Desde que las FDI entraron con tanques y efectivos en Rafah (este martes aseguraron haber llegado hasta el centro de la ciudad homónima), alrededor de 800 mil personas que se habían aglomerado allí, escapando de los bombardeos en el resto de la Franja, debieron volver a desplazarse, ahora hacia Al Mawasi, un paraje desolado junto al mar. La cadena qatarí Al Jazeera denuncia que cientos de miles de personas se hacinan, allí, en un área equivalente al tamaño de un aeropuerto.
Tras el ataque del domingo, hubo protestas en el Líbano, Estados Unidos y en Europa, destacándose en particular la de París, con miles de participantes. Siguen a la oleada de tomas y acampes en las universidades, ferozmente reprimidas y perseguidas, pero que lograron que algunas casas de estudio cortaran sus lazos financieros con Israel.
Hasta los aliados más firmes del régimen sionista, como Alemania, ya no pueden tapar el sol con las manos y tuvieron que reprobar, al menos de palabra, las últimas brutalidades de las FDI. El Ministerio de Relaciones Exteriores de este país afirmó, en un reciente comunicado, que “las imágenes de cuerpos carbonizados, incluidos niños… son insoportables” (La Nación, 28/5). Por el momento, la actitud de las potencias imperialistas, tanto la Casa Blanca como las europeas, es la de criticar la catástrofe humanitaria, mientras dejan correr la masacre y siguen financiando el ejército sionista.
De cualquier manera, Israel sufrió dos golpes diplomáticos en los últimos días, debido a una resolución del Tribunal Internacional de Justicia -donde Sudáfrica radicó una denuncia por genocidio- para que detenga la operación sobre Rafah, y el pedido del fiscal de la Corte Penal Internacional (CPI), Karim Khan, a los jueces de esa Corte, para que lancen una orden de arresto contra Benjamin Netanyahu y los máximos dirigentes de Hamas (estos últimos, por la incursión del 7 de octubre). Si bien el planteo del fiscal reproduce una especie de “teoría de los dos demonios” que equipara a la potencia colonial agresora con el pueblo agredido, e Israel ni siquiera reconoce la jurisdicción de la CPI, terminó por amplificar el descrédito global del primer ministro hebreo y de Tel Aviv.
El patio interno
La situación no es sencilla para Netanyahu ni en el terreno de operaciones, donde a más de seis meses de conflicto, no ha podido liquidar a la resistencia palestina, ni en el plano político interno. El sábado 25, hubo una nueva protesta en Tel Aviv para reclamar su salida del poder y expresar la disconformidad con la política seguida para conseguir la liberación de los rehenes.
En tanto, Benny Gantz (del partido Azul y Blanco), quien se sumó al gobierno de “unidad nacional” después del 7 de octubre, lanzó un ultimátum con fecha 8 de junio para que Netanyahu presente una estrategia clara para el “día después” de las operaciones en Gaza. Gantz, y al parecer también el ministro de Defensa, Yoav Gallant (quien, al igual que Netanyahu, pertenece al Likud, pero tiene su juego propio), están en desacuerdo con que Tel Aviv asuma la administración civil y militar de Gaza, y, en el caso de Gantz, promueve, en cambio, una administración conjunta estadounidense, europea, árabe y palestina (obviamente, sin Hamas). Una línea semejante ha sido expresada, en más de una ocasión, por el presidente norteamericano Joe Biden.
Pero al interior del gabinete israelí hay otro sector que plantea que esta es la ocasión para avanzar hacia una recolonización de Gaza. Aquí se enrolan Itamar Ben-Gvir, ministro de seguridad nacional y miembro de Poder Judío, y Bezalez Smotrich, ministro de finanzas e integrante del Partido Sionista Religioso. Estas dos fuerzas reúnen, juntas, alrededor de 14 bancas en el parlamento y son muy importantes para el sostenimiento de la coalición oficial. Tal vez por ello, Netanyahu desacreditó el planteo de Gantz, considerando que sería equivalente a una derrota de Israel.
A la fecha, el ataque israelí en Gaza dejó 36 mil muertos y un territorio destruido, en el que además faltan el agua, la comida y los combustibles, como fruto del bloqueo. Solo un tercio de los hospitales del enclave costero estarían funcionando en estos momentos. Detener este genocidio es una tarea urgente de los luchadores de todo el mundo.
Gustavo Montenegro
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