jueves, 6 de abril de 2017
Marzo 1917: ¿Revolución democrática?
¡Vamos por las 8 horas y el control obrero!
El 27 de febrero de 1917, luego del triunfo de la insurrección1, se constituyó en San Petersburgo el Soviet de Diputados Obreros y Soldados, con delegados electos hasta ese momento en las fábricas y los cuarteles, más dos delegados por cada partido socialista. Desde el momento que el movimiento de lucha adquirió cierta amplitud, la clase obrera rusa tendió a la formación de los soviets, retomando el punto más alto de la revolución de 1905. Existió, sin embargo, una diferencia apreciable que revela que la Revolución Rusa tuvo como factor esencial la crisis mundial y su expresión trágica -la Gran Guerra. En los soviets del ’17 fueron protagonistas los soldados campesinos que habían disparado contra los huelguistas en 1905 y aquí se alinearon en el campo de la revolución.
Días después, el 2 de marzo, se constituyó un Gobierno Provisional, presidido por el príncipe Lvov, gran latifundista y partidario de una monarquía constitucional, y que tuvo el apoyo inmediato de la Iglesia Ortodoxa, la burguesía y la nobleza.
Dualidad de poder. Lenin llamará a “corregir las viejas fórmulas del bolchevismo, pues si bien… estas fórmulas eran… acertadas, su realización concreta resultó ser diferente. Nadie pensaba ni podía pensar antes en la dualidad de poder”.
Y precisa sobre el carácter político del poder concentrado en los soviets: “Es una dictadura revolucionaria… un poder que se apoya directamente en la conquista del mismo por la vía revolucionaria, en la iniciativa directa de la masas del pueblo desde abajo y no en la ley promulgada por el poder centralizado del Estado”. Advierte que no se medita lo suficiente sobre este hecho siendo que es “la esencia del problema. Este poder es un poder del mismo tipo que la Comuna de París de 1871”. “En la medida en que -subrayará Lenin- ejerza ese poder. Porque ese poder, a minutos de haber nacido, pactó con el Gobierno Provisional y abandonó posiciones a manos de la burguesía”.2
Paradoja
Casi al mismo tiempo de la instalación del Gobierno Provisional, el Soviet de San Petersburgo condenó la agitación que exigía toda la tierra para los campesinos3. Desde el momento que la revolución democrática debía tener por único propósito liquidar los vestigios del feudalismo en Rusia para abonar un desarrollo acabado del capitalismo, no sería necesario tocar la propiedad privada. El poder debía ser puesto en manos de la burguesía y a esta política se aferraron los partidos mayoritarios en el Soviet (mencheviques y socialistas revolucionarios).
Esta es la paradoja que nació en Febrero. De un lado, las masas irrumpían en los soviets como la puerta obligada de la revolución, al punto que el 9 de marzo, “el Gobierno Provisional no existe más que en la medida que lo permite el Soviet”4. Del otro, el gobierno de la burguesía, para el que, una vez derribada la monarquía, la revolución burguesa apenas iniciada había terminado y todos los problemas debían ser zanjados por una lejana Constituyente. En marzo, Kerenski, próximo a los SR y miembro del Soviet, otorgó al Gobierno el aval público del Soviet, declarando que su única función era controlarlo.
La respuesta de la clase obrera
Para los trabajadores, los objetivos políticos de conjunto planteados a la Revolución de Febrero -república democrática, oposición a la guerra y paz sin anexiones, reforma agraria- debían ser encadenados al conjunto de reclamos planteados en las fábricas, contra el despotismo atroz de las patronales y el zarismo. Allí estaban las ocho horas, un salario“propio de un ciudadano libre” y un régimen “constitucional” en las fábricas. En palabras de un delegado soviético: “Los trabajadores no pueden ganar la libertad y no usarla para sacarse las cargas de su trabajo, para luchar contra el capital”5.La expresión que llama a imponer el “régimen constitucional” en las fábricas resume este afán y esta lucha, que encarna la disputa obrera por el dominio del lugar de trabajo frente al despotismo del régimen.
El Soviet de Petersburgo llamó a retornar al trabajo el 7 de marzo sin la promulgación legislativa de las 8 horas de jornada. Por esta razón, la gran mayoría de trabajadores desoyó el llamado del Soviet. Las asambleas votaron finalizar las huelgas sólo luego de haberse implantado las 8 horas. Sólo 28 fábricas de las 111 sobre las cuales tenía información la cámara patronal de Petersburgo habían retornado al trabajo el 7 de marzo y la mayoría fue introduciendo la jornada de ocho horas “sin permiso preliminar”.
Después de la caída del zar, los trabajadores retornaron a una gran mayoría de plantas sólo para formular sus reclamos y quedar a la espera de que estos se cumpliesen. Se plantearon reclamos ante los directores y ante el Soviet, como el de un salario mínimo. Una parte de esta rabiosa revolución en las fábricas fue la purga de los administradores y capataces. Con una importante advertencia. No todos ellos fueron expulsados o castigados por conductas violentas o denigrantes para con los trabajadores. Luego de una inicial explosión violenta, el desplazamiento de administradores se fue produciendo en base a un protocolo no escrito en el que aparecieron otras razones para la baja. Desde ya que pesó de entrada si el administrador había sido un instrumento de la autocracia o había actuado de modo despótico frente a los trabajadores, pero luego se consideró también si ese personaje estaba calificado para manejar el puesto que detentaba, desde el punto de vista económico y técnico. Un cambio en la conciencia atribuible a la propia revolución en curso.
Comités de fábrica
En una vasta cantidad de empresas, como expresión de este proceso, se eligieron comités de fábrica cuya función era representar a los trabajadores frente a las administraciones patronales y otros organismos externos. Los trabajadores, por breves períodos, habían logrado imponer estos organismos durante 1905 y el ascenso de 1912-14. La iniciativa expresaba una tendencia a manejar el orden interno en la fábrica. David Mandel, un investigador del período, aportó el ejemplo del comité de fábrica de Radiotelegraph Factory, sólo uno entre tantos, que logró hacerse cargo de tareas tan vastas como la determinación de la jornada de trabajo, el salario mínimo, el servicio médico, los contratos y los despidos, la disciplina laboral y la comida, entre otras6.
Estas actividades no llegaron al punto de cambiar el manejo de la administración capitalista en los aspectos técnico y económico, pero dieron vuelta el régimen despótico y de feroz explotación del período prerrevolucionario.
El cuadro fue distinto en las empresas del Estado, en la que los trabajadores asumieron en muchos casos tareas de administración, frente a la deserción o expulsión de funcionarios del viejo régimen caído. Existió, luego de la Revolución de Febrero, la conciencia de que con la revolución democrática esas empresas pasaban al dominio del pueblo. Si el Estado se había democratizado, todas las empresas y fábricas pertenecientes a este Estado y debían ser parte de un mismo proceso.
El movimiento por el control de las empresas privadas surgiría desde abajo y con mayor profundidad cuando la amenaza a la continuidad de las fábricas fuese ostensible. Frente a una serie de reclamos de los comités de fábrica sobre la necesidad del control obrero, el comité de Petersburgo del partido Bolchevique decidió recién en mayo, recomendar a los trabajadores la creación de comisiones de control en las empresas.
Ante la paradoja de la Revolución de Febrero, la acción de los trabajadores irrumpió frente a la parálisis del Gobierno Provisional y del propio Soviet, colocándose a la izquierda de ambos. Fue el movimiento anticipatorio del viraje revolucionario que se operaría en abril. Además, en el mismo momento en que los obreros reprimían y echaban a los capataces, y tenían el ojo puesto en el director liberal, los campesinos ocupaban tierras y abandonaban las aldeas con destino a
Petersburgo, los soldados (campesinos) ingresaban a los soviets. Una situación inmensamente revolucionaria y un partido, el Bolchevique, que había estado a la rastra de los acontecimientos por la política de Stalin-Kámenev de apoyo al Gobierno Provisional. Lenin, apenas desembarcado en Rusia, se interrogaba: ¿se debe derrocar ya al Gobierno Provisional? Y se respondía: “No se lo puede derribar inmediatamente, pues se sostiene gracias a un pacto directo e indirecto, formal y efectivo con los soviets de diputados obreros y, sobre todo, con el principal de ellos, el Soviet de Petersburgo… el único gobierno (nuestro) posible, que expresa directamente la conciencia y la voluntad de la mayoría de obreros y campesinos”7. Para convertirse en poder los obreros conscientes estaban obligados a ganarse a la mayoría, porque como marxistas, los bolcheviques eran enemigos de la toma del poder por una minoría.
Estamos en las vísperas de las jornadas de abril en las que, por primera vez, se expresará en el terreno práctico la lucha entre los soviets y el gobierno capitalista.
Christian Rath
Notas:
l. Ver P.O. N° 1.449, 9 de marzo 2017.
2. Lenin: Obras Completas, T. XXIV, Cartago. 1957.
3. J.J. Marie: Lenin. POSI, Madrid, 2008
4. Confesión de un ministro de Gobierno al general Alexéiev, al frente del Cuartel General, citado por León Trotsky: Historia de la Revolución Rusa, Indoamérica, 1954.
5. Revolyutsyonnoedvizhenie…, citado por David Mandel, Factory Committees and Workers’ Control in Petrogradin 1917, Notebooks.
6. Dok, ídem anterior.
7. Lenin: Obras Completas, T. XXIV, Acerca de la dualidad de poder, ídem anterior.
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