domingo, 22 de abril de 2018
Karl Marx y el capítulo VI inédito de El Capital: subsunción y una distopía
Karl Marx escribió un capítulo VI al tomo I de El Capital. Permaneció inédito.
En ese capítulo VI, fundamental, Karl Marx elabora una nueva concepción ontológica, de dimensión humana y subjetiva, del trabajo y su negación en la explotación capitalista.
El capitalismo es un sistema con preponderancia subjetiva de la fuerza de trabajo.
No hay nada en el mundo material que no haya sido fabricado por la fuerza de trabajo. Digamos que el trabajo humano es la sal de la tierra: no prende un foco, no camina un auto, no se produce nada sin el trabajador.
Subsunción: somos máquinas
Karl Marx escribe en su inédito que el trabajador tiene múltiples formas de explotación simultánea en la producción de las mercancías.
Primero por medio del salario, que es un robo, pues solo se le paga el mínimo para sobrevivir.
En la extracción de plusvalía Marx devela el cimiento fundamental de la ganancia capitalista: lo que el patrón se queda del trabajo no pagado en la jornada diaria.
En otro sentido la subsunción, formal y real, del trabajo por el capital es una forma simultánea de explotación a la extracción de plusvalía pero que tiene efectos en la subjetividad del trabajo y en la producción de máquinas.
Karl Marx detalla que el trabajador en la fábrica, taller y empresa pierde humanidad y "se pone bajo control": a eso le llama subsunción.
Entonces el trabajador deja su soberanía en la entrada de la empresa: pasa al control de la máquina.
Ese efecto tiene un sentido subjetivo: en el trabajo se convierte en un autómata, en un trabajador maquinizado, pues su trabajo vivo se subsume en la máquina.
El trabajador subsumido deja su creatividad, su destreza, su individualidad, su originalidad para convertirse en un apéndice de la máquina que crea mercancía.
La subsunción convierte al trabajador en una máquina con vida reduciendo el mínimo social vital: su cuerpo, neuronas y músculos deben solamente desarrollar su impronta de un modo reiterado, repetitivo, enajenante que convierte al obrero subsumido en un autómata.
Una distopía: maquinismo humano
Si existe una preponderancia ontológica del trabajo en el capitalismo, en el sentido de que nada se mueve sin la fuerza humana del trabajo, entonces (en pleno siglo XXI) las máquinas más fascinantes del mundo moderno no podrán reemplazar a la fuerza de trabajo. No existe aún un sistema automatizado que produzca mercancías sin la fuerza de trabajo.
Sin embargo, las máquinas en el capitalismo se han humanizado mientras el trabajador se ha convertido en una máquina. Un ejemplo: el celular. Dicho dispositivo maquínico: habla, escucha, observa, graba, tiene memoria y cada vez más tiende a convertirse en una máquina que se monta en el sujeto.
Dicha mercancía, maquínica, es una muestra de la construcción humanizado de las máquinas: los autos inteligentes, los drones (que asemejan a las abejas y sus colmenas) y la nanotecnología que ha generado teorías como el "trans humanismo" en el que la técnica resolverá problemas humanos del día a día. Mirar Black Mirror no siempre es saludable pensando en la distopía de la tecnología.
Sin embargo, existe una tendencia vista por Marx como distopía: mientras más deshumanizado y autómata se convierte el obrero la máquina capitalista que producimos al contrario se humaniza más.
Es pues que la humanidad del obrero no se esfuma en el trabajo: se cristaliza como trabajo vivo en todas las máquinas cada vez más humanizadas del capitalismo. Máquinas más humanas y creativas: obreros cada vez más autómatas. Distopía vista por Marx a la que hay que oponernos: nuestras vidas valen más que sus ganancias.
Sergio Abraham Méndez Moissen
México @SergioMoissens
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