viernes, 16 de marzo de 2018
Stephen Hawking, el padre del tiempo
El brillante científico fue además un crítico implacable de las invasiones imperialistas y del oscurantismo religioso. Murió hoy a los 76 años.
A sus 76 años falleció en la ciudad de Cambridge (Londres) uno de los físicos teóricos más brillante del último siglo. Su popularidad se extendió no sólo por sus aportes científicos, sino también por su labor como divulgador científico.
Catedrático de la Universidad de Cambridge, ocupó la cátedra Lucasian de matemáticas que en otro tiempo perteneció a Isaac Newton. Padecía de una enfermedad motoneuronal que se fue agravando con el paso del tiempo hasta dejarlo prácticamente paralizado.
En 1988 publicó su reconocido libro Breve historia del tiempo: del Big Bang a los agujeros negros, obra que se convirtió en un best seller de la literatura científica, rompiendo records de ventas, y que realizaría su primer gran aporte al conjugar la relatividad general de Albert Einstein, los estudios sobre la existencia y naturaleza de los agujeros negros y las observaciones de Edwin Hubble acerca del universo en expansión, para construir la historia del cosmos.
Partiendo de las observaciones sobre los agujeros negros, Hawking postuló que al tratarse de regiones con una concentración de masa capaz de curvar el espacio-tiempo hasta el infinito, produciendo singularidades que escapan al control de las leyes de la relatividad general, podríamos darnos una idea del origen del universo si invirtiéramos el proceso hasta llegar a una singularidad originaria donde todo se condensaría en un punto de incalculable densidad y temperaturas: el Big Bang.
De esta manera Hawking habría contribuido a ponerle fecha de nacimiento al tiempo, y por lo tanto al universo tal como lo conocemos. Esta primera aproximación concluiría en que el tiempo tendría un principio y probablemente también un final.
Otro de sus aportes científicos fue la afirmación de que los agujeros negros emitían una radiación, más tarde conocida como “radiación Hawking”, que más tarde fue verificada por la comunidad científica.
Una de sus mayores virtudes fue su versatilidad, durante toda su carrera, para reconocer sus errores cuando sus afirmaciones no se correspondían con la evidencia experimental.
Dios, La Nada y El Todo
Con la publicación de El gran diseño (2010), en el que incorpora los últimos avances en el entendimiento de las leyes fundamentales que rigen nuestra existencia, Hawking avanza sobre un interrogante que lo llevaba a revisar sus propios postulados: ¿Qué hay antes del tiempo?
Modificando la idea de una singularidad originaria, como punto de origen y frontera del tiempo, Hawking postuló la idea de que el universo no posee límites, ni fronteras, ni mucho menos un estado inicial desde el cual concluir la configuración actual de las cosas. La idea sería asimilable a lo que ocurre con los polos de la Tierra: no hay nada más allá del Polo Sur, aunque de encontrarnos allí no encontraríamos ningún límite a nuestro desplazamiento.
Algunas interpretaciones interesadas sobre el origen en una singularidad como el Big Bang, un punto incomprensible que soslayaría las leyes de la física, gustaban de colocar este fenómeno creacional en manos de una entidad supranatural como Dios. Pero Hawking fue lapidario: la explicación del origen "excluye a Dios". Se trataba de una reconsideración de sus planteos expresados en la Breve historia del tiempo: en aquella época, el científico se declaraba agnóstico y dejaba abierta la posibilidad de una conciliación con las versiones religiosas del origen del mundo. Hace cuatro años, incluso, Hawking declaraba contundente: “no hay ningún Dios. Soy ateo. La religión cree en los milagros, pero estos no son compatibles con la ciencia” (Semana, 10/1/14)
Según El gran diseño, El universo sería resultado de una creación espontánea, de una Nada que poco se parece a lo que podríamos imaginarnos como La Nada. Los fundamentos de esto se encuentran en el abordaje de la mecánica cuántica que explica el comportamiento de las cosas en un nivel subatómico. El “principio de incertidumbre” supone que La Nada de un estado de vacío absoluto no es más que un estado de equilibrio cero de la energía total, la cual a escalas subatómicas se crea, transforma, modifica y destruye permanentemente.
Pero la ciencia ha llegado más lejos aún y en su descripción de la Teoría M (actual aspirante a la Teoría del Todo) Hawking explica que nuestro universo sería uno de tantos universos infinitos, creados de forma espontánea, todos con sus características y leyes propias, muchos de los cuales colapsan de inmediato. No tendríamos solo un universo sino un multiverso, por lo cual nuestra existencia no sería la obra milimétrica de Dios, sino un fenómeno asimilable a la selección natural de Darwin: “un universo sin un borde espacial, sin principio ni final en el tiempo, y sin lugar para un Creador”, en palabras de Carl Sagan sobre la obra de Hawking.
De cómo se distribuyen las cosas
Hawking rechazó el título de caballero ofrecido por la reina Isabel II, y se opuso públicamente a las incursiones belicistas de imperialismo en Vietnam, Irak y al asedio permanente del estado israelí sobre la población de Gaza, participando en el boicot académico a Israel en 2009 y negándose en 2013 a participar de una conferencia en una universidad de Tel Aviv.
Supo diferenciar el progreso de la humanidad de las desigualdades sociales reconociendo el carácter de clase de nuestra sociedad: “Si las máquinas producen todo lo que necesitamos, el resultado dependerá de cómo se distribuyen las cosas. Todo el mundo podrá disfrutar de una vida de lujo ociosa si la riqueza producida por las máquinas es compartida, o la mayoría de la gente puede acabar siendo miserablemente pobre si los propietarios de las máquinas cabildean con éxito contra la redistribución de la riqueza”.
“Me he dado cuenta de que incluso las personas que dicen que todo está predestinado y que no podemos hacer nada para cambiar nuestro destino siguen mirando a ambos lados antes de cruzar la calle”, afirmó en una ocasión, sintetizando su confianza en el potencial de la ciencia y el conocimiento para transformar la realidad.
Marcelo Mache
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