miércoles, 10 de junio de 2020

La estatua de Churchill en la Plaza del Parlamento

Las movilizaciones de estas últimas semanas en Londres han tomado las páginas de los principales diarios. Son parte de la lucha internacional contra el racismo y el fascismo desenvuelta en todo el mundo como respuesta al asesinato policial de George Floyd, en la ciudad estadounidense de Minneapolis. Las movilizaciones en Londres tomaron como uno de sus lugares la estatua de Churchill en Parliament Square, Westmister. Los manifestantes escribieron que Churchill “era un racista”, en referencia a tantos comentarios xenófobos del líder conservador, pero sobre todo, y sobre la política colonial del imperio británico, carne y uña del racismo.
Pero no fue la única estatua objeto de las manifestaciones en el mundo: “las de los ex primeros ministros Lord Palmerston y George Canning, así como la de Abraham Lincoln, el presidente estadounidense que precisamente abolió la esclavitud, también han sido pintadas con el lema de Black Lives Matter. En Bristol, la ciudad de Banksy, derribaron y arrojaron al río el monumento dedicado a Edward Colston, un destacado comerciante de esclavos del siglo XVIII. Durante sus años en la Royal African Company (1680-1692), en torno a 84.000 hombres, mujeres y niños africanos fueron enviados a trabajar a las plantaciones de azúcar y tabaco en América y el Caribe” (elespanol, 8/6).

Bengala, una masacre imperialista

El 12 de agosto de 1941, Churchill y Roosevelt firmaron la “carta atlántica” que respetaba el derecho de los diferentes pueblos a elegir la forma de gobierno en el que deseen vivir, pero Churchill aclaró que para todos menos para la India, colonia británica. El objetivo de Gran Bretaña era preservar el imperio, y sólo por ese motivo enfrentaba a Hitler. Churchill hablaba de “razas amarillas” para referirse a los asiáticos, y proponía tutelarlos para que “no causen problemas” (Bambery, 354). El objetivo de Churchill era seguir explotando a 500 millones de personas: “No dejaremos que los hotentotes, por el voto popular, arrojen al mar a los blancos”.
La India era la joya del imperio británico, un enclave bélico contra el eje. Su ferrocarril era el abastecimiento de las tropas. Gandhi y Nehru eran dirigentes que reclamaban la independencia luego de la guerra y promovieron una campaña que paralizó las líneas férreas. El movimiento obrero lanzó una huelga en 1942, con epicentro en la gigantesca planta de acero Tata Steel en Jamshedpur, y una huelga general de tres meses en el rubro textil. La respuesta fue el bombardeo de la RAF sobre los manifestantes que tomaron la ciudad de Patna (el PC Indio defendía a los británicos y denunciaba las huelgas como antagónicas a las lucha contra los nazis). El saldo fueron 100.000 detenidos y 10.000 muertos (Gluckstein, 199). No satisfechos con ello, Churchill promovió la idea de un estado “musulmán” en India, o sea, religioso. La política del imperialismo de utilizar diferencias raciales o ideológicas para dividir la lucha de la clase obrera.
En 1943 la hambruna de Bengala fue producida por la orden de Churchill de vender excedentes de arroz en Oriente y utilizarlo para las tropas británicas. Causó la muerte de más de 5 millones de personas. Sin necesidad alguna, porque no había ningún tipo de escasez o necesidad. La hambruna fue una política deliberada por parte de Churchill para castigar a los indios por sus intentos de sublevación. Se aplicó también una política de “tierra arrasada”. Churchill declaró “Odio a los indios. Son un pueblo bestial con una religión bestial” y dijo que la hambruna era culpa de ellos porque “se reproducen como conejos”.
“En conjunto, en 1943, la producción de arroz no sufrió mengua, pero las familias de jornaleros, campesinos y pescadores de Bengala vieron caer sus ingresos dos tercios, desde 1940, mientras el precio del arroz se disparaba” (Bambery, 360). Muchos hambrientos llegaron a Calcuta, las autoridades británicas los expulsaron “a morir en el campo”. Churchill bloqueó el envío de 100.000 toneladas de trigo y cereal desde Canadá. Churchill era un genocida racista, un imperialista de pura cepa.
Estos crímenes del imperialista y racista Churchill se suman a tantos otros reproducidos en las diferentes colonias británicas. Entre otras cosas, apoyó al sionismo y la ocupación de Palestina. Como también a la campaña de los aliados bombardeando poblaciones civiles como Desde. Mientras la hambruna se producía en Bengala, Churchill ordenó la “masacre de Atenas” contra el pueblo griego organizado (EAM-ELAS) que había derrotado a los nazis y habían tomado el control de la capital. Las tropas británicas entraron masacrando a decenas de miles de militantes y recuperando el control de la ciudad. La lucha contra el racismo es inseparable de la lucha contra el imperialismo y el capitalismo.

Emiliano Monge
08/06/2020

Bibliografía: Bambery, Chris, “Historia Marxista de la Segunda Guerra Mundial”. Gluckstein, Donny, “La Otra Historia de la Segunda Guerra Mundial”.

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