martes, 3 de septiembre de 2019

La vuelta del cepo y el fracaso del macrismo




Es difícil buscar una expresión más contundente del fracaso de la experiencia del macrismo en el gobierno que el restablecimiento del cepo cambiario. Macri ha tenido que recurrir a la vuelta de la medida dispuesta por Cristina Kirchner -que la llevó a chocar con gran parte de la clase capitalista- luego de que su gobierno constituyera la tentativa de salir adelante bajo la bandera de la libre movilidad de los capitales y la vuelta a los mercados internacionales de deuda. La devaluación, consecuencia inevitable de la eliminación del cepo, era presentada como la vía de salida al empantanamiento económico, no solo por el líder del PRO sino también por Scioli y Massa, los otros presidenciables.
Ahora, justamente para contener la cotización de la moneda estadounidense, el gobierno de Macri ha dispuesto un límite a la compra de dólares y a la transferencia de fondos al exterior (de u$s10.000), el impedimento a las empresas de comprar dólares para atesorar y la obligación de las exportadoras de liquidar las divisas. Sumados al control del Banco Central sobre el giro de las utilidades de los bancos al exterior y al llamado reperfilamiento de la deuda de corto plazo, apuntan a preservar todos los billetes verdes para contener la corrida contra el peso, lo cual en gran medida implica que estén disponibles los recursos para hacer frente a la demanda de los ahorristas y evitar un corralito.
El decreto dominical no ha despertado muchas esperanzas, pero sí sobradas inquietudes. Es que este cepo no ataca el principal foco sensible: la fuga de los depósitos en dólares, que se aproximó en agosto a los u$s4.000 millones (mientras la compra de divisas no superó los u$s1.500 millones) y en el debut de la medida sumó otros u$s953 millones. Lo inocuo de la resolución presidencial tiene a su vez expresión en la vuelta del protagonismo del dólar paralelo o ‘blue’, que durante la jornada del lunes (de baja intensidad por ser feriado en Wall Street) registró en algunas cuevas una cotización un 10% superior a la del Banco Nación ($64 contra $58). El dólar ‘contado con liquidación’ (la compra de bonos o acciones en el mercado local, para luego transferirlos a una cuenta en el exterior y venderlos allí para obtener dólares) aparece restringido para los bancos, pero no para las empresas, que por esa vía podrán birlar la disposición. El gobierno no detiene la fuga de capitales, sino que guarda los dólares para financiarla.
Este manotazo llega luego de un feroz despilfarro de las reservas internacionales del BCRA, cuya caída superó en agosto los u$s14.000 millones. Mientras tanto siguió la disparada de la tasa de interés de las Leliqs, pero a pesar de llegar al 85% no sirvió para evitar que se vuelquen $200.000 millones de pesos a la circulación entre jueves y viernes. El fantasma de la hiperinflación asoma a la vuelta de la equina, apoyado en una bomba de tiempo que -valuada en $1,3 billones- equivale a toda la base monetaria en circulación. Estas tasas por la nubes lo que sí han logrado es infartar la economía, como se ve en que el crédito privado cayó un 40% real el último año.
La disposición es una muestra del precario impacto del reperfilamiento, cuyo objetivo era liberar los dólares para frenar la devaluación. Ese default de la deuda de corto plazo no aportó soluciones, pero sí anticipa serios conflictos, ya que esos bonos rinden hoy un usurario 40% anual en dólares. ¿Cuánto deberán rendir para que sean aceptados por sus tenedores? Por lo pronto la medida ya se vuelve un bumerang, porque una serie de gobernadores ha salido a reclamar un reperfilamiento de sus deudas con la Nación para poder hacer frente a sus enormes deudas en dólares, y que los bonos en su poder sean pagados en tiempo como si fueran personas físicas. En medio de estos interrogantes el gobierno retrasó el envío del proyecto de ley y suspendió la visita de Lacunza al Congreso, esperando poder arribar a un acuerdo previo con el peronismo.

Fracaso Monetario Internacional

El FMI sigue la crisis con atención, pero más notoriamente con distancia. Según trascendió, los representantes de Italia, Suecia y Holanda se oponen a que el Fondo gire los u$s5.420 millones del siguiente desembolso, porque el macrismo incumplió el acuerdo en toda la línea. Si bien en el gobierno aún guardan expectativas en que la mano de Trump destrabe la negociación, es innegable que el stand by ha concluido en el mayor de los fracasos.
Cuando Macri anunció en mayo del año pasado que había solicitado una línea de crédito del FMI, alegó que lo hacía con el fin de "evitar otra crisis como las que hemos enfrentado antes en nuestra historia". Las alarmas se habían encendido luego de que ni la venta de u$s5.000 millones de las reservas en una semana, ni la suba de la tasa de las Lebacs al 40%, lograran detener la caída del peso. En pocos meses, se habían fugado del país u$s8.000 millones. La devaluación ya había colocado en crisis la dolarización de las tarifas, obligando al entonces ministro Aranguren a renegociar con las petroleras. Era la expresión de la inviabilidad de toda la política económica.
Cuando el Fondo otorgó el préstamo encargó al gobierno recrudecer el ajuste fiscal, para eliminar el déficit. La corrida de agosto enterró las ilusiones en que el mega-crédito ayudara a la economía argentina a salir del laberinto. A partir de allí se endureció el compromiso de no emitir pesos y se reemplazó la bomba de la Lebacs por las Leliqs, sin lograr aminorar la suba de las tasas de interés ni la inflación. El nuevo fracaso fue definitivamente admitido en abril de este año, cuando habilitaron la posibilidad de vender dólares del Tesoro y de las reservas para contener la corrida en plena campaña electoral -atentando contra los propios estatutos del FMI. Esa flexibilización no detuvo la marcha del país hacia la quiebra, sino que la lubricó.

El dólar y el bolsillo de los trabajadores

El default de la deuda de corto plazo ya amenaza con generar una interrupción en la cadena de pagos porque (contrariando el discurso kirchnerista que contrapone capitales productivos y especulativos) son varias las empresas cuyos fondos eran puestos en esos bonos, que ofrecían ganancias inigualables. Sumado a la parálisis de crédito, el reperfilamiento tenderá a agravar la recesión industrial y el parate económico, con su secuela de nuevos despidos y suspensiones.
Pero los trabajadores sufren además la indexación de la economía a la moneda yanqui, un rasgo particular de la Argentina que se ha enfatizado durante el macrismo. La dolarización de las tarifas alimentó la inflación, la cual a su vez presiona por nuevas devaluaciones “competitivas” – o sea para licuar los costos en pesos de los capitalistas-, y eso llevó a nuevos tarifazos que siguen golpeando insoportablemente a los consumidores y agrava la caída de la industria. La eliminación y reducción de las retenciones y regalías por exportación también incide en todo esto, porque sin barreras arancelarias se tienden a equiparar los precios internos de alimentos y combustibles a los precios internacionales. Los funcionarios macristas quedaron sistemáticamente en ridículo al anunciar metas anuales de inflación que no sobrevivían al primer semestre de cada año (hay quienes afirman que los capitalistas perdieron la confianza en Macri luego de que relajara la meta de inflación de 2018… antes de que empezara el año). Al final del camino tenemos una brutal confiscación sobre los salarios y jubilaciones, que perdieron al menos un tercio de su poder adquisitivo, cientos de miles de nuevos desocupados y millones de nuevos pobres.
El desconcierto oficial demuestra el fracaso del rumbo económico que se trazó la gestión macrista, que había venido a rescatar a los capitalistas del derrumbe del régimen de emergencia montado por el kirchnerismo para rescatar la deuda defaulteada del 2001. Cuando Macri levantó el cepo y logró sellar el pacto para pagar a los fondos buitres (con los votos del peronismo a la Ley Griesa en el Congreso), auguraba una etapa de florecimiento de inversiones que haría llover dólares al país. Menos de cuatro años después, la vuelta el cepo -habiendo llevado la deuda al 110% del PBI y vaciado las reservas del país, declarando un default y al borde de una hiperinflación- es un balance inocultable de la debacle capitalista y de sus programas de salida a la crisis. La “vuelta a los mercados”, pregonada ya por Kicillof y Cristina, se estampó contra un mercado mundial dominado por la guerra comercial y las tendencias a la recesión global.
Álvarez Agis, uno de los economistas de Fernández, saludó el decreto presidencial y consideró que las medidas “fueron correctas porque buscan frenar la sangría de las reservas”. Es que, al igual que sucedió cuando el gobierno de CFK erigió el cepo cambiario, para el Frente de Todos los dólares deben cuidarse para pagar la deuda. Alberto Fernández se candidatea para rescatar a los acreedores de la quiebra argentina, pero se topará con los mismos límites que encontró Macri: la crisis capitalista mundial y la ofensiva imperialista, de un lado, y un movimiento obrero con reservas de lucha, del otro.

Iván Hirsch

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