sábado, 1 de diciembre de 2018
Francia, un polvorín
Macron acorralado por nuevas protestas contra la suba de los combustibles
El sábado 24 de noviembre, la famosa avenida de los Campos Elíseos, la “más bella del mundo”, se convirtió en el principal escenario de una nueva movilización de los “Chalecos Amarillos”. El llamado “Segundo Acto” adquirió una radicalización inusitada. “La batalla campal en los Campos Elíseos tuvo un carácter espectacular, con pocos precedentes, en las últimas décadas” (ABC, 24/11).
Michel Delpuech, jefe de la policía, había prohibido cualquier tipo de manifestación en la zona del Palacio de Elísea, la plaza de la Concorde, la Asamblea Nacional y el Hotel Matignon. Pero esto no impidió que se realice la movilización. Según datos del Ministerio del Interior, unas 8 mil personas manifestaron en el centro de París, y unas 106.000 lo hicieron en 1600 puntos de Francia. Aunque importantes, estos guarismos están por debajo de las extraordinarias movilizaciones anteriores.
El principal reclamo de los Chalecos Amarillos, que expresa el malestar en sectores medios y bajos de la Francia del interior y suburbana, es contra la suba en los combustibles. "Macron, dimisión", "Macron, lárgate", fueron algunas de las consignas que se vieron en los carteles. El objetivo de los manifestantes fue acercarse lo más posible al Palacio del Elíseo, residencia del presidente, cuya popularidad cayó al 25%, la más baja desde que asumió. Esto fue lo que produjo la represión policial, que contó con unos 3 mil efectivos e incluyó gases lacrimógenos, carros hidrantes y la utilización de granadas.
A los chalecos amarillos se les sumaron los casseurs (rufianes), un grupo de los suburbios de Francia y los Black Block, que con técnicas de guerrilla urbana, enfrentaron durante horas la represión que se extendió hacia la noche. Un grupo de chalecos amarillos se dirigieron hacia el Congreso con un tractor y tiraron una “lluvia de estiércol” en la puerta, para mostrar el rechazo a dicha institución. La jornada terminó con más de 250 heridos y decenas de detenidos. Un grupo de trabajadores ferroviarios se sumaron a la protesta y marcharon juntos por la famosa Champs Élysées, al grito de “todos a la huelga”.
Frente a las protestas, el Senado aprobó por mayoría eliminar uno de los impuestos al combustible para el año entrante.
Heterogeneidad
El movimiento tiene características heterogéneas y contradictorias. Según El País (25/11) en la movilización se mezclaron votantes de Jean-Luc Mélenchon (Francia Insumisa) con votantes de Marine Le Pen, presidenta de Reagrupamiento Nacional. También Laurent Wauquiez, líder de Los Republicanos, intenta capitalizar el descontento.
Luego de la marcha, el ministro del Interior francés, Christophe Castaner, acusó a Marine Le Pen de ser responsable de promover las acciones de violencia callejera y trató a los manifestantes de “sediciosos de ultraderecha”.
Centrales obreras
El argumento de la presencia de elementos derechistas también ha sido usado por la burocracia sindical para darle la espalda a las protestas. El dirigente de la CFDT, Laurent Berger, calificó el movimiento como “totalitario”. En el caso de la dirección de la CGT, ha despegado sus acciones para que no empalmen con las protestas de los Chalecos, convocando para el 1 de diciembre a manifestaciones por el aumento del salario mínimo y contra la precarización laboral, entre otros puntos, en el marco del reinicio de las negociaciones salariales.
Aun así, sintomáticamente, además del grupo de trabajadores ferroviarios señalados anteriormente, también un grupo de 150 obreros de la refinería en huelga de La Mede se unieron a las protestas. También expresaron su adhesión la CGT de la Metalurgia, Sud-Industria, y FO-Transporte. Es indispensable la convocatoria a asambleas y plenarios de delegados para votar un programa de salida y llamar a los trabajadores a intervenir con sus métodos: la huelga, las ocupaciones de fábrica y los piquetes. Será el mejor antídoto para que el movimiento no sea capitalizado por la derecha reaccionaria y para golpear la política de ajuste y grandes beneficios al gran capital de Macron.
Mariano Hermida
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