martes, 16 de abril de 2019

Notre Dame y el patrimonio histórico de la humanidad




El incendio en la catedral de Notre Dame ha despertado una gran consternación a nivel internacional. El edificio, que comenzó a construirse en el siglo XI, posee un enorme valor arquitectónico y atesora materiales de gran valor artístico e histórico.
El presidente francés, Emmanuel Macron, ha salido a postular una reconstrucción, pero muy probablemente ya es irrecuperable la pérdida de una parte de ese patrimonio. El incendio, que se habría producido accidentalmente en el marco de tareas de reparación, hizo que ardiera una estructura de madera de un techo conocido como “el bosque” y derribó una aguja de 93 metros de alto.
Las apelaciones de Macron a Notre Dame como símbolo de católicos y franceses apuntan a instrumentar la tragedia en función de propósitos políticos domésticos. Procura una falsa unidad cuando no se ha disipado el profundo cuestionamiento social contra su gobierno, que incluye las protestas aún vigentes de los “chalecos amarillos”.

Sin fondos

La catedral de Notre Dame es propiedad estatal, pero es usada por el clero para tareas de culto. Las tareas de reparación que debían emprenderse en el edificio en los últimos años eran particularmente costosas debido a las características del lugar, una factura que chocaba con la orientación ajustadora del gobierno francés. Macron nunca fue más allá de la creación de un fondo de reparación de monumentos históricos atado a la recaudación de la lotería.
Varios medios periodísticos describen un cuadro de semi-abandono de la catedral. Un artículo publicado en el semanario francés Le Point, publicado en abril de 2018 y titulado “Orad por Notre Dame”, describía “un cementerio de gárgolas, de quimeras y de trozos de pináculos, amontonados en desorden detrás de la fachada este”. Aludía a la caída de una gárgola al lado de un turista y al mal estado de los techos. Un vocero de Amigos de Notre Dame lo resumía así: “una fachada guapa y detrás una ruina” (La Vanguardia, 16/4). Otros medios refieren al incendio de otras iglesias que también habían pasado a partir de 1905 a la órbita estatal.
La contracara de la desidia estatal en materia de financiamiento y preservación es la aparición de inversores privados que buscan someter la restauración a sus condiciones. El cuadro de desfinanciamiento –se estimaban en 100 millones de euros los necesarios para reparar Notre Dame- empujó a un arzobispo a buscar donaciones y financiamiento empresario. En este tipo de obras, “dada la escasez de recursos y la urgencia de algunas reparaciones, se utiliza el dinero a modo de parches temporales que pueden erosionar el patrimonio final y causar trastornos estructurales o de rigor arquitectónico en el futuro” (Magnet, 16/4). Este mismo artículo cita declaraciones del principal arquitecto a cargo de la renovación de la catedral, en las que afirma que varias gárgolas, que funcionaban como evacuadoras del agua de lluvia, habían caído y habían sido reemplazadas por tuberías de PVC.
El llamado de Macron a una reconstrucción, tras el incendio, amenaza con un nuevo negociado. Ya se anotaron como potenciales donantes grandes compañías como L’Oreal y la petrolera Total. La reconstrucción de Notre Dame debería quedar en manos del Estado en función de su preservación como pieza histórica, impidiendo todo negociado o usufructo clerical.

Patrimonio cultural

Es necesario establecer una distinción entre la catedral como monumento histórico de su función social oscurantista. Muchas veces en la historia, la furia de las masas se ha dirigido contra símbolos del poder eclesiástico. Ocurrió durante la Revolución Francesa y durante la Comuna de París. Los socialistas han combinado el apoyo firme a estas manifestaciones de rebelión con un llamado a valerse del acervo cultural previo como un escalón hacia una nueva sociedad. León Trotsky dijo en 1926 que “el arte de los siglos pasados ha hecho al hombre más complejo y flexible, ha elevado su mentalidad a un grado superior y le ha enriquecido en todos los órdenes. Este enriquecimiento constituye una preciosa conquista cultural. El conocimiento del arte del pasado es, por tanto, una condición necesaria tanto para la creación de nuevas obras artísticas como para la construcción de una nueva sociedad, ya que lo que necesita el comunismo son personas de mente muy desarrollada" (Cultura y socialismo).
Lo que ha puesto de relieve el incendio en Notre Dame es la fragilidad del patrimonio cultural histórico de la humanidad en las condiciones de declinación capitalista. El año pasado, con menor repercusión, se había producido también el incendio del Museo Nacional de Río de Janeiro, que causó pérdidas muy valiosas y acrecentó la furia contra el ajuste de Temer (en el año del siniestro, el lugar había sufrido un recorte presupuestario del orden del 15%). En 2003, hubo saqueos y un incendio en la Biblioteca Nacional de Bagdad bajo la impertérrita mirada de las tropas invasoras yanquis, que ponían su empeño en el control de los pozos petroleros.
La preservación del patrimonio histórico de la humanidad es una tarea de la clase obrera.

Prensa Obrera

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