viernes, 14 de julio de 2017

La Toma de la Bastilla: la burguesía francesa abre un nueva época en la historia humana




Se cumplen 228 años del inicio de la gloriosa Revolución francesa, uno de los episodios más importantes del mundo moderno. Su importancia histórica.

La República Francesa carga con el mérito de haber sido el primer país donde se llevó a cabo la revolución burguesa más importante de la historia, donde la burguesía se elevó a clase dominante por primera vez y creó un Estado a su imagen y semejanza. Como nunca antes había ocurrido, esta clase social destruyó por completo el Antiguo Régimen, que llego a dominar casi todos los países europeos gobernados por las monarquías. Las revoluciones que se sucedieron de 1789 en adelante, los sistemas políticos, y en cierta medida, toda la “civilización” moderna, bebieron de la fuente de la revolución francesa. Como definió Eric Hobsbawm: “La Revolución Francesa fue un conjunto de acontecimientos lo suficientemente poderoso y universal como para transformar permanentemente aspectos importantes del mundo y para presentar las fuerzas que continúan transformándolo”. (Los Ecos de la Marsellesa)
Hacia fines de 1780, Francia era uno de los países más populosos de Europa, siendo el principal rival económico de Inglaterra, poseía un dominio colonial importante y fue la nación pionera del pasamiento filosófico que exportara las ideas que influenciaran a los distintos procesos revolucionarios y a las sociedades de esa época: La Ilustración.

Crisis del Antiguo Régimen

De los 28 millones de habitantes del territorio francés en 1780, el 97 % pertenecía al Tercer Estado, estamento que comprendía a sectores sociales que iban desde campesinos rurales (cerca de 20 millones), burgueses de las ciudades, artesanos, comerciantes y mendigos. El restante 3% lo constituía la nobleza y el clero. Tanto el clero como la nobleza (Primer y Segundo Orden de la sociedad francesa) no trabajaban, estaban exentos de cualquier tipo de impuestos, dependían de las rentas de sus propiedades, matrimonios de conveniencia, pensiones, donaciones y otros tipos de “beneficios”, además de ocupar los más altos cargos políticos en el caso de la nobleza y de influenciar en los asuntos más importantes del Estado, en el caso del clero, por su cercanía al Rey.
En el año 1788 una mala cosecha provocará una crisis profunda en la sociedad, que dejará como saldo una miseria generalizada. La nobleza intentará palearla aumentando los impuestos, el clero también subirá el precio de su diezmo a la población e incrementará el precio del arriendo de las tierras. Los campesinos sufrían las malas cosechas que venían teniendo de años anteriores y salvo una minoría que disponía de algún excedente, la inmensa mayoría padecía una situación agobiante, ya que además subieron los precios del pan y los cereales, principales alimentos de la época. Junto con esto, la Guerra de Independencia norteamericana consumió un 25% del presupuesto de la monarquía francesa, ya que esta apoyo con armas y dinero a las colonias que se independizaron de Inglaterra, llevando a una crisis terminal. Lo que empezaría como una crisis impositiva, se convertirá en una crisis del régimen, dando paso a una revolución social.

Las masas parisinas se lanzan a la lucha

Esta crisis económica y social va a fundirse como la cera en el fuego con una crisis política, con un desenlace hasta ese momento impensado para las clases dominantes. La monarquía se decide a llamar a los Estados Generales para el 5 de mayo de 1789, a tratar de darle una salida a la situación. Los Estados Generales (especie de parlamento francés) no habían sido convocados desde 1614. La lucha encarnizada entre los tres órdenes se traducía en que mientras el absolutismo monárquico y los nobles buscaban concentrar todo el poder en manos del rey o lograr imponerle el respeto a las leyes, la burguesía reclamaba la igualdad civil, con la derogación de privilegios y la sustitución de una monarquía de origen divino por un Estado monárquico, basado en una nación soberana. La burguesía se revela e impone que la Asamblea resuelva un voto por persona, ya que el Tercer Estado contaba con 610 participantes, mientras el primero y segundo Estado tenía 290 y 271 respectivamente. Hasta ese entonces, siempre el mecanismo era de un voto por estamento, viéndose la burguesía superada por el clero y la nobleza. El Tercer Estado triunfa ante la resistencia de los órdenes privilegiados y logra la convocatoria a la Asamblea Nacional para el 9 de Julio, que se erige en Constituyente reclamando que una nueva constitución, además de declararse como los únicos miembros de la Asamblea Nacional, dando lugar en ella solo a los representantes del pueblos. El día 11 el rey Luis XVI despide al ministro de Finanzas Necker, el único funcionario con lazos con los sectores populares y esto desata la rebelión en la población de Paris, ya que consideran a la medida como un autogolpe.
Entonces las masas parisinas se pondrán en movimiento y llevarán adelante la revolución. Ya desde el 12 de Julio saldrá a las calles en busca de armamento para apoyar a sus representantes políticos y el día 14 tomaran La Bastilla, la famosa prisión que fue símbolo de la represión estatal. Un gran papel político lo jugarán los Sans Culottes, campesinos pobres, que como afirmará León Trotsky: “Durante cinco años, los campesinos franceses se sublevaron en todos los momentos críticos de la revolución, oponiéndose a un acomodamiento entre los propietarios feudales y propietarios burgueses. Los sans culottes de París, al derramar su sangre por la República, liberaron a los campesinos de las trabas del feudalismo”. (Historia de la Revolución Rusa). Al cabo de algunas semanas la estructura social del feudalismo francés y la maquinaria estatal de la monarquía francesa yacían en pedazos. Para agosto de 1789 la Asamblea Constituyente fórmula la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, que será una de las constituciones burguesa pioneras del mundo: entre otros derechos declara que los hombres nacen y viven iguales en derechos, declara el derecho a la resistencia ante la opresión y por sobre todas las cosas, el derecho a la propiedad privada.

Los “Ecos” de La Revolución Francesa

La herencia de la Revolución ha sido discutida desde sus primeros años. Los cambios que produjo fueron muy profundos: logro abolir el feudalismo en Francia, destruyó al viejo ejército y lo sustituyó por milicias populares, hizo rodar miles de cabezas de las clases privilegiadas que oponían resistencia, sancionó los Derechos del Hombre y del Ciudadano, suprimió los privilegios de las clases dominantes de la época, confiscó tierras y suprimió el diezmo de la iglesia, estableció la Constitución de 1793. El periodo de mayores cambios y de participación de las masas, se dio en 1792-1794, años del gobierno Jacobino.
Si bien sus detractores han condenado sistemáticamente sus años de “terror” y de guillotina o su desenlace contrarrevolucionario con la dictadura de Napoleón Bonaparte, sigue siendo una experiencia de influencia para las masas que más temprano que tarde protagonizarán otros episodios revolucionarios, por que como bien sentenció Trotsky: “¿Los resultados de la revolución justifican las víctimas causadas por ella? Pregunta estéril y profundamente retórica: ¡como si el proceso de la historia fuera el resultado de un balance de contabilidad! Con mayor razón, ante dificultades y penas de la existencia humana, se podría preguntar: ¿para esto vale la pena vivir? (…) Pero los pueblos no tienen la costumbre de buscar un refugio en el suicidio, sino que buscan la salida a las cargas insoportables en la revolución”. (Trotsky, Octubre, "En defensa de la revolución de Octubre", Ediciones IPS).

Ricardo Farías

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