jueves, 18 de octubre de 2018

Segundo desplome de Wall Street: un termómetro de la crisis mundial




No se habían agotado las repercusiones de la onda destructiva del huracán Michael que asoló las costas de Florida, cuando otro temblor –esta vez, proveniente de Wall Street– hizo sacudir el país. Asistimos a un nuevo desplome de la bolsa neoyorquina, a lo largo de dos jornadas consecutivas, en lo que ha sido catalogado como un “miércoles y jueves negros”, durante los cuales el índice Dow Jones retrocedió 832 y 546 puntos respectivamente. Se trata del segundo desplome ocurrido en 2018, luego del de febrero de este año. Dicha caída contagió las bolsas europeas, de Japón y de China.
Uno de los detonantes, de acuerdo a lo destacado por los analistas, ha sido el derrumbe de las acciones de las “tecnológicas”, empezando por sus empresas líderes. Apple, Amazon, Netflix y Google registran algunas de las pérdidas más pronunciadas. Amazon perdió el 6,2 % y Netflix retrocedió 8,4 %.
Aunque ya los últimos meses venían constándose descensos entre las tecnológicas, asociadas a escollos crecientes que estaba tropezando el sector, la caída terminó de precipitarse cuando se conoció la noticia sobre un agudo descenso en la demanda de semiconductores.
El hecho de que este nuevo cimbronazo se haya producido en una industria de punta y afecte a sus naves insignias da cuenta de la endeblez de la recuperación norteamericana.
Apenas semanas atrás, Trump había destacado el alza de la bolsa como un síntoma del ascenso y vitalidad de la economía norteamericana. El crecimiento del PIB real de Estados Unidos para el segundo trimestre de 2018 asciende a 4,2% anual. Eso significa que el PIB real de Estados Unidos es 2.9% mayor que hace un año. La tasa 'anualizada' ha sido la más alta desde el tercer trimestre de 2014. El desempleo ha descendido por debajo del 4 %, su nivel más bajo desde 1969.

Precario

Este crecimiento, sin embargo, ha sido impulsado por los enormes recortes de impuestos de Trump. Pero este incentivo no ha revertido el carácter anémico de la inversión.
La inversión empresarial ha hecho una modesta recuperación en los últimos trimestres, impulsada por el aumento del 16% en las ganancias corporativas después de los impuestos. “Pero la mayor parte de esta bonanza de beneficios para las empresas de Estados Unidos en el año 2018 se ha utilizado para pagar mayores dividendos a los accionistas y la recompra de acciones de las compañías para impulsar el precio de sus acciones, no en inversión productiva. Y dentro de la inversión productiva, la mayor parte ha sido en la industria del petróleo y en 'propiedad intelectual' (software, etc.). La inversión en equipos y nuevas estructuras en otros sectores ha sido muy modesta” (Michael Roberts, Sin permiso, 30-9)
Que el nivel de inversión siga siendo pobre tiene que ver con bajo el nivel de rentabilidad. Los beneficios empresariales no financieros siguen siendo inferiores a los niveles de 2014, incluso después de la ayuda de Trump. Y en los sectores productivos de la economía, en la industria, están cayendo de forma considerable si se mide por empleado. Los beneficios recién se “recuperan” cuando se los mide luego de deducir los impuestos. Para las 500 mayores empresas estadounidenses, el 49% de sus ganancias de 2018 se debieron a los recortes de impuestos de Trump, según un informe reciente de Zion Research. Este recurso está perdiendo su vigor inicial.
El capitalismo norteamericano encuentra un límite en sus posibilidades de valorización en el campo productivo, lo que explica, a su turno, que una cuota creciente de los beneficios empresariales que figuran en los balances provenga del ámbito financiero.
Partiendo del cuadro descripto, no debe sorprender que el recorte de impuestos no haya logrado neutralizar la carga de la deuda corporativa Con sus 8,6 billones de dólares, la deuda de las empresas estadounidenses es hoy un 30% más alta que en su anterior pico, registrado en septiembre de 2008. La calidad promedio de los deudores norteamericanos ha decaído. El 22% de la deuda corporativa no financiera pendiente de pago incluye bonos “basura” de emisores de grado especulativo, y otro 40% tiene una calificación BBB, apenas un escalón por encima de “basura”. En otras palabras, casi las dos terceras partes de los bonos son de compañías comprometidas financieramente, entre ellas, muchos minoristas estadounidenses. Estas empresas tienen mucha deuda de grado especulativo que vence en los próximos cinco años, lo que se agrava debido a la caída de las ventas, en tanto los consumidores hacen sus compras online. La quiebra que acaba de producirse de la emblemática cadena Sears refleja este escenario.
Las tasas de interés que pagan las empresas estadounidenses son similares y hasta superiores a las de los países emergentes, incluidos países con riesgos de defol. Un aumento mayor de las tasas podría llevarse puestas a muchas de ellas. Esto es lo que explica la reacción intempestiva de Trump contra la Reserva Federal por la suba de las tasas de interés.
Pero dicha suba es el resultado de la vulnerabilidad de la economía y no a la inversa. El desplome de la bolsa expresa la divergencia cada vez mayor e insostenible entre una valorización ficticia, por un lado y el desempeño y resultados económicos de las empresas en el proceso de producción, por el otro.
La suba de la tasa de interés implica también un golpe a los consumidores (tarjetas de crédito, hipotecas, prestamos) Contra lo que sostiene la propaganda oficial, los ingresos medios de las familias estadounidenses avanzan poco. “Para los trabajadores no supervisores (no-directivos), que son la mayor parte de la fuerza laboral estadounidense (133 millones de 162), los ingresos reales están cayendo, no aumentando, mientras que la carga de la deuda de los consumidores está creciendo” (ídem).
A esto se agrega el impacto en la propia deuda pública, que ya supera el PBI en momentos en que el plan del gobierno aumenta el agujero fiscal al expandir el gasto público y reducir, al mismo tiempo, los impuestos a los capitalistas. Hay quienes sostienen que este desplome es simplemente una corrección pasajera del mercado bursátil, originada en un toma de ganancias, como ha ocurrido otras veces en el pasado, después de la cual el mercado de valores retomaría su rumbo alcista, sin percibir la crisis de fondo que expresa en un impasse capitalista que se prolonga y prepara el tránsito, a diez años del estallido financiero de 2008, hacia una crisis de mayor envergadura. No es casualidad que las principales publicaciones financieras del mundo encienden las alarmas sobre el peligro de una nueva recesión. The Economist dedica la tapa a esta amenaza.

Perspectivas

Las tendencias recesivas pueden acelerarse como consecuencia de la guerra comercial en desarrollo, de la guerra cambiaria y financiera que trae aparejada, y de la acentuación de los conflictos internacionales y de la guerra misma. Este escenario puede llevar a una dislocación y retroceso de la economía mundial, en momentos en que se constata una desaceleración del resto de las principales economías del mundo. En el resto del mundo la esperanza de una vuelta a las tasas de crecimiento anteriores a la crisis parece haberse desvanecido. En la zona euro, el crecimiento ha vuelto a declinar a alrededor del 2% anual, un tercio por debajo de las tasas anteriores a la crisis. En Japón, está de nuevo en el 1%. China también está pugnando para mantenerse por encima del 6% anual.
Ni que hablar del derrumbe que se verifica en los países emergentes, donde los coletazos de la crisis mundial están pegando de lleno, rehenes de una deuda insostenible, y sometidos al fuego combinado de un encarecimiento del crédito y la fuga de capitales.
En este contexto, importa señalar que uno de los detonantes al cual se le atribuye el desplome es la noticia de un descenso de la oferta de petróleo, motivada por las nuevas prohibiciones de EEUU contra Irán, lo cual provocaría un aumento del precio del barril en los próximos meses. Este es el punto que la política se entrecruza con la economía.
La Bolsa es un termómetro del capital, tanto económico como político y militar. No se reduce a un modelo de transacciones financieras.
Una ‘corrección’ en los próximos días o aún semanas, en caso de que ocurra, será un intervalo para caídas aún mayores. Es necesario que los trabajadores tengamos una clara conciencia de la envergadura de la crisis internacional y sus consecuencias en Argentina, en América Latina y a escala mundial para que actuemos en correspondencia con los desafíos planteados.

Pablo Heller

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