sábado, 20 de abril de 2019
El futuro del capitalismo europeo, ¿hacia un escenario “a la japonesa”?
Tipos de interés cercanos a cero y un euro muy barato. Y tampoco así. Las perspectivas para la dinámica del capitalismo europeo apuntan a una ralentización en el crecimiento, cuyo reflejo sobre las variables económicas de diversos países comienzan a ser ya evidentes. ¿Comienza Europa a refractarse cada vez más en el espectro de la economía nipona?
JP Morgan tenía razón. El Banco Central Europeo (BCE), pospondrá la tan anunciada subida de tipos, al menos, hasta finales de año. Esto supone un cambio con respecto a las antiguas previsiones, que apuntaban al verano de 2019 como la fecha señalada para ello.
¿Qué pasa, pues, por la cabeza de Mario Draghi? -“En una habitación oscura te mueves con pasos pequeños. No corres, pero te mueves”-, explicaba de forma críptica, hace pocas semanas, el presidente del BCE. Lo equivale a reconocer, explícitamente, que la táctica que guía el organismo que dirige no es, ni más ni menos, más que una huida hacia adelante; algo así como una patada a los problemas del hoy apelando a la benevolencia de un mañana cada vez más sombrío.
En realidad, el comportamiento de los burócratas de Bruselas y toda la política monetaria orquestada desde BCE viene a reconocer de nuevo la inminente realidad material que el capitalismo europeo afronta, a saber: un escenario de fuerte desaceleración y tendencia al estancamiento.
Porque, además de los problemas de orden superestructural que amenazan al capitalismo europeo, tales como el Brexit o la guerra comercial EEUU-China-Europa, esta última tiene sus propios males. El frenazo en la industria del motor, que golpea con particular dureza a la locomotora alemana e Italia, que ya ha entrado en recesión técnica, son expresión de ello. Recordemos que fue el mismo BCE el que viene de recortar seis décimas el crecimiento del PIB para 2019 de la Eurozona, hasta el 1,1%, y una décima el de 2020, al 1,6%.
Un intento de insuflar vida a un zombie
Así las cosas, los tipos no se van a modificar. La referencia general sigue en el mínimo histórico del 0%; se continuará cobrando a los bancos un 0,4% por guardar el dinero; y se les prestará a un día al 0,25%. El otro flanco de defensa del BCE serán las inyecciones de liquidez, que se prepara para lanzar en septiembre una nueva ronda de su programa de préstamos a largo plazo, conocido como TLTRO, que promete prolongarse hasta marzo de 2021.
El sentido económico de estas operaciones consiste en intentar seguir alimentando el acceso al crédito por parte de familias y empresas de cara a favorecer consumo e inversión. O sea, crédito barato y tipos artificialmente bajos para seguir dopando a la economía europea. La receta que en principio se presentaba como temporal, ya hace tiempo que ha pasado a considerase “estructural”. No importa que oficialmente los programas de compra de deuda se hayan terminado: continúan las líneas de liquidez barata y la reinversión permanente en bonos y acciones.
En resumen: un ejemplo de receta contracíclica keynesiana, por el lado de la política monetaria. ¿Hasta qué punto son capaces las políticas de demanda para sortear el ciclo? En realidad, sólo es más leña al fuego y prepara una caída aún más dura.
Así lo señalábamos en un artículo anterior: “Este proceso de liquidez barata e hiperendeudamiento llega a su cénit en el punto álgido del ciclo económico y, finalmente, colapsa en el momento en que se ’descubre’ la descoordinación latente entre los stocks de capital levantados a golpe de bajos tipos y las necesidades de mercado de ahorradores y consumidores. Todo el castillo de naipes colapsa y llegamos a la fase descendente del ciclo; fase que el propio modus operandi del capitalismo se encargar de resolver destruyendo mercancías, despidiendo fuerza de trabajo que pasará a engrosar el ’ejército industrial de reserva’, parálisis del crédito y, en definitiva, destrucción de fuerzas productivas en general. (…)
Tras años de distorsiones del sistema de precios favorecidas por la ingente cantidad de crédito barato inyectada por los Bancos Centrales, la lógica del proceso de acumulación capitalista se impone, haciendo estallar las empresas burbujísticas e iniciando un ciclo descendente. Así, se cierra la fase alcista del ciclo y la economía capitalista rueda hacia la crisis.”
Y tal es la perspectiva que se abre ahora para la economía europea, en general. Pero responder así no agota aún la cuestión. Intentemos ir un poco más lejos. ¿Se puede especular acerca de la fisonomía concreta que adoptará este proceso durante el próximo período?
El fantasma japonés
Pensemos en un situación material que combina elementos tales como el bajo crecimiento, la baja inflación, niveles de deuda desorbitados, una productividad baja o cayendo y un comportamiento demográfico que empuja al alza el gasto asistencial y, por tanto, déficits presupuestarios galopantes… ¿Cuál es primer país que nos viene a la mente? Es la imagen, por antonomasia, del Japón de las últimas décadas. Y sin embargo, la Europa actual tiende cada día más encajar en la anterior descripción.
Recordemos que, además, las balas en la recámara se agotan. Una situación que los estrategas del capital temen y para la cual no están preparados. Por eso, un escenario como este, de “estancamiento secular”, inevitablemente vendría acompañado de nuevos y más duros golpes, directos o indirectos, al nivel de vida de las masas.
Sea como fuere, bien mediante nuevas tandas de “ajustes” y recortes del gasto público, bien a través de la propia dinámica del ciclo, de destrucción de fuerzas productivas y mayor peso del “ejército industrial de reserva”, nuevos ataques a la situación material de la inmensa mayoría están a la vuelta de la esquina.
La respuesta del movimiento de masas, a cuya vanguardia europea se hallan los llamados “chalecos amarillos” franceses, inevitablemente volverá a situar la hipótesis de un enfrentamiento abierto entre las clases en el centro, agudizando y profundizando la situación de crisis orgánica que vive el capitalismo continental. Armarse con las lecciones estratégicas y programáticas del último período es una tarea vital para los revolucionarios, en aras de superar a las actuales direcciones burocráticas del movimiento de masas, unificar a las filas de oprimidos y explotados para repeler la ofensiva del capital y poder abrir la senda de un desenlace revolucionario en el Viejo Continente.
Alberto Fernández
Vigo
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