lunes, 2 de septiembre de 2019

Final de juego para Macri




El Gobierno emitió un decreto en el que demuestra la quiebra de su proyecto político. Las oportunidades que anidan en la crisis: discutir y dar vuelta todo. Editorial de “El Círculo Rojo”, programa de La Izquierda Diario que se emite todos los domingos por Radio Con Vos, 89.9.

Hoy asistimos a un episodio más del fin de un ciclo. No el fin de un gobierno, de un partido, de un liderazgo inédito en la historia de nuestro país; sino el ocaso de un programa, o de una idea. El tercer o cuarto fracaso en el intento de modelar a la Argentina de acuerdo a los clásicos principios de un neoliberalismo salvaje. El país atendido por sus dueños que termina en una crisis catastrófica.
El Gobierno emitió un Decreto de Necesidad y Urgencia que reinstaló un control de cambios y un cepo particular (un “cepolito” le dijo algún especialista al portal La Política Online porque “combina ‘cepo’ y “corralito’”). Una medida firmada de apuro, un domingo, para intentar que el lunes la cosa no siga desmadrando y que la corrida cambiaria que está desangrando al Banco Central no se transforme en crisis bancaria que ponga en quiebra a toda la economía.
Podemos afirmar, sin falsa modestia, que estuvimos entre quienes alertamos que este proyecto terminaba así. Que la huida desesperada al pedido de auxilio al Fondo Monetario Internacional sellaba la suerte del país, que los programas del Fondo en todos los países del mundo siempre son “el plan perfecto que termina mal”.
También podríamos recordar que cuando se planteaba que había que decidir políticamente el no pago de una deuda ilegítima y la ruptura con el FMI era porque el default no era una opción entre otras, era un destino asegurado. Que la cuenten como quieran, pero el país está en default. El “reperfilamiento” se llama default y la “restricción” a la compra de divisas se llama cepo. Nos decían, los moderados de siempre, que el no pago era una locura, una aventura peligrosa que iba a provocar que se desaten sobre nuestras cabezas las siete plagas de Egipto. Y acá estamos, presenciando un naufragio que van a terminar pagando los mismos de siempre. O que ya están pagando las grandes mayorías.
Hay que tener en claro una cuestión: la crisis del gobierno, de su orientación política, de su delirante programa económico, se agravó porque hubo un pronunciamiento masivo contra las consecuencias de ese programa. Más allá de que se haya producido a través de una mediación política con la que uno no esté de acuerdo, es más, que no tiene ni las intenciones, ni las herramientas para cambiar de raíz esta situación. Eso no quiere decir que no haya que tener en cuenta la profundidad de esa manifestación política que tuvo lugar en las elecciones primarias.
Podríamos recordar también en este domingo histórico que Macri no trajo este barco hasta acá solito. Fue con la ayuda del periodismo amigo, de los que le votaron todas las leyes, de los dirigentes sindicales que aceptaron mansamente el avance del ajuste. Muchos de ellos hoy, después de dar el salto, capitalizan la bronca popular como si hubiesen sido opositores de la primera hora. Es un aprendizaje también de la crisis poder transparentar quienes se acomodaron al poder, quienes fueron cómplices y quienes estuvieron siempre del mismo lado.
Pero creo que lo más urgente e importante hoy es vislumbrar las posibilidades que anidan, pese a todo, en esta crisis. El marxista italiano Antonio Gramsci afirmó que “se puede excluir que, por sí mismas, las crisis económicas inmediatas produzcan acontecimientos fundamentales; solamente pueden crear un terreno más favorable para la difusión de ciertos modos de pensar, de plantear y de resolver las cuestiones que implican todo el desarrollo posterior de la vida estatal”.
Efectivamente, las crisis por sí mismas no provocan reacciones callejeras inmediatas que es dónde se resuelven o se cambian las grandes cuestiones; pero sí habilitan más rápido de lo que a veces nos imaginamos, nuevas formas de pensar: se discute qué hacer con los bancos, con el ahorro nacional, con los impuestos, con la vida institucional. Y algunos planteos que en tiempos, pongamos, “normales” parecen abstractos, se vuelven reales y hasta necesarios.
Si ellos llegaron hasta acá timbeando libremente con el ahorro de los argentinos, con la libertad absoluta para la fuga de capitales y empobreciendo a todo el país, ¿por qué pensar que hay que ponerle algunos límites muy tímidos y no plantear una propuesta radical con la creación de un banco estatal único, que cuide los ahorros de todos y los recursos nacionales? ¿Por qué no proponer que exista un monopolio estatal del comercio exterior y no sólo una obligación de liquidar algunos dólares que va a alentar la especulación de la “patria sojera” como hacen siempre?
Y la propuesta más lógica: si toda la deuda es ilegal e ilegítima, la del último tiempo que se fue prácticamente toda a la fuga, entonces ¿por qué pagarla con los recursos que pertenecen a todos? Voy a parafrasear al periodista Martín Rodríguez y decir que los endeudamientos son exclusivos porque benefician a un pequeñísimo sector, pero el pago es democrático porque tenemos que hacerlo todos y todas, ¿hasta cuándo? Así también se podría hablar de cómo y quienes deben resolver estas cuestiones y tomar las decisiones, si este congreso o una Asamblea Constituyente.
Nadie desea una crisis, pero estas se producen por los delirios anárquicos de un régimen político y social diseñado para resolver sus contradicciones con estos mecanismos trastornados. Ante eso quedan tres opciones: resignarse a sus consecuencias, emparchar o ponerle curitas al desastre o abrirse a la posibilidad de discutir y dar vuelta todo.

Fernando Rosso
@RossoFer
Domingo 1ro de septiembre | 22:18

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