miércoles, 12 de agosto de 2020

¡Viva la huelga general boliviana!




Abajo el golpe dentro del golpe. No a la ‘pacificación’ continuista

La huelga general iniciada el lunes 3 de agosto, se ha ido fortaleciendo y extendiendo. Su modalidad central es el bloqueo de rutas: llegan a 150 los cortes sostenidos con movilizaciones de organizaciones campesinas.
La huelga se inició con reclamos puntuales frente a la crisis sanitaria y social y con el eje aglutinador de oponerse a la resolución gubernamental de postergar las elecciones convocadas para el 6 de septiembre al 18 de octubre. Ha ido cambiando de consigna: ¡Fuera Añez, elecciones ya! es levantada por amplias masas movilizadas.
La presidenta golpista Jeanine Añez las postergó nuevamente (y van…) aduciendo peligro de contagio por la pandemia. Sectores de derecha piden que se posterguen sin fecha, hasta que la plaga del Covid-19 desaparezca.

El gobierno y la derecha en crisis

Los partidos de la derecha no han logrado presentar una formula única. Así, el panorama electoral indica la posibilidad de un triunfo del MAS en primera vuelta. Diez meses después de haber sido volteado por un golpe fascistoide, volvería al poder el nacionalismo burgués indigenista. ¡Un desastre para los planes de Trump y Bolsonaro, que apostaron fuertemente al golpe para torcer el rumbo de rebeliones que se estaba desarrollando en Latinoamericana!
Iniciada la huelga, la presidenta Añez sacó un decreto planteando la militarización del país, autorizando la intervención abierta del Ejército y la Policía. No se animó a decretar el estado de sitio, porque en el parlamento dominado por el MAS, esa resolución no sería aprobada. El ministro de Gobierno, Arturo Murillo, amenazó una y otra vez con enviar las Fuerzas Armadas a despejar los cortes.
Finalmente, Añez convocó al ‘diálogo político’ citando una reunión en la Casa de Gobierno el domingo 9. Se presuponía que estaba cerrando una negociación el sábado (fue anunciada por los diarios) dando ‘garantías’ para que las elecciones se hicieran ‘realmente’ el 18 de octubre y en ningún caso después del fin de año. A cambio, la COB y las centrales campesinas llamarían a levantar las barricadas y a la desmovilización. Pero… los piquetes fueron creciendo y radicalizándose.
El gobierno siguió con sus amenazas y volvió a montar provocaciones. Fue elegido ministro de Planificación un reconocido fascista, el empresario de Santa Cruz, Branko Marinkovic, que huyó de Bolivia acusado de ser un provocador profesional, pero el gobierno golpista lo amnistió, permitiendo su retorno e integrándolo a su gabinete.
Hubo algunos choques en diversos piquetes, donde los ‘piqueteros’ supieron resistir con apoyo popular. Se montó una fuerte campaña mediática acusando a los piquetes de impedir el pase de ambulancias y de camiones con oxígeno y medicamentos (todo falso, la COB sacó un comunicado público ordenando libertad de movimiento para los insumos sanitarios). Un grupo de la juventud fascista de Santa Cruz desarticuló un piquete con ayuda policial.
Pero el gobierno de Añez está cada día más aislado. A la mesa del diálogo convocada por el gobierno no concurrieron los principales partidos (el MAS, la primera oposición derechista encabezada por Carlos Mesa, etc.), ni la COB. Solo fueron un par de partidos derechistas menores, la Iglesia y representantes de la ONU y la Unión Europea. ¡Un fracaso total!
Sectores derechistas se suman al reclamo de que Añez presente la renuncia. Ex presidentes bolivianos han planteado la necesidad de un gobierno de “unidad nacional”. En la propia fallida reunión presidencial por el diálogo, una candidata por un partido menor de la derecha le pidió la renuncia a Añez, pero como candidata. En ese instante, la TV boliviana cortó la transmisión, en un acto de censura…. técnica.

Si no es ahora, cuándo

A mayor radicalización de la movilización antigolpista de masas, más esfuerzo se está realizando para frenarla y contenerla. El ministro de la Presidencia, Yerko Núñez planteó que es importante poner un punto final a las movilizaciones y aseguró que está claro que “un sector radical” tiene secuestrado al MAS.
Evo Morales ha salido a contener la movilización. Ha declarado su oposición a reclamar la renuncia de Añez a la presidencia. Afirma que una renuncia de ella, plantearía que un nuevo gobierno volviera a convocar a elecciones, quizás para más adelante todavía. Cree que es posible un compromiso y pide para ello las garantías de la ONU (Naciones Unidas). Estas ya están trabajando, junto con la Iglesia, en convocar a nuevas instancias de ‘diálogo’ para buscar una salida institucional… a cambio de que se levanten los piquetes y desmovilice a las masas. Un nuevo pacto de “pacificación” como el armado después del golpe de noviembre que permitió que asuma Añez y desmovilizar a las masas en lucha. ¿Evo Morales no ha aprendido la lección? En octubre pasado confió en la OEA para que se reconozca la legitimidad del proceso electoral, con el resultado que conocemos. ¿Ahora quiere confiar en la ONU? Si la primera fue caracterizada, por el Che Guevara, como el ministerio de colonias yanqui, la ONU fue tildada por generaciones enteras de revolucionarios como una “cueva de bandidos” al servicio de las potencias imperialistas contra los pueblos (Palestina, Irak, etc.).
Evo apoya su llamado a contener y no profundizar la movilización, en la amenaza de un nuevo golpe a sangre y fuego dentro del régimen golpista, para colocar un gobierno cívico-militar continuista.
Pero –siendo esto altamente probable- no se lo debe enfrentar con la desmovilización, sino incrementando y extendiendo la huelga general: transformándola en huelgas y manifestaciones políticas de masas tras la consigna Fuera Añez, fuera las Fuerzas Armadas y de seguridad de las calles. Inmediata resolución de las demandas del pueblo trabajador.

La catástrofe sanitaria exige medidas firmes

No es mentira la catástrofe sanitaria en Bolivia. Se contabilizan cerca de 90 mil infectados y 3700 muertos por el Covid-19. Todo el sistema de salud está colapsado. Desde hace un mes no hay oxígeno suficiente para los enfermos internados. El gobierno trata de culpar de esto a los bloqueos de caminos, lo cual a todas luces es falso. Se necesitan medidas de emergencia para defender la salud pública, que el gobierno golpista no quiere, ni puede -por los intereses que defiende- adoptar.
En lugar de eso, el Parlamento, con amplia mayoría del MAS, ha votado… la libre venta de dióxido de cloro. La ignorancia -y el derecho- popular no es óbice para tomar medidas distraccionistas. La pandemia no va a ser contenida con dióxido de cloro. Es necesaria una firme intervención estatal. Pero, por su naturaleza patronal-reaccionaria, el gobierno de Añez solo trabaja para beneficiar a los mercaderes capitalistas que hacen negocios con la pandemia. Ha salido a luz que el compañero de fórmula presidencial de Áñez, el empresario Doria Medina, se ha beneficiado con jugosos contratos públicos para contratación de sus hoteles. Se suma a los numerosos negociados denunciados que han obligado a la renuncia de un par de ministros de salud.
El 8 de julio fue aprobada por el legislativo una ley para que los pacientes de Covid-19 que no pueden ser atendidos en el sistema público sean transferidos –a costo del Estado– a clínicas privadas con respiradores. Pero no se termina de implementar, por bloqueos de los sanatorios privados. Es necesaria la nacionalización integral de clínicas y laboratorios privados, sin pago de indemnización alguna a los que lucran con la salud del pueblo y la integración de un sistema único bajo gestión de profesionales y trabajadores sanitarios. ¿Por qué el MAS no levanta este reclamo elemental? Porque radicalizaría en un sentido anticapitalista la movilización en curso. Y Evo Morales quiere presentarse como garantía de orden frente al gran capital.
La Central Única de Campesinos de Ocurí, en el norte de Potosí, ha sacado un pronunciamiento que plantea: “la formación de un verdadero sistema de salud único, universal y gratuito”, que incluya la nacionalización de las clínicas y hospitales privados”. La misma central ha levantado como punto nodal: “exigimos la renuncia de Añez y de todos sus ministros inmediatamente, por ser mal gobierno, corrupto, enemigo de la naturaleza y los pobres y abiertamente a favor de los ricos”.

Extender y profundizar la huelga general

Una lucha de la envergadura de la que se está desarrollando con la huelga general de Bolivia no puede limitar la fuerza de las masas y quedarse a medio camino.
La derecha y el gobierno golpista aprovecharán cualquier vacilación para contragolpear. La Fiscalía aceptó el enjuiciamiento “por terrorismo” contra los dirigentes y candidatos principales del MAS. Pende la espada de la proscripción lisa y llana del MAS y de una fuerte represión contra el pueblo, para hacer ‘viable’ una salida electoral regimentada. Es necesario extender y profundizar la huelga general. La Federación de los trabajadores de las minas cooperativizadas ha anunciado que plegará los 130 mil mineros que ocupa a las movilizaciones contra el gobierno golpista. Se trata de hacerlo realidad. Es necesario impulsar cabildos abiertos en los barrios y pueblos, asambleas en las minas, fábricas y reparticiones para votar pliegos de reclamos perentorios y plegarse a la huelga general. Organizar congresos de delegados departamentales y uno nacional electos por las bases en lucha.
Los militantes que se reclaman de la izquierda revolucionaria tienen una nueva oportunidad para intervenir en la lucha de clases de Bolivia: impulsar el frente único para movilizar contra el gobierno golpista, organizando en forma políticamente independiente a las masas. Esto es fundamental. En Bolivia es más necesario que nunca construir un reagrupamiento político independiente de los partidos burgueses, incluyendo fundamentalmente al propio MAS, que ha mostrado sus limitaciones en 14 años de gobierno para luchar por la expropiación del imperialismo, el gran capital y la oligarquía. Los trabajadores con conciencia de clase y la izquierda revolucionaria deben confluir en formar ese partido en el transcurso de la lucha por el éxito de la huelga general. Fuera Añez. Por un gobierno obrero y campesino.

Rafael Santos

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