sábado, 25 de noviembre de 2023

Gaza: una tregua en medio de la destrucción sionista


La ofensiva israelí dañó la mitad de los edificios del enclave

 Israel y las organizaciones armadas de Gaza arribaron este miércoles 22 a una tregua de cinco días de duración que incluye el intercambio de 50 rehenes de Hamas y la Jihad Islámica por 150 prisioneros políticos palestinos y el ingreso de 200 camiones con ayuda humanitaria al enclave costero, que se encuentra bloqueado por Tel Aviv. El acuerdo contó con la mediación de Qatar y Egipto, y era alentado también desde Estados Unidos y la Unión Europea. 
 En el gabinete israelí, el pacto fue aprobado por todas las fuerzas políticas del gobierno de unidad nacional, con la excepción del ultraderechista Poder Judío del ministro de Seguridad, Itamar Ben Gvir, que era partidario de continuar la ofensiva. De todos modos, el primer ministro, Bejamin Netanyahu, aclaró que los ataques se reiniciarán ni bien expire la tregua. 
 Hasta el momento, los ataques israelíes han dejado más de 14 mil muertos, de los cuales más de 5 mil son niños. Las Fuerzas de Defensa Israelíes (FDI) tienen entre sus blancos predilectos a los hospitales, escuelas y centros de refugiados: la Organización Mundial de la Salud (OMS) relevó más de 150 ataques aéreos contra nosocomios, que lo costaron la vida a más de 500 personas, mientras que la Unesco denuncia la agresión sobre 200 centros educativos. Uno de los últimos, el bombardeo contra una escuela ubicada dentro del campamento de Jabaliya, dejó 50 muertos. Además, el bloqueo de la Franja colocó la región al borde de la hambruna, según el Programa Mundial de Alimentos de Naciones Unidas. Estamos, a las claras, frente a una acción de características genocidas.
 ¿Qué pudo haber empujado a Israel a aceptar una tregua? Uno de los principales factores pasa por la presión de los propios familiares de los rehenes. En vísperas del acuerdo con Hamas, alrededor de 25 mil personas los acompañaron en una marcha hasta Tel Aviv, donde exigieron a Netanyahu que los devolviera a casa a como dé lugar, incluyendo, si fuera necesario, una negociación con los grupos armados, a la que hasta el momento el primer ministro israelí se resistía. 

 El escenario de batalla 

En el plano militar, las FDI bombardean todo el enclave, pero concentran sus operaciones terrestres en el norte, del que han sido desplazadas por la fuerza más de un millón de personas. Los hospitales que aún funcionan son bloqueados por los tanques y, en algunos casos, desalojados a punta de pistola, como el centro Al-Shifa, el más importante de la región. 
 Las tropas israelíes capturaron y posteriormente dinamitaron el parlamento en la ciudad de Gaza, tomaron toda el área occidental de esa urbe, la Facultad de Ingeniería, y rodearon el populoso campamento de Jabaliya. Es una política de tierra arrasada: los soldados avanzan junto a bulldozers que van demoliendo los edificios previamente dañados por la aviación sionista. Barrios enteros son arrasados y se estima que la mitad de las viviendas y edificios del enclave han sufrido daños. 
 Las fuerzas israelíes se enfrentan a un combate de guerrillas de los milicianos de Hamas y la Jihad Islámica, que emergen de los túneles, atacan objetivos israelíes y vuelven a sus posiciones. Según un artículo del Washington Post, reproducido por La Nación (12/11), las organizaciones armadas palestinas contarían con mejor armamento que en el pasado, habiendo sumado material de contrabando proveniente de algunas guerras en la región (Libia, Irak, Siria, Sudán), no obstante lo cual, en el plano estrictamente militar, la desproporción de fuerzas entre los bandos sigue siendo descomunal. Tel Aviv celebra haber perfeccionado la defensa de sus blindados, sin lo cual las bajas recibidas en esta invasión serían mucho mayores. Hasta el momento, las FDI reconocen 68 muertos. 
 En ocasión de la captura del parlamento, el ministro de Defensa Yoav Gallant aseguró que Hamas “ya no controla la Franja”. Sin embargo, la toma del edificio legislativo no es un hecho determinante en un conflicto complejo que el propio primer ministro, Benjamin Netanyahu, anticipó que sería “largo y difícil”. 

 La región

 La ofensiva sionista crea un cuadro de desestabilización en todo el mundo árabe. En la Casa Blanca, crece la preocupación de un estallido en Cisjordania, donde las fuerzas israelíes asesinaron a más de un centenar de personas desde el 7 de octubre, y donde las bandas de colonos armados practican cotidianamente atentados contra los agricultores palestinos. El gobierno yanqui apuesta a que la Autoridad Palestina (AP) pueda jugar un rol de contención en el área y postula, incluso, como una variante, que la AP asuma en un futuro (derrota de Hamas mediante) el control administrativo de Gaza, una opción que Netanyahu, de momento, rechaza. 
 Por otra parte, una extensión de la ofensiva militar al sur de Gaza, en la frontera con Egipto, podría agrietar la relación con El Cairo y tener consecuencias humanitarias aún más catastróficas que las que hemos visto hasta ahora, dado que allí se hacinan en improvisados campamentos los cientos de miles que fueron evacuados por la fuerza desde el norte. 
 Al respecto, el primer ministro egipcio, Mustafa Madbuli, advirtió que “cualquier desplazamiento forzado de la población de la Franja de Gaza representaría una clara amenaza”. Incluso denunció que los bombardeos plantean “una bomba humana capaz de explotar en dirección a Egipto”. Jordania, que acoge a dos millones de refugiados palestinos, ya lanzó sus propias advertencias. 
 En paralelo, aunque de baja intensidad, persiste el intercambio de misiles entre Israel y Hezbollah en la frontera norte, y las milicias hutíes de Yemen, solidarias con la causa palestina, tomaron un buque en el Mar Rojo y anticiparon nuevas capturas en la zona del estratégico estrecho de Bab el-Mandeb, que conecta ese mar con el Indico. 
 Si, por el momento, la situación no ha escalado más, se debe a los lazos de muchas de las burguesías árabes con el imperialismo yanqui, y a la cautela que han mostrado Hezbollah, en el Líbano, e Irán, preocupados por sus propias situaciones domésticas, tanto en el terreno político como económico. 

 El imperialismo

 El imperialismo apaña la acción genocida de Israel. Las hipócritas declaraciones a favor de treguas y “pausas humanitarias” no nos deben mover a engaño. Además de aportar bombas a Israel, para apuntalar aún más su presencia en Medio Oriente, Biden ordenó, desde el 7 de octubre, el viaje de un portaaviones al Mediterráneo oriental y sumó decenas de aviones en países del Golfo Pérsico en los que ya cuenta con bases militares. Algunas de esas posiciones yanquis en Irak y Siria, vale decir, han sido atacadas, mientras que la Casa Blanca respondió con fuego propio.
 La Unión Europea, por su lado, emitió un comunicado que, en lugar de condenar los bombardeos contra hospitales, escuelas y centros de refugiados, condena… ¡a Hamas!, acusando a la organización de usar “escudos humanos”, que es el pretexto con el que las FDI justifican sus operaciones criminales.
 Es imperioso detener el genocidio contra el pueblo palestino. La enorme movilización de casi un millón de personas en el Reino Unido, las grandes manifestaciones en los campus universitarios y ciudades de Estados Unidos, y algunas acciones obreras como el paro del SI Cobas en Italia, marcan un camino.

 Gustavo Montenegro

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