lunes, 3 de agosto de 2020
Mali, una guerra olvidada y un pueblo que se rebela
El cinturón del Sahel abarca, entre otros lugares, parte de Malí, Burkina Faso y Níger, ocupadas por tropas militares europeas
Nueve años después de la guerra de Libia, emprendida por varios países de la OTAN con la participación del ejército belga, la situación en la región del Sahel es catastrófica. Libia está sumida en el caos y este caos se ha extendido más allá de sus fronteras, sobre todo a Mali, donde se multiplican las revueltas contra la ocupación militar.
Inmediatamente después de la guerra, a finales de 2012, el conflicto descendió hacia la región del Sahel, sobre todo a Mali. Desde enero de 2013 tanto este país como los vecinos (especialmente Burkina Faso y Níger) son el escenario de varias operaciones militares europeas instaladas de forma permanente en la zona.
La Misión Multidimensional Integrada de Estabilización de las Naciones Unidas en Mali (MINUSMA, por sus siglas en inglés) mantiene 14.000 militares sobre el terreno. Se han lanzado además otras tres operaciones europeas: Berkhane (5.000 soldados franceses), EUTM (European Union Training Mission [Misión de Adiestramiento de la Unión Europea], 1.066 soldados de 21 países miembros de la Unión Europea, Bélgica incluida) y EUCAP (European Union Capacity Building Mission [Misión de Fomento de la Capacidad de la Unión Europea], unos 200 expertos de diferentes países europeos, incluida Bélgica).
En julio de 2020 se añadió la Taskforce Takuba, una operación que debería ser plenamente efectiva a principios del próximo año con 600 soldados que deberán “acompañar, asesorar y ayudar a los ejércitos locales en su lucha contra el terrorismo”.
La fiebre del oro
La presencia de todos estos ejércitos en la zona no es casual: el petróleo, el uranio y el oro son unas bazas bien reales. Oxfam calcula que una tercera parte de la electricidad consumida en Francia proviene de la energía nuclear producida con el uranio del Sahel, que también alimenta a parte de la energía nuclear belga. Esta región es, además, el objetivo de enormes proyectos de producción de energía eléctrica solar para abastecer a Europa.
Por otra parte, por esta región transitan importantes flujos migratorios provenientes de África. El Alto Representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores, el socialdemócrata español Joseph Borrel, jefe de la diplomacia europea, declaraba en noviembre de 2019 que el norte de África era el “patio trasero” de Europa y que había que “resolver los problemas” ahí por medio de una “fuerza militar común” (De Standaard, 23 de noviembre de 2019.)
El fracaso militar
La intervención militar europea en Mali empezó en enero de 2013. Su objetivo era detener la ofensiva de varios grupos rebeldes, entre los que había dos grupos yihadistas, que habían aprovechado el caos provocado por la guerra de la OTAN contra Libia para dirigirse a Mali con armamento pesado.
Ahora bien, a día de hoy, ocho años después de la llegada de los ejércitos europeos, hay once milicias (siete yihadistas y cuatro étnicas). Cada año aumenta la cantidad de víctimas y se extiende el territorio en el que reina el terror. La ONU calcula que en los cinco últimos años la cantidad de personas muertas ha aumentado de 770 a 4000 al año.
El pasado 6 de junio fueron asesinados fríamente 40 civiles en Koro y Douentza. Fueron degollados dos jefes de poblado. El 14 de jumio mueren 24 personas en la localidad de Bouki Were y los días 1 y 2 de julio fueron atacados cuatro pueblos. Balance: 30 personas muertas. Estos no son sino algunos ejemplos recientes que ilustran bien que el resultado de la presencia de los ejércitos europeos en la región es un fracaso militar. Algunos observadores comparan esta situación con la de Afganistán, donde la guerra dura ya veinte años y cuyo final ni siquiera se vislumbra. Pero el fracaso no es solo militar.
Una profunda crisis política
Desde el verano de 2017 se están produciendo manifestaciones impresionantes contra lo que los malíes consideran una partición de Mali: una división territorial provocada por la injerencia de los países europeos. Esta revuelta se orienta cada vez más contra el presidente de Mali, Ibrahim Boubacar Keita (IBK), que llegó al poder por medio de unas elecciones muy controvertidas y es el principal aliado de Europa en lo referente a la presencia europea en el país.
Estas revueltas se repitieron en verano de 2018, en abril de 2019, en marzo, junio y julio de 2020. Las dos ultimas fueron organizadas por el Mouvement du 5 juin – Rassemblement des Forces Patriotiques (M5-RFP), un frente amplio que representa a las diferentes capas de la sociedad. El ultimo enfrentamiento importante se produjo el pasado 10 de julio cuando las fuerzas antiterroristas del ejercitó malí, adiestradas y financiadas por los países europeos (incluida Bélgica), dispararon contra los manifestantes y provocaron once muertos.
La Comunidad Económica de los Estados de África Occidental (CEDEAO), una misión de la organización regional de África occidental integrada por cinco jefes de Estado, propuso el 23 de julio un plan de “solución” apoyado por la Unión Europea y Estados Unidos. Este plan consiste en mantener al presidente IBK, “la formación de un gobierno de unidad nacional y el restablecimiento de una Asamblea Nacional legítima”. El M5-RFP rechazó este plan e insiste en la salida del presidente.
“Han pasado los tiempos del colonialismo”
Oumar Mariko, presidente del partido SADI (Solidarité Africaine pour la Démocratie et l’Indépendance), un partido de izquierda que es uno de los motores de M5-RFP, expresa el hartazgo de los malíes por la impotencia del Estado, al que se ha puesto bajo tutela, y del presidente IBK: “Para que el propio presidente IBK pueda visitar determinadas localidades del país debe obtener el permiso de los grupos rebeldes o de Francia. En esas condiciones, ¿dónde está la independencia y la soberanía del Estado de Mali sobre toda la extensión de su territorio?”. También recordó que desde hace casi tres años los niños del país no van a la escuela, lo que certifica la legitimidad del levantamiento de M5-RFP contra el régimen actual.
En su comunicado del 16 de julio el MR5-RFP exige “la dimisión del Ibrahim Boubacar Keïta y de su régimen, la apertura de una transición republicana, el inicio de investigaciones judiciales con el fin de enjuiciar a los autores, patrocinadores y cómplices de los asesinatos, lesiones y abusos cometidos contra los manifestantes”.
Toni Busselen
Solidaire
Traducido del francés por Beatriz Morales Bastos
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