La inmensa figura artística del cantautor Alfredo Zitarrosa, de cuya muerte se cumplen 35 años, fue de la mano de su conocida posición política alineada a la Izquierda en el Uruguay, lo que le valió un exilio de más de ocho años, parte de los cuales pasó en la Argentina.
Hijo natural de Jesusa Blanca Nieve Iribarne, que con 19 años lo dio a luz en una casa de altos, ubicada en el barrio de Belvedere, en la avenida Carlos María Ramírez esquina Carlos de la Vega. Lo recibió una partera conocida por el apodo de Bombón, que allí vivía. Cuando Blanca Iribarne estaba en trabajo de parto fue trasladada en un carro de caballo desde el pueblo de Santiago Vázquez con la intención de llegar al hospital pediátrico Pereira Rosell, pero no llegó a tiempo y fue acogida en casa de la partera. Allí nació Zitarrosa y luego lo llevaron hasta el hospital, lugar que se considera como el sitio de su nacimiento, para inscribirlo en el registro civil que allí existe: fue anotado como Alfredo Iribarne.
A poco de nacer, en circunstancias especiales, su madre lo dio a criar al matrimonio compuesto por Carlos Durán, hombre de varios oficios, y Doraisella Carbajal, empleada en el Consejo del Niño. Pasó entonces a ser Alfredo «Pocho» Durán. Con esa pareja vivió en diversos barrios de la capital uruguaya y luego, entre 1944 y fines de 1947, se trasladó al pueblo de Santiago Vázquez, con frecuentes visitas a la campaña cerca de Trinidad, capital del departamento de Flores, de donde era oriunda su madre adoptiva. Se ha señalado que esta experiencia infantil lo marcó para siempre, dado que en su repertorio resalta la inclusión mayoritaria de ritmos y canciones de origen campesino, fundamentalmente milongas.
Regresó con su familia adoptiva por breve tiempo a Montevideo, para luego, al comienzo de su adolescencia, pasar a vivir con su madre biológica y el esposo, el argentino Alfredo Nicolás Zitarrosa, quien le dio su apellido, y su hermana recién nacida, en el Rincón de la Bolsa, hoy llamado Ciudad Del Plata, en el km 29.5 de la vieja ruta a Colonia, departamento de San José.
Mucho antes de que se transformara en una de las personalidades más significativas de la canción latinoamericana, desempeñó diversos oficios: fue locutor en Radio Ariel, actor teatral, periodista y poeta. En 1959, obtuvo el Premio de Poesía concedido por la Intendencia de Montevideo con su libro Explicaciones, que nunca quiso publicar.
Debutó como cantor popular junto a César Calvo y Martín Torres en 1961, iniciando una carrera artística marcada por sus numerosas variaciones de la milonga, su género preferido. Pese al carácter universalista de su compromiso político, no creía en las canciones universales, y toda su capacidad de creación se nutrió de la singularidad de su país.
El 9 de febrero 1976 salió de Montevideo y llegó a la Argentina para instalarse por tiempo indeterminado, pero que esperaba que fuera una estadía no muy prolongada: una pequeña habitación de un hotel en Azcuénaga 1500 fue uno de sus primeros lugares para acomodarse.
“Viajo todos los días al Uruguay. Al menos con mi corazón”, supo declarar en una entrevista brindada en aquellos tiempos. Aquellos años de Zitarrosa añorando a su querido Uruguay quedaron documentados a través de su voz en noches interminables grabando a sus amigos o para mitigar el dolor que lo carcomía por dentro.
Al ser todo un emblema oriental, rápidamente se vio rodeado por la diáspora uruguaya, algunos de renombre, como los escritores Mario Benedetti, Eduardo Galeano y Enrique Estrázulas; el humorista Juan César Castro, más conocido como Juceca; y el sindicalista Carlos Bouzas.
“Él intenta no irse al exilio durante tres años, de aguantar, pero no podía trabajar y estaba perseguido. Cuando la situación no dio para más, se fue para Buenos Aires, en donde una de sus primeras presentaciones fue una serie de recitales en el Teatro IFT para recaudar fondos para los presos políticos de Uruguay”
Imantados por la nacionalidad, los ideales y el exilio, ese grupo se unió y de a poco fueron sumando a otros uruguayos más jóvenes que habían llegado años antes a estas tierras, en parte por la persecución y también en búsqueda de un futuro económico más sólido: algunos de ellos terminaron siendo músicos suyos y hasta partícipes en uno de los más destacados temas de Zitarrosa. Instalado en Buenos Aires, en el 1974 y empezó a dar clases de guitarra en un instituto: allí mismo, al fondo, habitó un departamento que poco a poco se convirtió en centro de reuniones para la diáspora oriental: “Estábamos todos muy mal, había mucha confusión, miedo”.
Antes de viajar a Brasil para una gira, Zitarrosa convocó a Alfredo Gómez para que fuera parte del grupo, pero el guitarrista se había comprometido con los integrantes de una banda en la que tocaba: “Acordamos no tocar con otras personas. Él me llamó para ir, pero le dije que no”.
“Después volvió a llamarme, le aclaré que no iba a viajar, pero ahí me dijo que no me llamaba para éso: hubo una especie de despedida que hizo. Estaba amenazado: uno uno sabía, pero lo imaginaba”, afirmó Gómez, respecto a lo que fue el final de la primera etapa del exilio de Zitarrosa en la Argentina.
El 29 de septiembre de 1976 voló España, donde sufrió la peor parte del exilio: allí no tuvo espacio para cantar y la distancia fue criminal para él.
Tras su paso por España, que según Terribili fue “el momento más oscuro” de esos ocho años fuera del Uruguay, Zitarrosa se fue a México, donde “fue valorado como artista”. Allí se afincó junto a su familia y realizó gran cantidad de recitales en ese país y los vecinos de Centroamérica.
“En julio de 1983, cuando le empieza a llegar la información del debilitamiento de la dictadura (argentina), la proximidad de las elecciones y el levantamiento de la censura sobre sus canciones, planificó su regreso a la Argentina, a la espera de su vuelta segura al Uruguay”, reseñó la directora de cine, Terribili quien despues de unos 10 años de investigaciones y creaciones presentó su documental “Ausencia de mi” .
Tras su paso por España, que según Terribili fue “el momento más oscuro” de esos ocho años fuera del Uruguay, Zitarrosa se fue a México, donde “fue valorado como artista”. Allí se afincó junto a su familia y realizó gran cantidad de recitales en ese país y los vecinos de Centroamérica.
“En julio de 1983, cuando le empieza a llegar la información del debilitamiento de la dictadura (argentina), la proximidad de las elecciones y el levantamiento de la censura sobre sus canciones, planificó su regreso a la Argentina, a la espera de su vuelta segura al Uruguay”, reseñó la directora de cine.
El regreso a los escenarios argentinos fue en el estadio de Obras Sanitarias: “Fueron inolvidables, por la significancia que tenían. Además, se sentía que la cosa se estaba cayendo. Después, hicimos una gira por todo el país”
Levantada la prohibición de su música, como la de tantos en la Argentina luego de la Guerra de Malvinas, se radicó nuevamente en Buenos Aires, donde realizó tres memorables recitales en el Estadio Obras Sanitarias, los primeros días del mes de julio de 1983. Casi un año después volvió a su país, donde tuvo una histórica y masiva recepción, fue recibido por miles de personas: una multitudinaria caravana lo acompañó a lo largo del trayecto.
Durante casi cinco años, brindó recitales en teatro y estadios, pero también ratificó su compromiso militante y cantó de manera gratuita en espacios sociales
el 31 de marzo de 1984, la que fue descripta por él mismo como «la experiencia más importante de mi vida».
Falleció en los albores del 17 de enero de 1989, a causa de una peritonitis derivada de un infarto mesentérico.
Zitarrosa buscó una canción uruguaya basada en los géneros musicales que identifican a la región. En esta búsqueda también puede identificarse a artistas contemporáneos como Daniel Viglietti y Los Olimareños, que a su vez fueron precedidos por otros como Osirirs, Rodriguez Castillos, Amalia de la Vega y Anselmo Grau.
Su obra tiene base en la música folclórica rural, y encuentra en el tango el modelo de acompañamiento de guitarras.
Zitarrosa rescató los dúos, tríos y cuartetos presentes desde larga data en la música uruguaya. Utilizó el cuarteto principalmente en la milonga. Esta formación ya había sido utilizada en el tango, donde artistas como Carlos Gardel o Alberto Mastra usaron tres guitarras y un contrabajo o tres guitarras y un guitarrón.
Obra
Entre las canciones que se convirtieron en grandes éxitos figuran «Doña Soledad», «Pa’l que se va», «Crece desde el pie», «Recordándote», «Stéfanie», «Adagio en mi país», «Zamba por vos», «El violín de Becho» y el poema por milonga «Guitarra negra».
Como poeta, fue galardonado por la Intendencia de Montevideo con el Premio Municipal de Poesía de 1959, por el libro Explicaciones, que nunca quiso publicar.
En 1988 vio la luz su libro de cuentos Por si el recuerdo, con relatos escritos en distintos momentos de su vida.
Maria Fraga
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