Según un informe de UNICEF y la organización Pure Earth. uno de cada tres niños -es decir, 800 millones a nivel mundial- tiene niveles de plomo en sangre superiores a cinco microgramos por decilitro, una proporción altamente peligrosa para la salud.
El documento afirma que este envenenamiento alarmante tiene su epicentro en el sur de Asia, región que concentra a casi la mitad de los niños afectados. Las fuentes principales de exposición con este metal pesado son los cosméticos, juguetes y otros productos de consumo, además del reciclaje informal de baterías, el agua contaminada, la pintura y los pegamentos, las soldaduras en latas de alimentos, insumos para la industria minera y la gasolina con plomo. Otra fuente indirecta de exposición son los padres cuyas ocupaciones implican trabajar con plomo y a menudo llevan polvo contaminado a sus casas en su cabello, manos y zapatos, exponiendo inadvertidamente a sus hijos.
El plomo es una neurotoxina muy potente que tiene una incidencia muy perjudicial en niños especialmente desde el nacimiento hasta los 5 años de edad. Genera daños irreparables en el cerebro, afectando al desarrollo neurológico, cognitivo y físico dejando secuelas de por vida. No genera síntomas tempranos evidentes por lo que actúa de manera silenciosa afectando la salud y llegando a posibles consecuencias fatales.
El estudio se encargó de dar una estimación con relación a las pérdidas económicas que significa tener a esa masa de la futura fuerza de trabajo sometida a esos niveles de exposición al plomo. Determinó que cuesta a los estados de países medios y bajos aproximadamente un billón de dólares por la pérdida del potencial económico de estos niños a lo largo de su vida.
En la mayor parte de los países de altos ingresos los niveles de plomo en sangre se han reducido. La contraparte es que los niveles en sangre de plomo para los niños en países de bajos y medianos ingresos se han mantenido elevados y, en muchos casos, peligrosamente altos. La realidad muestra que las potencias imperialistas, que son los principales focos contaminantes, esparcen su contaminación del centro hacia afuera.
Algunos especialistas cuestionan que el estudio no sea claro en señalar la responsabilidad de las empresas y de los propios Estados en el elevado nivel de envenenamiento actual, ya que no controlan el mercado ni impulsan tratamientos de residuos adecuados. El estudio recomienda a los gobiernos crear legislaciones ambientales “sólidas” y un sistema de monitoreo de niveles de plomo en sangre, a través de “enfoques coordinados” en distintas áreas. Según Richard Fuller, presidente de Pure Earth, “la buena noticia es que el plomo puede reciclarse de manera segura sin exponer a los trabajadores, sus hijos y los vecindarios circundantes. Además, los sitios contaminados con plomo se pueden remediar y restaurar".
Pero hoy más que nunca queda en evidencia que el desarrollo del capitalismo está totalmente contrapuesto al desarrollo de la vida de las mayorías laboriosas y del medio natural. Marx decía en El capital: “La producción capitalista (...) no desarrolla la técnica y la combinación del proceso social de producción sino socavando, al mismo tiempo, los dos manantiales de toda riqueza: la tierra y el trabajador”. Depositar alguna expectativa en que los Estados capitalistas actúen desde “enfoques coordinados” en defensa de la vida es una utopía reaccionaria.
En todo el mundo se vienen desarrollando inmensas luchas por el cuidado de glaciares y del agua y contra la minería contaminante. Ante un sistema capitalista en decadencia, ante sus miserias y sus pandemias, se impone más que nunca la lucha sin cuartel en defensa de las condiciones de vida de la clase obrera, como ocurre en las empresas y lugares de trabajo por protocolos obreros frente al Covid19, en la perspectiva de alcanzar gobiernos de trabajadores que puedan organizar y planificar la economía en beneficio de las mayorías laboriosas.
Ana Belinco
03/08/2020
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