sábado, 8 de diciembre de 2018
70 años de “Ladrones de Bicicletas”
Una obra cumbre del neorrealismo italiano.
En estos días se cumplen 70 años del estreno en Italia de la película Ladrones de Bicicletas, dirigida por Vittorio De Sica y escrita por Cesare Zavattini -una dupla de director y guionista que venían de filmar El lustrabotas en 1946 y que repetirían su colaboración en Milagro en Milán, la extraordinaria Umberto D, El techo y Dos mujeres, entre otras.
Ladrones de bicicletas es la historia de un hombre que quiere conseguir trabajo, en el contexto de una Italia devastada tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, donde la miseria y la desocupación están a la orden del día. Lamberto Maggiorani (un actor no profesional, obrero fabril) interpreta a Ricci, un hombre que hace cola desesperadamente para encontrar empleo. Al fin lo encuentra, pero necesita una bicicleta. “Tengo una bicicleta” grita; pero no la tiene: está empeñada. Su esposa le da sus sábanas para cambiarlas con el prestamista por la bicicleta. Cuando se las entrega, vemos un hombre que sube por unas escaleras donde ya hay un montón de sábanas: no es el drama de uno solo, es el drama de muchos. La bicicleta permite a Ricci trabajar pegando posters de películas de Hollywood. Por la tarde un hombre (que quizá también necesita empleo) le roba su bicicleta. Ricci y su hijo Bruno comienzan a buscarla por la jungla de Roma. La policía no ayuda. Por tremenda casualidad encuentran al ladrón, pero no pueden recuperarla. Sobre el final Ricci se ve tentado, en su desesperación por conservar el empleo, a robar él mismo una bicicleta. El film tiene sobre el espectador un impacto emocional contundente; es un gran mérito del director que rápidamente nos involucra con la historia.
De Sica y Zavattini recopilaron información para realizar la película de la Italia real, de sus calles y su gente. Pertenecían a un movimiento cinematográfico, el neorrealismo, que nació en las entrañas del régimen fascista de Mussolini y la ocupación nazi de Italia. Un grupo de antifascistas interesados por el cine fundan la revista Cinema. En ella escriben Giussepe De Santis, que más adelante filmara Arroz Amargo (1949), el periodista Cesare Zavattini y Luchino Visconti. Reaccionaron contra el cine de propaganda y espectacularidad promulgado por Mussolini, que impulsó la construcción de los estudios Cinecittà. Proponían un cine que no buscara la belleza, sino la realidad. Fue un cine urgente, que quería visibilizar la lucha contra el fascismo, la resistencia a la ocupación nazi y las penurias económicas de la guerra y la posguerra inmediata. El prestigioso crítico de cine francés André Bazin lo llamó un cine “apegado a la actualidad”. Rodaban en las calles, con la utilización de actores profesionales y no profesionales.
Muchos proyectos neorrealistas pudieron fructificar por el apoyo económico de asociaciones antifascistas o partidos políticos. Así, Il sole sorge ancora (1946) de Aldo Vergano fue financiada por la Asociación Nacional de Partisanos Italianos y la Tierra trema de Visconti, del año 1948 y parte de una trilogía inconclusa, por el Partido Comunista italiano.
En 1943 Visconti filmó Obsesión, un film inspirado en la novela El cartero llama dos veces de J. Cain, que mostró un sórdido romance entre personas de condición social baja. Mostrar pobreza en Italia en una película en tiempos de Mussolini le costó a Visconti la cárcel. Muchos la consideran la película fundacional del neorrealismo italiano. En 1945 Roberto Rosselini, junto a Visconti y De Sica -los tres grandes del neorrealismo- filma Roma, ciudad abierta: Si bien es una ficción funciona como documental al mostrar las calles devastadas de Roma, donde fue rodada sin autorización ni capital. Lo mismo va suceder con su película Alemania año O, filmada en una Berlín también destruida. Roma… tuvo un gran éxito internacional e impuso el neorrealismo en el mundo entero.
El neorrealismo italiano reemplazó las películas épicas y las comedias de teléfono blanco, películas funcionales al fascismo, por películas donde ingresaba la realidad de Italia. Sus calles, las masas populares y sus problemas, sus fiestas, sus dramas -en fin, la vida cotidiana. Fue un movimiento consciente y acotado, pero tremendamente influyente hasta nuestros días. Sus huellas se pueden ver en films como Los olvidados de Buñuel (1950), Pizza, birra y faso, de Caetano (1997), Los niños del cielo, de Majij Majidi (1997) o Naturaleza muerta de Jia Zhang Ke (2006), por nombrar algunas de tantas.
Alejandro Sánchez Moreno
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