miércoles, 26 de diciembre de 2018
La Navidad de Mark: Facebook en caída libre
Toda la prensa indica que este es, por lejos, el peor año para la corporación que formara Mark Zuckerberg, el joven programador de Harvard, hoy uno de los multimillonarios que suele disputar los primeros puestos entre los afortunados de Forbes. Su red social perdió el 40,6% de su valor en la Bolsa. Las acciones que, en julio, estaban en los u$s 218,62, en noviembre caían a u$s 126 (iProfesional, 23/11)).
Es cierto que el derrumbe afectó severamente a todas las FAANG (Facebook, Amazon, Apple, Netflix y Google). La crisis económica mundial –en particular la guerra comercial entre Estados Unidos y China, que además están embarcados en una carrera tecnológica– y la crisis política –una de cuyas manifestaciones son los juicios que acumula Donald Trump cuando apenas va por la mitad de su mandato– forman parte del cuadro de factores que amenazan con llevarse puestos a los hasta hace poco exitosos gigantes del mundo digital que ahora muestran signos de derrumbe. Amazon, por caso, fue la que más perdió en términos absolutos: u$s280.000 millones, en momentos en que, contra aquellos que vaticinaban el fin del trabajo, arrecian las huelgas en Alemania (La Vanguardia, 17/12) y en España donde los sindicatos de Amazon convocaron huelgas a lo largo de diciembre y hasta los primeros días de enero por aumento de salarios y contra los convenios precarizadores que la empresa de Jeff Bezos pretende imponer en los centros de logística (Economía digital, 6/12)
Sin embargo, la caída de Facebook ha sido la más ruinosa y ruidosa desde el escándalo de Cambridge Analytic. Como se recordará, en marzo de este año se denunció una operación por la cual la consultora, dedicada al marketing electoral global, había obtenido el perfil de entre 50 y 80 millones de usuarios –se calcula un 15% de la población estadounidense– a quienes se los manipuló psicológicamente a través de las redes para favorecer la candidatura de Trump o para desalentar la participación en las elecciones (se ha denunciado que la campaña se había focalizado en los votantes afroamericanos). Cambridge Analytic quebró (aunque se reconvirtió bajo el nombre de Emerdata Ltd) y Facebook no pudo despuntar desde entonces. Recientemente se sumó otra denuncia: “El Parlamento británico dice tener correos electrónicos que explican cómo desde Rusia se recopilaron en 2013 datos personales de Facebook con un sistema similar al que usó Cambridge Analytica” (El País, 1/12). Todo puede ser peor, entonces.
Según los datos publicados por StatCounter GlobalStats, que mide la cuota de mercado de las redes sociales por plataforma, solo en los Estados Unidos, Facebook cayó del 78,1% en febrero al 64.27% en marzo (cuando estallan las denuncias), al 51% en junio para terminar recuperándose a fin de año pero al 61%. Las tendencias a la baja, aunque menos pronunciadas, se registran en otros lugares del mundo.
Los números parecen consistentes con las opiniones que recogen los medios en torno a la gran crisis de Facebook. El escándalo Cambridge Analytic fue “una especie de gota que colmó el vaso, pero también la llave que abrió la caja de los truenos” (PuroMarketing, 23/11).
La amigable red social que nos auguraba un mundo transparente, participativo y democrático terminó por desnudar, a su pesar, el bajofondo de la sottopolitica: compraventa de datos y perfiles personales para el uso de la industria publicitaria, realización de campañas políticas para manipular las orientaciones de vastas audiencias y electores, intervención creciente de compañías globales de información y de agencias de inteligencia de los países imperialistas.
De nada valen los intentos por evitar la caída. Zuckerberg ha contratado a Definers, una empresa de relaciones públicas, para contrarrestar las críticas de competidores y activistas, pero sin el menor resultado. Lo que se hizo transparente es la naturaleza mafiosa de las democracias occidentales. Este hecho no desmiente las posibilidades de las tecnologías de información y comunicación para usos emancipadores. Más bien, revela que tales posibilidades están clausuradas por las relaciones capitalistas en las que están inscriptas.
Santiago Gándara
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