martes, 4 de septiembre de 2018
El papa Francisco enfrenta la peor crisis interna en sus cinco años de papado
La guerra interna en la Iglesia católica está lejos de encontrar su fin. Los sectores ultraconservadores impulsan una ofensiva contra el papa, envalentonados por el avance de grupos de ultraderecha en Estados Unidos y Europa.
La acusación del arzobispo Viganò, exnuncio (representante diplomático del Vaticano) en Washington entre 2011 y 2016, contra Bergoglio por “cubrir” y silenciar los abusos del cardenal estadounidense Theodore McCarrick sigue generando repercusiones dentro y fuera de la Iglesia.
El exnuncio hizo pública su carta contra el actual pontífice justo cuando el Papa visitaba Irlanda, un viaje donde las víctimas de abusos le reclamaron por la inacción de la Iglesia contra los curas abusadores.
Bergoglio trata de bajarle el tono a la denuncia. "La verdad es templada, la verdad es silenciosa y no hace ruido", dijo una misa matutina que celebró en la capilla de Casa Santa Marta. "Con las personas que no tienen buena voluntad, que buscan solo el escándalo, que buscan solo la división, que buscan solo la destrucción, también en las familias (lo que hay que hacer es), silencio y oración" agregó.
Pero mientras el Papa pide guardar “silencio” sectores de la Iglesia a favor y en contra de él se pronuncian sobre el tema. Obispos de Argentina o el jefe del Consejo Episcopal latinoamericano salieron a respaldar a Bergoglio. En contra se pronunciaron sectores de la Iglesia estadounidense pudiendo tomar en serio la acusación de Viganò.
Acusados y acusadores, todos parte de una trama de encubrimiento
La acusación que hace el exnuncio no está apoyada en pruebas concretas, pero lo inquietante es que resulta creíble teniendo en cuenta el accionar del Papa Francisco en casos similares y el historial de las autoridades eclesiásticas.
El entramado de encubrimiento, complicidad e impunidad relacionados con los casos de abusos de menores por parte de miembros de la Iglesia católica salen a la luz en varios países a diario, implicando hasta las más altas autoridades incluido el Vaticano.
Julian Maradeo, autor del libro La trama detrás de los abusos y delitos sexuales en la Iglesia católica, explica en una entrevista en El Círculo Rojo que existe en la Iglesia un sistema de encubrimiento que “tiene dos patas: uno es el traslado geográfico de los curas cada vez que se identificaba un caso de abuso. El otro es, lo que el Comité de Derechos del Niño de la ONU denominó como ley del silencio”. Ese silencio de los casos de abuso operaba “sobre los niños abusados y los curas que se animaban a denunciar los abusos”.
El diario inglés The Guardian reveló en 2009 que el representante del Vaticano ante el Comité de los Derechos del Niño de la ONU, en un intento por minimizar el escándalo por los casos de abusos, aseguró que entre el 1,5 y el 5 por ciento del clero católico participó en abusos sexuales. Maradeo en su libro asegura “Si la comunidad religiosa de la Iglesia católica, apostólica y romana alcanza la cifra e alrededor de 440 mil personas, los involucrados en situaciones de pedofilia oscilan entre las 6.600 y las 22.000”.
Bergoglio no ha estado alejado de esa trama. Por el contrario, ha quedado involucrado por la defensa pública a miembros de la Iglesia chilena acusados de encubrimiento, por poner un ejemplo. Tampoco se puede obviar que quienes lo atacan tienen su cuota de responsabilidad en que estos casos hayan sido silenciados durante años.
La ofensiva ultraconservadora
Al arzobispo Viganò no lo mueve un espíritu altruista, ni repentinamente ha decidido limpiarse de pecados. Viganò es parte del ala de la curia reconocida por sus posiciones contra el divorcio o la homosexualidad, fue protagonista en las primeras noticias de Vatileaks que culminaron con la “jubilación” del anterior papa Benedicto XVI.
El exnuncio y el sector de la curia al que pertenece tienen relaciones con organizaciones de la ultraderecha estadounidense. En febrero del 2017, el diario The New York Times detectó que el exjefe de consejeros del presidente Trump, Steve Bannon, buscaba organizar a los prelados ultraconservadores contrarios a las posiciones de Francisco. Para esta gente, relacionada al ultraconservador Tea Party, la rama fundamentalista del Partido Republicano, se requiere una fuerza religiosa cristiana tradicional para detener la expansión del islam, y defienden las políticas islamofóbicas de Trump y la ultraderecha europea, además de coincidir en el repudio a los homosexuales y al aborto y la defensa de la familia tradicional.
Estos sectores identifican a Bergoglio como un “enemigo” por su política que acompañó a la administración de Barack Obama, que en el marco de la crisis del orden neoliberal y de la decadencia hegemónica estadounidense aplicó una política “menos agresiva” para imponer las condiciones imperiales a fin de mantener el status quo global. El rol político jugado por el Vaticano en la normalización de las relaciones entre Estados Unidos y Cuba, tan celebrado por sectores del progresismo latinoamericano, coincidió con la búsqueda de un nuevo camino, en pos del avance de la restauración capitalista en la isla, encarado por el gobierno estadounidense.
No es casual que la acusación emparente a Bergoglio con el cardenal McCarrick. Su relación no fue circunstancial. El estadounidense se transformó en un consejero destacado del pontífice y nexo fundamental para la muy buena relación que estableció el actual Papa con la administración Obama, uno de los grandes éxitos que permitió la reubicación del Vaticano en la esfera geopolítica mundial.
Una guerra que desnuda la crisis moral de la Iglesia
Marcelo Larraquy, autor de dos libros sobre la llegada de Francisco al Vaticano, Recen por él (2013) y Código Francisco (2016), señala que la crisis de la Iglesia estaba y está marcada por dos cuestiones centrales: la crisis moral de valores cristianos que pregona, jaqueados por las continuas denuncias contra curas pederastas y sus encubridores -crisis moral que potenció el crecimiento de las iglesias evangélicas en regiones como América Latina- y los innumerables casos de corrupción.
Bergoglio buscó, desde su nombramiento como Papa, retomar “la misión evangelizadora” que había marcado una parte del papado de Juan Pablo II, pero ahora el centro del discurso papal se enfoca en lo “social” y en la “igualdad” ante la creciente desigualdad producto de la crisis capitalista, para de esa manera recuperar una parte de la autoridad de la Iglesia.
El Papa Francisco logró recuperar por algunos años parte de esa “autoridad moral”, cuestión que fue facilitada por sectores que reivindicaron el perfil reformador y social del papado. Pero lo cierto es que su defensa a ultranza de la doctrina eclesiástica y a las cruzadas reaccionarias en defensa de la moral de la sociedad se sumaron los cada vez más notorios encubrimiento en los casos de curas pedófilos, volviendo a poner en jaque la autoridad del Vaticano y la Iglesia.
Mientras Bergoglio y un sector de la autoridad eclesiástica buscan salir de esta guerra interna con el menor daño posible, los enfrentamientos actuales han vuelto a poner ante la vista del mundo el carácter reaccionario y la podredumbre interna de esta institución.
Diego Sacchi
@sac_diego
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