jueves, 7 de febrero de 2019
Cómplice: hace décadas que Bergoglio sabe de las violaciones de monjas
Y no hizo nada. Hoy reconoce públicamente que curas y obispos violan, embarazan y obligan a abortar a religiosas en todo el mundo. En 2001 el Vaticano ya había sido sancionado por el Parlamento Europeo. Él ya era cardenal.
Este martes Francisco regresó al Vaticano luego de su gira estelar por los Emiratos Árabes. En el avión de vuelta lo acompañaban periodistas de algunos de los medios más grandes del mundo.
Allí le consultaron, por un lado, sobre la última edición de la revista vaticana L’Osservatore Romano, Mujeres Iglesia Mundo, donde se denuncia el silencio que reina en la Iglesia frente a los abusos sexuales contra monjas cometidos por sacerdotes y el consecuente ’escándalo’ de religiosas obligadas a cometer abortos o dar a luz niños que no son reconocidos.
También le preguntaron por sus expectativas respecto a la cumbre de la Iglesia del próximo 21 de febrero, para analizar el escándalo de los abusos sexuales contra menores por parte de miembros del clero. Y el Papa se despachó con algunas definiciones, tal vez inesperadas por sus acompañantes.
Confesiones de invierno
Primero recordó que Benedicto XVI, su antecesor, había “tomado medidas” contra una orden francesa porque todos sus sacerdotes reducían a la servidumbre sexual a varias de sus monjas. Y sin ningún filtro dijo que “no es que todo mundo haga esto, pero ha habido sacerdotes y obispos que lo han hecho. Y continúa, porque no es como que una vez que te das cuenta se detiene”. Más claro, echale agua bendita.
Sin dar ninguna explicación y mucho sin pedir perdón al mundo entero, Francisco reconoce como si tal cosa fuera que sabía desde hace años de las violaciones constantes de monjas por parte de curas y obispos en todo el planeta. ¿Ningún periodista le repreguntó lo obvio, por qué no hay desde hace años miles de curas presos en las cárceles del mundo? ¿Tan mal anda el periodismo?
No hay miles de curas presos en todo el mundo porque Bergoglio, al igual que su antecesor Ratzinger, que Wojtyla y que toda la caterva de cardenales no quieren, porque se encubren entre ellos mismos y porque en casi todo el mundo la Iglesia teje alianzas de compromiso mutuo con los Estados y el poder económico.
Pero incluso en un mundo plagado de esas obscenas relaciones, en 2001 el propio Parlamento Europeo se vio obligado por las circunstancias a emitir una resolución “resolución sobre la violencia sexual contra las mujeres y, en particular, contra religiosas católicas”. El texto completo puede leerse en español en la web del Parlamento Europeo. Compartamos algunos pasajes contundentes.
Denuncias desde 1994
La resolución del 5 de abril de 2001 (firmada en la ciudad francesa de Estrasburgo), dice que vistas todas las convenciones y declaraciones internacionales sobre derechos humanos, sociales, de la niñez y la adolescencia, de las mujeres y de las personas vulnerables, la denuncia de la revista estadounidense National Catholic Reporter sobre “un importante número de monjas católicas violadas por sacerdotes en al menos 23 países” cuestiona de forma directa a la máxima autoridad eclesiástica.
Fue en 2001. En febrero de ese mismo año Juan Pablo II lo nombró cardenal, máximo escalón en la carrera curial, con lo cual también se convirtió en miembro del Colegio cardenalicio, es decir la cohorte del monarca sucesor de Pedro. Bergoglio no podía no saber en ese momento de la resolución del Parlamento Europeo. ¿Y qué hizo entonces? Nada, se calló la boca.
La resolución del europarlamento recordaba que “la Santa Sede ha confirmado que estaba al corriente de la existencia de casos de abusos sexuales y violación de mujeres, incluidas monjas, por parte de sacerdotes católicos, habida cuenta, en particular, de que desde 1994 se han remitido al Vaticano al menos cinco informes sobre ese asunto”. ¿Tampoco sabía eso Bergoglio?
El Vaticano no adoptó “medidas adecuadas” a pesar de estar bien informado “acerca de esas violaciones de los derechos humanos”. “Varias de las monjas violadas también han sido obligadas a abortar y a dimitir o, en ciertos casos, han sido contaminadas por el virus del sida”. El portavoz del Vaticano Joaquín Navarro Valls “ha afirmado que el problema es conocido pero limitado desde el punto de vista geográfico”. Todas citas textuales de la resolución.
Con todo eso el Parlamente Europeo condenó “todas las violaciones de los derechos de la mujer así como los actos de violencia sexual, en particular contra religiosas católicas, y manifiesta su solidaridad con las víctimas”; pidió “que los autores de estos crímenes sean detenidos y juzgados”; que “las autoridades judiciales de los 23 países citados en los informes mencionados más arriba garanticen que se va a sacar a la luz, en términos judiciales, todo lo relativo a esos de casos de violencia contra mujeres”; a la Santa Sede le exigió “que tome en serio todas las acusaciones de abusos sexuales dentro de sus organizaciones, coopere con las autoridades judiciales y aparte a los autores de sus funciones oficiales”, al tiempo que “reintegre a los miembros de sexo femenino que hayan sido apartados de sus puestos por atraer la atención de sus superiores en relación con esos abusos”.
Por último, encargaba “que transmita la presente resolución al Consejo, a la Comisión, a las autoridades de la Santa Sede, al Consejo de Europa, a la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas y a los Gobiernos de Botswana, Burundi, el Brasil, Colombia, Ghana, la India, Irlanda, Italia, Kenya, Lesotho, Malawi, Nigeria, Papua Nueva Guinea, Filipinas, Sudáfrica, Sierra Leona, Uganda, Tanzania, Tonga, los Estados Unidos, Zambia, la República Democrática del Congo y Zimbabwe”.
Menos pregunta Dios
¿Cuánto de todo eso no se enteró Jorge Mario Bergoglio en 2001? ¿Y en los años posteriores? Ahora dice que sí, que lo sabía y hasta que Benedicto había tomado cartas en el asunto. Una verdadera confesión que debe estar causando náuseas, descomposturas y crisis de nervios en muchas de las víctimas sometidas por sus colegas.
Apelando a su talento político, Bergoglio hizo algunos malabares retóricos para intentar salir airoso de la conversación. “Algunos clérigos fueron suspendidos por abusar de las religiosas, pero el maltrato de las mujeres es un problema de la sociedad en general, que aún las considera ciudadanas de segunda clase”, gambeteó. Porque, dijo, “es un problema cultural” ya que “la humanidad no ha madurado” y “en algunos lugares del mundo el maltrato llega al punto del feminicidio”.
¿Tampoco sabe Francisco que en muchísimos lugares de la Tierra la educación y la regimentación de las vidas (es decir, algo así como la cultura) llevan siglos moldeadas y formateadas por la misma institución que la que él se “casó” hace cincuenta años y que conduce desde hace seis? Vamos.
Enterado de las nuevas declaraciones del sumo pontífice, el abogado Carlos Lombardi, profesor de la Universidad de Cuyo, especialista en Derecho Canónico y asesor de la Red de Sobrevivientes de Abuso Sexual Eclesiástico lanzó una reflexión contundente ante La Izquierda Diario: “Es una nueva infamia, una nueva mentira de Bergoglio, haciéndose el sincero, que reconoce con valentía histórica que sus curas y sus obispos violan monjas, las embarazan y las mandan a abortar”.
Para Lombardi lo del Papa es otro acting para proteger a la institución. “El Vaticano sabía del fenómeno, por lo menos, desde el 2001, año en que reconoció públicamente que cientos de monjas fueron violadas por misioneros. Estos hechos motivaron la sanción por parte del Parlamento Europeo”, recuerda.
El abogado, conocedor como pocos de las argucias y maniobras eclesiásticas, cierra con una definición: “el papa continúa su ‘cultura demagógica’ y deshonesta. La iglesia católica sigue siendo usina generadora de violencia de género, en su estructura, organización, funcionamiento y doctrina”.
De todo eso, de todo eso sí, Bergoglio sabe.
Daniel Satur
@saturnetroc
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