martes, 12 de noviembre de 2024

El imperio de la negación cierra los ojos y cree


El apoyo incondicional del gobierno de Biden-Harris al genocidio de Gaza afectó el voto-castigo contra la candidata demócrata en estados clave del país, como Michigan. 

 Desde Jacksonville, Florida

 ―Profesor ―me dijo un estudiante― juéguesela y diga quién va a ganar mañana.
 ―Trump. Ya lo había dicho en varios medios, pero no me interesa la política partidaria en mis clases.
 ―Según todas las encuestas gana Kamala. ¿Por qué habría de perder? 
 ―Por Gaza. No se puede tapar el sol con un dedo. 
 Horas después de conocer los resultados de las elecciones, las mayores cadenas, desde CNN hasta Fox News, comenzaron a digerir el triunfo de Donald Trump. Las figuras más conocidas parecían estar de acuerdo en que había tres temas que habían golpeado a los demócratas: 1. La economía; 2. La crisis migratoria; 3. El conflicto en Medio Oriente. 
 En otras palabras, el bolsillo, el racismo y la moral. En los tres puntos vemos la fabricación de ideas y sensibilidades de la propaganda de esos mismos medios:
 1. La economía doméstica no está bien, pero veamos que esto no se debe a un gobierno en particular sino a un problema estructural mucho mayor que va desde la corrupción legalizada de las corporaciones que lo han comprado todo (políticos, medios) para continuar acumulando la riqueza (plusvalía) que le han venido secuestrando a la clase media y trabajadora. Desde 1975, la clase trabajadora ha trasferido 50 billones de dólares (dos veces el PIB de China) al uno por ciento más rico. 
 El otro factor económico es la pérdida de hegemonía y poder de dictar de Washington en el resto del mundo, lo cual no sólo ha agravado su natural agresividad, sino que se ha encontrado con una competencia que no acepta. Pero si nos limitamos a las administraciones de turno, veremos que el periodo en que Trump fue presidente, el PIB creció menos que durante el período de Biden. Cierto, hubo una pandemia, pero el mismo argumento aplica cuando se alaba el precio del combustible más bajo en el período anterior, debido a la drástica reducción de la circulación viaria. 
 2. Existe un problema migratorio en la frontera sur, pero no una crisis. Eso es una fabricación mediática, alimentada por los políticos que se benefician de la demonización de los más débiles que no votan y ni tienen lobbies para presionarlos y comprarlos. Por regla general, los inmigrantes ilegales ni son criminales ni incrementan la criminalidad sino que la reducen. No viven de los servicios del Estado sino que aportan impuestos al consumir y al cobrar sus salarios, con el pago de impuestos que nunca reclaman sino que van a la Seguridad Social para beneficio de alguien más. No le roban el trabajo a nadie sino que hacen el trabajo que los ciudadanos no quieren hacer y de esa forma lubrican la economía para que continúe funcionando. 
 Según Trump, “los inmigrantes ilegales son criminales que están entrando sin control”. Amenazó a México con aranceles altos si no detiene el tráfico de drogas, sin mencionar que su país es la raíz del problema, no sólo en el consumo sino también en la distribución de la droga y de armas. Como está documentado, los criminales, genocidas y terroristas viven libres y legales en Florida y son poderosos donantes de su partido político. 
 3. Si bien los estadounidenses suelen votar con el bolsillo, hay una parte que (aunque minoría, se cuentan en algunos millones) votamos con una fuerte convicción moral. Este ha ido el caso del genocidio en Gaza que los demócratas han tratado de silenciar para no hablar de las armas y los miles de millones de dólares que enviaron en solo un año a Israel para masacrar decenas de miles de niños bajo la retórica de “Israel tiene derecho a defenderse”; o como respondió Bill Clinton, “porque el Rey David estuvo allí hace tres mil años”. O la candidata Harris, silenciando cada pregunta sobre Gaza con la misma arrogancia nasal: “Estoy hablando yo”. El gobierno ha ignorado las numerosas protestas estudiantiles, reprimidas con violencia, las multitudinarias marchas urbanas, de camioneros… 
 Luego, cuando aparece el voto castigo, los mismos medios que habían invisibilizado la masacre en Gaza quisieron explicar la catástrofe electoral recurriendo a lo mismo: relegando el tema moral a una tercera posición y hablando de “crisis en Medio Oriente”, evitando decir Gaza, Palestina y genocidio. Ni siquiera masacre. 
 Este genocidio se está convirtiendo en una metástasis en Medio Oriente, una parada más en el Anillo de Fuego (Ucrania, Siria, Palestina, Irán, Taiwán) producido por la fricción del Macho Alfa de Occidente que intenta rodear al Dragón que ya se despertó. 
 En lugar de negociar y beneficiar a sus pueblos con una cooperación global, el Macho Alfa va detrás de eliminar la competencia. Esta metáfora proveniente de la manada liderada por un lobo macho, ahora por los ideólogos de la derecha. Olvidan que cuando el macho alfa envejece y se enfrenta a uno más joven termina en un conflicto mortal. 
 En 2020 los demócratas ganaron Wisconsin y Michigan, dos estados con una fuerte presencia de población árabe. Ahora, los republicanos ganaron en los dos. Sin embargo, la representante de origen palestino, Rashida Tlaib (Michigan) retuvo su banca con el 70 por ciento de los votos e Ilhan Omar (Minnesota) lo hizo con el 75 por ciento. 
 Más que un voto por Trump (quien había perdido las elecciones cuatro años antes por alguna razón) fue un voto contra Harris y los demócratas. Un voto indignado y sin esperanzas. Este sistema electoral es una herencia de la esclavitud y el sistema político-mediático ha sido comprado por las corporaciones tecnológicas y financieras, que son las que gobiernan este país. Larry Fink, el CEO de BlackRock (financiera que administra tanto dinero como cinco veces la economía de Rusia), lo dejó claro: “no importa quién gane; Harris o Trump serán buenos para Wall Street”. 
 Es un saco de fuerza: el dinero pasa de los partidos a los medios para publicidad y promoción. Es decir, con el mismo dólar se compra a políticos y a medios de prensa en dos momentos diferentes. Los presidentes se encargan del circo. Se encargan de mantener las pasiones encendidas, sobre todo las pasiones raciales y de género. No existe otra estrategia mejor para invisibilizar los problemas de clase social. El racismo es la forma más efectiva de invisibilizar el profundo problema de clases sociales que tenemos, incluida su traducción global, el imperialismo. 
 Por fin tendremos un presidente convicto de la justicia (34 causas), quien se jactó de ser listo por no pagar impuestos. Claro que con ser listo no basta. Es necesario tener al pueblo embrutecido con divisiones identitarias, con individuos alienados por las mismas tecnológicas que dominan la economía, la política y la geopolítica. 
 Algo que no es difícil en un pueblo acostumbrado a creer por encima de los hechos. Un pueblo entrenado en las iglesias para cerrar los ojos y reemplazar la realidad con el deseo hasta que la realidad cambie. Porque para la mentalidad religiosa, la realidad narrativa importa más que la factual: “En el principio era el verbo…”. 
 De ahí a aplicar las mismas habilidades intelectuales y convicciones al salir de un templo para ingresar en otros (bancos, bolsas de valores, televisión, partidos políticos) hay solo un paso. A veces ni siquiera eso.

 Jorge Majfud | 08/11/2024

lunes, 11 de noviembre de 2024

Cristina defiende el nacionalismo antiobrero e imperialista de Trump


El peronismo se alinea en la órbita de la entrega nacional. 

 La expresidenta y exvice Cristina Fernández de Kirchner, y actual presidenta del PJ, volvió a respaldar a la figura de Donald Trump, intentando polemizar con el presidente Javier Milei, reivindicando el “nacionalismo” norteamericano, sin reparar que para el caso de los Estados Unidos se trata de un apoyo al reforzamiento de la política imperialista y al programa antiobrero de un elemento reaccionario.
 Cristina se refirió nuevamente a Donald Trump –ya en el pasado había elogiado su “proteccionismo estatal”- en el marco de una actividad política en Villa Fiorito, Lomas de Zamora, donde en referencia a Javier Milei manifestó: “Este idiota que está contento que ganó Trump, que aprenda de Trump, que es nacionalista, que quiere que las industrias de su país tengan mejores salarios”. 
 La frase es más que llamativa, ya que el nacionalismo de Trump representa los intereses del imperialismo norteamericano contra las economías de los países coloniales y semicoloniales. O, como señaló el dirigente del Partido Obrero, Gabriel Solano, “el nacionalismo de Trump no es otra cosa que un reagrupamiento de fuerzas del imperialismo norteamericano para disputar con sus rivales, empezando por China, el dominio del planeta”. 
 La equiparación del gobierno de Trump con los gobiernos nacionalistas de América Latina y el mundo no tiene ningún asidero más que el de alimentar una confusión política mayúscula. En este sentido, Solano agregó que “para América Latina, considerada por el capital yanqui su patio trasero, la llegada de Trump reforzará la guerra comercial y los ultimátum diplomáticos”.
 Bajo el gobierno de Trump, incluso, se respaldaron los golpes contra los gobiernos “latinoamericanistas” de Evo Morales, las ofensivas golpistas contra Venezuela y el apoyo al bolsonarismo en Brasil. 
 Cabe agregar también una consideración respecto a la supuesta intención (falsa) de Trump de que “las industrias de su país tengan mejores salarios”. Nada más lejos de la realidad. Trump es un partidario de la liquidación de las condiciones y derechos de los trabajadores, justamente, para favorecer a los capitales norteamericanos en la disputa por el mercado mundial. 
 Una expresión manifiesta de esta vocación antiobrera es su alianza con el multimillonario Elon Musk, que ha hecho escuela de despidos y ajuste con su adquisición de la empresa Twitter y en Tesla. 
 Trump no solo es un enemigo de los derechos de los trabajadores, sino que tiene un abierto posicionamiento contra la sindicalización, y ha hecho gran parte de sus campaña diciendo que va a bajarle los impuestos a las patronales: todo muy lejos de un supuesto “progresismo fiscal”. 
 Quien se refirió en términos similares a los de Cristina es otro de los referentes del “peronismo ortodoxo”, Guillermo Moreno”, quien manifestó que el nacionalismo de Trump es igual que el peronismo. Algo que fue replicado por Néstor Pitrola, en el acto del Partido Obrero en Parque Lezama, señalando que esto implica admitir que “el peronismo hoy está en la entrega nacional”.
 Cristina también afirmó que el gobierno de Milei “quieren destruir el Estado argentino, quieren reducirnos de vuelta a una simple colonia exportadora de materias primas y el resto que se joda”, pero sin explicar a qué lugar distinto, sino al de semicolonia sometida, nos llevaría la política de Trump que tanto defiende. Además, el intervencionismo estatal de los Kirchner nunca sirvió´para revertir la posición de sometimiento semicolonial de la Argentina, apoyándose en los mismos pilares que Cristina ahora denuncia. 
 El peronismo que se ufanaba de ser un movimiento antiimperialista y nacionalista se encuentra en la actualidad elogiando a un gobierno fascistoide, antiobrero e….. imperialista, mostrando el alcance de la degradación política de sus dirigentes, incluso como proyecto “nacional y popular”. 
 La salida al ajuste de Milei no es la política trumpista, ni el coqueteo cipayo con el imperialismo, sino la organización independiente de los trabajadores con un programa político y económico propio: algo que a lo que el peronismo nunca ha aspirado y por lo cual es necesaria su superación con una fuerza propia de los trabajadores. 

 Marcelo Mache

Conversatorio - 20 años derecho humano al agua en Uruguay. ¿por qué se transformó en mercancía?


El ejército sionista anuncia una masacre definitiva: no permitirá el regreso de los desplazados


Además tratará como “terroristas” a quienes permanezcan en el Norte de Gaza. 

 Israel anunció la expulsión total de los palestinos que están en el norte de Gaza y el ejército puntualizó que no se les permitirá regresar a sus hogares. Esto “parecería ser el primer reconocimiento oficial de que Israel está expulsando sistemáticamente a los palestinos de la zona”, dice en un alarde de sagacidad el hipersionista diario británico The Guardian. 
 En conferencia de prensa, el general Itzik Cohen trató de justificar la expulsión por las dificultades de su ejército para aplastar a las milicias palestinas: explicó que se habían visto obligados a entrar varias veces en algunas zonas que se suponía estaban “limpias” de combatientes, como Jabaliya, y que por lo tanto “no permitirían que los residentes del norte regresen a sus hogares”. 
 Cohen fue más lejos: afirmó que “como en el norte no quedan más civiles” (SIC) quienes permanezcan allí será considerados terroristas. Tampoco permitirán el ingreso de alimentos ni ninguna clase de ayuda humanitaria. Es el anticipo de que se aprestan a ejecutar el exterminio. Advierte un editorial de Haaretz: “Israel está desencadenando un Apocalipsis en el Norte de Gaza” (6/11). 
 No está claro cuántas personas permanecen en la zona, aunque hace unos días, la ONU calculó que quedaban unos 400.000 civiles, sometidos a un asedio implacable que provocó en octubre por lo menos 2.000 muertos y agotó los sudarios con los que se los entierra. 
 Las ciudades de Jabalya, Beit Hanoun y Beit Lahia han sido prácticamente reducidas a escombros y sus habitantes quemados vivos, sin que se les permita entrar a las organizaciones internacionales de ayuda, que fueron expulsadas antes de que comenzara la operación militar.
 Al bombardeo de campamentos de refugiados, escuelas y hospitales se suma ahora el ataque aéreo de las caravanas de desplazados que, acatando la orden de evacuación, tratan de huir. 
 Por si no les alcanzaba con las bombas, Israel impuso un cerco total por hambre. Las Naciones Unidas informó que entre el 1 y el 21 de octubre, solo dejaron entrar el 6 % (4 de 70) de los transportes con ayuda humanitaria para el norte. 
 Los sionistas justificaron esta ofensiva mortífera con el argumento de que querían evitar un reagrupamiento de la resistencia palestina, que a pesar de la masacre no logran sofocar. 
Los palestinos dijeron que en realidad Israel se proponían ocupar el Norte y forzar un desplazamiento total de los residentes. Las declaraciones de Cohen zanjaron cualquier discusión. 
 El miércoles, las redes sociales mostraron oleadas de desplazados, cargado de niños y mochilas, que caminaban hacia el sur entre calles y edificios en ruinas. Muchos llevan días sin comer, dijo Huda Abu Laila a Associated Press. “Estamos descalzos. No tenemos sandalias, ni ropa, ni nada. No hay comida ni agua”, dijo. 
 Hace unos días, Naciones Unidas y otras organizaciones humanitarias advirtieron que la situación es «apocalíptica» y que «toda la población palestina del norte de Gaza corre el riesgo inminente de morir por enfermedad, hambruna y violencia». 
 Organizaciones de derechos humanos y humanitarias denuncian que Israel, aunque lo niegue, está aplicando el llamado «plan de los generales», propuesto hace meses por el general retirado Giora Eiland: forzar la evacuación mediante la hambruna y tratar como milicianos a quienes se queden. 
 Altos funcionarios de defensa admitieron al diario Haaretz que, “al no tener otras alternativas, el gobierno pretende anexar amplias zonas del territorio”. 
 Israel dividió el territorio en dos a principios de este año al crear lo que denomina el corredor de Netzarim, que separa lo que una vez fue la ciudad de Gaza del resto de la franja. El martes, Cohen también confirmó que el norte de Gaza ha vuelto a dividirse para separar la ciudad de Gaza del norte, más rural. 

 Los otros frentes 

Después de que Hizbollah repeliera en la invasión terrestre a El Líbano, Israel intensificó los bombardeos. Los soldados israelíes están haciendo estallar, uno tras otro, pueblos enteros en el sur, impidiendo el retorno de la población. 
 Los ataques aéreos se ensañan con las aldeas, pueblos y zonas residenciales de Beirut, dejando cientos de niños y mujeres muertas. Los sionistas bombardean las aldeas sunnitas y cristianas, tal vez en represalia porque acogieron a los desplazados del sur. 
 Es una limpieza étnica sin tapujos. En el rediseño del mapa de Medio Oriente que Netanhayu mostró en la asamblea de Naciones Unidas, no existen los “territorios ocupados”, todo es Israel. Los sionistas consideran desde hace mucho tiempo que El Líbano -o por lo menos el sur de Líbano- es su espacio vital y están tratando de garantizarlo. 
 No es todo. “A medida que Israel amplía sus esfuerzos bélicos (sic) en Oriente Próximo, parece estar intensificando su enfoque en Siria”, afirma el NYT (5/6). El martes, el ejército israelí informó el bombardeo de Siria por tercera vez en la semana con el objetivo de “cortar el flujo de armas e inteligencia entre Hezbollah e Irán”. El ataque fue contra supuestos depósitos de armas situados en Al Qusayr, una ciudad industrial cercana a la frontera con El Líbano. El ejército también secuestró “para interrogarlo” a un ciudadano sirio acusado de tener relación con «redes terroristas iraníes» cerca de los Altos del Golán. 
 El nuevo secretario general de Heezbollah, Naim Qassem, afirmó el miércoles que tienen “decenas de miles” de combatientes preparados y que ningún lugar de Israel estaba «fuera de los límites» para sus ataques. Añadió que los combatientes están atrincherados en el sur de El Líbano y preparados para una guerra de desgaste de Israel. “Creemos que sólo una cosa puede detener a Israel, que es el campo de batalla, tanto en la frontera como dentro de Israel”, declaró Qassem. Y que están abiertos a un alto el fuego, pero bajo sus propias condiciones. 
 El ejército israelí ha lanzado más de 85.000 toneladas de bombas sobre la Franja de Gaza desde octubre de 2023, superando la cantidad de explosivos utilizados en la Segunda Guerra Mundial, según informó el jueves 7 la Autoridad de Calidad Medioambiental de Naciones Unidas.

 Olga Cristóbal 
 08/11/2024

domingo, 10 de noviembre de 2024

Trump, Milei y el cuento chino de los “libertarios” proteccionistas


La guerra comercial agrava las contradicciones del capitalismo criollo. 
 El nacionalismo imperialista y el "librecambismo" semicolonial. 

La euforia bursátil y gubernamental ante el triunfo de Trump fue empañada con algunas alertas bastante atendibles. Milei podrá estar contento porque habrá un facho como él en la Casa Blanca, pero el capital se mueve por intereses y no por ideologías. La intensificación de la guerra comercial con que el magnate yanqui intentará “make America great again” promete agravar las contradicciones de la política económica “libertaria”.
 Es cierto que la principal especulación del gobierno argentino es que será favorecido con la posibilidad de nuevos créditos en dólares, especialmente del FMI; algo que incluso si se concreta es un flujo que puede revertirse en un instante financiando una fuga de capitales, como Caputo sabe más que nadie. Finalmente, nuestro país no sufre de una escasez de divisas sino de un saqueo, tendencia que el nuevo mandato de Trump amenaza con acelerar porque el endurecimiento de su política proteccionista anticipa nuevos golpes a la industria criolla. 

 Alcen las barreras 

El combo de barreras arancelarias en Estados Unidos y de apertura comercial en Argentina genera bastante incertidumbre entre los hombres de negocios. No solamente porque ya en la primera presidencia de Trump afectó fuertemente las exportaciones de acero, aluminio y biodiésel, rubros que entonces concentraban cerca de la mitad de las ventas al país norteamericano; sino también porque las mayores restricciones al ingreso de productos chinos al mercado estadounidense prometen incrementar la sobreoferta del gigante asiático al resto del mundo.
 El caso del acero es sintomático. Ahí juegan algunos de los más grandes grupos capitalistas que operan en Argentina, y advierten que no están en condiciones de competir. A fines de octubre el CEO del pulpo Techint, ferviente militante “libertario”, dijo en el principal evento latinoamericano de la industria del acero que, además de levantar el cepo, “necesitamos que los gobiernos actúen y hagan explícito su apoyo a la industria”. 
 Así Paolo Rocca condensó la contradicción de buena parte de la clase capitalista subida al carro del oficialismo. Pide el fin de los controles cambiarios para favorecer una devaluación del peso que le brinde mayor competitividad (vía licuación de costos, en primer lugar de los salarios), a la vez que más estatismo para blindar con aranceles y subsidios a sus empresas. El hecho es que, más que la caída de la actividad por el freno de la construcción y la recesión industrial, acusa que el gran problema son los menores precios del acero chino que viene copando el mercado latinoamericano. 
 Para los trabajadores la cuestión es bien palpable. Ternium, el brazo siderúrgico de Techint que es el mayor productor local de la rama, acaba de informar de que por la caída de la producción procederá a una reestructuración con despidos masivos: planea echar a 600 trabajadores de la acería General Savio, entre personal propio y de empresas contratistas.
 Otro gigante del sector, Acindar, cuya producción también tiene como cliente a la industria, alargó este año sus dos paradas programadas en distintas áreas de sus plantas, y advierte que la región “se inunda de acero chino”. La firma integra el grupo Arcelor Mittal que es el principal productor siderúrgico mundial, pero reclama al gobierno de Milei una “apertura inteligente”… que incluya barreras arancelarias contra China, en la tónica de Estados Unidos, la Unión Europea, India y otros países latinoamericanos.
 Lógico que semejante hipocresía pretende escudarse en que los capitales del gigante asiático representan una competencia desleal. Curiosamente, es un resultado del impacto de la propia crisis capitalista en China, con el parate del otrora hiperactivo sector de la construcción que dejó una inmensa capacidad productiva que se vuelca a la exportación. Dejando eso de lado, la realidad es que el tiro les puede salir por la culata.

 Escupir para arriba 

Nos referimos a que el mismo Trump dirigió esas acusaciones hacia acá en su anterior presidencia. Hacia fines de 2019 amenazó en Twitter con restringir las importaciones yanquis de acero y aluminio de Argentina y Brasil como sanción por las devaluaciones del peso y el real que, acusó, perjudicaban a los granjeros norteamericanos. La experiencia traumática de los trumpistas Macri y Bolsonaro es un antecedente del fiasco que puede comerse Milei. 
 Digámoslo otra vez. La afectación de los industriales locales por estas medidas es facturada en forma directa a los trabajadores. Aluar, que concentra la fabricación de aluminio argento, se valió de aquella crisis para acelerar una reestructuración a costa de atacar los derechos sindicales, de despidos y del aumento de los ritmos de producción en su planta de Puerto Madryn. 
 La historia de los biocombustibles es similar. Hoy en Argentina la industria de biodiésel a base de soja tiene una capacidad instalada ociosa del 70%. Nunca se recompuso del cierre del mercado estadounidense, y solo cubre el pequeño cupo que le fija la Unión Europea con precios mínimos. Ambas limitaciones se fundan en la acusación de que las plantas santafesinas incurrían en una práctica de dumping. El mercado capitalista realmente existente es el de la guerra comercial. 
 Uno de los agravantes de la actualidad criolla es que el gobierno está empeñado en sostener la apreciación del peso respecto del dólar, lo cual quita el principal recurso que siempre usan los capitales radicados en Argentina para recomponer su competitividad. El triunfo de Trump fue leído en el mundo de las finanzas como una señal de encarecimiento del dólar, lo cual suma presión devaluatoria. En Brasil, principal socio comercial, el real acumula en un año una caída del 20% respecto de la moneda estadounidense, algo que favorece a los cariocas en el intercambio bilateral. Ni hablar del turismo, cuando por viajes y compras al exterior en septiembre se fueron nada menos que 650 millones de dólares. Y si la Reserva Federal de Estados Unidos retoma las alzas de su tasa de interés generaría un combo perfecto para presionar por una reversión de capitales hacia la metrópoli.
 Nada de esto implica algo como un frente único de la burguesía nacional ante el proteccionismo del norte. No existen intereses comunes. Ámbito Financiero cita declaraciones en off de un empresario para el cual el mayor problema pasa “por los costos de los insumos básicos difundidos (…) debería promoverse la entrada de materia prima para fabricación y equilibrar la cancha con los grandes formadores de precios”. 
Una postura antagónica a las de Rocca y compañía. En definitiva, la inconsistencia de la política económica de Milei expresa en parte la impotencia de la clase capitalista criolla en su rol de socia menor del saqueo imperialista. 
 No es posible organizar de manera coherente la economía argentina a partir de los intereses de una burguesía semicolonial. Por eso el peronismo y toda la oposición patronal, empezando por Cristina Kirchner, se alinean detrás de la ofensiva antiobrera de Milei, que es el vehículo de la pretensión de sortear estas contradicciones reforzando la explotación laboral. 
 Es cierto que algunos sectores se relamen por las posibilidades que pueden abrirse con una mayor “amistad” con el Tío Sam. Pero sojeros, frigoríficos, mineras y petroleras también serían perjudicadas por una caída de los precios internacionales derivada del encarecimiento del dólar y de un menor consumo de China si hacen efecto las medidas de Trump. Y, otra paradoja, las exportaciones argentinas dependen en buena medida de las compras del gigante asiático. Por eso el ultratrumpista Milei va a tener que surfear todas estas tensiones cruzadas tratando de “no molestar” al Partido Comunista chino, de cual entre otras cosas dependen la mitad de las reservas del Banco Central por los yuanes del swap. 
 Mal que le pese a estos pretendidos antiestatistas, el capitalismo es incapaz de superar el intervencionismo derivado de las infames rivalidades entre Estados, que expresan la rivalidad entre los monopolios capitalistas. Esa incapacidad emerge a la luz con más fuerza cuando queda a la vista la contradicción que alcanzó el desarrollo de las fuerzas productivas con las estrechas fronteras de las naciones. Como concluyera Gabriel Solano en su editorial de 14 Toneladas: “el nacionalismo de un país imperialista no significa encerrarse detrás de sus propias fronteras, sino agravar las tendencias a los choques comerciales, diplomáticos y, finalmente, militares. Y esa es la orientación de Trump”.

 Iván Hirsch

Georgia: elecciones, crisis política y disputas globales


Bidzina Ivanishvili, el fundador del partido Sueño Georgiano

 Las elecciones parlamentarias del 26 de octubre en Georgia, un pequeño territorio de cuatro millones de habitantes ubicado en el Cáucaso, fueron seguidas con atención por la prensa internacional debido al cruce de intereses entre Estados Unidos y la Unión Europea (UE), de un lado, y Rusia, del otro. Una semana más tarde, además, se produjo otra elección con ciertas similitudes en Moldavia, nación lindante con Ucrania, donde la presidenta prooccidental Maia Sandu consiguió una estrecha victoria frente a un rival considerado por los medios como afín al Kremlin.
 En el caso de Georgia, el resultado fue inverso al de Moldavia: Sueño Georgiano, la formación en el poder desde 2012, que es partidaria de mantener buenas relaciones con Moscú, aunque sin abandonar el proceso de adhesión a la UE, fue la que se atribuyó la victoria con el 54% de los votos. La oposición, en la que revisten partidos políticos abiertamente alineados con Bruselas (como el Movimiento Nacional Unido), denunció fraude y capitaneó movilizaciones de repudio en Tbilisi, la capital. 
 De este modo, las elecciones se convirtieron en un nuevo capítulo de la crisis política que ya lleva tiempo en desarrollo. En mayo de este año, el parlamento georgiano aprobó una norma rechazada por la UE que impone controles más severos a organizaciones que reciben fondos desde el exterior. Esto desató protestas opositoras. Y, a diferencia de 2023, cuando el gobierno georgiano retiró el proyecto ante el estallido de manifestaciones donde se ondeaban banderas de la UE, esta vez se mantuvo en su postura. En el plano institucional, la crisis se expresa en el enfrentamiento de la presidenta Salomé Zurabishvili -que en su momento llegó al poder con el apoyo de Sueño Georgiano- con el primer ministro y el jefe del parlamento. Zurabishvili se convirtió en una especie de paraguas unificador de distintas formaciones opositoras. 
 Entre las razones por las que el gobierno de Sueño Georgiano (una formación política fundada por el oligarca Bidzina Ivanishvili, que hizo su fortuna en Rusia en los ’90 y fue primer ministro en 2012-2013) busca mantener lazos con el gobierno de Vladimir Putin figuran la dependencia energética de Georgia y el flujo de turistas desde su enorme vecino. Y, aunque el gobierno del primer ministro Irakli Kobajidze no abandonó, por lo menos abiertamente, sus intenciones de sumarse a la UE (Georgia obtuvo estatus de candidato en diciembre de 2023), Bruselas rechaza en forma tajante este juego a dos aguas. El último informe sobre el estado de la ampliación de la UE alaba a Ucrania y Moldavia, otros dos candidatos, por sus progresos, pero reprocha a Georgia que “no se unió a las medidas más restrictivas relacionadas con Rusia, Irán y Bielorrusia y además ha incrementado los vuelos directos a varios destinos en Rusia”. Joseph Borrell, el jefe de la diplomacia europea, fue aún más directo: “sencillamente, no puedes mantener los lazos con Rusia o intentar seguir como siempre y esperar que tu país vaya a formar parte de la UE. Es lo uno o lo otro”, puntualizó (El País, 30/10).
 Como gesto para reactivar el proceso de adhesión, que lleva meses congelado, la UE (que no es unánime en su planteo, ya que el húngaro Viktor Orban reconoció la victoria de Sueño Georgiano y visitó Tbilisi) exige que se retire la ley de agentes extranjeros. En un sentido más profundo, reclama que Georgia barra con la protección de grupos oligárquicos locales. 
 El ultimátum de Borrell es indicativo de la nueva etapa de la situación mundial. Si en algún momento Sueño Georgiano mostró versatilidad para ensayar un camino intermedio, de buenas migas tanto con Moscú como con Bruselas, la agudización de los enfrentamientos a partir de la guerra en Ucrania tiende a liquidar esa tentativa. El Kremlin considera a Georgia parte de su radio de influencia, y para el imperialismo, a su vez, Georgia supone una pieza clave para cercar a Rusia.
 Las masas georgianas tienen enfrente a dos bloques políticos que no expresan sus intereses. Es necesaria una alternativa política de los trabajadores. 

 Gustavo Montenegro

sábado, 9 de noviembre de 2024

Los satélites espías de Elon Musk


La empresa aeroespacial dirigida por Elon Musk, Space X, se encuentra desarrollando una red de satélites espías, destinados a ser utilizados, en principio, por la agencia de inteligencia de los Estados Unidos. Ya en marzo de este año, la agencia de noticias Reuters informó que Musk rubricó, en 2021, un contrato por 1.800 millones de dólares con la Oficina Nacional de Reconocimiento (NRO), organismo de defensa del gobierno de Estados Unidos que tiene bajo su tutela el lanzamiento y las gestiones de satélites de reconocimiento. En la actualidad, Space X es el mayor desarrollador de satélites del mundo a bajo precio y, en este sentido, desde el Pentágono se le encargó la puesta en pie de una red de satélites de baja órbita, Starshield, que podrán ser utilizados para llevar adelante tareas de espionaje, compartiendo imágenes directamente con los altos mandos militares. En marzo pasado, fuentes internas de la inteligencia norteamericana sentenciaron que este programa “mejoraría significativamente” el control llevado adelante por el gobierno yanqui y que “nadie podrá esconderse” del entramado de satélites espías. 
 El proyecto Starshield es la manifestación más acabada de la relación del trumpista Musk con el complejo militar–industrial yanqui, la cual no ha estado exenta de diferencias con la administración demócrata de Biden. En septiembre de 2023, Musk saboteó un ataque de Ucrania sobre la flota naval rusa apostada sobre Crimea. En esa oportunidad, los drones submarinos cargados de explosivos en poder de Ucrania perdieron conectividad de internet suministrada por Starlink, a partir de una orden dada por el propio Musk a los ingenieros, haciendo fracasar la operación. Evidentemente, el tecnócrata fascistoide juega su propia guerra. Musk, cual mariscal de campo, intervino porque consideró que Ucrania estaba “yendo demasiado lejos” y porque temía que Putin atacara con armas nucleares, desatando un “mini Pearl Harbor.” Ucrania, por medio de su viceministro, suplicó el restablecimiento de la conectividad, a lo que Musk hizo oídos sordos. Anterior a estos hechos, en 2022, Musk esgrimió una propuesta de paz cercana a las posiciones del Kremlin y en sintonía con los dichos de Trump de que negociaría la paz en 24 horas. Recientemente, The Wall Street Journal sacó a la luz que Musk y Putin mantuvieron conversaciones telefónicas a finales de 2022. Según el medio de comunicación, basándose en las fuentes de la inteligencia yanqui a la que accedió, Putin habría oficiado de intermediario de Xi Jinping para que Musk no pusiera en funcionamiento el servicio de Staklink en Taiwán, todo esto en momentos en que EE.UU reafirma su apoyo a la isla frente a las reivindicaciones territoriales esgrimidas por China. Esta sucesión de hechos ha despertado suspicacias en la Casa Blanca y el Pentágono. 
 En el último año, Space X ha avanzado a pasos agigantados sobre la construcción de satélites militares y en el sistema de defensa. En septiembre pasado, la Agencia de desarrollo Espacial del Pentágono “utilizó láseres para transmitir datos de forma más segura a la velocidad de la luz entre satélites militares, lo que facilita el seguimiento de misiles enemigos y, en caso necesario, su derribo” (Clarín 31/10/2024), desarrollado, en parte, por Space X. En un lapso corto de tiempo Musk ha dejado en el camino a otras grandes contratistas del complejo militar norteamericano, como Raytheon, Northrop Grumman y York Space Systems. 
 La semana pasada se ejecutó el lanzamiento desde la Base de la Fuerza Espacial Vanderberg, ubicada en el Estado de California, de un lote de satélites espías, bajo la misión denominada NROL-167. Según informó la NRO, la misión en conjunto con Space X, que fue de carácter clasificado, se trató de poner en órbita baja “numerosos satélites pequeños, diseñados para la resiliencia.” Según los especialistas en el tema, Estados Unidos quiere hacer frente al desarrollo chino en su propio sistema de defensa espacial, proyectando futuras confrontaciones con el país asiático y para intervenir en las guerras en curso. 
 Mientras se afianza la colaboración y los negocios entre Musk y el gobierno federal de los Estados Unidos, en este último crece la desconfianza sobre el magnate por el desarrollo comercial que mantiene en China y su acercamiento a lideres extranjeros, Putin en particular.
 En medio de una guerra imperialista, Musk ha pasado de la promoción de la conquista del espacio (que aún mantiene entre sus objetivos) a estar integrado a un campo más escabroso, como lo es el de la defensa y la inteligencia, es decir, concretamente la guerra. Por su parte, el gobierno de los Estados Unidos se encuentra en un dilema por la dependencia cada vez mayor de la tecnología desarrollada por Space X, pero en el marco de la guerra imperialista esta tendencia se refuerza. El libertario Musk exige al gobierno federal (al cual cataloga como un freno para el desarrollo) prebendas para llevar adelante sus propias decisiones, lo que le permitiría estar de los dos lados del mostrador. Adam Smith, miembro de mayor rango del Comité de Servicios Armados de la Cámara de representantes ha señalado: “Elon Musk parece tener muchos intereses personales y eso es algo a lo que realmente tenemos que prestar atención y preocuparnos.” Desde el Pentágono han manifestado reticencias al avance de Space X al estar subsidiando “la creación de un monopolio vertical (una empresa que controla toda la cadena de suministro de una industria), lo que dificulta cada vez más que otras empresas entren en este mercado de rápido crecimiento.” (Clarín 31/10/2024)

 Lucas Giannetti
 02/11/2024

José Carlos Mariátegui y el origen de la sociología latinoamericana


jueves, 7 de noviembre de 2024

La explotación del trabajo convertida en ciencia


El lugar de la psicología laboral bajo el capitalismo. 

 Una de las principales mistificaciones que envuelve al capitalismo tiene lugar cuando las diferentes variantes de la organización del trabajo son presentadas como parte de un proceso objetivo o “neutral”, en lo que refiere a la relación entre patrones y trabajadores.
 De acuerdo a ello, ciertos cambios en el régimen laboral planteados por las empresas tendrían un propósito genéricamente “positivo”, tanto para la patronal como para los trabajadores. El primer antecedente de esta impostura fue introducido por el capataz Frederic Taylor, estudioso y practicante de cómo economizar “métodos y tiempos” en la industria a costa de succionar hasta la última gota del esfuerzo de los obreros. Taylor, precisamente, bautizó a sus estudios como “gerencia científica” o “ciencia del trabajo”. Al criticar ese concepto, un socialista, Harry Braverman, señaló que la disciplina de Taylor “se introduce en el lugar de trabajo no como representante de la ciencia, sino como el representante de la administración patronal enmascarado en los arreos de la ciencia” (“Trabajo y capital monopolista”). Más adelante y con más ironía el mismo autor se va a referir a la “ciencia del trabajo” como “ciencia de la administración del trabajo ajeno”.
 La presentación de la explotación obrera con una pátina aséptica o de neutralidad entre las clases dio otra vuelta de tuerca cuando se aludió a la “organización racional del trabajo” y, por lo tanto, se bautizó como “racionalización” a las políticas de despidos de trabajadores y sobreexplotación de la planta remanente. Taylor llamaba “jornada óptima de trabajo” a aquella donde el sometimiento a la dictadura patronal alcanzaba su máxima expresión. La “optimización” capitalista, que es el máximo beneficio a costa de la explotación obrera, es presentada como expresión del bienestar general –obreros y patrones-. Hay que agregar que los métodos de Taylor fueron rechazados desde el vamos por las organizaciones obreras y lo mismo ocurrió con la cinta de montaje de Ford, un verdadero tormento para los trabajadores. Durante varios años, la rotación de trabajadores -entre los que pasaban y los que se quedaban- en la fábrica de Ford resultó de 10 a 1. Este explotador yanqui -que financió a Hitler desde los Estados Unidos- sólo logró estabilizar un plantel laboral cuando endulzó su régimen negrero con incentivos salariales: los famosos “cinco dólares por día”. Braverman señala que, en la posguerra, la política de compensar a los trabajadores que permanecían en las industrias “racionalizadas” (sometidas a despidos masivos) con incentivos a la producción se convirtió en moneda corriente, pero ya con el apoyo de las burocracias sindicales. 

 Psicología y sociología del trabajo 

Ninguno de estos incentivos resolvió la enorme tensión de la gran industria sometida a la “ciencia del trabajo”. En esas circunstancias, apareció la “psicología del trabajo” y luego la “sociología industrial”. La función de estas seudodisciplinas, presentadas como un ´servicio´ de la empresa a los obreros, no era otra que buscar la adaptación y aceptación de los trabajadores al régimen infernal de la fábrica. Al caracterizar el rol de estos profesionales en la gran corporación capitalista, Braverman señala que su rol “no es el estudio de las condiciones objetivas del trabajo, sino tan sólo el de los fenómenos subjetivos a los que éstas dan lugar: el grado de ´satisfacción´ o ´insatisfacción´ expresados en sus cuestionarios”. La razón de ello es clara: “el problema no es la degradación de hombres y mujeres, sino las dificultades levantadas por las reacciones, conscientes e inconscientes, a dicha degradación”. 
 El abordaje subjetivo de los cambios en el régimen de trabajo es necesariamente unilateral y facilita la manipulación de los trabajadores por parte de la patronal. La psicología humana es antagónica a la seudopsicología del trabajo y por una clara razón: la organización capitalista del trabajo es la fractura de la integralidad humana, en aras de lo que Marx llamó el “obrero parcelado” o mutilado. En efecto: la fábrica de la división del trabajo exacerba alguna destreza parcial del trabajador, a costa de anular al resto de sus potenciales conocimientos. Del mismo modo, las jornadas laborales extensas y agobiantes anulan las posibilidades del ocio y el tiempo libre. La única respuesta científica de la psicología a esta contradicción es la invitación al obrero a superar la mutilación a que lo somete el capital, reconstituyendo su individualidad en la fusión consciente con el conjunto de su clase, es decir, en un partido propio. 

 Flexibilidad laboral y manipulación 

La manipulación de los trabajadores ha cobrado un nuevo capítulo con los llamados “nuevos métodos de trabajo” o “producción flexible”. Como ocurría con Taylor, estas prácticas, presentadas como progresos “técnicos” u “objetivos”, no han sido más que la adaptación de la planta laboral a los vaivenes de la crisis capitalista, es decir, a la incertidumbre de los ascensos y retrocesos bruscos en la producción.
 Desde hace al menos tres décadas, los esfuerzos de la seudo “ciencia del trabajo” han estado dirigidos a adaptar el régimen de trabajo a esas fluctuaciones, a costa, naturalmente, de violentar conquistas laborales elementales -el descanso del fin de semana, la jornada laboral de 8 horas o el derecho a las vacaciones pagas y en el período de receso veraniego-. Lógicamente, estos avances patronales no podrían pasar sin ser “edulcorados” con alguna concesión parcial. Uno de los casos más evidentes ha sido el de la reducción de la jornada laboral a 7 horas en Francia -leyes Aubry- en 1998. La reducción a 35 horas semanales, sin embargo, tuvo como contrapartida el establecimiento de 1.600 horas anuales, que podían ser acomodadas a gusto del patrón. De ese modo, las patronales se ahorraban el pago de horas extras. Asimismo, la ley habilitó a negociaciones por empresa en torno del régimen laboral, lo cual abrió las puertas a diferentes variantes de intensificación del trabajo. 
 Aunque la reducción formal de la jornada fue presentada como “promotora del empleo”, el resultado no fue tal: el impacto de la “racionalización” -eliminación de horas extras, vacaciones en cualquier momento del año- superó al producido por la reducción de jornada. A despecho de esta cuestión de conjunto, las burocracias sindicales de Francia empujaron la reforma en nombre de un aspecto parcial: el “aumento del tiempo libre” como resultado de la reducción de la jornada. Obviamente, los trabajadores pagaban con creces esa concesión. En las décadas siguientes a las leyes Aubry, la flexibilidad laboral y la intensificación del trabajo no cesaron de crecer. 
 La burocracia sindical de Francia encontró también a sus teóricos. Un antiguo historiador y crítico de los regímenes del trabajo del capitalismo, Benjamín Coriat, se dedicó a pontificar sobre “los desafíos de la competitividad”, propugnando que las nuevas modalidades del trabajo flexible podrían conciliar los intereses del capital con los de la clase obrera. 

 Conclusión 
La reducción de la jornada laboral y el derecho a no trabajar los fines de semana son aspiraciones que los actuales regímenes de trabajo del capital pisotean todo el tiempo y de modo creciente. La defensa o la conquista de esos derechos plantea una lucha contra las patronales y el Estado. Cuando la clase capitalista o los funcionarios “ofrecen” alguna de estas conquistas parciales en paquete, sólo lo hacen como parte de una manipulación para incrementar en términos generales el grado de explotación de los trabajadores. La presentación de una concesión unilateral como “conquista”, cuando se trata de una maniobra para hacer pasar un planteo flexibilizador de conjunto, es contribuir a que los trabajadores se adapten a la falsa “ciencia del trabajo”. Cuando la ciencia se convierte en un instrumento del capital contra los trabajadores, deja de ser ciencia y pasa a ser una apología del régimen social que vive del trabajo ajeno.

 Marcelo Ramal 
 06/11/2024

El retorno de Trump y el retroceso histórico del imperialismo norteamericano


La “motosierra” del capital financiero.

 La disputa electoral en Estados Unidos no estaba tan cabeza a cabeza como coincidía el 99 % de las encuestas. Donald Trump ganó en los estados-bisagra y en votos a nivel nacional. En Nueva York, un bastión del partido Demócrata, los republicanos obtuvieron el mayor número de votos en décadas. El llamado de Kamala Harris a ir a votar (“we vote, we win”) se convirtió en un búmeran, porque la mayor afluencia electoral favoreció a su rival. El elevado número de delitos por los que debería comparecer ante la Justicia tampoco afectó a Trump, que ahora se beneficiará de una norma votada por la Corte Suprema de mayoría derechista, que ha suspendido la ley criminal para presidentes en ejercicio. El desenlace electoral culmina una crisis política que se había manifestado con mucha antelación, ante la evidencia de que Biden no reunía las condiciones para un segundo mandato. La posibilidad de retirarlo de la competencia electoral se adoptó con mucha demora, por el temor de que creara una vacancia de facto del poder en medio de guerras internacionales y de crisis políticas en varios países. La designación de Harris como candidata, sin pasar por el período de confrontación y selección en las primarias, privó al partido Demócrata de una compulsa de alternativas y le endilgó a la misma Harris el anatema de un títere del aparato partidario. 
 El retorno al poder de un candidato abrumado de demandas judiciales y de la responsabilidad de un intento de golpe de Estado -que incluía el asesinato de miembros del Congreso y de su exvicepresidente- es un hecho excepcional. Pero el propio Estados Unidos atraviesa una situación extraordinaria, como es el retroceso imparable de la primera potencia capitalista del mundo. Trump se ha vuelto a presentar como una alternativa de tránsito del bonapartismo al fascismo, como un recurso extremo, aunque no último; a los 77 años, ese lugar podría ocuparlo, controversialmente, su compañero de formula, JD Vance. Trump ha planteado una deportación masiva de inmigrantes y la infiltración masiva de las instituciones del Estado por camarillas de derecha, desde los servicios de Inteligencia y espionaje, hasta los organismos de supervisión impositiva, con acceso a las cuentas de los ciudadanos. Más de una vez ha declarado su intención de gobernar con la ley marcial. 
 Trump es la expresión política de la declinación del imperialismo norteamericano. Estados Unidos ha cedido a China el primer lugar en el comercio internacional y en cuanto al PBI. En el primer punto se encuentra por debajo del 25 % del intercambio, aunque se realice en dólares en un 60 % y tenga el 75 % de las reservas internacionales. Sigue en el primer lugar del PBI cuando es medido en dólares, pero es segundo de China en términos de poder adquisitivo. El recurso a los aranceles de importación frente a China muestra un país a la defensiva, que recurre por otro lado a multiplicar las sanciones financieras. La potencia de alcance global está quebrando las cadenas internacionales de producción, que cuenta con la presencia de China en cualquiera de sus eslabones. 
 Este retroceso se convierte en derrumbe cuando se cuentan las guerras perdidas o que han concluido en manifiesto fracaso. El ejército norteamericano ha sido puesto en fuga por los campesinos musulmanes de Afganistán. El pronóstico de Biden de que la OTAN no pararía en la guerra de Ucrania hasta llegar a Moscú, pronunciado en un discurso en Polonia, en 2022 ante tropas de Estados Unidos, luce de otro modo al cabo de tres años de guerra imperialista. Los rechazos a la conscripción y las deserciones amenazan con acabar con el gobierno de Zelensky y con el Estado ucraniano. Semejante cráter en la nación más grande de Europa encadenaría crisis generalizadas en todo el continente, incluida Rusia y, por sobre todo, Estados Unidos. Para las próximas semanas se espera la dimisión del gobierno de Olaf Scholz, en Alemania, y el adelanto de las elecciones. Macron y Pedro Sánchez viven contando sus días. Trump ha prometido salir de este enorme impasse estratégico, sin entrar en mayores detalles. Lejos de un adalid de la paz, el propósito es proceder a un reagrupamiento de fuerzas de un imperialismo en retroceso, para emprender guerras decisivas, concretamente contra China.
 La victoria de Trump está asociada al empobrecimiento de la población trabajadora, en un proceso que lo emparenta a Milei. En efecto, Estados Unidos ha dominado la inflación con tasas de interés punitivas y producido un crecimiento promedio del 3 % anual en nueve meses seguidos. Pero los consumidores no han recuperado el poder adquisitivo que perdieron durante la pandemia y la inflación subsiguiente. En cuanto al crédito, al consumo y las hipotecas, la situación ha empeorado. No es lo que ha ocurrido con la Bolsa, que se ha valorizado un 60 % anual, que en el caso de las tecnológicas llega a los tres dígitos. Todo esto ha creado un nuevo patrón de distribución del ingreso. A diferencia de su gestión anterior, Trump ya no habla de proteger al “cordón oxidado” de las viejas industrias; ahora es el representante de los pulpos de Silicon Valley y de la economía digital, el campo de enfrentamiento con China –semiconductores, autos eléctricos, energía limpia- sin excluir, todo lo contrario, a las grandes petroleras, que son el arma de lucha contra la OPEC, Irán y Rusia, exportadoras de combustible a China. Para financiar los gastos de capital de este “capital tecnológico”, se ha comprometido a una baja extraordinaria del impuesto a las ganancias y otras formas de rédito patronal. Trump va a llevar al déficit fiscal a arriba de los 3 billones de dólares y a la deuda pública bien por encima del 120 % actual del PBI (a los 50 billones). Es un programa de guerra internacional contra los trabajadores. Trump va a crear, para el magnate Elon Musk, una secretaría de “desregulación”, como la que Milei inventó para Sturzenegger. Una piedra libre contra los derechos de los trabajadores. Trump promete convertir al dólar en un arma de guerra contra la competencia extranjera, mediante la devaluación dirigida; convertirá a la Reserva Federal en una dependencia del Gobierno, como lo han hecho Caputo y Milei. La Bolsa de Nueva York celebró la victoria de Trump con una fuerte suba de acciones, pero con un caída de la deuda publica, luego de un corto aumento al comienzo de la rueda bursátil. Las novedades para adelante serán la hiperinflación y un aumento fuera de serie del oro.
 La lectura de la elección, por casi todos los medios de comunicación, ha vuelto a adoptar el modelo de ‘explicación’ clásico: la ‘culpa’ la tiene el gobierno saliente y el o la candidata que perdió. Existe la intención manifiesta de evadir una explicación de conjunto, sistémica, más aun, histórica. El régimen bonapartista, o sea, antidemocrático, donde el arbitraje político en la sociedad recae sobre un poder personal, es la expresión de que la sociedad capitalista ha entrado en un desequilibrio estructural, cuya tendencia última es el fascismo. La decadencia de la principal potencia imperialista es la decadencia del capitalismo como tal. China no cae fuera de esta decadencia; simplemente ha recorrido a una velocidad mayor el curso histórico del capitalismo. Ha entrado en una crisis, cuyas salidas engendran un enfrentamiento militar con sus rivales planetarios. La restauración capitalista ha llegado al tope de sus posibilidades en un sistema mundial en agonía. Esta tesis fundamental de la IV Internacional ha sido confirmada por la historia concreta. 
 Este cuadro histórico lleva a la creación de situaciones revolucionarias. Las “catástrofes” del capitalismo tienen una contrapartida dialéctica ineluctable. Se trata de convertir en ineluctables las victorias revolucionarias, que dependen en altísimo grado de la preparación y organización de la clase obrera de todos los países. 

 Jorge Altamira
 06/11/2024

martes, 5 de noviembre de 2024

Elecciones en Estados Unidos: la “trumpificación” de la política norteamericana


Cuando resta una semana para su realización, las elecciones estadounidenses están reñidas, aunque los sondeos en términos generales le estarían dando una ventaja al candidato republicano.
 Este hecho no debería llamar la atención, pues los comentarios periodísticos destacan que la agenda que domina el escenario electoral ha sido la impuesta por el magnate inmobiliario. The Economist habla de una “trumpificación” de la política estadounidense. No importa quién gane en noviembre, Trump ha redefinido las agendas de ambos partidos. El semanario inglés ha ido más lejos y afirma que quien quiera que triunfe, las ideas de Trump ganarán. “Él, no Harris, ha fijado los términos de esta contienda”. Lo que sobresale es cómo los demócratas se han ido adaptando y asumiendo como propios en su plataforma planteos del ex presidente republicano.
 La política migratoria de Harris consiste en respaldar la propuesta de reforma bipartidista más conservadora de este siglo. Entre sus disposiciones se incluye el cierre de las solicitudes de asilo cuando el flujo de migrantes irregulares sea elevado. 
 Su política comercial implica mantener, en forma modificada, la mayoría de los aranceles que Trump impuso en su primer mandato. En materia fiscal, Harris mantendría la mayoría de los recortes que Trump firmó en 2017. En materia energética, se ha convertido en una adepta al fracking y ha formado parte de una administración que ha visto a Estados Unidos extraer más petróleo y gas que nunca antes. 
 Lo mismo ocurre en política exterior. La actitud hacia China es por cierta ilustrativa. Aunque Trump ha sido más confrontativo verbalmente que sus contrincantes, los demócratas han sido más duros en la práctica prohibiendo las exportaciones de tecnología a China e imponiendo fuertes aranceles a las importaciones de vehículos eléctricos chinos. La candidata demócrata, de todos modos, ha sido más cautelosa y ambigua que Biden en lo que se refiere a una confrontación con China y a la defensa de Taiwán, volviendo a reflotar la orientación de la “ambigüedad estratégica” que la Casa Blanca enarboló históricamente, según la cual Estados Unidos se abstuvo de indicar su postura en caso de conflicto entre el continente y Taiwán. 
 En Oriente Medio, Kamala Harris no se ha quedado relegada respecto a los republicanos en el respaldo al régimen sionista, a pesar de la presión desde dentro de su propio partido para que corte los suministros de armas a Israel. Tampoco parece tener prisa por revivir el acuerdo con Irán que Trump rompió; llamó al régimen islamista el mayor adversario de Estados Unidos y de Occidente. En el caso de Líbano, funcionarios del Partido Demócrata apoyan la invasión israelí como la posibilidad de avanzar en un rediseño de la región. 
 Por supuesto, persisten controversias sobre cuál es el compromiso de Estados Unidos con la Otan. Recordemos que, durante el mandato de Trump, se produjo un distanciamiento con las potencias occidentales aliadas que, luego, Biden se empeñó en recomponer. Obviamente, el apoyo a Ucrania es donde la brecha parece más amplia. Harris se ha comprometido a continuar con el sostenimiento económico y militar de Ucrania. Trump habla de arribar a un arreglo con Rusia y finalizar la guerra. El énfasis en lo que se refiere al belicismo está puesto contra China. Pero los términos para una salida de Ucrania siguen siendo extremadamente vagos y habrá que ver cómo Trump se reacomoda cuando haya que definir un compromiso concreto y establecer concesiones territoriales y la presencia militar rusa en territorio ucraniano. Hay demasiados intereses estratégicos en juego en un marco de presiones cruzadas de las potencias capitalistas y del establishment internacional para que el conflicto tenga una fácil y pronta resolución. 

 EEUU en su laberinto 

 Pero mientras los demócratas hacen un esfuerzo por desplazarse hacia el campo republicano, Trump va corriendo el arco hacia una política más extrema. En materia proteccionista, ha elevado la vara y propone implantar un arancel general del 20% y uno especial del 60% a todas las importaciones chinas. En materia tributaria, pretende convertir en permanentes todos los recortes de 2017 y reducir aún más los impuestos corporativos. Y disponer medidas aún más restrictivas en materia de inmigración. Sus diatribas que llegan al delirio (como aquella dirigida contra los centroamericanos, a quienes acusó de comerse las mascotas de sus vecinos) son funcionales a esa política discriminatoria de claro tinte fascista. Del “muro” de su gestión anterior pasamos a un plan de deportación masiva. 
 Las promesas de Trump, de todos modos, son extremadamente controvertidas, ya que podrían agravar la crisis económica que ya se registra en EEUU. Un aumento de los aranceles podría incentivar la inflación que está lejos de poder apagarse. Por otra parte, la guerra comercial a la que ha apostado EEUU no ha servido hasta ahora para revertir el desequilibrio de la balanza comercial estadounidense. Las sanciones y represalias comerciales tampoco han logrado asegurar la supremacía yanqui en alta tecnología, acosada por China y, sobre todo, por Taiwán. 
 Los recortes impositivos que promete Trump no han logrado devolverle a EEUU el esplendor del pasado, como auguraba el líder republicano en su primer mandato. El temor fundado es que las supuestas ventajas tributarias no den el resultado esperado pero sí terminen por provocar un descalabro en las cuentas públicas y pueda llevar a un extremo la crisis de la deuda que ya está en curso. Trump ha propuesto restablecer una norma que permita a los estadounidenses deducir por completo los impuestos pagados a los gobiernos estatales y locales de sus facturas de impuestos federales. Eso podría costar un billón de dólares en la próxima década, que se suman al recorte ya nombrado del impuesto a las corporaciones. 
 Una preocupación obvia es que estos diversos recortes harían subir un déficit federal ya abultado. En una estimación publicada recientemente, el Comité para un Presupuesto Federal Responsable, un grupo no partidista, proyectó que el déficit subiría hasta el 12% del PBI para 2035 con Trump, frente al 7% del año pasado. Como resultado, la deuda nacional se dispararía a alturas vertiginosas. 
 Las elecciones norteamericanas se dan en un momento en que los peligros de una recesión son cada vez más fuertes. La desaceleración de la economía, que ya se constata en un cuadro donde las tendencias recesivas se abren paso en el concierto mundial, es un aviso de la pendiente económica que se viene, y es lo que está en la base de la decisión adoptada por la Fed de empezar a reducir la tasa de interés. Esta relajación monetaria, sin embargo, muy probablemente no logre evitar un aterrizaje de la economía estadounidense, pero sería suficiente para disparar un salto en la crisis de la deuda. Un debilitamiento del dólar provocado por un descenso de la tasa de interés aumentaría las tendencias ya existentes de los acreedores extranjeros a abandonar sus tenencias en moneda norteamericana y ahondaría todavía más las dificultades del Tesoro para financiarse. Algunas calificadoras bajaron la categoría de “triple A” que ostentaban los bonos del Tesoro y la propia Reserva Federal se ha visto obligada a comprar esos títulos para evitar un derrumbe. 
 El escenario mundial, dominado por las tendencias crecientes a la guerra comercial y la guerra misma, dificulta cualquier coordinación entre los Estados para pilotear la crisis y acentúa la fractura y dislocación de la economía mundial. 
 Cualquiera sea el ganador de las elecciones, va a tener que lidiar con estas contradicciones explosivas, que el intervencionismo estatal se revela cada vez más impotente para mitigar. 

 Fracaso de la democracia 

 Lo que revela como cuestión de fondo esta “trumpificación” es la decadencia y el fracaso de la democracia, que se está haciendo sentir en los países imperialistas y en particular en la principal potencia capitalista del muñido. La crisis capitalista ha hecho su trabajo implacable de topo y ha terminado socavando las bases de sustentación de la democracia imperialista. 
 A mediados del siglo XX, los hombres de la clase trabajadora constituían el núcleo de la base de votantes demócratas. “En las tres décadas que siguieron a la II Guerra Mundial, como consecuencia de las altas tasas de sindicación y la ausencia de competencia extranjera, que podía hacer bajar los salarios nacionales, los hombres de clase trabajadora ganaban a menudo lo suficiente para mantener a su familia, aunque sus cónyuges no trabajaran fuera de casa. A menudo ganaban lo suficiente para convertirse en propietarios (de hecho, existe una correlación histórica entre ciudades con altos índices de sindicación y altos índices de propiedad de vivienda” (“Bloque trumpista”, dossier, en Sin Permiso, 27/10).
 Pero la economía que permitía a los hombres de clase trabajadora mantener a su familia y convertirse en propietarios de una vivienda ha desaparecido en gran medida del paisaje estadounidense. “Con la reducción de la afiliación sindical a un escaso 6% de la mano de obra del sector privado (frente al 40% de mediados del siglo XX), con una producción tecnológica y robotizada que reduce la necesidad de trabajadores en la industria manufacturera, la construcción y, quizás pronto, en el transporte (todos ellos sectores profesionales dominados por los hombres), y con una gran parte de la producción norteamericana deslocalizada a otros países, ya no existen los trabajos manuales o de cuello azul remunerados que permitieron a sus abuelos mantener a su familia y, acaso, enviar a sus hijos a la universidad. Y como la clase media obrera de la generación de sus abuelos ha desaparecido, ha aumentado vertiginosamente la diferencia de ingresos y riqueza entre los licenciados universitarios y los trabajadores que tienen sólo estudios secundarios (bachillerato)” (ídem). 
 Esta falta de perspectivas se da especialmente entre los jóvenes. Esto es lo que explica que los trabajadores, y en especial la nueva generación, sean presa de las campañas antimigratorias. E incluso que haya logrado prender la demagogia proteccionista de defender los puestos de trabajo estadounidenses hasta en una fracción de la minoría latina y negra, donde los demócratas han retrocedido en la monolítica adhesión que tenían del electorado de ambos sectores. 
 La especulación que está haciendo el comando demócrata sobre la adopción silenciosa de posiciones más trumpista en los Estados más oscilantes y disputados que decidirían la elección no le está dando los resultados esperados pero sí ha servido para socavar el entusiasmo y adhesión en las franjas de la población que constituyen parte del bastión histórico de adhesión al voto demócrata. Si algo puede salvar a los demócratas es la reivindicación del aborto legal frente a la tentativa republicana de avanzar en su supresión en los Estados, apoyándose en el fallo de la Corte Suprema al respecto. Si bien Kamala Harris ha sido “moderada” a la hora de agitar los derechos de la mujer y en particular el derecho al aborto, esta bandera se ha revelado como suficientemente poderosa para lograr una corriente de adhesión mayoritaria entre las mujeres. Los sondeos muestran que Trump lleva una ventaja de 53 a 37% entre los jóvenes pero la relación se invierte en idéntica proporción entre las mujeres en favor de la candidata demócrata. Muy probablemente esto no sea suficiente para revertir la elección, con más razón si tenemos en cuenta que la suerte de los comicios pasa por el colegio electoral y el magnate inmobiliario podría ganar incluso aunque obtuviera menos cantidad de votos que su rival, como ya ocurrió en su primer mandato. 

 Cómo combatimos la derecha y el fascismo 

 El giro derechista tiene como principal exponente a Trump pero se propaga también entre los demócratas. Este viraje, incluyendo el auge de tendencias fascistizantes, echa sus raíces en la descomposición y descrédito de la democracia bajo el embate de la crisis capitalista que desmantela el estado de bienestar, incrementa la desigualad y socava la perspectiva de progreso de los trabajadores. Esto va de la mano de la consagración de un régimen autoritario que gobierne por encima de las instituciones democráticas, restringiendo las libertades e imponiendo un salto en la regimentación política y represión interna. 
 En este contexto, no nos podemos olvidar que quienes salieron a reprimir las tomas universitarias en apoyo a la causa palestina y desalojar a los estudiantes fueron los demócratas. Un Ejecutivo fuerte y un régimen policial se compadecen, por un lado, con la necesidad de hacerle frente a los crecientes antagonismos sociales dentro de las fronteras nacionales, y por el otro, responde a las tendencias a choques y guerras entre los Estados que plantea como requisito previo lograr disciplinar sus propios frentes internos.
 Un adelanto de este fenómeno lo hemos tenido en el asalto del Capitolio promovido por Trump y no hay que descartar que se reproduzca en caso de que Trump no gane las elecciones. Una prueba de que estas tendencias están fuertemente instaladas es la impunidad que hubo frente a ese golpe de Estado hasta el día de hoy, empezando por la impunidad del propio Trump. En este cuadro, pretender combatir a Trump recostándose y respaldando a los demócratas es un monumental error.
 En este contexto, queda claro el callejón sin salida que representa la política de la izquierda demócrata y en primer lugar de los demócratas socialistas, que impulsan el apoyo a Kamala Harris. Esta corriente ha votado en favor de los créditos de guerra e inclusive algunos de sus miembros revindicaron el derecho a la defensa del Estado sionista. A diferencia de lo ocurrido hace cuatro años atrás con Sanders, esta vez ni siquiera postularon un candidato independiente. La lucha contra Trump y la derecha y el peligro fascista solo puede realizarse y tener porvenir en el marco de una política y movilización independiente, despojada de cualquier atadura con los demócratas y las variantes patronales. Es necesario construir una fuerza política revolucionaria en EEUU que le dé una expresión política a este reverdecer estudiantil que se ha puesto en evidencia en las tomas de las universidades y en la nueva generación U (en referencia a las “union” – sindicatos en castellano) que ha empezado a irrumpir en el movimiento obrero al calor de los conflictos gremiales que se vienen extendiendo en estos años recientes. 

 Pablo Heller

Dos genocidas apoyan el bloqueo contra Cuba


La votación en la Asamblea de Naciones Unidas sobre la Resolución cubana, Necesidad de poner fin al bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por Estados Unidos contra Cuba, volvió a ser radical: 187 países lo hicieron a favor, 2 en contra y 1 abstención. 

 Solo las mismas dos naciones que durante los 32 años que se ha presentado la Resolución contra el bloqueo, lo hicieron en contra: Estados Unidos e Israel, catalogados por la comunidad internacional como los dos genocidas que están intentando arrasar con el pueblo palestino y el libanés. 
 Las cifras de las matanzas son espeluznantes. Desde el 7 de octubre de 2023 Israel ha masacrado a más de 43 000 palestinos, entre los que se cuentan 16 000 niños y una cifra similar de mujeres; bajo los escombros se estiman que hay alrededor de otros 15 000 cadáveres que no han podido ser recuperados, además de 100 000 heridos. 
 Todo eso lo han hecho los sionistas con el apoyo que le ha brindado Estados Unidos en la ONU para que no condenen a Tel Aviv, al que le ha entregado además, todo tipo de armas y enormes cantidades de dinero. Y el mundo se pregunta, cómo puede Estados Unidos poner en una espuria lista de patrocinador del terrorismo a Cuba cuando ese país lo que ha hecho es brindar ayuda médica y educacional a cientos de países del orbe que la han necesitado. 
 Nuevamente en la Asamblea General de ONU, y por 32 ocasiones, Estados Unidos volvió a quedar solo ante la aplastante votación de la comunidad internacional que apoyó a la pequeña pero heroica Isla del Caribe que ha enfrentado durante 62 años el más largo e inhumano bloqueo económico, comercial y financiero, catalogado por su intensidad y ensañamiento como de lesa humanidad.
 Como expresó el canciller cubano Bruno Rodríguez Parrilla al presentar la resolución, “la economía cubana ha experimentado en los últimos años dificultades sin precedentes con impacto crítico sobre el bienestar de la población…lo que es extraordinario respecto a Cuba, es el empeño deliberado de Estados Unidos en asfixiar la economía nacional, sabotear y poner obstáculos significativos para impedir nuestro crecimiento y desarrollo”.
 Y acotó: “ningún país, incluso aquellos con economías mucho más robustas que la cubana, podría encarar una agresión tan brutal, asimétrica y extendida en el tiempo, sin un costo considerable para el nivel de vida de su población”.
 Seguidamente el canciller preguntaba: ¿Cómo sería Cuba hoy de haber contado con los 164 000 millones de dólares de los que nos ha privado el bloqueo desde su imposición? Esos daños ascienden a 1 billón 499 mil 710 millones de dólares, si se toma en cuenta el comportamiento del dólar frente al valor del oro”. 
 En el informe presentado por la delegación cubana sobran los ejemplos de este ensañamiento de Washington contra la Isla por no haberle podido arrebatar su independencia y soberanía. 
 Por las largas tenazas del bloqueo, más del 80 % de la población cubana actual ha nacido bajo los efectos de esa política hostil, por lo cual no conocen una realidad distinta a la de un país bloqueado. 
 Claro que los números no evidencian el alto costo humano para todo un pueblo, que ha visto esos daños repartidos en diferentes sectores como la salud, la educación, el alimentario y el energético, entre otros, razón por la cual, hasta la fecha, el bloqueo es el principal elemento que define la política de Estados Unidos hacia Cuba y el mayor freno al desarrollo económico y social de la mayor de las Antillas. 
 Como expresa un viejo adagio, a Washington le salió el tiro por la culata pues lejos de dejar aislada a Cuba en la arena internacional, fue Cuba la que hizo que nuevamente Estados Unidos quedara aislado ante el mundo. 

 Hedelberto López Blanch, periodista, escritor e investigador cubano, especialista en política internacional.

lunes, 4 de noviembre de 2024

Condenan a los autores materiales del crimen de Marielle Franco


El bolsonarismo, jefe de las milicias asesinas. 

 A pesar de las impactantes condenas dictadas por la jueza Lucia Glioche contra los exmiembros de la policía militar de Río de Janeiro Ronnie Lessa y Elcio Queiroz, sentenciados 78 y 59 años de prisión respectivamente, por los crímenes de la entonces concejal carioca Marielle Franco y su chofer, Anderso Gomes, la lucha por el castigo a todos los culpables no ha concluido. Los dos sicarios, sin embargo, cumplirán una pena mucho más acotada, de 13 y 7 años en cada caso, tras haber aceptado un acuerdo de colaboración con la justicia. El crimen fue cometido el 14 de marzo de 2018 y los expolicías resultaron apresados en 2019. 
 El juicio duró dos jornadas. Los sicarios confesaron el crimen que cometieron por dinero, según sus dichos, una cifra de dinero “que los encegució”. Lessa dijo que el asesinato fue ordenado por líderes de las milicias de Río de Janeiro, a quienes identificó como el diputado federal Chiquinho Brazao y su hermano Domingos Brazao, asesor del Tribunal de Cuentas de Río, quienes veían amenazado un negocio inmobiliario multimillonario por las acciones de la concejal, a quien consideraban “una piedra en el camino”. Lessa dijo también que antes de recibir la orden de asesinarla ni siquiera conocía a Marielle. También reveló que el objetivo original era el exdiputado del PT y actual presidente de Embatur Marcelo Freixo, “pero su alto nivel de seguridad y prominencia lo convirtieron en un blanco inviable”. Esta circunstancia, según su declaración, llevó a que Franco se convirtiera en el objetivo de las milicias (Infobae, 31/10). 
 Los presuntos autores intelectuales del asesinato fueron detenidos en marzo pasado junto al exjefe de la policía civil de la ciudad Rivaldo Barbosa, acusado de obstruir la investigación, aunque es también señalado como el verdadero articulador del plan criminal.
 Los hermanos Brazao son políticos profesionales bolsonaristas. Domingos ha sido concejal y diputado antes de llegar al Tribunal de Cuentas del estado de Rio de Janeiro. Anteriormente se ha visto envuelto en sospechas de corrupción, vínculos con grupos criminales y milicias, e incluso un asesinato. Su hermano, Joăo Chiquinho, fue elegido concejal por primera vez en 2004, formó parte del Ayuntamiento de Rio durante 14 años y fue elegido diputado federal en 2019. Éste último es socio político de larga data de Flávio Bolsonaro y mantienen negocios inmobiliarios compartidos.
 Pero la cadena de responsabilidades va mucho más allá. Los Bolsonaro son los verdaderos jefes de las milicias de Rio, cuyo estado gobierna el PL, su partido. 
 Se ha revelado que Elcio Queiroz visitó la residencia de los Bolsonaro, a su vez, vecinos de Ronnie Lessa. Renan Bolsonaro estuvo comprometido con la hija del sicario. Las investigaciones revelaron incluso que en el mismo dia del asesinato de Marielle Franco se realizaron varias llamadas telefónicas desde la casa de Bolsonaro a la hija de Lessa, quien vivía en Estados Unidos.
 Por otro lado, la familia Bolsonaro tenía una relación asidua con Adriano da Nóbrega, lider de Escritório do Crime, una poderosa milicia. Flávio Bolsonaro empleó en su gabinete en la Asamblea Legislativa de Río de Janeiro a su madre y a su mujer, entre 2010 y 2018. Por si fuera poco, Flávio entregó a Antônio da Nóbrega una medalla en la cámara en 2005. Y el propio Jair Bolsonaro calificó de “héroe” a Antônio cuando fue asesinado en febrero de 2020.
 La lucha por el castigo a los culpables del crimen de Marielle Franco no ha concluido. 

 Jacyn
 01/11/2024

31 de octubre " 20 AÑOS DEL PLEBISCITO POR EL AGUA " Documental y Proclama


domingo, 3 de noviembre de 2024

El lobby sionista en Estados Unidos


Israel es el primer destino de los 17.000 viajes al extranjero de funcionarios del Congreso y legisladores norteamericanos “patrocinados”. Eso supone más viajes al Estado sionista que a todo el hemisferio occidental y al continente africano juntos. Aproximadamente la mitad de los representantes actuales del Congreso de Estados Unidos han viajado a Israel desde 2012. Las invitaciones corren por cuenta del temible Comité de Asuntos Públicos Estados Unidos-Israel (AIPAC, por sus siglas en inglés), el grupo de presión más fuerte del lobby sionista en Estados Unidos. Su objetivo explicito es mantener el apoyo político, financiero y armamentístico de Estados Unidos a Israel. Aunque el AIPAC está próximo a los republicanos, financia sin distingos a demócratas y republicanos. 
 Por sus eventos desfilan anualmente los principales políticos de uno y otro partido, como Obama, Trump, Hillary Clinton o Ted Cruz. Distintas investigaciones afirman que la influencia política de AIPAC supera incluso la del lobby armamentístico o del rifle. 
 AIPAC recibe mensualmente unos 15 millones de dólares en donaciones de organizaciones “filantrópicas” de magnates y empresarios proisraelíes. Entre los donantes principales se encuentran la Koret Foundation, el Charles and Lynn Schusterman Family Foundation, y el Paul E. Singer Foundation, entre otras organizaciones ultradrechistas. El lobby no recauda fondos directamente. Lo hacen sus miembros, y la cantidad de dinero que canalizan hacia los candidatos políticos es difícil de rastrear. 
 El AIPAC cuenta con más de cien mil miembros, una red de diecisiete oficinas regionales y una vasta reserva de donantes. 
 Desde octubre de 2023, las “donaciones” se han incrementado sustancialmente. Los datos surgen de un estudio del Centro Howard para el Periodismo de Investigación de la Universidad de Maryland, que analizó miles de registros desde 2012.
 AIPAC lleva gastados más de 24 millones de dólares en “contribuciones” a políticos norteamericanos. Gran parte de esos recursos se destina a financiar las campañas de candidatos sionistas para bloquear en las primarias la reelección de legisladores críticos del apoyo norteamericano a Israel. 
 Varios de los representantes demócratas que criticaron la política israelí y el apoyo financiero y militar de Biden a la invasión a Gaza perdieron en las primarias contra rivales, generosamente financiados por el AIPAC. Es el caso de la enfermera afroamericana Cori Bush, que debía renovar su banca y fue derrotada por el proisraelí Wesley Bell en Missouri. Otro tanto le ocurrió al docente afroamericano Jamaal Bowman, derrotado por el prosionista George Latimer en Nueva York. Bell obtuvo más de ocho millones de dólares del AIPAC y otros grupos, mientras que derrotar a Bowman le costó al lobby hasta 14,5 millones de dólares. Otro caso es el del exrepresentante Andy Levin (Demócrata por Michigan), un progresista. El AIPAC logró su derrota en 2022. 
 Jaime Caro, historiador de la universidades Autónoma de Madrid y Columbia, asegura que el AIPAC "dirige la política internacional de Estados Unidos sobre Israel para todo lo que se refiere a apoyo internacional y apoyo armamentístico. En el caso de Bell y Bowman, lo que se hizo fue meterle una cantidad insana de dinero, unos 18 millones de dólares. Si eso lo puede hacer en una campaña menor, imagínate que en unas presidenciales. Se dice que está aportando en torno a los 100 millones de dólares a ambos partidos", afirma Caro. 
 En la última década, una de las herramientas fue financiar cientos de viajes a Israel. Después de la invasión a Gaza, entre marzo y setiembre de 2024, el tur se intensificó: 71 congresistas y funcionarios de la Cámara de Representantes fueron invitados a un viaje que incluye entrevistas con Netanyahu, su gabinete y autoridades militares.
 Por lo menos tres de cada cuatro viajes fueron realizados por funcionarios que tienen un papel importante en la formulación de políticas y la redacción de leyes. 
 El legislador Glenn Ivey (demócrata por Maryland) viajó dos veces desde setiembre de 2023 y “se benefició de 6 millones de dólares del AIPAC en su primera candidatura al Congreso en 2022”. El aporte le permitió derrotar en las primarias a la excongresista Donna Edwards.
 Los viajeros contraen un escandaloso compromiso de reserva. Cuando se le preguntó a Ivey si sus viajes en junio 2024 había contemplado la posibilidad de una solución de dos Estados dijo que se supone que no debe compartir los detalles de las reuniones.
 Para eludir una ley de 2007 que limita la participación directa de los lobbies en la mayoría de los viajes patrocinados de forma privada, AIPAC apela a una filial benéfica, la American Israel Education Foundation. 
 Los viajes a Israel son sólo una pieza de una estrategia múltiple para promover los intereses de Israel. El AIPAC organiza una conferencia anual para cargos electos en la zona de Washington D.C. El exdiputado Brian Baird (Demócrata por Washington), que pagó con su banca haber criticado la invasión sionista a Gaza en 2009, calificó la conferencia anual de AIPAC como “la mayor reunión de miembros del Congreso” aparte del Estado de la Unión, el discurso anual que el presidente dirige a una sesión conjunta de la Cámara de Representantes y el Senado.
 AIPAC gastó más de 3 millones de dólares en grupos de presión el año pasado, y su gasto en 2024 la sitúa actualmente entre el 3 por ciento más alto de todos los grupos de presión rastreados por OpenSecrets. En el ciclo electoral 2022 habían canalizado una suma combinada de 50,9 millones de dólares, según OpenSecrets. 
 El Howard Center se puso en contacto con más de 30 miembros actuales y anteriores de la Cámara y personal de la Cámara que viajaron a Israel entre 2012 y 2023, incluidos 23 miembros y personal que viajaron con AIPAC al menos una vez. Los únicos viajeros del AIPAC que accedieron a una entrevista fueron Ivey y Baird.
 Entre los logros promocionados en su sitio web, el AIPAC atribuye a sus esfuerzos de los últimos años la financiación continuada por el Congreso de miles de millones en ayuda militar y de seguridad incondicional a Israel y el aumento de las sanciones a Irán. El AIPAC también ha presionado al Congreso para limitar la capacidad de particulares y empresas de participar en la campaña de Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS) contra empresas israelíes, dirigida por palestinos, y apoya que Israel continúe la guerra en Gaza hasta que el ejército y el gobierno de Hamás sean desmantelados.
 Los “representantes del pueblo”, en Estados Unidos y donde se mire, no son más que paniaguados de los factores de poder. El régimen democrático es solo un disfraz para engañar a los trabajadores, una farsa.

 Olga Cristóbal
 03/11/2024

sábado, 2 de noviembre de 2024

Cientos de escritores llaman a boicotear las instituciones culturales israelíes


Más de un millar de autores, entre ellos ganadores del Premio Nobel, el Booker Price, el Premio Pulitzer y el National Book Award lanzaron un boicot masivo a las editoriales israelíes cómplices de la masacre del pueblo palestino. 
 Esta declaración representa el mayor boicot cultural contra instituciones culturales israelíes de la historia. Los firmantes se comprometen a no trabajar con “instituciones culturales israelíes que sean cómplices o hayan permanecido como observadores silenciosos de la abrumadora opresión de los palestinos”. 
 “No cooperaremos con instituciones israelíes, incluidas editoriales, festivales, agencias literarias y publicaciones que: Sean cómplices de la violación de los derechos de los palestinos, incluso mediante políticas y prácticas discriminatorias o encubriendo y justificando la ocupación, el apartheid o el genocidio de Israel. 
 Nunca hayan reconocido públicamente los derechos inalienables del pueblo palestino consagrados en el derecho internacional.” 
 Autores de la mayor jerarquía como la escritora irlandesa Sally Rooney, la peruana Michelle Alexander, la pakistaní Fatima Bhutto, la máxima filósofa del feminismo queer, Judith Butler, la Premio Nobel Annie Ernaux, el premio Nobel Abdulrazak Gurnah, la poeta norteamericana Marilyn Hacker, la famosa socióloga canadiense Naomi Klein, el escritor británico Owen Jones, la mexicana Valeria Luiselli, Arundhati Roy, Cecilia Vicuña y muchos otros han firmado el documento, ante “la crisis moral, política y cultural más profunda del siglo XXI”. Dicen: Colaborar con estas instituciones significa dañar a los palestinos, por lo que hacemos un llamado a escritores, traductores, ilustradores y creadores de libros a unirse a nosotros en este compromiso”, afirma la carta entre cuyos firmantes se cuentan ganadores y finalistas de casi todos los premios literarios más importantes del mundo. 
 La carta abierta, que ha sido descrita como una de las declaraciones de condena más fuertes y el mayor compromiso de la comunidad literaria con el boicot cultural, informa que su objetivo es protestar contra la “crisis moral, política y cultural más profunda del siglo XXI”, tal como en su momento adoptaron innumerables autores contra el apartheid en Sudáfrica. Los firmantes subrayan que lo que ocurre en Gaza es “un genocidio, como llevan meses afirmando destacados expertos e instituciones. Los funcionarios israelíes hablan sin rodeos de sus motivaciones para eliminar a la población de Gaza, imposibilitar la creación de un Estado palestino y apoderarse de tierras palestinas. Todo ello tras 75 años de desplazamiento, limpieza étnica y apartheid”. 
 Y denuncia: “La cultura ha desempeñado un papel integral en la normalización de estas injusticias. Las instituciones culturales israelíes, que a menudo trabajan directamente con el Estado, han sido cruciales para ofuscar, disfrazar y blanquear con arte (artwashing) el desposeimiento y la opresión de millones de palestinos durante décadas”. Ante esta crisis, los autores destacan que “no podemos en conciencia comprometernos con las instituciones israelíes sin cuestionar su relación con el apartheid y el desplazamiento”.
 Ponen de relieve que ni siquiera es posible saber exactamente cuántos palestinos ha matado Israel desde octubre de 2023, porque Israel ha destruido todas las infraestructuras, incluida la capacidad de contar y enterrar a los muertos.
 En este contexto, la acusación señala también a Estados Unidos por mantener un respaldo absoluto al genocidio de Israel en Gaza, ya sea mediante el poder de veto en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas (CSNU) o con la entrega de enorme armamento al ejército sionista. 

 Olga Cristóbal 
 01/11/2024

viernes, 1 de noviembre de 2024

Agradecimiento a la militancia por el Sí


”Gota fría”: las tormentas en el Estado Español dejan más de 90 muertos


El rol del cambio climático y la negligencia de los gobiernos. 

 Más de 90 personas fallecieron como consecuencia de las violentas tormentas que azotaron el Estado Español en las últimas 48 horas. La Comunidad Valenciana fue la zona más golpeada, concentrando casi la totalidad de las víctimas fatales. También hubo decesos y grandes daños materiales en Andalucía y Castilla La Mancha. 
 El fenómeno meteorológico, conocido popularmente como la gota fría, se origina cuando las aguas cálidas del Mar Mediterráneo (en torno a los 21 o 22 grados al salir del verano) desprenden vapor hacia la atmósfera, que, al unirse a un frente de aire frío, se condensa en forma de nubes y provoca granizo y tormentas eléctricas. Si bien se trata de un fenómeno regular, el calentamiento global, que eleva las temperaturas de los mares, vuelve a la gota fría más intensa y dañina. Se estima que esta es la peor desde 1982, y algunos dicen que es la más dramática en un siglo. 
 A este problema más general se suma la negligencia de los gobiernos, lo que termina de configurar un cóctel fatal. Gran cantidad de trabajadores fueron sorprendidos en sus lugares de trabajo o en el trayecto a sus domicilios cuando el agua barría, a su paso por las calles, los automóviles y contenedores. El gobierno autonómico de la Comunidad Valenciana, en manos del PP (con el apoyo parlamentario de Vox), desestimó las advertencias previas y mantuvo a toda costa la jornada laboral para no afectar los intereses capitalistas. Tampoco el gobierno centroizquierdista de Pedro Sánchez intervino.
 Como recientemente con el huracán Milton en Estados Unidos, o, para señalar un caso análogo, las inundaciones de 2021 en Alemania y Bélgica que dejaron más de 200 muertos, se multiplican las señales del impacto irreversible que tiene la depredación ambiental capitalista. 
 Las tormentas del Estado Español nos recuerdan que otro sistema social, que no esté fundado en un ciego afán de ganancias y que restablezca una armonía entre los seres humanos y su ambiente circundante, es una cuestión de vida o muerte.
 Nuestra solidaridad y saludo fraterno a los trabajadores y el pueblo español. 

 Prensa Obrera