domingo, 2 de julio de 2017

Brasil: entre la crisis política y la huelga general




La segunda huelga general del año, prevista para el 30 de junio, ha debido abrirse paso desafiando los escollos impuestos por la burocracia sindical. Las centrales no se empeñaron en organizar el paro. La convocatoria a la huelga general viene siendo socavada por una supuesta falta de apoyo en el transporte, pero la dirigencia gremial no hizo nada para revertir esta situación. Esto contrasta con la iniciativa que viene surgiendo de abajo: los metroviarios (subte) de San Pablo confirmaron que paran. La CPTM (ferroviarios) y ómnibus de esa misma ciudad convocaron asambleas para definir su conducta. La burocracia viene haciendo la plancha, pero la presión por abajo puede terminar logrando un cumplimiento masivo de la huelga. Ni siquiera está previsto darle un carácter activo al paro, lo cual también contrasta con el parazo del 28 de abril, que fue acompañado de piquetes, movilizaciones y cortes de calles.

Dique de contención

La burocracia sindical está actuando como dique de contención de la movilización popular para salvar la gobernabilidad de un régimen que está en terapia intensiva. La Procuraduría General de la República acaba de confirmar una denuncia penal por corrupción contra Temer, por las acusaciones de soborno del empresario de la carne Joesley Batista, que desataron la reciente tormenta política. Se trata de una acción judicial que podría acabar con la destitución del mandatario. Sin perjuicio de ello, siguen su curso otras causas que podrían terminar igualmente por hacer rodar su cabeza.
La burocracia actúa como furgón de cola de la estrategia del PT. Lula y una parte de su cúpula han ignorado prácticamente la huelga, poniendo de relieve su disposición a aquietar la efervescencia popular en medio de la crisis política. Otra parte de la dirigencia petista sólo se ha valido de la huelga para inscribirla detrás de la candidatura presidencial de Lula. En nombre de ese “volveremos”, bloquea la posibilidad de que Temer caiga, ahora, bajo la presión directa de la acción popular.
El actual cerco judicial que se viene cerrando está acicateado por Estados Unidos. El gobierno norteamericano acaba de cerrar las importaciones de los productos
cárneos provenientes de Brasil, es un golpe letal a los pulpos de ese país. Lo que está en marcha, detrás de esta movida, es un copamien-to por parte de las corporaciones norteamericanas de las exportaciones de carne, cuyo liderazgo estaba en manos de la burguesía brasileña. Por lo pronto, los hermanos Batista, dueños de JBS, trasladaron su sede central de operaciones a territorio estadounidense, lo cual fue interpretado como una señal de este giro.
A la par de ello, avanzan las presiones dirigidas a una reorganización del BNDS, la gran caja de financiamiento de la burguesía brasileña, que terminó provocando la renuncia de su presidente. Estamos frente a una guerra que se libra en todos los planos -el de la Justicia, los servicios y, principalmente, en el de la orientación económica del Estado, a través de una puja abierta entre la burguesía local y el imperialismo por el manejo y explotación de los grandes recursos y la actividad industrial del país. La operación Lava Jato y, ahora, las revelaciones de los hermanos Batista, han apuntado a quebrar la articulación industrial y financiera armada en torno de Petrobras y el sistema de contratos y concesiones otorgadas desde el Estado.

Salidas en danza

El gobierno dice que cuenta con el respaldo suficiente para impedir un juicio político. Es que para que Temer sea apartado de su cargo por 180 días y juzgado por el Tribunal Superior (Suprema Corte), cualquier denuncia formal debe ser aprobada por dos tercios de la Cámara de Diputados. Pero esto no tiene en cuenta la disgregación que se viene operando en el campo oficialista, que se agrava cada día que pasa. El mayor riesgo para Temer es que el principal socio del PMDB en la coalición oficialista, el Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), decida darle la espalda. Los socialdemócratas están muy divididos sobre su permanencia en la base gubernamental. Un ala está “presionando por la ruptura cuanto antes". En una columna publicada por el diario Folha de Sao Paulo, el ex presidente so-cialdemócrata Fernando Enrique Cardoso volvió a pedir la renuncia de Temer (y el llamado a elecciones adelantadas). Una eventual salida del PSDB podría disparar una desbandada general de aliados y dejar a Temer al borde del juicio en el STF (La Nación, 27/6).
Este viraje del ex presidente, quien venía pugnando por la designación de un sucesor de “consenso”, muy probablemente obedezca a que la crisis ha llegado a un punto tal que ha frenado la salida de leyes estratégicas, como las de la reforma laboral y jubilatoria. Un impasse en la implementación del ajuste en curso, por el cual la burguesía depositó su confianza en el primer mandatario, puede acelerar la determinación del capital de soltarle la mano.
Las elecciones anticipadas (“directas”), de todos modos, le plantean al PT un problema insoluble, con o sin legislativas, pues para ello no tienen más remedio que pactar con los partidos tradicionales; ello, con el pretexto de alcanzar una mayoría parlamentaria.
En ese caso reiteraría la nefasta experiencia ya recorrida cuando fueron gobierno. Lula encabeza las intenciones de voto, pero está muy lejos de contar con mayoría, para lo cual debería buscar aliados y terminar formando una coalición con fuerzas políticas que hoy impulsan el ajuste y la agenda del gobierno Temer. Cualquiera sea la modalidad de la transición, ya sea de un candidato de consenso o de una directa necesariamente pactada, estas opciones tendrán como fundamento una continuidad de la política de austeridad y de reformas antiobreras.

Programa

La huelga general se inscribe en una etapa convulsiva, cuyos principales capítulos aún están por ocurrir. La cuestión del momento, en Brasil, es darle continuidad a la movilización popular, sacando todas las enseñanzas que deja esta medida de fuerza. El principal problema que plantea la lucha en curso es la forjar una dirección política de la clase obrera a la altura de las necesidades, rompiendo la subordinación y las ataduras con el Estado capitalista y sus partidos.
Llamamos a las tendencias combativas del movimiento obrero y de la izquierda a impulsar la convocatoria a un congreso de trabajadores, para discutir un programa y una salida política frente a la crisis en desarrollo. Por el retiro de la reforma laboral y jubilatoria; por un salario y una jubilación equivalente a la canasta familiar; por el reparto de las horas de trabajo sin afectar el salario y ocupación de toda fábrica que cierre o despida; por la apertura de los libros de todos los pulpos capitalistas y por el control obrero de la producción; por el cese del pago de la deuda externa e interna, y la nacionalización sin pago de la banca y de los monopolios petroleros, de modo de colocar los recursos al servicio de las necesidades sociales. Es hora de luchar por una Asamblea Constituyente libre y soberana, donde se discuta una reorganización integral del país sobre nuevas bases sociales. La cuestión clave en Brasil y, de un modo general, en América Latina, es que la clase obrera emerja como un polo político independiente y se transforme en alternativa de poder.

Pablo Heller

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