Los números también son claros: ayer se registraron 37.977 casos nuevos y 636 muertes; un número altísimo de fallecimientos que no se veía desde abril. No son cifras aisladas, hace aproximadamente 10 días que los casos no bajan de 30.000.
El fin del “milagro” de Europa
Durante la primera ola se vieron los primeros indicios de años de desfinanciamiento del sistema de salud; sin embargo, el pico llegó el 21 de marzo con 6.557 positivos. Parece poco creíble que estemos hablando de la misma región que en abril llegaba a los 200.000 contagios totales y hoy alcanza el millón.
La pregunta es qué pasó con el país que el resto de las naciones admiró por recuperarse del coronavirus. Y la respuesta la vemos en lo que sucedió meses después, cuando nadie miraba a Europa. Lo concreto es que, a medida que bajaron los casos, lógicamente se pusieron en marcha más y más aperturas. Sin embargo, el tiempo ganado no fue utilizado por el primer ministro italiano, Giuseppe Conte, para reforzar el sistema de salud que tanto sufrió la primera vez, tampoco para equipar con mayor personal a los hospitales.
En este sentido, las restricciones para acceder a un puesto en el sistema de salud nacional para médicos no italianos son muchas; así lo declara la Asociación de Médicos Extranjeros en Italia, que denuncia que de 77.500 profesionales que residen en el país solo el 10% trabaja en dicho sistema y que, quienes lo hacen, por lo general cobran los salarios más bajos del sector (Página 12, 12/11). A dicho problema se suman los casos entre personal de salud que no paran de crecer y que lo deja inhabilitado para cumplir sus funciones. En abril ya se contaba con 17.000 profesionales contagiados, casi el 10% del total.
Cuarentena a la italiana
En este marco, el Colegio Nacional de Médicos de Italia envió una carta para reclamar una cuarentena estricta para evitar que se profundice el colapso sanitario y las muertes comiencen a bajar. Vale preguntarse por qué esto aún no sucedió.
Por ahora, Italia se maneja con «zonas», cada una con un riesgo epidemiológico diferente. Pero, incluso sobre las zonas rojas, el presidente de la Federación Nacional del Colegio de Médicos declaró que «igual permiten a los ciudadanos ir a trabajar», demostrando la presión patronal para que los trabajadores no vuelvan a un confinamiento seguro. Incluidas en las zonas rojas se encuentra Lombardía, región fundamentalmente fabril que desde Prensa Obrera advertimos era una de las más golpeadas por el coronavirus y, a su vez, de las más reacias a que el gobierno acceda a confinar, encontrándose en conflicto los intereses de las patronales de mantener su tasa de ganancia, armando hasta los más ridículos operativos para declarar a sus actividades esenciales y así poder tener un permiso de circulación, con los de la clase obrera por cuidar su salud, la cual tuvo su reacción mediante la intervención de los sindicatos y huelgas en las empresas.
El hundimiento económico de la zona tiene como principales afectados, como de costumbre, a los trabajadores. Las cifras de desempleo son alarmantes: llega al 10%, aunque entre los menores de 25 sube hasta el 30%. La prohibición de los despidos, al igual que en Argentina, no fue más que un papel mojado, con una pérdida de 410.000 empleos. La presión por que no se sumen restricciones tiene un trasfondo patronal, ya que la caída de la actividad industrial que se espera para este 2020 es del 10%; también como de costumbre, el gobierno centroizquierdista cede ante esta presión exponiendo a la población toda.
Para las patronales menos restricciones, pero para la clase trabajadora militarización. Los envíos de efectivos del ejército son un hecho, así como lo hicieron al inicio de la cuarentena italiana y como se replicó en el resto del mundo. La nueva misión de las fuerzas represivas del Estado es que se «cumpla» la cuarentena de la mano de más represión.
El colapso que se viene
En este punto, el problema de la falta de camas, respiradores y demás recursos para atender a pacientes no solo afecta a los enfermeros por coronavirus, sino a toda la población que tenga alguna condición crónica o aguda. La población italiana advierte que la mayoría no va a los hospitales por miedo a los contagios, deteriorando su salud y posibles tratamientos. El colapso alcanza a todas las personas, no solo a aquellas que se contagian y presentan síntomas. Y lo que demuestra es que los gobiernos de Europa no se han preparado para la segunda ola luego de la experiencia vivida en el primer trimestre del año.
Lo que sucede en Italia es una advertencia de lo que puede venir para Argentina. El gobierno da por terminada la pandemia a la vez que aumenta las aperturas y el sistema de salud sigue desgastado frente a la nula inversión en el sector, con una continuidad en el ajuste como lo refleja el presupuesto 2021. Esta política nos expone a colapsos sanitarios en una posible segunda ola. Es que todo el problema del gobierno argentino y donde está puesta el conjunto de su voluntad política y económica es en el acuerdo de reestructuración de deuda con el FMI y la serie de gestos que pueda hacer hacia el capital financiero.
Sin embargo, el coronavirus lejos está de terminar. Frente al ataque a la clase trabajadora debemos organizarnos para no ser una Italia 2.0, reforzando el sistema de salud desde ahora y poniéndole un freno a la avanzada sobre nuestra salud y calidad de vida.
Lucía Miguez
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