tiene un programa bien claro y extremadamente comprensible por cualquier persona racional: transformar todas las riquezas nacionales en ganancia capitalista, tirar a la basura el futuro del país, el futuro de la juventud, atacar a los pueblos indígenas, fortalecer los asesinatos en el campo, la persecución a los Sin Tierra y terminal con los derechos de los trabajadores.
La transformación de esa realidad pasa por un cambio radical de la sociedad en que vivimos. No hay conciliación histórica posible entre una producción voltada hacia la ganancia- cuya dinámica inexorables es la acumulación capitalista - y cualquier cosa parecida a la utilización racional y ambientalmente correcta de los recursos. Solo la organización de una sociedad emancipada de las garras del capital, y por lo tanto con base en los productores libremente asociados podrá superar la explotación predatoria de la naturaleza, la crisis ambiental y la miseria social a la que estamos sometidos.

Redacción Esquerda Diário
Miércoles 28 de agosto | 00:41

Argentina en las vísperas del default




Las probabilidades de que Argentina pueda pagar la deuda externa acorde al calendario de vencimientos vigente son nulas. Así lo muestran los rendimientos siderales que le ofrecen a quienes acepten comprar un bono con fecha de pago en el próximo año. El fantasma del default está cada vez más presente: el único ingreso previsto que tendría el BCRA sería el desembolso de los u$d 5.400 millones por parte del fondo, una condición necesaria, pero de ninguna manera suficiente para evitar la bancarrota (ni su declaración).

El riesgo país es seguramente el termómetro más adecuado para medir el humor de los mercados (un eufemismo del capital financiero) de cara a las deudas soberanas. Es un índice que publica uno de los bancos más importantes del mundo, el JP Morgan, y define cuánto mayor es la tasa que debe pagar ese país respecto de los bonos de los países que se consideran libres de riesgo.
Argentina se encuentra ahora ocupando el segundo lugar en el medallero mundial del riesgo de default, solamente superada por la crisis en una Venezuela en hiperinflación y asediada por el bloqueo imperialista. Se considera que Argentina tiene menos capacidad de pagar su deuda que otras naciones menos desarrolladas como Zambia y el Líbano, triplicando la tasa media de los países emergentes.
La situación está atada con alambres y el alambre son las letras del tesoro (Letes) que una parte está nominada en pesos y otra en dólares, pero ambas conllevan riesgos muy importantes para el gobierno en caso de no contar con un porcentaje de renovación significativo. En el caso de las Letes en dólares el central tendría que entregar las escasas reservas que le quedan adelantando las posibilidades de un default en regla antes del traspaso.
Argentina deberá pagar u$d 11.000 millones antes de las elecciones generales y otros u$d 6.000 millones entre las elecciones generales y fin de año (Iprofesional 23/8). Las reservas del banco central se encuentran en caída libre por la intervención constante para intentar frenar el dólar (o entregárselos a los especuladores) y por una caída de los depósitos que poco a poco van erosionando sus tenencias. Las reservas han caído más de u$d 9.000 millones desde la última visita del FMI y las de libre disponibilidad rondan en la actualidad unos u$d 14.000.
Por otro lado, el Banco Central ha ido acumulando una deuda “cuasi fiscal” en Leliq explosiva, por la friolera de $1,3 billones a tasas del 75%. Esta deuda suma la tendencia a la hiperinflación para cancelarla, porque sólo podría ocurrir mediante emisión monetaria, o de lo contrario licuándola mediante una megadavaluación con las consecuencias brutales que esto tendría sobre el conjunto de la economía y sobre la deuda en dólares de la nación y de las provincias (muy abultada y también mayoritariamente en dólares).
Hoy martes 27 de agosto el BCRA vendió u$s362 millones para contener el dólar que no obstante aumentó más de un 2% en la jornada. Como se aprecia, el período hasta el 27 de octubre y luego hasta el 10 de diciembre es eterno. Diversos medios afirman que en el diálogo secreto entre el FMI y Fernández el Fondo pidió el adelantamiento de las elecciones para que asuma cuanto antes el nuevo gobierno y negociar con él la inevitable reestructuración que evitaría un default “desordenado”.
Según el diario La Nación “En la comunidad inversora hay mucha discusión acerca de cuándo y cómo se reestructura, más que si se reestructura" (19/8). La economía argentina se encuentra entonces en un default tácito: paga tasas de default, riesgo país a nivel de default y se descuenta su incapacidad de afrontar los próximos vencimientos con el BCRA que cuenta cada vez con menos reservas. Si tiene cuatro patas, hocico y ladra…

El FMI acorralado en su propia política

Una máxima económica de autor anónimo describe como ninguna la situación que expone al FMI frente a la crisis argentina: “Si le debes 10.000 dólares al banco tenés un problema, si le debes 10.000 millones el problema lo tiene el banco”.
El organismo de crédito más importante surgido de la segunda posguerra se encuentra en un momento de marcada vulnerabilidad de cara a la deuda argentina. El fondo busca condicionar -y lo viene consiguiendo- todo el proceso electoral en nuestro país, ya sea a través de su primera apuesta que era el macrismo o ahora en una transición hacia un nuevo gobierno peronista. Sin embargo camina en la cornisa, porque un default argentino afectaría al fondo más que a ningún otro acreedor en el mundo, dejándolo expuesto ante un nuevo fracaso luego de que haya apostado buena parte sus fichas en el acuerdo con argentina.
Para tener noción de hasta qué punto esto es así basta conocer algunos datos como que el 65% del capital prestable del fondo están destinados a Argentina, que la debacle acelerada de la economía nacional los ha llevado a rever al menos en tres oportunidades lo que habían acordado previamente o que el FMI aceptó una violación de su carta orgánica al permitir la utilización del préstamo para intervenir en el tipo de cambio, primero a través de futuros y luego abiertamente en las operaciones al contado (o spot) financiando la fuga de capitales.
Tenemos, entonces, una situación contradictoria: el futuro financiero del país depende en buena medida de la aprobación del último desembolso por parte del fondo y de las condiciones que pueda acordar a futuro con los acreedores sean institucionales o privados. Al mismo tiempo, el futuro del fondo está fuertemente condicionado por el desarrollo de esta crisis dado que un default argentino lo dejaría en pésimas circunstancias tanto en el aspecto financiero como político. Igual que ocurriera con la crisis de deuda griega, los responsables de gestionar la bancarrota se encuentran de ambos lados del mostrador por su exposición a la propia deuda.

El gobierno de Alberto y la clase obrera

Tanto Alberto Fernández como la totalidad de sus voceros económicos han realizado un raid mediático planteando que “la voluntad de pago es total, solamente dependemos de la capacidad de pago” (Cronista 26/8). La cita es particularmente elocuente porque deja en claro dos cuestiones: primero el reconocimiento por parte del futuro gobierno de la quiebra en la que se encuentra el país. La segunda y más importante es el mensaje de que existe la convicción por parte del kirchnerismo de continuar con el pago serial de la deuda usuraria.
Las distintas medidas que se esbozan por parte de uno u otro de los asesores de Fernández están todas regidas por el sometimiento al pago de la deuda que sirve como ordenador de toda su política económica. Por supuesto que semejante definición no es gratuita para los trabajadores que sufrimos diariamente las consecuencias a través del deterioro de nuestras condiciones de vida.
Una renegociación, re perfilamiento o reestructuración de la deuda implica que los acreedores impongan nuevas agenda de medidas que casualmente son las que Alberto ya adelantó en la campaña. La reforma laboral y previsional, en las cuales el macrismo fracasó, están en la agenda de toda la burguesía y forman parte del programa de Alberto vía convenios. El pacto social o el congelamiento salarial para que seamos los trabajadores los que absorbamos el efecto devastador de la inflación, también fue planteado antes por Fernández que por el FMI. La clase obrera no puede permanecer encorsetada detrás de estas variantes patronales, ni de la tregua de la burocracia sindical. La reapertura de las paritarias es una necesidad urgente para millones de trabajadores.
El propio Fernández se vio forzado a reconocer que la deuda financia la fuga de capitales, cada vez con mayor magnitud. Su crítica no radica en la defensa de la soberanía contra el colonialismo explícito del acuerdo, sino en que es partidario de la libre flotación del dólar y un peso recontra devaluado que hagan al país “competitivo” vía pauperización del salario.
Las promesas de crecimiento vía exportaciones y recomposición del mercado interno chocan con las condiciones del repago. Por ahora sólo atinó a dar más garantías de seguridad jurídica al saqueo de Vaca Muerta y a reunirse con todos los pulpos mineros internacionales que operan en el país acompañado por los gobernadores con el mismo objetivo.
La ruptura con el FMI, el repudio a la deuda externa sumado a la nacionalización de la banca y el comercio exterior se plantean más que nunca como la única salida viable para el país. Un nuevo default, independientemente de la forma que adopte, pone de manifiesto más que ninguna otra cosa la incapacidad de la burguesía para desarrollar el país, una tarea que solamente podremos hacer los trabajadores al comando de un plan económico y social.

Guido Lapa

Decadencia capitalista y epidemia de soledad




El 45% de adultos en Estados Unidos se siente solo.

Según encuestas publicadas por el diario español El País en Estados Unidos hay una crisis de soledad.
45% de los adultos se sienten solos. Consideran que nadie los conoce del todo. Piensan que no tienen amigos y su comunicación con personas cara a cara es inexistente.
Más duro para los "centennials" que tienen entre 18 y 24 años. Aseguran que es consecuencia de la hiperconectividad de los nuevos tiempos y las redes sociales.

Capitalismo catastrófico

El actual sistema de dominación capitalista tienen múltiples contradicciones. Devastación ambiental, crisis económica, xenofobia son algunas de sus características.
Pero también el capitalismo del siglo XXI trajo consigo nuevas enfermedades laborales: el burn out o síndrome de cansancio acumulado es una de ellas.
La depresión, la angustia, la ansiedad son padecimientos cada vez más comunes entre los trabajadores.
Y existen empresas que logran hacer negocio con dichos padecimientos: ante la epidemia de soledad de los Estados Unidos surgió una empresa que se llama "Rent a Friend" con servicios de amistad de 20 dólares la hora. Exacto. Como en un capítulo de la serie Black Mirrror si usted se siente solo puede rentar a un amigo para pasar el rato.
Karl Marx decía que todo lo sagrado se volvía profano: todo podría convertirse en mercancía. En este sistema de barbarie sin fin incluso algo tan preciado como la amistad tiene valor.
En un mundo en el que reina la apatía, la frivolidad, el egoísmo y el individualismo la solidaridad, la amistad y la ayuda mutua son pequeños actos de rechazo al orden vigente. O amigos míos, no hay amigos.

Sergio Abraham Méndez Moissen
México @SergioMoissens
Martes 27 de agosto | 00:20

martes, 27 de agosto de 2019

G7: frágil unidad imperialista frente a la amenaza china y el temor a una recesión mundial




No los unió el amor sino el espanto: la amenaza china así como el temor de la recesión mundial es lo que ha logrado esta frágil unidad de las potencias del G7 en Francia.

Macron ha logrado su G7, dice la prensa francesa. Le Monde editorializa “Macron en el G7: la audacia como palanca diplomática”. Lo que no dicen estos escribas dóciles con el poder, es que éste “éxito” fue a cambio no solo de no confrontar con Trump, sino también de compartir cartelera con el dueño de la Casa Blanca. Más aun, es Trump quien aparte de lo mediático, sale bien parado en concreto del G7.
No satisfecho con haber logrado obligar a Francia a enmendar su proyecto de ‘tasa Google’, Trump logró varios avances comerciales: una mayor apertura del mercado interno japonés a los productos yankis, la conclusión de un "gran acuerdo comercial" después del Brexit con Gran Bretaña (sin que Boris Johnson pueda objetar algo), así como la promesa de Angela Merkel, preocupada por las amenazas arancelarias que pesan sobre los fabricantes alemanes, de avanzar "lo más rápido posible" en cuanto a la conclusión de un acuerdo comercial entre la UE y los EE. UU. ¿Quién ganó entonces en el G7?
La realidad es que en el medio de los nubarrones que amenazan a la economía mundial nadie quería abroquelar al presidente estadounidense, por temor a que la cumbre terminara de nuevo en escándalo, como el año pasado en Canadá. Al igual que Macron, ningún otro líder de las potencias presentes osó contrariarle, en especial sobre la guerra comercial que lleva adelante con China.
Así, mientras un periodista le preguntaba si sus aliados le habían aconsejado que terminara el conflicto con Beijing, Donald Trump dijo: "Nadie me dijo eso. Nadie se hubiera atrevido. Creo que respetan la guerra comercial". Más aún, en realidad todo el G7, preparado por la presidencia francesa, tenía en la línea de mira cómo contener el ascenso de Pekín. Así, en la previa, Macron se reunió con Putin preocupado de que la alianza estratégica entre China y Rusia no se siga consolidando, y ver si es posible restablecer lazos de utilidad con el presidente ruso.
En la Cumbre misma, la presencia del primer ministro hindú Narendra Modi, quien aplica una política abiertamente reaccionaria y riesgosa en Cachemira frente a la mayoría musulmana del Estado, que en otros momentos hubiera generado resquemores a los líderes occidentales, es una muestra fuerte de la importancia que Occidente asigna a la India como dique ante la influencia de China en Asia y el Océano Índico. Siempre con el beneplácito indudable de Trump. Así también fue invitado el primer ministro australiano Scott Morrison, uno de los más decididos apoyos de Trump en su cruzada contra China. "La participación de Australia es una oportunidad para compartir nuestra perspectiva del Indo-Pacífico con las principales democracias del mundo", dijo el líder del gobierno de Canberra antes de partir hacia Francia.
Igual significado tuvo la presencia de cinco países africanos, desde el dictador egipcio Abdel Fatah al-Sissi (presidente en ejercicio de la Unión Africana y socio de proyectos euro mediterráneos), pasando por el senegalés Macky Sall (Dakar, capital de Senegal, antigua colonia francesa, es la ciudad elegida para albergar la próxima cumbre chino-africana de líderes en 2021) entre otros, así como al nuevo presidente sudafricano Cyril Ramaphosa (primera economía africana y socio estratégico de Pekín), para contrarrestar con la red de relaciones en su viejo patio trasero colonial, así como otras nuevas, la presencia creciente de China en África.

¿El último canto de cisne del moribundo multilateralismo?

Este G7 sería una muestra de la utilidad del multilateralismo, según gritan enfáticos frente a los nacionalistas los más entusiastas comentadores de la Cumbre. Pero sería muy desmesurado decir algo así. Por ejemplo, el caso iraní está muy lejos de estar resuelto, a pesar de la visita “sorpresa” del ministro de Asuntos Exteriores de Irán, quien previamente había prevenido a Trump, que se convirtió en la “gran audacia” de Macron. Aunque se trató de un signo de distensión después de la escalada de las últimas semanas, no hay aún el más mínimo cambio sobre los temas espinosos del diferendo entre Irán y los EE. UU. “Nada está hecho, las cosas son eminentemente frágiles”, se apresuró a añadir Macron, prueba de la falta de garantías de las negociaciones concluidas en el marco de esta cumbre, liquidada con una simple rueda de prensa conjunta de Trump y Macron, sin comunicado común refrendado por los miembros del G7.
Más prosaicamente, podríamos decir que no los unió el amor sino el espanto: la amenaza china así como el temor de la recesión mundial es el que ha logrado esta frágil unidad de las potencias del G7. Aunque en un comentario publicado el sábado, la agencia oficial china Xinhua dijo que era poco probable que "la reunión de este año pueda generar algún tipo de liderazgo colectivo o iniciativa concreta que puedan beneficiar al planeta", ésta especie de encuentro de los “amigos” del mundo libre no pasó desapercibido para Pekín. La unidad de las potencias occidentales es el gran temor de la dirigencia del Partido Comunista Chino.

Juan Chingo
Lunes 26 de agosto | 18:03

lunes, 26 de agosto de 2019

Amazonia: hay que parar la saña predatoria de Bolsonaro y los capitalistas




La columna de humo (materia en suspensión, hollín) que esta semana inundó el cielo de San Pablo, parte de la provincia de Mato Grosso do Sul y de Pará, trajo el ocaso a las 3 de la tarde. Ojalá hubiese sido un fenómeno natural, pero en realidad fue uno de los efectos de la política predatoria fomentada por Bolsonaro en nombre del agronegocio y de la minería, dispuesta a avanzar devastando lo que se encuentre en el camino.
La oscuridad fue provocada por la llegada de un frente frío que trajo vientos con una enorme masa de humo, materia originada en quemas en la frontera de Mato Groso do Sul con Paraguay y Bolivia. El hecho fue tema internacional y se transformó en un alerta sobre la degradación y destrucción del medioambiente y de los recursos naturales promovidos por la sed de ganancias de los capitalistas.
El fenómeno es resultado directo de cada incentivo de Bolsonaro al desmonte, sus declaraciones incendiarias y sus acciones de flexibilización del código ambiental, que tiran nafta a la saña de los ruralistas, que incitados por el presidente hacen que la Amazonia arda en llamas, avanzando sus latifundios por la región. Es el resultado indirecto de años y años en los que todos los gobiernos -desde Fernando Henrique Cardoso a Lula da Silva y Dilma Rousseff- le dieron miles de millones al agronegocio, que quieren más y más tierras para pasturas y soja.
El rastro de fuego, visible desde el espacio, acompaña la expansión del agronegocio dejando una estela de sangre de los pueblos originarios, quilombolas, poblaciones tradicionales, diezmando la fauna y la flora nativas. Crecen las zonas en conflicto por tierra, mientras Bolsonaro incentiva la apropiación de tierras por parte de los ruralistas, criminaliza los movimientos que luchan por la reforma agraria, tildando al Movimiento Sin Tierras (MST) de “organización terrorista”, y deseando la liberación de la tenencia de armas en el campo, para incrementar el asesinato de líderes del movimiento por tierras.
Las mismas ironías y excusas que vimos de Bolsonaro ante el fuego, las vimos en sus declaraciones ante la muerte de una líder de los pueblos originarios en un lugar de conflicto con mineros; la vimos ante la creciente cantidad de represas en riesgo de colapso, la vemos en cada mega obra que busca satisfacer la minería predatoria, como en el corazón de la Amazonia, en Carajás y todo su arco.
Las quemas fueron organizadas conciente y criminalmente por los latifundistas, hubo un “día de fuego” publicado y convocado por diarios del sudoeste de Pará, como relató incluso el diario Folha de S.Paulo. La región que más quemas tuvo une el norte de Mato Grosso a puertos en Pará, justamente la ruta BR-163, que Bolsonaro tanto propagandizó estar pavimentando, y una política de gobierno que siempre figura en los editoriales de los grandes medios como una de las realizaciones del reaccionario gobierno.
La propia acción de quemar tierras atiende a declaraciones públicas de Bolsonaro que más de una vez dijo que lo haría y ahora, ante la catástrofe, tuvo la caradurez de acusar a las ONG por lo que hizo el agronegocio.
El mapa de la destrucción con fuego coincide rigurosamente con las zonas donde más avance de la soja hubo:
Según los datos del Programa Queimadas del Instituto Nacional de Investigación Espacial (INPE, por sus siglas en portugués), las quemas en todo el territorio brasileño aumentaron 82% con respecto al mismo período de 2018, y más de la mitad de esos focos están en la Amazonia. La provincia de Mato Grosso lidera la lista con mayor cantidad de quemas (19% del total) y es un alerta ambiental, creciendo 88% con respecto al mismo período del año pasado. El programa señala que más de la mitad de los focos de quemas de 2019 están en la Amazonia y 19% de ellas están en Mato Grosso. Según ese mismo programa, la elevada cantidad de focos de quema es impulsado por el avance del desmonte, que a su vez acompaña el aumento de la tierra cultivada por la soja.
A pesar de que el gobierno de Bolsonaro intenta esconder los datos, despidió al antiguo director del INPE Ricardo Galvão en represalia por haber publicado datos alarmantes, la situación también fue registrada por el satélite de referencia AQUA_M-T, administrado por la NASA, que divulgó un estudio en el que señala que la cantidad de focos de quemas de enero a agosto de 2019 es el mayor registrado en los últimos cinco años y duplican los datos divulgados por el INPE. Según el estudio, la Amazonia brasileña perdió más de una Alemania en área de floresta entre 2000 y 2017.

El matrimonio de intereses del agronegocio y el oscurantismo de la extrema derecha

Es más que evidente el alineamiento de Bolsonaro con los sectores del agronegocio, como también con las mineras. Desde su asunción el gobierno viene avanzando en incontables medidas asesinas para las poblaciones tradicionales y pueblos originarios y de devastación del medio ambiente en favor de los intereses de esos sectores. Para citar solo algunas: empezando por el nombramiento del ministro (anti) Medio Ambiente Ricardo Salles, que está acusado de crímenes ambientales; la liberación indiscriminada de agrotóxicos potencialmente cancerígenos (varios de ellos prohibidos en otros países); la modificación de 16 artículos de la Ley del Código Forestal que “desburocratiza” licencias para la destrucción de la floresta amazónica, del Serrado y de la Mata Atlántica; la deslegitimación de los alarmantes datos sobre desmonte del INPE, que resultaron en el despido de su presidente Ricardo Galvão; la revisión de 334 Unidades de Conservación (áreas pasibles de protección); intento de extinción de reservas ambientales; intento de legalizar la minería en tierras de pueblos originarios; suspensión de las revisiones ambientales sin aviso previo, vaciamiento del poder de intervención del IBAMA (Instituto Brasileño de Medio Ambiente y Recursos Naturales Renovables); y para facilitar todo esto, portación de armas para los terratenientes.
Esta política de devastación ambiental representa el encuentro de intereses provenientes de la ganancia ilimitada de los ruralistas potenciada por la mentalidad oscurantista y reaccionaria de la extrema derecha, que refuta el conocimiento científico al negar el calentamiento global y afirma el terraplanismo. Mientras su gobierno implementa medidas de destrucción, Bolsonaro se burla de la situación; afirma que preocupación ambiental es cosa para “veganos que solo comen vegetales”, además de ser parte de la banda oscurantista que cree que la “tesis” del calentamiento global fue inventada para que las ONG pudieran hacer ganancias con las batallas para “salvar el mundo”, y que ahora serían ellas y no los terratenientes los criminales. El discurso anti ambientalista de Bolsonaro es una extención del discurso de Trump y de la extrema derecha global, que al igual que él rechaza el calentamiento global, rompe acuerdos climáticos y revisa la legislación ambiental en beneficio del agronegocio y de las gigantes industrias estadounidenses.

El avance de la frontera agrícola mira la Amazonia

A pesar del realismo fantástico del “fenómeno” de esta semana, que expuso el nivel de la catástrofe ambiental que las políticas de Bolsonaro ya están produciendo en Brasil, para entender el estadio actual de la devastación del medioambiente, hay que retomar los antecedentes de la expansión de la frontera agrícola, la principal fuerza motriz de esa devastación.
Desde que el cultivo de la soja fue adaptado para la Sabana brasileña, los años 80 y 90 asistieron a la expansión acelerada de la frontera agrícola hacia el centro-oeste. La sobrevaluación del precio de las commodities durante los 2000 solo intensificó ese proceso, ni siquiera la inmensidad del centro-oeste fue suficiente para aplacar el apetito infinito de los terratenientes de Brasil, completamente fusionado tecnológica y financieramente con el imperialismo y el capital financiero que avanza en el campo brasileño, especialmente en la frontera amazónica. En 2003, cuando asumió Lula, los latifundios concentraban 214,8 millones de hectáreas. Al entregar la llave del Planalto a Dilma Rousseff, los latifundios ya ocupaban 318 millones de hectáreas.
Ante el agotamiento de tierras en la región central de Brasil, los ojos de los ruralistas crecieron hacia el norte y hacia la Amazonia, que se transformó en la nueva frontera de expansión. Como evidencia de este proceso, en el primer año de la década del 90, la producción de soja en la región norte era de 0,2 toneladas, en el año 2013 la producción saltó a 3,3 millones de toneladas. En 2018 solo la provincia de Tocantins ya producía 3,1 millones de toneladas de soja, y la región norte ya había alcanzado 5,9 millones de toneladas.
Bajo la gestión petista los grandes ruralistas tuvieron voceros destacados en los ministerios, por ejemplo con la expresidenta de la Confederación de Agricultura y Ganadería del Brasil (CNA), Kátia Abreu (PDT de Tocantins) y amplio estímulo para expandir sus latifundios, con de enormes fondos para seguir aumentando las zafras récord que tendrían como destino abastecer los voraces mercados chinos. Mientras el agronegocio representaba 12% del PBI en 1984, cayó 6% en 1993, subió nuevamente durante F.H.Cardoso a niveles cercanos a los del fin de la dictadura, aumentó vertiginosamente en los gobiernos del PT, alcanzando 23,5% del PBI en 2015, mismo porcentaje encontrado en 2017. Por lo tanto, el relato petista que se exenta de responsabilidad sobre la alarmante escalada de la devastación de la floresta amazónica es falso.
Sin entender estas transformaciones del agronegocio en la participación de la dinámica de la economía brasileña –que se trasladaron a la esfera política- es imposible ubicar los orígenes de la política (anti)ambiental del actual gobierno. Esta nueva fracción de la clase ruralista, oriunda del centro-oeste y del Paraná, desde su ruptura con el proyecto de conciliación petista, tuvo importante actuación para la aprobación del golpe institucional, transformándose en una de las fuerzas protagónicas de la reaccionaria agenda golpista que encontró en Bolsonaro, aunque heredero ilegítimo, un aliado para la aplicación dura de los ataques económicos y retrocesos ambientales en el país.
El agronegocio brasileño quiere aprovechar la ventana de oportunidad de exportación a China, que aplicó tarifas a la soja de Estados Unidos, perjudicando el precio de ese producto estadounidense en represalia a las tarifas que Trump aplicó contra China. Como el grano de Estados Unidos se hizo más caro, China sustituyó las compras a Estados Unidos por el producto de Brasil. Con eso, Brasil se transformó en el primer exportador de soja a China –y en el mundo. En 2018, primer año de la guerra comercial, las exportaciones brasileñas a China crecieron el 35% en comparación con 2017, generando una balanza comercial positiva para Brasil en 30 mil millones de dólares. La soja fue la mayor beneficiada, con una exportación adicional de 7 mil millones de dólares a China, en comparación con 2017. Es una monstruosidad que la Amazonia sea destruida por la sed de ganancia de los capitalistas y de Bolsonaro, que los favorece.

La oposición irreconciliable entre el capitalismo y las supuestas alternativas “verdes”

La elección de Bolsonaro representó el triunfo del proyecto burgués de retrocesos para el país. Al igual que la burguesía mundial, la burguesía brasileña no posee ningún proyecto de crecimiento para ofrecer frente al "estancamiento secular". En el contexto global, el neoliberalismo senil, calcado en la quita de derechos y en la superexplotación de los trabajadores, que nos quiere obligar a trabajar hasta la muerte, no surte efecto en ninguna parte. En Brasil, dada la posición subalterna en la división del trabajo mundial como "granero del mundo", además de la intensificación de la explotación humana, este proyecto implica la superexplotación de los recursos naturales y su devastación. Dentro del contexto de guerra comercial e intensificación de la competencia nacionalista entre los países, la ventaja comparativa de la burguesía brasileña está en la alta tasa de productividad del campo, que busca ampliar al costo de la expansión de los latifundios hacia la selva amazónica.
En este contexto, la selva amazónica, patrimonio sin igual de la biodiversidad mundial, se transforma en un escenario más intenso de las disputas de los intereses geopolíticos capitalistas. La política de devastación ambiental de Bolsonaro provocó las reacciones de Alemania y Noruega, que tomaron represalias estrangulando el multimillonario Fondo Amazonia, que costea programas de monitoreo y combate al desmonte, además de poner bajo amenaza el acuerdo entre el Mercosur y la Unión Europea.
La hipocresía del "imperialismo verde" europeo no tiene fin. El agronegocio de granos en Brasil está completamente cartelizado por traders imperialistas que dominan la distribución de semillas transgénicas, agrotóxicos, fertilizantes, los silos y la logística, además de su posterior comercialización. Las cuatro traders que dominan el país son las estadounidenses Cargill y ADM, la francesa Dreyfuss y la holandesa Bungee. Solo esas cuatro empresas manejan el 80% del comercio de soja de Mato Gross, pero encuentran creciente competencia de la china COFCA, de la rusa Sodrujestevo, de la japonesa Mitsui y del grupo Amaggi, de Blairo Maggi, ex gobernador de Mato Grosso. Esas empresas imperialistas comercializan semillas producidas por empresas de capital europeo, como las alemanas BayerCropScience, que adquirió a la estadounidense Monsanto. Incluso el supuestamente ecológico capitalismo noruego gana con la devastación en Brasil: la mayor empresa de fertilizantes del mundo, la estatal noruega Yara, tiene más de 25% de su facturación mundial en el agronegocio brasileño.
Bolsonaro habla de defender la autonomía nacional, una hipocresía para quienes se ubican como vasallos del imperialismo yanqui, y que en el mismo día que dice esto anuncia la privatización de 17 empresas estatales. Bolsonaro afirma que su gobierno no se doblega frente a las imposiciones de los países de la Unión Europea para "demarcar tierras de pueblos originarios" y aceptar la presencia de ONG extranjeras.
Todo este escándalo y crimen ocurre en medio de la semana del clima en Salvador, donde el ministro de Medio Ambiente fue silbado, pero también los acuerdos de la Conferencia de las Partes (COP), que tiene como uno de sus objetivos declarados el control de la polución del aire y que sirven para que los países imperialistas ofrezcan otras tecnologías, mercancías y gestión para mitigar las consecuencias que dejan las ganancias de sus empresas Yara, Bayer y Monsanto.
Las formas bárbaras que toma la acumulación capitalista en la Amazonia y en el Cerrado (la sabana brasileña) bajo el gobierno de Bolsonaro, una forma mucho más ardiente y violenta de lo que ya se desarrollaba bajo el petismo. En los dos casos, para la ganancia imperialista. La barbarie amazónica del capitalismo tiene su correlato en los ríos inflamables en Australia y en Estados Unidos gracias al fracking para producir gas natural más barato, interminables nubes de smog en China e India. El atardecer a las tres de la tarde en San Pablo es solo el comienzo de las epidemias y desastres, del futuro distópico que el capitalismo nos reserva si no lo detenemos.
Frente a la hipocresía imperialista, la desenfrenada barbarie del agronegocio y de la minería en Brasil, con sus desastres en ciudades como Brumadinho y Mariana en la memoria, queda más que en evidencia la completa incapacidad de impedir la continuidad de esta devastación bajo el capitalismo. Una vez más son los sectores de la juventud los que sienten y expresan de forma más evidente esta perspectiva catastrófica que el capitalismo les impone. En distintas partes del mundo los jóvenes protagonizan incontables manifestaciones contra los cambios climáticos producto de la devastación ambiental, como los "viernes por el futuro" de Europa. En Brasil también son los jóvenes la línea de frente de los cuestionamientos a las políticas devastadoras de Bolsonaro. Es necesario un programa y una estrategia anticapitalista al lado de los trabajadores para que esa joven generación pueda luchar por su futuro.
Ante la devastación hay que imponer la inmediata suspensión de todas las multimillonarias partidas presupuestarias al plan Safra de los terratenientes y su inmediata aplicación a planes de combate al incendio, reforestación y gestión de los bosques. Ante los miles de millones de dólares exportados anualmente en soja, maíz y carne a costa de la devastación ambiental y humana, hay que levantar una campaña por la estatización sin indemnización de todas las traders y sus multimillonarios recursos financieros, logísticos y tecnológicos. La posesión de esas empresas implicaría el monopolio estatal del comercio de la soja, permitiendo que esas riquezas no sean para un puñado de imperialistas y latifundistas. Una empresa estatal, controlada por los trabajadores, permitiría el uso de las más modernas tecnologías, hoy usadas para la ganancia y la devastación, para el desarrollo humano y de otro metabolismo orgánico con la naturaleza y todos los pueblos tradicionales y originarios. Esos recursos bajo control de los trabajadores permitirían crear institutos de investigación junto con científicos y pobladores de la región para desarrollar nuevas relaciones entre los seres humanos y la naturaleza.
Un programa como este, obrero y anticapitalista, sería una poderosa palanca en la lucha para que los trabajadores de todo el país tomen en sus manos la lucha junto a los campesinos, quilombolas y pueblos originarios para abolir esa herencia colonial y esclavista del latifundio, y ofrecer tierra, crédito y tecnologías a todos los que quieran trabajar en ella.
La actual etapa de desarrollo capitalista reafirma el desencuentro entre la dinámica interna de su proceso de acumulación y la construcción de alternativas sustentables en el capitalismo. Sin embargo, engendra también las posibilidades técnicas y del sujeto social, los trabajadores, que la pueden superar. El desarrollo tecnológico sigue hoy subordinado a la ampliación del uso predatorio de los recursos. La competencia entre las naciones transforma el discurso ambiental en demagogia para que las naciones desarrolladas, a la vez las grandes contaminantes del mundo, chantajeen con metas de sustentabilidad el crecimiento de los países en desarrollo.
La transformación de esa realidad implica un cambio radical de la sociedad en la que vivimos. No hay conciliación histórica posible entre una producción volcada hacia la ganancia -cuya dinámica inexorable es la acumulación del capital- y cualquier cosa parecida a la utilización racional y ambientalmente correcta de los recursos naturales. Solo la organización de una sociedad emancipada de las garras del capital, y por lo tanto, con productores libres y asociados podrá superar la explotación predatoria de la naturaleza, la crisis ambiental y la miseria social a la que estamos sometidos.

Movimiento Revolucionario de Trabajadores (MRT)
Viernes 23 de agosto

Fidel Castro advierte del desastre ecológico de Brasil en 1992




Hace 27 años, el líder cubano Fidel Castro pronunció su discurso en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo que acogió Río de Janeiro (Brasil). Sus palabras provocan escalofríos si se tiene en cuenta la destrucción de la Amazonía hoy en día.

Fidel Castro conmovió al mundo en su discurso ante la ONU en 1979




En 1979 el comandante cubano Fidel Castro pronunció uno de sus discurso más famosos ante la Organización de Naciones Unidas (ONU). En esa ocasión trató el tema de la pobreza, la desigualdad y los desprotegidos.

Norma Morroni en Marcha de los 25 años de la represión en Hospital Filtro




Nuevamente cientos de manifestantes se hicieron presentes por memoria y justicia a los 25 años de la represión en las inmediaciones del Hospital Filtro.

A 25 años de la represión en el Filtro: 25 años de lucha y memoria




Sale Macri y entra Fernández: una transición ordenada a la medida de Clarín y Magnetto




El evento del Malba fue una importante demostración de fuerzas del Grupo Clarín para lo que viene. El presidente saliente y el sucesor fueron protagonistas del seminario Democracia y Desarrollo, junto al expresidente de Brasil Fernando Henrique Cardoso. Ante los principales empresarios del país, Magnetto empezó a cerrar la "grieta". Spoiler: el gran diario argentino nunca pierde.

Seguramente más de un desprevenido se habrá sorprendido al leer la edición de este viernes 23 de agosto del diario Clarín. Apenas con una primera mirada podía notarse la trascendencia que “la corpo” le daba a la participación del candidato del Frente de Todos en el seminario Democracia y Desarrollo, organizado en el Malba. Del total de las ocho páginas dedicadas al evento, dos fueron destinadas por completo a reflejar la visión de Alberto Fernández sobre la situación actual, con un tratamiento más que amigable para el virtual presidente post PASO. El mandatario saliente y el expresidente brasilero Fernando Henrique Cardoso completaban la cobertura.
Más se habrán sorprendido al notar que quienes escuchaban gustosos los discursos en el Malba eran nada más ni nada menos que los principales capos del empresariado “nacional”: el cafetero Martín Cabrales, Luis Betnaza (Techint), Rubén Cherñajovsky (Newsan) y Eduardo Elsztain (IRSA), entre otros personajes ilustres. Alfredo Coto, envuelto en un escándalo durante las últimas horas por el asesinato a golpes de Vicente Ferrer en una de sus sucursales, también se hizo un tiempito para poder asistir.
El famoso círculo rojo comienza a acostumbrarse a la idea de Alberto presidente y desfila para escuchar al Fernández moderado, mientras destaca su “racionalidad” y su discurso “antigrieta”. Por estas horas son decenas los que siguen el camino de Marcos Galperín, el CEO de Mercado Libre, quién rápidamente hizo el duelo frente a la derrota del macrismo y fue corriendo a reunirse con quien será su sucesor.

Bailando al compás de Clarín

Desde que Alberto Fernández fue elegido como candidato, el mensaje hacia la gran corporación mediática tuvo un contraste muy grande con el enfrentamiento público que mantuvieron durante los últimos años de la presidencia de Cristina Fernández de Kirchner. El mismo 18 de mayo, cuando la candidatura del exjefe de Gabinete fue anunciada, Máximo Kirchner llamaba a “no dejar más afuera a los grandes medios de comunicación”. Un día después, el mismo Alberto Fernández aseguraba: “Se terminó la guerra con Clarín, confío en ir limando asperezas”.
La postal que este jueves pudo verse en el Malba fue mucho más que un encuentro para limar asperezas. La actitud conciliadora y la búsqueda de aprobación de Fernández frente a buena parte de los dueños de la Argentina, anticipa quienes serán los que impondrán condiciones en su futuro gobierno.
Entre sus declaraciones más relevantes, sin duda se encuentra la definición acerca de qué hacer frente a la crisis de deuda que atraviesa el país. “El fantasma del default, alentado por el Gobierno, es un error. Nosotros no estamos pensando en un default. Lo que tiene que ver Argentina es cómo conseguir los dólares para pagar esta deuda, eso es lo más importante" aseguró Fernández. Y completó: "Nadie puede plantear seriamente una quita, porque es una deuda contraída hace dos años por un gobierno democrático. Esta deuda contraída por Macri hay que pagarla sin quita". Música para los oídos del gran capital y los especuladores, que escuchaban entusiasmados el compromiso público del futuro presidente que ni siquiera propone investigar o auditar una deuda que fue destinada a financiar la fuga de capitales y que deja una grave crisis económica, con millones de nuevas personas sumergidas en la pobreza.
El “balance” de Clarín sobre el encuentro es altamente positivo. No sólo puede rastrearse en las páginas dedicadas a la cobertura del seminario, sino también en las líneas escritas por Ricardo Kirschbaum, uno de los editores del diario. En su artículo titulado Excepción que debiera ser la regla , Kirschbaum sostiene: “El ganador de las PASO aceptó la invitación, sin especular si le convenía o no asistir, y se prestó al reportaje público en un ciclo organizado por un diario y un grupo que ha sido estigmatizado y combatido durante la gestión de su actual compañera de fórmula. Fue un gesto de Fernández que hay que destacar mucho y que está en sintonía con las promesas que hizo enfáticamente: si llega a la Casa Rosada, no volverán a repetirse conductas agresivas con medios y periodistas. Esperamos que esas promesas se cumplan”. Una especie de advertencia pública de parte de quienes sienten que es el momento para marcar la cancha e imponer condiciones frente a un candidato que busca congraciarse con los poderosos en cada oportunidad que ha tenido para hacerlo.

La transición y la figura de Henrique Cardoso

Hace mucho tiempo ya que la transición presidencial brasilera ocurrida en el año 2002 entre el derechista Fernando Henrique Cardoso y Luiz Inácio Lula Da Silva es presentada como un modelo a seguir. Pese a las diferencias entre ambos, siempre se destacó que la misma fue “un ejemplo al mundo”, como incluso llegó a definirla el propio Lula Da Silva años más tarde. La misma es reivindicada por los partidos tradicionales como un acto realizado para “fortalecer a las instituciones” que, en medio de una importante crisis económica y devaluación del real, buscaban escapar a toda costa del fantasma de diciembre del 2001 que venía desde Argentina. Para la burguesía brasileña, aquella transición comandada por Cardoso fue una necesidad, y es por eso que su ejemplo es tan reivindicado en cada oportunidad que se presenta.
La presencia del derechista Henrique Cardoso en el seminario de Democracia y Desarrollo de Clarín, no es más que la legitimación de la figura que supo dirigir aquella transición en el vecino país y garantizar la gobernabilidad en un contexto crítico a nivel regional. Reivindicación que, en el contexto de crisis actual que atraviesa Argentina, no es más que un llamado a fortalecer aún más el pacto de gobernabilidad que ya existe de hecho entre Macri y Alberto Fernández, y garantizar una transición ordenada.
Para despejar cualquier duda al respecto, Fernández pidió “terminar con la idea de que las transiciones son difíciles” y “sacarle todo componente dramático al traspaso”. Henrique Cardoso fortaleció esa idea cuando destacó que “el ejercicio de la presidencia requiere poner al margen la visión partidista” e insistió con la figura del presidente como “moderador” que debe “escuchar al otro”.
El resultado de las PASO dejó en claro que la salida de Macri ya está en marcha y que Alberto Fernández ya se prepara para reemplazarlo. Pero en las actuales condiciones de la economía nacional e internacional, una transición ordenada como la propuesta es bailar al compás de los pactos de gobernabilidad que sólo garantizan más ajuste. Que la misma se discuta frente a los principales representantes de la burguesía nacional, con la presencia de Henrique Cardoso y bajo la batuta de Clarín, no hace más que confirmarlo.

Juan Manuel Astiazarán
@juanmastiazaran
Sábado 24 de agosto | 03:22