viernes, 15 de junio de 2018

Un Marx para América Latina




Desde el “campo popular” latinoamericano se cuestiona a Marx por colonialista, librecambista, por exaltar a la burguesía y plantear una visión evolutiva y etapista de la historia. Pero ¿son ciertos estos argumentos?

A 200 años de su nacimiento, la influencia de Marx en todo el mundo es incuestionable, su legado teórico y político genera amores y odios, pero nunca indiferencia. A pesar de la hostilidad de las clases dominantes, los reduccionismos y academicismos, sus tesis tienen más vigencia que nunca.
Entre las objeciones que se le hacen a Marx están la de ser eurocentrista, economicista y obrerista. En Latinoamérica los embates no solo vienen –como es esperable– de la burguesía [1], sino que sus detractores también provienen del “campo popular” desde el que se lo cuestiona por colonialista, librecambista, por exaltar a la burguesía y plantear una visión evolutiva y etapista de la historia, como si Marx siguiera un esquema único y extrapolable. Pero ¿son ciertos estos argumentos?

Marx y la expansión colonial y burguesa

Los cuestionamientos provienen de un amplio abanico que va desde la llamada izquierda popular, latinoamericana, a las teorías decoloniales, pasando por sectores del peronismo, y se centran principalmente en el supuesto eurocentrismo y defensa del colonialismo de Marx.
El filósofo y ensayista José Pablo Feinmann, desde la tradición nacional y popular, dedica una parte considerable de su obra a despotricar contra Marx (y el marxismo). Tanto en su libro Filosofía y Nación [2] como en ¿Qué es la filosofía? [3], para tomar los dos polos de su trayectoria, dedica capítulos enteros a tratar de demostrar que Marx es colonialista, librecambista, profundamente eurocéntrico y un apologista de la dominación colonial sobre los pueblos sometidos y oprimidos. Afirma que Marx es un pensador del Imperio Británico y lo compara sin pudor con Adam Smith, Domingo F. Sarmiento y Bartolomé Mitre.
Marx hace un canto a la burguesía –escribe–, Marx parece enamorarse de la burguesía. Curioso, ¿no?, pero real. ¿Y real por qué? Por la dialéctica. Cómo no se va a enamorar del padre de su hijo dilecto y amado, porque es la burguesía la que va engendrar el proletariado. En consecuencia, esta clase burguesa tiene una potencia histórica excepcional y hay que dejarla libre para que engendre lo que tiene que engendrar, el proletariado industrial. Vamos a ver la gravedad que tiene eso para los países de la periferia, para la Argentina. Marx coincide con Sarmiento punto por punto. (…) Marx se enamora de la burguesía porque se enamora del papá de la criatura. Marx no viene a enterrar a la burguesía, viene a alabarla, y esto es lo sorprendente del Manifiesto Comunista, esta alabanza de la burguesía [4].
Ciertamente, en el Manifiesto Comunista Marx resalta el papel revolucionario de la burguesía en la destrucción del orden feudal, pero aclara que no ha abolido las contradicciones de clase, sino que ha sustituido viejas formas de opresión por otras nuevas.
En la introducción de Materiales para la historia de América Latina [5], Pedro Scaron realiza una periodización de los escritos de Marx y Engels en torno a la cuestión nacional. Contra las teorías según las cuales con las ideas del Manifiesto Comunista quedaría ya trazada la concepción del mundo de Marx (y que solo se prolongaría en ese sentido), estos textos muestran que la evolución del pensamiento de Marx respecto a la cuestión nacional es bastante más compleja.
En la primera etapa, que abarca de mediados de la década de 1840 hasta mediados de 1850, el repudio moral a las atrocidades del colonialismo aparece combinado con un reconocimiento al carácter históricamente progresivo del desarrollo capitalista. De esta etapa son –entre otros– el Manifiesto Comunista, los artículos sobre la colonización británica de la India, o los de la “defensa” de la ocupación norteamericana del Norte de México.
Continúa Feinmann:
(…) lo que yo veo que dice Marx es que no bien el proletariado derrote a la burguesía va a poder iniciar otra historia. Entonces acá viene la cuestión, perciban qué delicada es. Marx extrapola el esquema que encuentra en Gran Bretaña al resto del planeta, postulando que esto que se da en Gran Bretaña se tiene que dar en todos lados para que ocurra la revolución proletaria. O sea, toda expansión colonialista es, por lo tanto, progresista (…) donde entra el capitalismo, entra el progreso. O sea, Mitre y el Brasil entrando y arrasando el Paraguay es el progreso. Los ingleses en la India son el progreso [6].
En este fragmento aparecen dos críticas: por un lado, al “esquema único extrapolable” que según el autor Marx querría implantar en todo el mundo; sin embargo, ya en los Grundrisse, al analizar exhaustivamente otros modos de producción, que no pueden ser reducidos a los “tipos ideales”, Marx se demuestra contrario a una extrapolación de las categorías del capitalismo hacia otros modos de producción, así como a pensar un camino único de desarrollo. Por otro lado, a la defensa ciega de toda expansión colonialista, que esconde también una crítica al supuesto evolucionismo según el cual Marx daría por sentada una necesaria “evolución por etapas” que las sociedades de la periferia deberían alcanzar antes de poder llevar a cabo la revolución proletaria.
Según Feinmann, para Marx el desarrollo del capitalismo y la industria sobre las colonias es fundamental sin importar cómo, porque finalmente lo que sucederá es que éste creará a los propios sepultureros del capital (el proletariado), ahí en los lugares donde aún “no existe”.
Ahora bien, en los escritos sobre la India, Marx señala el carácter expoliador de la penetración británica, pero a la vez su carácter históricamente necesario. Desde una visión intencionadamente simplista y parcial podría parecer que Marx habría adoptado el punto de vista de un partidario del librecambio y de la colonización. Sin embargo –como sostiene Juan Dal Maso– identificar a Marx como un mero apologista del capital británico, solo puede hacerse a condición de renunciar a la honestidad intelectual [7].
Los supuestos rasgos eurocentristas se deben a que el Manifiesto se centra en señalar los avances del capitalismo en la perspectiva de la revolución en Europa. En ese momento todavía no habían avanzado los movimientos de liberación de las colonias y no era una problemática palpable en la época. Sin embargo, Marx y Engels condenan desde el primer momento las consecuencias morales que trae aparejado. Marx señala que:
Todo cuanto se vea obligada a hacer en la India la burguesía inglesa no emancipará a las masas populares ni mejorará sustancialmente su condición social, pues tanto lo uno como lo otro, no solo dependen del desarrollo de las fuerzas productivas, sino de su apropiación por el pueblo. Pero lo que sí no dejará de hacer la burguesía es sentar las premisas materiales necesarias para la realización de ambas empresas. ¿Acaso la burguesía ha hecho nunca algo más? ¿Cuándo ha realizado algún progreso sin arrastrar a individuos aislados y a pueblos enteros por la sangre y el lodo, la miseria y la civilización? [8]
Marx no defiende el orden colonial. Sí piensa que la penetración británica introduce los elementos de producción capitalista, como una premisa necesaria para la futura emancipación de las masas, pero al mismo tiempo denuncia el orden colonial británico como un sistema de expoliación y defiende el derecho de los indios a expulsar a los británicos [9].
Con respecto a la “defensa” de la ocupación norteamericana de México, o el incorrecto escrito sobre Bolívar [10], aun considerando que Marx se pudo haber equivocado, lo que “ignoran” estas críticas es que poco tiempo después Marx cambia radicalmente su posición.
Alcira Argumedo –que tiene una visión similar a la de Feinman sobre el apoyo de Marx al colonialismo, sobre los escritos sobre la India y sobre el apoyo a Estados Unidos sobre México– en su búsqueda de forjar una teoría social latinoamericana nacional y popular sostiene que las vertientes del pensamiento europeo o norteamericano –agrupando forzadamente el liberalismo, el positivismo, el nacionalismo aristocratizante y el marxismo– no pueden servirnos de modelo porque el desarrollo de las corrientes ideológicas tiene en Europa una profunda coherencia con el desarrollo económico, social, político y cultural. Y como esta situación no se da exáctamente igual en Latinoamérica, “un análisis de sus contenidos (…) no ayudaría mucho a entender los problemas latinoamericanos porque a su vez se han desarrollado otras corrientes de opinión mucho menos precisas y sistemáticas… aunque de arraigo mucho más profundo…” [11].
Estos argumentos contra el marxismo no son nuevos. Es una vieja discusión que se remonta a los años ‘20 y están en la base de la polémica y ruptura entre Haya de la Torre y Mariátegui, polémica que divide aguas entre marxismo y populismo en América Latina. Para Haya de la Torre el marxismo no se aplicaría por ser eurocéntrico e ignorar la realidad local. Mariátegui forja sus aportes, ampliamente reconocidos, sobre las especificidades de la realidad social peruana, andina y latinoamericana en general, defendiendo la validez y riqueza del marxismo.
Lo que estos autores buscan demostrar es que el marxismo no es válido para entender y transformar la realidad latinoamericana (¡y además es altamente peligroso!). Se trata de una operación ideológica que busca descalificar de conjunto la teoría y el método de Marx a partir de una lectura parcial y recortada de algunos de sus escritos, en una etapa temprana de la elaboración de sus ideas. Estas críticas interesadas se basan en la posición de los autores contraria a la unión de los trabajadores latinoamericanos, con los de los países centrales.

El giro de Marx para pensar la periferia

Siguiendo con la periodización de Scaron, en una segunda etapa que se extiende de 1856 hasta 1864 Marx y Engels se posicionan más enfáticamente en una clara defensa y reivindicación del derecho de los pueblos de resistir contra sus ocupantes extranjeros. Es lo que se conoce como el “giro” del Marx maduro respecto a los textos de su juventud. Marx empieza a ocuparse con mayor asiduidad del mundo “no europeo”, revisando sus puntos de vista en relación al colonialismo, el mundo periférico y los pueblos sometidos a la expansión de la dominación capitalista, superando las limitaciones de sus primeros ensayos y artículos de la juventud. Esto tiene correlación con el hecho de que el capitalismo europeo se había desarrollado, mostrando rasgos cada vez más reaccionarios y “protoimperialistas”.
Este cambio de orientación constituye un enriquecimiento del punto de vista de Marx. Su visión temprana del modo de producción capitalista se va complejizando, al incorporar una crítica al modo o a la forma en la cual el capitalismo expande su influencia en toda su periferia global.
Marx se pronuncia claramente por una política abiertamente anticolonial allí donde toma posición frente a la cuestión irlandesa. Para Marx y Engels la emancipación nacional de Irlanda, será condición sine qua non para la emancipación social del proletariado inglés. Con esto Marx comienza a trabajar la relación entre lucha de clases y lucha nacional: se convenció de que era imposible que los obreros ingleses lograran su propia emancipación, sin luchar a su vez por la emancipación del pueblo irlandés y la emancipación de Irlanda se transforma en condición indispensable para la revolución proletaria en Inglaterra [12].

El desarrollo desigual en Marx

A partir del año 1864 y hasta la muerte de Marx, estaría comprendido el tercer momento de la periodización de Pedro Scaron. En esta etapa se desarrolla la importante discusión con los populistas rusos, en la que Marx despliega su posición más amplia y compleja contra la idea de una teoría universal de la historia.
Lejos de cualquier reduccionismo mecanicista o esquema unidireccional, los borradores y la carta final que envía Marx a Vera Zasúlich en 1881 muestran una síntesis de su posición, en la que considera las posibilidades de acción revolucionaria en países atrasados como la Rusia zarista a partir de los elementos favorables que la comuna rural aporta a la transformación social [13]. Lejos de cualquier acusación de linealidad histórica, expresa claramente la dialéctica del desarrollo desigual y combinado.
Es decir que, si bien la problemática de las nacionalidades y de la periferia va a ser abordada con una mayor profundidad por el marxismo del Siglo XX, Marx deja planteada una teoría del desarrollo desigual que es la base para innovaciones posteriores que continúan y profundizan estos problemas, como la teoría del imperialismo de Lenin (en discusión con Hilferding, Kautsky y otros) y la teoría de la revolución permanente de León Trotsky (en discusión con Parvus, Rosa Luxemburgo, Kautsky, etc.) como principales expresiones.
Como expresa José Aricó en su Marx y América Latina:
Desde fines de la década del sesenta en adelante, Marx ya no abandonó su tesis de que el desarrollo desigual de la acumulación capitalista desplazaba el centro de la revolución de los países de Europa occidental hacia los países dependientes y coloniales. Es por ello que estudia cada vez con mayor apasionamiento los procesos de proletarización que se operan en la India, Turquía, Europa oriental y finalmente Rusia. Si bien era el interés político el que motivaba el desplazamiento de su atención, en la medida en que fue precisamente en estos lugares donde se opera por esos años un extraordinario crecimiento del movimiento revolucionario, lo que realmente interesa es cómo intenta fundar científicamente las causas de las crisis y las convulsiones sociales [14].
En el mismo libro, Aricó, ante las teorías que buscan desprestigiar al marxismo afirmando que la reflexión del mismo sobre las sociedades no capitalistas, dependientes o colonizadas fue siempre circunstancial, contradictoria y marginal con respecto a las verdaderas preocupaciones de Marx, trata de demostrar cómo con el tiempo se fueron descubriendo una masa de trabajos que tanto Marx como Engels dedicaron a los fenómenos del capitalismo a escala mundial y a las luchas por la realización “nacional” de los pueblos dependientes. Demostrando asimismo que estos escritos, lejos de ser menores o marginales, son esenciales para la comprensión y la evolución de las concepciones políticas y de Marx y Engels.
Por su parte Kevin B. Anderson, en su muy recomendable Marx en los márgenes. Naciones, etnicidad y sociedades no-occidentales [15] revisa no solo la totalidad de los textos publicados por Marx sobre las sociedades no occidentales, sino también los escritos tardíos que siguen inéditos en la actualidad [16]. Esto permite echar por tierra con las lecturas parciales. Anderson muestra que Marx va superando paso a paso sus primeros límites, se concentra cada vez más en la articulación entre clase y etnicidad, raza y nacionalismo, y su entrelazamiento con las cuestiones estratégicas y tácticas suscitadas en situaciones nacionales distintas [17].

Pensar con Marx América Latina

Es cierto que Marx y Engels prestan escasa atención a América Latina. Sin embargo, los escritos al respecto son más numerosos de lo que se cree y tomados en conjunto con los escritos sobre China, India, Rusia, Irlanda, etc., los análisis sobre los países periféricos tienen más importancia de la que se les adjudica.
En el capítulo XXIV de El Capital, Marx deja muy en claro cómo la expansión colonial, con la consiguiente conquista – y superexplotación de sus habitantes– de lo que a partir de ese momento se transformará en “la periferia” (América, África, las Indias Orientales), son factores fundamentales de la acumulación originaria del capitalismo. Y deja planteado que ya desde el inicio tiene “la redondez de la tierra como escenario”, es decir, que es mundial. A lo que agrega que la ideología dominante, presentará al proceso de expoliación como un proceso destinado a exportar la “civilización” a las sociedades “salvajes” [18].
Pero este rasgo constitutivo (la existencia de relaciones de producción diferentes y contradictorias bajo el dominio del modo de producción central) no es algo que ocurrió solo en los orígenes, sino que es algo que sigue ocurriendo, como lógica estructural del modo de producción capitalista. Como dice claramente Samir Amin:
Cada vez que el modo de producción capitalista entra en relación con modos de producción precapitalistas a los que somete, se producen transferencias de valor de los últimos hacia el primero, de acuerdo con los mecanismos de la acumulación primitiva. Estos mecanismos no se ubican, entonces, solo en la prehistoria del capitalismo; son también contemporáneos. Son estas formas renovadas pero persistentes de la acumulación primitiva en beneficio del centro, las que constituyen el objeto de la teoría de la acumulación en escala mundial [19].
Es decir que la construcción del “centro” del capitalismo europeo se puede realizar a costa de “periferizar” el resto del mundo y, particularmente, América. Al mismo tiempo esa “periferización” se hace a costa de las lógicas no capitalistas de estas sociedades que fueron incorporadas a la producción de mercancías, desde el inicio como periféricas y subordinadas [20].
¿Alguien puede negar que en Buenos Aires, San Pablo, México DF, las minas del norte chileno, el sur peruano, el Altiplano boliviano o los campos petroleros de Venezuela no haya explotación capitalista de patrones nacionales y empresas imperialistas sobre millones de trabajadores asalariados? Latinoamérica, aun estando en la “periferia”, está dentro de la lógica burguesa, donde se combinan de manera desigual diferentes relaciones de producción bajo la hegemonía del capital. El carácter mundial del capitalismo requiere entonces una teoría y una práctica que lo combata, de carácter necesariamente mundial e integral.
Estos embates basados en recortes intencionales de la obra de Marx y Engels buscan invalidar al marxismo como alternativa para los sectores oprimidos, para conducirlos tras alternativas populistas y nacionalistas, no menos eurocéntricas. ¿O acaso proponen una vía de desarrollo alternativa al capitalismo? Porque estas críticas no apuntan a elaborar una concepción revolucionaria alternativa al marxismo sino que lo hacen para justificar una estrategia y una política de reformas evolutivas dentro del capitalismo, con un gran eclecticismo metodológico y teórico.
Los movimientos “nacionales y populares” y sus gobiernos, lejos están de ser la expresión de los pueblos originarios y el campesinado pobre, son incluso responsables de una de las masacres más brutales como fue la de Rincón Bomba contra los pilagá. Y en 15 años de procesos progresistas, nacionales y populares y de “descolonización” en América Latina y con amplios recursos a disposición no han logrado pasar a construir una teoría superadora del marxismo, ni siquiera a explicar la crisis de los proyectos ideológicos y políticos en boga a los que se integraron o adhirieron en su mayoría los intelectuales de estas corrientes.
La principal diferencia con el marxismo es que rechazan la centralidad del antagonismo entre capital y trabajo asalariado, entre burguesía y proletariado, en el conjunto de los antagonismos sociales que cruzan a las sociedades “realmente existentes” en América Latina. Sostener la centralidad de la clase no significa negar la centralidad de la lucha antiimperialista, sino por el contrario afirmar que es la clase trabajadora y no la burguesía nacional, la que debe encabezarla y llevarla hasta el final, en conjunto con todos los explotados. Y entendiendo la clase, no como un sujeto “puro” sino atravesado por diferentes opresiones y articulaciones, como las nacionales, étnicas, de género, etc., como deja en claro Kevin Anderson.
El marxismo no pretende ser un saber totalizante. La riqueza de la lógica de pensamiento de Marx es que despliega un análisis que articula distintos niveles, desde lo más estructural hasta lo más local, no se trata de una teoría general abstracta, sino ante todo un análisis concreto de una realidad concreta. Y lo más interesantes es que no lo hace con fines puramente analíticos sino –y principalmente– como guía para la acción, de ahí su fuerza explicativa.
A mediados del siglo XIX, aun sin conocer muchas de las problemáticas latinoamericanas, Marx con sus análisis de la periferia deja planteados criterios y orientaciones, con un método y una lógica que luego retomarán los marxistas revolucionarios del siglo XX, a partir de experiencias posteriores que Marx no llegó a conocer, y que les permiten pensar la revolución en Latinoamérica, teniendo en cuenta las especificidades, el peso del campesinado, la cuestión indígena, agraria, etc. Los aportes que los marxistas realizaron sobre la historia de América Latina configuran un rico legado. Desde Mariátegui pensando los problemas del mundo andino y la cuestión del indio como el problema de la tierra, pasando por la lectura de Adolfo Gilly sobre la Revolución mexicana, hasta los aportes de Micíades Peña para pensar la Argentina semicolonial o la historiografía de Luis Vitale, por nombrar solo algunos.
¿Cómo obviar este rico legado para pensar América Latina y la actualidad de sus luchas obreras, campesinas, originarias, etc.?
Lo que salta a las claras es que desde el corpus teórico y la lógica marxista es posible analizar los mecanismos de la acumulación capitalista en los países dependientes, su articulación en el mundo dominado por el imperialismo y la expoliación del capital financiero internacional. Es necesario recurrir al método marxista para analizar el complejo entramado latinoamericano, pensar sus interrelaciones y su dinámica, así como también a su estrategia de unidad internacional de los trabajadores y pueblos para terminar con el imperialismo en todo el mundo.

Azul Picón

NOTAS AL PIE

[1] Que el marxismo constituye una “ideología foránea” ya lo decían los ideólogos oficiales de la dictadura genocida en Argentina. Y es notable cómo los medios burgueses continuamente buscan “enterrar” y desacreditar al marxismo (Ver “Los errores puntuales de Marx”, Clarín, 25/05/2018) demostrando, por el contrario, la vigencia e influencia de sus ideas.
[2] Feinmann, José Pablo, Filosofía y Nación, estudios sobre el pensamiento argentino, Buenos Aires, Ariel, 1996.
[3] Feinmann, José Pablo. ¿Qué es la filosofía?, Buenos Aires, Prometeo Libros, 2006.
[4] Ibídem. P. 118.
[5] Cuadernos de Pasado y Presente 30, Córdoba, 1972.
[6] Feinmann, J.P., ob. cit. P. 122.
[7] Dal Maso, Juan, “Marx y el problema de la periferia”, 2007, disponible en academia.edu
[8] Marx, Karl, “La India” (10 de junio de 1853) en Acerca del Colonialismo, Ed progreso, Moscú, 1981. p. 52.
[9] Dal Maso, Juan ob.cit.
[10] En “Bolívar y Ponte” que Marx escribe para el tomo III de The New American Cyclopedia, Marx se equivoca en su caracterización de Bolívar en parte por escasez de información y por utilizar fuentes hostiles a la figura de Bolívar. Para conocer más ver “El Bolívar de Marx” en José Aricó, Marx y América Latina, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2009.
[11] Argumedo, Alcira. Los Silencios y las Voces en América Latina. Notas sobre el pensamiento nacional y popular. Buenos Aires, Ediciones del pensamiento nacional, 1993. pp. 163/164.
[12] Ver “Carta de Marx a Vera Zasúlich del 8 de marzo de 1881”, disponible kmarx.wordpress.com.
[13] Ver en este número “Marx, la comuna y la historia” de Corina Luchía.
[14] Aricó, José; ob. cit. p. 69.
[15] Chicago, The University of Chicago press, 2010.
[16] Ver: “Entrevista a Kevin Anderson: Marx en los márgenes del capitalismo”, IdZ 32, agosto 2016.
[17] Barot, Emmanuel. “Clase, Nación, Raza”, IdZ 22, agosto 2015.
[18] Grüner, Eduardo, “La importancia del capítulo XXIV de El capital para la historia latinoamericana”, IdZ 18, abril 2015.
[19] Amin, Samir La Acumulación en Escala Mundial, México, Siglo XXI, 1975, pp. 11/12.
[20] Grüner, Eduardo, ob. cit.

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