domingo, 6 de mayo de 2018
La vigencia de Marx
Un artículo me pide MO sobre la vigencia actual de Marx y en mi vida me he visto en tal aprieto. Marx son muchos personajes según la ingente literatura que hay sobre él. ¿Se trata, pues, de la vigencia del joven o del viejo Marx? ¿O tal vez la distinción es entre el humanista, el hegeliano o el estructuralista? O, ¿nos interesa el teórico riguroso o el luchador incansable? ¿Tal vez debamos expurgar su legado para quedarnos con lo útil hoy y relegar todo el resto? Pero, en todo caso, el intento de determinar qué es útil y por qué nos llevaría de nuevo, en un proceso circular, a la reconsideración de su vida y de la vigencia de su obra. Marx, como muchos personajes importantes, era poliédrico, lo que no quiere decir que sus múltiples caras fueran incoherentes, pero es cierto que sus diferentes facetas se han aprovechado en muchas ocasiones para defender posturas contradictorias.
Más allá de estas consideraciones, Marx ha permanecido siempre en la conciencia social con distintos niveles de presencia y de valoración de sus aportaciones. Ha sido el referente de muchas revoluciones y luchas de liberación en todo el mundo, y, aunque ha pasado por periodos de menor atención, en todas las dictaduras el término "marxista" ha sido utilizado como el mayor insulto civil y político, y siempre ha recobrado su fuerza en los labios de los oprimidos, solo o junto a nombres de otros libertadores. Ninguno de sus competidores ni seguidores ha sido capaz de sustituirlo como referente capaz de hacer entender la sociedad, porque es la figura que mejor representa, tanto en el terreno teórico como en el práctico, la lucha por un mundo en el que la libertad de cada uno sea la condición de la libertad de todos.
Para entenderlo mejor, tal vez sería bueno seguir el método de la duda cartesiana y empezar por buscar al Marx con el que hay mayor acuerdo. Yo destacaría tres aportaciones básicas, que son los pilares sobre los que descansa su edificio teórico y su práctica política. La primera es el descubrimiento del mecanismo básico del funcionamiento del capitalismo: la extracción de plusvalía, que explicó en su aspecto económico y caracterizó como una relación social que se refleja en la ordenación jurídica de todos los países capitalistas. La producción que técnicamente se obtiene por confluencia de trabajo humano y capital (máquinas, instalaciones y materias primas) da lugar a mercancías que son propiedad exclusiva del capitalista que compra los factores, incluida la fuerza de trabajo humana que genera el valor. La segunda es la concepción de la lucha de clases como motor de la historia. De una manera muy esquemática, estas dos se remitirían al aspecto objetivo y al subjetivo de la situación. Y la tercera, la consideración de la estructura económica como condicionante de la organización social y su superestructura ideológica, y las complejas relaciones que tienen ambas, lo que nos guarda de todo dogmatismo y nos lleva al análisis concreto. La valoración de estos factores define la lucha política de las organizaciones revolucionarias, entendidas éstas en su sentido más genuino y radical, el de aspirar a sustituir el capitalismo por una sociedad socialista, el mundo de la necesidad por el de la libertad.
Estas bases marcan una concepción materialista diferente a todos los socialismos utópicos -bienintencionados, pero irreales- y a los socialismos retóricos de alternativas líquidas demasiado reales. Sólo a partir de este planteamiento pueden entenderse en su verdadero sentido de clase –y así depurarse o combatirse- los significantes turbios (innovación, responsabilidad social, emprendimiento, economía colaborativa, ciertas formas de ciudadanía) que surgen constantemente en la fábrica ideológica del capitalismo, como también integrarse significantes limpios (feminismo, ecología…) en un proyecto verdaderamente emancipador. Pero eso ya nos corresponde a nosotros hacerlo.
Por eso, hoy Marx sigue vigente y es necesario su estudio y su ejemplo. No hay más que ver las condiciones de trabajo (paro, precariedad y explotación), o la de las libertades civiles o las de las relaciones internacionales para entender que, a pesar de los muchos innegables cambios habidos, seguimos en el capitalismo.
Es cierto que demasiado frecuentemente se ha presentado a Marx de forma casi religiosa como un sabio intemporal y un profeta de inapelables sentencias y tajantes predicciones, cosa que nunca fue. También lo es que ha habido excesos académicos que han llevado a sectarismos sin sentido o exégetas que han creído encontrar una clave oculta que explicara lo que no se encuentra en miles de páginas escritas.
Un buen antídoto contra estas deformaciones es ver la película "El joven Karl Marx" que lo presenta como un ser vivo, inmerso en su entorno, y da que pensar que, por su capacidad de lucha y convicción, debió ser joven siempre. Otro es la praxis política, sobre todo, la no institucional. Y siempre debemos recordar su famosa tesis: "Los filósofos han intentado explicar el mundo de varias formas; sin embargo, lo que hay que hacer es transformarlo".
Manuel Martínez Llaneza
Mundo obrero
14 de abril 2018
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