lunes, 12 de octubre de 2020

EE.UU.: fuerzas de choque, la policía militarizada y “mandato divino”

En medio de la mayor rebelión anti racial de medio siglo en EE.UU. por el asesinato policial de George Floyd a fines de mayo pasado, su asesino acaba de ser liberado con el pago de una fianza de un millón de dólares, que obviamente no puso el agente de su bolsillo. La gobernación demócrata de Minnesota salió responder a esta decisión de impunidad, con el pedido de reforzar la “seguridad pública” del estado con tropas federales ante la eventualidad de movilizaciones de repudio. De otro lado, un agente del FBI acaba de filtrar un plan de bandas supremacistas de Michigan para asesinar a la gobernadora demócrata del estado, una funcionaria largamente enfrentada a Trump. Trump había azuzado a esos grupos derechistas (“Liberen Michigan” twiteó en abril y mayo pasado), instigando el asalto armado de la legislatura estadual. Han sido detenidos ahora once miembros de la banda Wolverine Watchmen (Vigilantes Lobeznos) acusados por la fiscalía del estado de “instigar una guerra civil”. Se ha probado que habían vigilado la residencia de la gobernadora y hasta ensayado con artefactos explosivos. 
 “Super Trump”, por su parte, agradeció “a Dios” (sic) haberse contagiado el Covid-19, cuando EE.UU. encabeza desde marzo pasado todos los rankings, a nivel mundial, de contagios y muertes por la pandemia, y “cuando al menos 34 funcionarios de la Casa Blanca y aliados políticos del presidente que tuvieron contacto con el gobierno trumpista fueron infectados por el coranavirus” y “las sospechas de que el mandatario lo contrajo antes de lo que se cree y (cuando) aún no ha sido dado de alta por su equipo médico” (La Nación, 9/10). 
 Al comienzo del brote de coronavirus, “Donald Trump estaba alegre por el virus cuando, golpeó desproporcionadamente a sus enemigos políticos: los estados de color azul profundo de Nueva York, Washington y California; a las personas negras y latinas de todo el país; a los inmigrantes de África y América Central que trabajan duro en las plantas empacadoras de carne infectadas” —recuerda Samuel G. Freedman, profesor de periodismo en la Universidad de Columbia— “ahora que la plaga ha golpeado a Trump, a su esposa, a su secretaria de prensa, a su director de campaña, al presidente de su partido, a su susurrador de odio Stephen Miller, y a imbéciles políticos como Chris Christie, por citar solo una lista abreviada. Sin inmutarse, el presidente Trump reformuló una pandemia letal como una ´bendición´ divina” (Haaretz, 9/10). “Con un presidente tan ansioso por ver señales providenciales y maravillas en su mal manejo de la pandemia, entonces, usando la Biblia como guía”, —se pregunta Freedman— ¿”el destino de Trump y sus seguidores de culto es marchar, sin máscara, hasta las aguas turbulentas de un Mar Rojo electoral el 3 de noviembre”? 

 Norberto Malaj 
 09/10/2020

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