lunes, 11 de junio de 2018

Estado español: ¿Gobierno feminista o neoliberalismo progresista?




Medios españoles e internacionales destacaron la presencia de una mayoría de mujeres en el nuevo gabinete de Pedro Sánchez (11 ministras y 6 ministros). Los gestos del nuevo gobierno y su inconsistencia.

El gobierno “más femenino de Europa” como respuesta a “las masivas manifestaciones por la igualdad que conmocionaron España el 8 de marzo” (Le Monde); un ejecutivo “inequívocamente comprometido con la igualdad” (The Guardian). España pasó a tener el gobierno con más cantidad de mujeres en su ejecutivo (un 64%), por encima de Bulgaria (52.9), y Francia (52.9) y muy lejos de países como Argentina (17, 4), México (15%) o China (10%).
La prensa también destaca que las ministras encabecen carteras como Hacienda, Economía, Defensa e Industria, y no solo las que suelen ser ocupadas por mujeres como Medio Ambiente, Servicios Sociales o Igualdad. Sánchez recupera además el ministerio de Igualdad -que formó Zapatero en 2004 y eliminó en 2010-, prometiendo tomar medidas contra la brecha salarial y la violencia machista.
Después de 7 años de gobierno del PP, que contó con odiados personajes del Opus como Gallardón y con una secretaria del área de igualdad que dijo que el 8M iba a trabajar como cualquier otro día… el gabinete de Sánchez es una escenificación simbólica, con gestos hacia el movimiento de mujeres que el pasado 8M tuvo una jornada de lucha histórica. El gobierno toma nota de la existencia de un amplio movimiento de mujeres, pero no para dar una respuesta profunda a sus reivindicaciones, sino para intentar cooptar a un sector.
Este no es un gobierno al servicio de la mayoría de las mujeres -las trabajadoras, las precarias, las pensionistas, las jóvenes que no pueden pagar las tasas universitarias o están en el paro-. Más bien, el nuevo gabinete es una clara representación de lo que la feminista norteamericana Nancy Fraser definió, en referencia al Partido Demócrata norteamericano y los social-liberales europeos, como “neoliberalismo progresista”. Un cóctel de valores afines a la “diversidad, el multiculturalismo y los derechos de las mujeres” junto a políticas neoliberales que beneficiaron al capital financiero y las multinacionales globalizadas. El mismo combo que vendió el gobierno de Zapatero con sus “guerras culturales”: valores progresistas, ‘igualitarios’, ‘gay friendly’ y ‘verdes’ + políticas que profundizaron la distribución regresiva de la renta en beneficio del IBEX35.
La presencia mayoritaria de mujeres en el gabinete de Sánchez es presentada como una política feminista, pero no lo es. O en todo caso, no es más que la expresión de un feminismo liberal, meritocrático, donde “las mejores” y las “más preparadas”, un pequeño grupo de privilegiadas, pueden romper el techo de cristal y ocupar posiciones de poder en la sociedad -mientras esta se mantiene tal cual es. Sus posiciones de poder no garantizan transformaciones sustanciales en la vida de la mayoría de las mujeres, por el contrario, sirven para gestionar las mismas políticas de recortes y austeridad. Ahí tenemos a Angela Merkel, Theresa May, Marine Le Pen o la exvicepresidenta española Soraya Sáenz de Santamaría. Mujeres poderosas también hay entre las empresarias españolas, como Sol Daurella, presidenta de Coca-Cola, la responsable del despido de sus trabajadores y el cierre de plantas, o Sandra Ortega Mera cuya fortuna personal asciende a 7.000 millones de Euros.
En el caso de las nuevas ministras, el caso más paradigmático que señala las características de este neoliberalismo “progre” es el nombramiento de Nadia Calviño en Economía, quien ocupaba hasta ahora el cargo de directora general de Presupuestos de la Unión Europea. Es decir, la responsable del cumplimiento del “déficit 0” y las políticas de recortes de Bruselas. No por nada su designación fue saludada por otra mujer, Ana Botín, presidenta del Banco Santander. Calviño es una economista y abogada de perfil técnico, socio-liberal y con buenas relaciones con el PP y Ciudadanos. Su llegada a Economía ha sido celebrada en Bruselas. Nada que festejar en el movimiento de mujeres que llevó adelante el 8M reivindicando la lucha contra el capitalismo y el patriarcado.
Por su parte, la nueva ministra de Hacienda, María Jesús Montero, ha sido hasta ahora una figura clave de la Junta de Andalucía -un gesto de Sánchez para otra mujer poderosa y neoliberal, Susana Díaz-. Contra las políticas de estas dos mujeres vienen luchando las profesoras y profesores interinos, para enfrentar la precarización y los despidos.
Por último, detrás de esos gestos, hay otros, que indican mejor qué tipo de gobierno acaba de formar Sánchez: el nuevo ministro de Interior y responsable de las fuerzas policiales es Grande-Marlaska, encubridor de torturas policiales y violaciones a detenidas, un juez que ha criminalizado a activistas del 15M, responsable de multas y censuras a la libertad de expresión. No hay “feminismo” posible en un gobierno de este tipo.

Feminismo liberal o feminismo socialista y anticapitalista

El PSOE tiene una concepción feminista liberal que busca alcanzar gradualmente la “igualdad”, en el marco de la sociedad capitalista y patriarcal actual. Mediante medidas legislativas que formalmente amplían los derechos de las mujeres, junto con medidas cosméticas de redistribución social, el PSOE pretende llevar adelante “batallas culturales” pero sin tocar las raíces del sistema de opresión y explotación. Un feminismo que solo puede dar como resultado algunas mejoras -parciales y tampoco definitivas- para un sector de las mujeres, pero que está alejado de las reivindicaciones más sentidas por millones de mujeres trabajadoras, precarias, paradas o inmigrantes.
Porque, para terminar con la precariedad laboral feminizada hay que afectar los intereses de los empresarios capitalistas (¡y de las empresarias!) derogando las reformas laborales (no solo la del PP sino también la de Zapatero), aumentar el salario mínimo y reducir la jornada laboral sin reducción salarial. Hace falta pasar a plantilla fija a todas las trabajadoras y prohibir los contratos temporales y las ETTs, así como las externalizaciones, tal como demandan colectivos como Las Kellys.
Para que las mujeres inmigrantes no sigan condenadas a aceptar los trabajos más precarios y peor pagos, hay que empezar por derogar las leyes de extranjería y legalizar a todas las inmigrantes sin papeles -algo que el reaccionario ministro del interior del PSOE, defensor de los CIES (Centro de Internamiento de Extranjeros), de ninguna manera está dispuesto a hacer-.
Tomar medidas contra la violencia machista, que es un producto estructural del patriarcado y el capitalismo, implica empezar por aumentar los centros de acogida para las mujeres y sus hijos, víctimas de violencia, bajo la autogestión de las organizaciones de mujeres y las trabajadoras, con asistencia profesional y sin presencia policial y judicial, para lo que es necesario un aumento significativo de los presupuestos. También es urgente implementar asignaturas de educación sexual en todos los niveles, combatir la LGTBIfobia, aumentar el presupuesto de salud para brindar anticoncepción gratuita a nativas e inmigrantes, contratar a profesionales especializados, etc. Y para que las mujeres no sean las que se ocupan mayoritariamente de los cuidados de niños, ancianos y dependientes, hay que facilitar el acceso a guarderías y residencias gratuitas, con más personal y presupuesto, además de establecer licencias de paternidad y maternidad igualitarias.
En conclusión, un conjunto de medidas básicas que son imposibles de llevar adelante respetando los actuales presupuestos del PP, pero tampoco bajo los “compromisos” de la Europa del capital que tanto defienden Sánchez y las ministras del PSOE.
Por último, para terminar con la injerencia de la Iglesia en la vida de las mujeres, no alcanza con que las ministras juren su cargo sin símbolos religiosos -otro gesto progre que increíblemente parece que tenemos que celebrar en el siglo XXI-. Lo que hace falta es separar radicalmente la Iglesia del Estado, empezando por dejar de financiar a la educación religiosa y poner fin al Concordato. ¿Y, chicas, no habría que terminar con la monarquía, una institución patriarcal y retrógrada si las hay?
Todas estas medidas, que el PSOE no ha tomado en sus gobiernos anteriores y que ahora tampoco está dispuesto a llevar adelante -en el marco de los difíciles equilibrios con los que pretende jugar por derecha y por izquierda- serían solo el comienzo de una lucha contra la violencia machista y por la emancipación de las mujeres. Una perspectiva que es imposible de lograr íntegramente mientras millones de mujeres sigan siendo explotadas y oprimidas en esta sociedad capitalista y patriarcal.
EL PSOE, ya lo sabemos, se encuentra muy lejos de pretender eso. Como durante el primer gobierno de Zapatero, es probable que en las próximas semanas veamos mucha “batalla cultural” y pocos cambios de fondo. Aunque, como siempre sucede, lo que en la historia ocurre primero como tragedia, se repite como farsa. En este contexto, el apoyo incondicional de Podemos al gobierno de Sánchez solo sirve para legitimar por izquierda el neoliberalismo “progre” del PSOE. Podemos, que transformó la “nueva política” reformista en una sucesión de “significantes vacíos” y “disputas culturales”, ha quedado atrapado de su propia construcción, gritando “si se puede” (¿qué era lo que tenía que poderse?) ante los gestos vacíos de su hermano mayor.

Josefina L. Martínez
Historiadora | Madrid

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