miércoles, 3 de marzo de 2021

Se viene una oleada de estallidos sociales en el mundo


En Indonesia, los trabajadores entraron en huelga en octubre contra una reforma laboral. 

Lo dice el FMI. 

El Fondo Monetario Internacional ha publicado recientemente un documento donde afirman que una vez superada la pandemia los estallidos sociales emergerán nuevamente. Se equivoca en dos aspectos: a) esa ola ya se está dando; b) la misma crisis sanitaria de la pandemia la incentivará. 
 El informe que hace un recorrido histórico de las repercusiones sociales y políticas de las pandemias a lo largo de la historia (la peste negra, la gripe española, etc.) también toma para su análisis los distintos conflictos sociales de 1980 a la fecha en todo el globo. Para ello usan algunos ejemplos como la epidemia de ébola en África de 2014 a 2016 donde, una vez superados los brotes, estos “provocaron un aumento de la violencia civil superior al 40% al cabo de un año y su efecto sobre el malestar social persistía varios años después”.
 El documento comienza reconociendo que previo a la pandemia, el desarrollo de levantamientos obreros y populares estaba en pleno desarrollo, por la elevada desigualdad económica en la población. Estos conflictos habrían disminuido, según el FMI, en la medida que la pandemia se expandía y las cuarentenas confinaban a la población. El caso de Chile sería un buen ejemplo ya que solo las medidas sanitarias pudieron contener, parcialmente, las grandes movilizaciones que ya hacía un año tomaban las calles del país vecino. Los motivos que le atribuyen los analistas del FMI a la “conflictividad social” son “la falta de protección social, la desconfianza en las instituciones, la percepción de incompetencia o corrupción de los gobiernos”. 
 No es la primera vez que este organismo hace un pronóstico parecido. En octubre de 2020 había publicado otro informe de similares características donde expresaba que “las epidemias severas que provocan elevada mortalidad aumentan el riesgo de disturbios y manifestaciones antigubernamentales” ya que “reducen el crecimiento económico y elevan la desigualdad” aumentando así el malestar social de la mayoría de la población. 

 La pandemia no detiene la crisis mundial 

Como ya hemos mencionado, otro elemento a destacar del documento es el análisis que hacen de la “conflictividad social” dentro de la propia pandemia del coronavirus donde afirman que las protestas disminuyeron significativamente. Sin embargo, también presentan dos “excepciones que confirman la regla”: Líbano (por la crisis del gobierno) y Estados Unidos.
 Sobre este último caso es preciso detenerse por tratarse nada más ni nada menos que del centro de la crisis económica mundial. La pandemia ha encrudecido la crisis en particular en EE.UU. donde los nuevos desocupados se cuentan por millones y el conjunto de los analistas internacionales señalan esta crisis como la peor desde 1929. La rebelión que sacudió todo el 2020 no se explica solamente por el movimiento #BlackLivesMatter, como afirma el documento del FMI, sino también por el agravamiento de la condiciones de vida de la mayoría de la población. Tampoco menciona las movilizaciones orquestadas por bandas pseudo fascistas como la toma del Capitolio. 
 Sin embargo, el informe no se detiene ni en la rebelión estadounidense ni en los cientos de paros, protestas y rebeliones que ocurrieron durante la cuarentena en todo el mundo. Tan solo el último año tuvimos la sangrienta guerra entre Azerbaiyán y Armenia (que trajo luego enormes movilizaciones en este país), la rebelión de más de 200 millones de campesinos en la India, la mayor huelga general en Indonesia contra la reforma laboral antiobrera o las masivas protestas en Bielorrusia entre otros tantos ejemplos que movilizaron a millones de personas en todo el planeta. Si algo es seguro es que la pandemia no representó un año tranquilo para la burguesía. 
 Las crisis y colapso de los sistemas sanitarios que la pandemia ha puesto de relieve, como expresión directa de la crisis capitalista mundial y la desinversión de los gobiernos en materia de salud pública, está impulsando las rebeliones populares (Perú, etc.). El levantamiento de las cuarentenas, sin haber superado la pandemia, producto de la crisis capitalista y su sistema basado en las ganancias, contra las necesidades de la población (falta de vacunas, monopolio de las mismas por los grandes laboratorios que lucran con la emergencia sanitaria, etc.) y el agravamiento de las crisis sociales en todo el mundo son los motores directos de las grandes rebeliones (como ya está sucediendo). De lo que no habla el FMI es que el abismal empobrecimiento de las masas, que es el que las empuja a luchar en las calles, se debe a que los distintos gobiernos capitalistas impulsan a rajatabla las políticas de ajuste que “sugiere” este organismo. 
 Las reformas laborales y jubilatorias, las rebajas salariales y el ataque a las condiciones de vida de la clase obrera son la receta que aplica el FMI y que profundizan la crisis mundial y la desigualdad económica de la clase obrera. Es en realidad, un taparrabos para ocultar el hundimiento histórico del régimen capitalista. 

 Superar la crisis de dirección 

En cualquier caso, la clase obrera mundial debe intervenir de forma independiente en este nuevo salto en la crisis mundial. El hilo conductor de las rebeliones y protestas que se dieron antes y durante la pandemia ha sido la crisis mundial, pero estas rebeliones pusieron en evidencia también la ausencia de una dirección política independiente de los bloques capitalistas. 
 Poner en pie partidos independientes de la clase obrera se convierte más que nunca en una necesidad para intervenir en la lucha de clases en cada uno de los países. En nuestro continente la pelea por una segunda Conferencia Latinoamericana y de los EE.UU. que ayude a reagrupar a los revolucionarios para discutir un programa y una salida para intervenir en la crisis es un primer paso en este sentido. 

 Nicolás Wiso

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