viernes, 30 de marzo de 2018
Qué significa la visita de Kim Jong-un a China
La reunión entre Kim y Xi Jinping sugiere que han aumentado las probabilidades de que efectivamente se realice la cumbre Kim-Trump. Y para eso se están posicionando los principales actores.
La visita secreta pero no sorpresiva de Kim Jong-un a China parece haber sido un ejercicio de precalentamiento para el encuentro cara a cara entre el líder norcoreano y el presidente Donald Trump, que si todo sigue igual, debería ocurrir durante mayo.
La reunión entre Kim y Xi Jinping sugiere que han aumentado las probabilidades de que efectivamente se realice la cumbre Kim-Trump. Y para eso se están posicionando los principales actores de este drama, que como la mujer del César, no solo tienen que ser sino también parecer los ganadores.
Xi Jinping usó la breve estadía de Kim para enviar el mensaje a Estados Unidos de que influirá de forma decisiva en la agenda de las eventuales cumbres en las que participe Corea del Norte. Y que está nuevamente en el centro de la escena, después de que quedara relativamente al margen de la iniciativa diplomática que las dos Coreas pusieron en marcha durante los Juegos Olímpicos de Invierno de Pieonchang.
Para Kim la foto con Xi Jinping, así sea tomando apuntes como lo mostró la prensa oficial china, vale oro. Al “pequeño rocket man” (Trump dixit) el viaje a Beijing le sirve para contrarrestar el bullying que le hacen los medios y vender una imagen de estadista, dispuesto a negociar con las grandes potencias con la seguridad que le da haber demostrado su capacidad nuclear. Más allá del resultado, la foto con Trump, si se reunieran a solas, subiría sus acciones. Por esto el establishment norteamericano siempre se opuso a una cumbre de este tipo en la que un enemigo insignificante apareciera de igual a igual con el presidente de la principal potencia imperialista.
Trump se atribuye como un triunfo propio el cambio de posición de Corea del Norte. Después de todo, con una mezcla de presión por medios extra diplomáticos y ciertas concesiones, Estados Unidos consiguió que China y Rusia aceptaran imponer las sanciones más duras hasta el momento contra Pyongynag, incluyendo el abastecimiento de energía y combustible.
Las relaciones entre China y Corea del Norte han alcanzado su punto más bajo en la era Kim Jong-un - Xi Jinping. El líder norcoreano desafió en reiteradas oportunidades a su patrón incrementando las pruebas misilísticas. Ejecutó a su tío y asesinó a su medio hermano, ambos con relaciones políticas y comerciales con Beijing, con la sospecha de que se estaba urdiendo una conspiración para derrocarlo. Mientras que la burocracia del PCCh ve con preocupación que la belicosidad de su aliado le dan pasto a la política militarista norteamericana. Aunque sin ahogarlo decidió tirar de la cuerda reduciendo el intercambio comercial y la asistencia económica, lo que probablemente ayudó a que Kim se subiera al tren blindado que lo llevó a China.
Pero más allá de las tensiones, la alianza entre ambos es histórica y tiene un valor estratégico. Se remonta a la guerra de Corea de 1950-53 en la que Beijing combatió del lado del norte y se reafirmó luego del colapso de la Unión Soviética. Corea del Norte depende en un 90% de China para subsistir. China privilegia la estabilidad en Corea del Norte porque es de hecho un estado tapón que lo separa de Corea del Sur, Japón y las tropas norteamericanas en la región, y porque el colapso de este régimen estalinista sui generis exportaría el caos a través de sus fronteras.
La estrategia de Corea del Norte es que se lo reconozca como un miembro de derecho del selecto club nuclear, aunque su discurso sea el de la “desnuclearización” de la península que tendría como contrapartida que Estados Unidos haga lo propio con el armamento nuclear disponible para Corea del Sur.
Estados Unidos se encuentra ante el dilema de aceptar lo inaceptable o emprender una aventura militar de altísimo costo, para la cual no encuentra compañía. Ni Corea del Sur ni Japón están dispuestos a ir a una guerra con Corea del Norte. El arte de Trump es ocultar la debilidad de la posición norteamericana detrás de una política ofensiva. Además de las cuestiones comerciales, la renegociación del tratado de libre comercio con Corea del Sur, y en otro registro, la imposición de tarifas contra China están imbuidas en esta realidad geopolítica. La conformación de un gabinete de guerra donde se sientan halcones como Mike Pompeo y John Bolton alimenta la hipótesis de que quizás haya una demostración de fuerzas compensatoria. No por casualidad las miradas empiezan a dirigirse hacia Irán.
Claudia Cinatti
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