jueves, 28 de junio de 2018
México: convulsión política en las barbas de Trump
En vísperas de las elecciones presidenciales
Ya nadie discute el triunfo de Andrés Manuel López Obrador en las elecciones presidenciales del 2 de julio próximo sino cual será la magnitud de la victoria. De acuerdo a los sondeos, López Obrador cosecharía el 50% de los votos y lleva una distancia de más de 20 puntos a Ricardo Anaya y José Antonio Meade, los candidatos del PRI y el PAN, que son los partidos de México que vienen alternándose en la conducción del país.
La posible consagración de López Obrador ha desatado un verdadero torbellino político. The Economist, que le ha dedicado la portada de su revista, compara el posible triunfo electoral de él “con la elección de Donald Trump en Estados Unidos, el Brexit y el giro de Italia hacia el populismo”. Otros medios internacionales, en la misma línea, advierten sobre el peligro de un giro populista y nacionalista. López Obrador plantea una reorientación abarcadora de la política energética del país, apuntando a independizarla de Estados Unidos.
Ha prometido recortar la exportación de petróleo, buena parte del cual tiene a Estados Unidos como destino y, en cambio, dedicar unos 6.000 millones de dólares a la construcción de dos refinerías que procesarían el crudo para el consumo doméstico. Eso reduciría también las exportaciones de nafta desde Estados Unidos hacia México.
Su principal asesora energética, Rocío Nahle García, ex legisladora que ha sido propuesta para la secretaría de Energía, se pronuncia a favor de congelar las licitaciones o subastas públicas futuras para perforación en aguas profundas y de revisar los contratos ya existentes con petroleras internacionales, denunciando la política de entrega irresponsable que vinieron haciendo los gobiernos de turno de las reservas petroleras y llamando a terminar con “el saqueo” de México. Una reforma promulgada en 2014 por el actual gobierno abrió la industria de modo que empresas extranjeras ahora pueden invertir en la exploración, perforación, construcción de ductos e incluso tener sus propias estaciones de servicio en colaboración con la estatal Petróleos Mexicanos, Pemex. Esa decisión permitió que compañías como Exxon Mobil invirtieran miles de millones de dólares en el desarrollo de campos petrolíferos alejados de las costas.
En la misma línea, el plan de AMLO incluiría la disminución del precio de la electricidad y la gasolina, buscando reducir la dependencia mexicana de importaciones de gas natural desde Estados Unidos con más inversiones en energía hidroeléctrica. Esto va unido a la propuesta de terminar con los negociados de la patria contratista, que ha venido obteniendo beneficios espurios como resultado de los sobreprecios y el manejo corrupto y fraudulento de los contratos del Estado. López Obrador ha prometido también trabajar por la autosuficiencia alimentaria, diversificando y ampliando la producción agrícola, evitando la dependencia de México del exterior.
Este giro político es inseparable de la crisis de la integración económica con Estados Unidos. El Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TCLCAN) que congrega a Canadá, México y Estados Unidos está al borde del colapso. La Casa Blanca amenaza con alejarse del mismo, negociar tratados por separado y plantea su reemplazo por un acuerdo que se renueve cada cinco años y que imponga límites a los componentes extranjeros en los productos manufacturados mexicanos y elimine cualquier superávit comercial que México tenga con Estados Unidos. Esto ha ido de la mano del aumento de los aranceles en el acero y el aluminio a sus dos socios comerciales del TCLAN. En México, las consecuencias se harán sentir en acerías en varios estados. Esto se une a la feroz campaña de Trump contra los migrantes mexicanos, que ha pegado estos últimos días un nuevo salto.
La escalda norteamericana ha puesto en tela de juicio la política neoliberal que venía funcionando en las últimas décadas y que tiene en el gobierno de Enrique Peña Nieto a uno de sus abanderados. El actual presidente se vio forzado a imponer aranceles a 71 productos que México importa de Estados Unidos. Un sector de la burguesía, empezando por el poderosa Cámara nacional de acero y hierro, ha fogoneado estas represalias.
De ser exhibida como la llave para el despegue y florecimiento para México, la asociación con Washington, ha terminado siendo un factor de agravamiento de todos los desequilibrios económicos del país azteca.
Más aún, puede transforme en un cataclismo. Más de las tres cuartas partes de los $400 mil millones en exportaciones de México van a los Estados Unidos, de los cuales aproximadamente la mitad están cubiertos por el TLCAN. Se estima que si termina el TLCAN, el producto interno bruto retrocedería y México entraría en recesión el año próximo. Millones de empleos en México están vinculados directa o indirectamente con el TLCAN. Poner fin a dicho tratado podría hacer que las fábricas se cierren y se trasladen a otros países, como lo hizo Ford el año pasado. Esto es lo que explica la depreciación que viene sufriendo el peso mexicano y la caída de la bolsa.
En nombre de estabilizar la economía norteamericana, la política alentada por Trump está provocando una desestabilización política y económica del planeta, incluido la de sus socios más cercanos. Pero la guerra comercial lanzada por la Casa Blanca oficia como un bumerán y ya está dejando sus heridos también dentro de las fronteras estadounidenses, que no puede sustraerse al estremecimiento de un país como el azteca, pegado geográficamente a Estados Unidos. Ya han empezado a encenderse las luces de alarma, en especial de los gigantes energéticos, que ven con preocupación el perjuicio que podría acarrearles a la producción gasífera y petrolera, una fractura comercial con el país vecino.
Crisis de régimen
El nacionalismo ofensivo de Trump alimenta las tendencias nacionalistas defensivas en México, lo cual es un caldo de cultivo para que prospere la candidatura de López Obrador. Pero este ascenso se potencia por causas internas, en primer lugar, la brutal descomposición del estado mexicano, su régimen político y sus partidos. México se ha transformado en un narcoestado, en el que existe un fuerte entrelazamiento entre la política y el negocio de la droga, a lo cual hay que agregar la corrupción que corroe todas las instituciones del Estado, con funcionarios y políticos pertenecientes a los partidos tradicionales (como el PRI y el PAN) salpicados por denuncias de todo tipo, incluido el tráfico de influencia en la obra pública. López Obrador ha hecho campaña, precisamente, contra la “mafia del poder”.
Esta putrefacción fue acentuando el abismo que separa al pueblo de los partidos del régimen. Las tímidas respuestas por parte del gobierno y de los opositores frente al nuevo atropello de Trump, separando a las familias de los migrantes, ha amplificado aún más esa brecha.
En octubre y noviembre de 2014, cientos de miles recorrían las calles del país al grito de “¡Fue el Estado!”, exigiendo la aparición con vida de los 43 estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa. En esas movilizaciones históricas, el dedo acusador se dirigió contra el PRI, el PAN y el PRD: señalados como arquitectos y responsables de ese estado mafioso.
La desaparición de los 43 marcó un antes y un después en la historia reciente de México. En 2016, tuvo lugar la imponente huelga, movilización y cortes del magisterio contra la reforma educativa, que fue reprimida salvajemente por el gobierno responsable de otra triste masacre, la de Nochixtlán.
El descontento volvió a aflorar a principios de 2017 con motivo de la gigantesca reacción popular que se extendió a todo el país contra el alza en combustibles, en tarifas eléctricas y en los precios al consumidor. El llamado “gasolinazo” canalizó el enojo popular contra el gobierno de Peña Nieto. Este estallido es coincidente con el ascenso de Trump y tiene una vinculación directa con este hecho. Los precios de los combustibles atados al dólar, fueron subiendo desde que Donald Trump desplegó su campaña electoral contra los migrantes y contra el Tratado de Libre Comercio de las Américas.
López Obrador
La burguesía mexicana, al igual que el capital internacional, ha mirado con recelo la candidatura de López Obrador. Los círculos empresarios del país azteca pusieron los huevos en los candidatos tradicionales de la burguesía. Pero al ver el crecimiento irresistible de López Obrador, se han dado como política domesticarlo. Una de las cuestiones con la cual se especula es al menos recortar la magnitud del triunfo, de modo tal que AMLO no conquiste mayoría de ambas cámaras, obligando a este a negociar con la oposición. Pero más allá de ello, la clase capitalista viene marcando la cancha y ejerciendo una presión sobre el probable ganador. La prensa nacional e internacional da cuenta de una aproximación de López Obrador con los capitalistas mexicanos y destacan que se ha limado asperezas en su encuentro reciente con miembros del Consejo mexicano de negocios, que reúne a la elite empresaria.
Estas presiones han dado sus frutos. En los últimos meses, uno de los mayores focos de tensión entre los principales líderes empresariales y AMLO fue la construcción del nuevo aeropuerto internacional de $13 mil millones de la Ciudad de México, el proyecto de construcción más grande de la historia del país. López Obrador describió el proyecto como un “símbolo de desperdicio y corrupción” que no admitiría.
Ahora sostiene, en cambio, que el proyecto del aeropuerto era “viable y conveniente” y que se llegó a un acuerdo en la reunión sobre cómo continuar financiándolo. AMLO y sus asesores vienen tratando los últimos meses de asegurar a los líderes empresariales su respeto por “el mercado libre, que no nacionalizaría las industrias, que mantendría sus manos fuera del banco central, dejaría que la moneda mexicana flote libremente, no aumentaría la deuda del gobierno para promover el gasto social, y, contrariamente a lo que había dicho que haría durante media década, no desharía la reforma energética y privatización del petróleo” (WSWS, 8/6).
Perspectivas
The Economist señala que la presidencia de AMLO sería un “experimento arriesgado” para México: pero al mismo tiempo admite la necesidad de apelar a él como un intento por encauzar el profundo descontento social que existe.
México ingresa en una transición convulsiva en que se pondrá a prueba la capacidad de López Obrador de pilotear la crisis y contener el disconformismo popular. Un fracaso de esta tentativa nacionalista, puede terminar disparando una crisis de poder, donde se abra paso la reacción popular e irrumpa el movimiento obrero como un factor protagónico en la escena nacional.
Pablo Heller
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