martes, 5 de marzo de 2019

Lo que el Consejo de Ministros nos dejó




El Consejo de Ministros desarrollado a principios de la semana pasada en la localidad duraznense de Pueblo Centenario puso de relieve algunas de las discusiones y problemas que recorren al gobierno y al país.

Una hoja al viento

La instancia se desarrolló en medio de una situación regional y continental que encuentra al gobierno uruguayo haciendo equilibrio entre los intereses de Donald Trump y Juan Guaidó de un lado y sus negocios con el estado y el gobierno venezolano, y la política de no intervención por el otro. Como plegarse al coro golpista del Grupo de Lima era demasiado ante los ojos de su propia base social y electoral (y en un año electoral), Vázquez y Nin Novoa decidieron tomar la vía europea. El gobierno fue incapaz de sostener su línea del “dialogo por la paz” y el “Mecanismo de Montevideo” por más de 24 horas y rápidamente la declaración del Grupo de Contacto Internacional tuvo a la diplomacia de la Unión Europea y el gobierno uruguayo acordando el pedido de “elecciones libres y creíbles”. Después de esta declaración, el canciller declaró que Uruguay no reconocía a Juan Guaidó y que el interés de Estados Unidos en Venezuela es el petróleo. Mientras tanto, se ultimaban los detalles para la reunión en Anchorena con Macri de la cual saldrían declaraciones de acuerdo entre los gobiernos acerca de la política de “elecciones libres” en Venezuela.
Las ambigüedades del gobierno responden no solo a las contradicciones de su frente externo, sino también a su propia dinámica interna. Sobre todo, la dinámica interna del Frente Amplio. Ya que en el partido de gobierno conviven sectores “maduristas” con sectores que directamente están a favor de reconocer a Juan Guaidó como presidente “encargado”.
Los intereses de Uruguay en los negocios y la relación con Estados Unidos, así como en promesas de inversiones de capitales europeos, los propios vientos regionales hacia la derecha y la unificación de la oposición en nuestro país en una línea dura, ponen en incómoda posición a la diplomacia uruguaya que parece ir “acomodando el cuerpo” a medida de los acontecimientos.

Historia mata “evolución natural”

Una de las frases más resonantes del presidente Tabaré Vázquez en el Consejo de Ministros fue cuando le consultaron acerca de los anuncios de cierre de Colgate y Fleischmann. “Es parte de una evolución natural (sic)” y que “muchas veces es noticia cuando cierra una, pero no cuando abren tres”. También tuvo sus destellos de humor cuando le consultaron por la planta de UPM2 al decir que “no he visto niños que nazcan con dos cabezas”. El tema UPM es muy complejo y largo y no lo abordaremos en este artículo. Merece muchos artículos aparte. Nos detendremos en lo primero.
Esta teoría (¿darwinista?) del cierre de fábrica incurre en varias omisiones. Vale la pena echar mano a la historia. A comienzos de la década de 1970 el 33% de los asalariados de nuestro país trabajaban en la industria que aún quedaba en pie del período de sustitución de importaciones del neobatllismo. [1] El gobierno de facto cívico-militar tuvo como uno de sus cometidos, no solamente derrotar moral y físicamente a los sectores activos de la vanguardia del movimiento obrero y de la izquierda, sino también comenzar con el desfalco y la destrucción generalizada de la industria básica. Fue así como avanzaron de la mano de economistas liberales como Alejandro Végh Villegas en la apertura de la economía y en el ataque contra los ingresos de los trabajadores, empeorando las condiciones de vida del pueblo y yendo a otro esquema de redistribución de la renta nacional.
Ya a la salida de la dictadura y después de la crisis de “la tablita” que generó un nuevo ataque contra las condiciones de vida, el relato y el proyecto de país pasó a ser el de “plaza financiera” y de servicios. Uruguay se transformó en un nuevo paraíso fiscal, con una banca y una legislación favorable para cualquier tipo de negociados especulativos. Esto se reforzó en el gobierno de Luis Alberto Lacalle e Ignacio de Posadas. Se implementaron las leyes favorables a las SAFIs (Sociedades Anónimas de Fondos de Inversión), que en 2016 aparecerían en los Panamá Papers. En momentos de fortaleza del paradigma neoliberal, en materia cambiaria, después de las crisis inflacionarias de finales de los 80’, el gobierno blanco ancló el tipo de cambio y realizó la apertura indiscriminada a las importaciones más grande de la historia. Uruguay en ese período multiplico por cuatro (de 200 a 800 millones de dólares) el monto de las importaciones, destrozando lo que quedaba de industria nacional. Por aquellos años, los rubros industriales solo representaban el 16% del PBI [2] y los esqueletos de las viejas fábricas se multiplicaban por el país. La destrucción de empleo continuó y llegó a su punto más alto en la crisis del 2002 con la presidencia de Jorge Batlle.
En 2005 asumió el Frente Amplio y los trabajadores al calor del viento de cola de las materias primas fueron recuperando salario real a niveles pre-crisis. Pero los empleos creados fueron de inferior calidad y con salarios en su mayoría bajos, ya desde la década del noventa. El modelo se sostuvo, como dijimos, por el empuje exportador de commodities, la inversión extranjera directa y la toma de deuda a bajo interés y aprovechando la política de la Reserva Federal de EEUU de dólares “baratos”, sobre todo después de la crisis de las hipotecas de 2008.
Pero en todos estos años, lejos de buscarse una reindustrialización o el desarrollo de algunas ramas en el país, las multinacionales tanto en el campo como en la ciudad han dado un salto en la dirección definitiva de toda la economía uruguaya. Distinto a la realidad de países vecinos como Brasil o Argentina, donde existen pujas al interior de las clases dominantes y hay fracciones de capital nacional antimonopolista, en Uruguay el proyecto de los empresarios locales es ser definitivamente subsidiarios y socios menores de los emprendimientos trasnacionales.
Lejos de cerrar una fábrica y abrir tres, desde hace varias décadas la situación es la contraria, con períodos excepcionales. Lo que el presidente Vázquez llama “evolución natural” no es otra cosa que el derrotero de un proceso de primarización profundo de la economía uruguaya. Una economía que tiene el 70% del suelo extranjerizado y sigue dando facilidades para la instalación de proyectos extractivistas. Cuyo modelo de crecimiento se basa en la toma de deuda externa, inversiones extranjeras y exportaciones de materias primas.
Llegamos a este punto donde en 5 años han cerrado más de 200 establecimientos pequeños y medianos centralmente. Ecolat en Colonia, Fripur, Impresora Polo, la Spezia, y tantos otros. En todos estos casos hay algunos denominadores comunes. La impunidad empresarial y las quejas por los costos laborales.
Empresarios que con total impunidad como los Fernández de FRIPUR piden prestamos al BROU y fugan el capital a Paraguay, o empresarios que incurren en fraudes laborales, adeudan salarios, aguinaldos y vacían las empresas, no pagando ni los despidos.
Los casos de Fleischmann y Colgate son parte de un movimiento general de las patronales nacionales y extranjeras, que, aprovechando las facilidades regionales que otorgan las reformas laborales, recurren a la presión o directamente la extorsión contra los trabajadores en los Consejos de Salario, buscando acuerdos de flexibilización laboral. Un caso similar estamos viendo en Argentina con las empresas FATE y Coca Cola, ambas aduciendo una supuesta crisis para lograr clausulas favorables a sus intereses en los convenios de trabajo.
Estamos en un momento donde se está perdiendo empleo. Y el gobierno, por más que no se refleje en los números, no puede ocultar que el empleo creado se emparenta más con la calidad del trabajo en PedidosYa, Rappi, o Glovo, que con un empleo de calidad con niveles salariales y de derechos adquiridos acorde al costo de vida del país.
Quizás lo que evidencien estos dichos del presidente en el Consejo de Ministros sea que el Frente Amplio en estos últimos 14 años acompañó esa “evolución natural”. El problema es que esa evolución no se acompaña gratis, sino con política manifiesta y con un modelo económico, que no trastocó en lo absoluto el esquema precedente.
Cuando Vázquez dice que estos cierres son parte de la evolución natural, que es así y no hay otra. En realidad cuenta la evolución de un modelo y un régimen económico y social, que, con sus matices, ha vivido y sobrevivido en nuestro país por los últimos 40 años.

Damián Recoba

[1] Rico, Alvaro. 15 días que estremecieron al Uruguay.
[2] Blixen, S. Prontuario del gobierno Lacalle (2009)

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