sábado, 5 de enero de 2019
Brasil: un gobierno golpista
En la ceremonia de juramento del nuevo ministro de Defensa de Brasil, el presidente Bolsonaro improvisó unas palabras imperdibles. Con todo desparpajo “agradeció”, de acuerdo a la corresponsal de Clarín (3/1), “al comandante en jefe del Ejército”, que debe pasar a retiro. Le dijo, ni más ni menos, que “usted señor es uno de los responsables por el hecho de que yo haya llegado a la presidencia”. Al resto de esos responsables los hemos mencionado en más de una ocasión en Prensa Obrera, y se trata del grupo de militares retirados que se reunía en forma periódica en el subsuelo del Hotel Brasilia, en Sao Paulo, bajo la supervisión del alto mando. Bolsonaro tomó de todos modos la precaución de asegurarle al general Eduardo Vilas Boas, que “lo que ya conversamos morirá entre nosotros”, en una exhibición pública de conspiración política. Queda otra vez en evidencia que el juicio político a Dilma Roussef no fue un golpe parlamentario, sino un golpe militar resueltamente apoyado por el capital financiero nacional e internacional. La implicancia de los dichos de Bolsonaro va más allá, sin embargo, porque adjudica su legitimidad política, no a los 55 millones de votos que obtuvo en la segunda vuelta, sino al apoyo que recibió de la cúpula de las fuerzas armadas.
La conclusión de que Bolsonaro preside un gobierno golpista, fue reforzada por él mismo en ese discurso cuando “Recordó”, dice la cronista, “que los militares ‘siempre refutaron la idea de la sociedad civil’”, para agregar que “somos una única sociedad indivisible”. Esta alucinación, propia del corporatismo y del fascismo, confronta con trescientos años de filosofía occidental, que construyó la doctrina de la democracia y el parlamentarismo sobre esa distinción de la sociedad civil – que no es sino la cobertura ideológica burguesa de las relaciones de explotación capitalista. Más allá de su genética golpista, Bolsonaro pone en evidencia su hostilidad de principios al parlamentarismo, que es la representación hipotética de la sociedad civil. La corresponsal advirtió algo de lo que estaba ocurriendo, cuando finaliza su despacho destacando que Bolsonaro “luego suavizó la idea al decir que junto a los demás poderes, Legislativo y Judicial, haremos un Brasil grande”.
El Congreso de Brasil ha sido puesto sobre aviso. El partido de Bolsonaro tiene menos del 10% de la representación legislativa y un número reducido de gobernadores. El parlamento, cruzado por intereses diversos y enfrentados, es un escenario conflictivo para la sanción rápida o incluso urgente de leyes, en especial aquellas que suscitarán una fuerte conflictividad, como las privatizaciones y la abolición de la previsión social pública. Son numerosos los observadores que han señalado el conflicto que traerá aparejada esta situación. Bolsonaro no podrá repetir con facilidad la llamada “presidencia de coalición” que ejerció Lula en sus mandatos, con los partidos patronales, o la ‘coalición a la carta’ que practicó Macri con el peronismo y la burocracia sindical hasta hoy mismo. En Brasil ha emergido un potencial Fujimori, que en su momento de furor se sintió más cómodo suprimiendo a tiros a la ‘sociedad civil’ con la consecuente clausura del Congreso de Perú.
Aviso para navegantes.
Jorge Altamira
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